Argentina, la
lucha continua....
|
LAS ORGANIZACIONES CAMPESINAS EN LAS GARRAS DEL MODELO
Jorge Rulli
GRR
Creemos que es necesario exponer nuestra posición respecto a los conceptos de Soberanía Alimentaria, Territorios, y el rol de las organizaciones indígenas y campesinas frente al Modelo Agroexportador y Extractivista.
La idea fuerza es que las resistencias territoriales han ido cediendo terreno frente al avance sojero y minero. Es más, los grupos dirigenciales se han ido integrando a las muchas estructuras subvencionadas que les brinda el Estado y postulan, sin que les pese una oposición, los avances locales pero se victimizan cuando en sus bases suceden hechos de sangre. Simultáneamente no cuestionan las lógicas productivas, más allá de los agronegocios, tal vez creyendo así proteger nichos de "agricultura familiar" y bolsones de autonomía indígena y campesina que no hacen más que evidenciar las ínfimas excepciones a la regla que son puestas como ejemplo de la preocupación gubernativa por las minorías perjudicadas.
Hay sin duda una equivalencia sustancial entre la decidida aceleración del modelo, expuesta crudamente en el PEAA, y la - en ciernes - Ley de Tierras, con la asimilación a los aparatos del Estado y la importante ayuda financiera, que fagocita masivamente a los cuadros de conducción de los movimientos campesinos o agro-contestatarios, que naturalizan esta doble condición de ser contestatarios y a la vez funcionarios remunerados.
Sucede entonces que desde hace años asistimos a un gigantesco simulacro que ha posicionado a la vanguardia de las luchas campesinas a organizaciones como el MNCI y su mentora: el MOCASE, atadas a la cola del enorme prestigio internacional de la VIA CAMPESINA. Entramado que hace que todas las acciones y posicionamientos de éstas organizaciones argentinas tiendan a verse como la expresión genuina de las resistencias agrarias nacionales. Un encadenamiento de simbologías y reivindicaciones que inmediatamente repercuten en los medios y crean la sensación de que allí se encuentra la auténtica representatividad de las minorías oprimidas por el modelo agroexportador extractivista. Un prestigio que sin dudas, disimula las severas limitaciones ideológicas de un pensamiento ligado a las consignas antiimperialistas de hace décadas y un accionar focalizado en montar escenarios de autonomía y producción autóctona, dirigido a demostrar una presencia que se diluye en los pobres resultados obtenidos con tanto apoyo económico y político regional e internacional.
La Reforma Agraria y la Soberanía Alimentaria, fundamentos de las luchas de la Vía Campesina Internacional, encubren un escenario devastador de avances de la frontera sojera en los mismos territorios de dichos encuadramientos, y las cifras de la sojización en Santiago del Estero así lo demuestran; mientras en las Universidades argentinas se encolumnan los estudiantes que aplauden el sesgo revolucionario de la mentada campesinización y anhelan viajar de modo iniciático a las tierras de la autonomía rural y la supuesta producción agroecológica.
En los últimos años, con el afianzamiento de la producción de monocultivos transgénicos y la alta rentabilidad de los commodities, se han multiplicado las variantes asistencialistas y de control social sobre las poblaciones perjudicadas y sobre los territorios devastados. En esa lógica productiva tomaron inusitada fuerza una gran cantidad de estrategias y planes que incluyen, necesariamente, la participación activa (sino complicidad) de los otrora contestatarios, en el intento de paliar las graves consecuencias del modelo.
No se les pide desde el sistema que abandonen sus consignas maximalistas, es más: se los alienta a persistir en la denuncia de los atropellos, en la prohibición de las fumigaciones cercanas a poblados, en el "mal uso" de glifosato, en la judicialización de las disputas territoriales, todos ellos efectos colaterales que, cuando son tomados como consignas abarcadoras, no hacen más que confundir y ocultar la matriz corporativa e institucional del saqueo programado.
Así asistimos a verdaderas batallas retóricas sobre reivindicaciones legítimas, pero fragmentadas intencionalmente para ocultar la totalidad descarnada de un complejo modelo de poder neocolonial empeñado en limar las aristas más escabrosas para presentarlo como sustentable y protectivo.
Si la estrategia obligada era la de hacerse fuerte en los territorios amenazados, focalizar las luchas en las comunidades campesinas y originarias, podemos decir que ha fracasado. No sólo se han perdido vidas humanas en estos escarceos, sino que también se han ido entregando inmensos territorios, atrapados en la lógica bifronte de resistir el avance empresarial a la vez que aceptar los dineros y los cargos que distribuye generosamente un gobierno experto en dividir y cooptar a sus adversarios.
Desde el GRR hace años venimos luchando por el arraigo rural y las resistencias locales, pero también venimos denunciando en todos los ámbitos posibles, el tremendo impacto de la globalidad expandida y la condición neocolonial de nuestros países, sometidos hoy a la multipolaridad y las hegemonías regionales de las llamadas potencias emergentes. Hemos sostenido sistemáticamente nuestra solidaridad con las poblaciones rurales y las producciones locales, llevamos las campañas contra las fumigaciones y contra los apoderamientos de tierras, guiados por el principio de que la Soberanía Política en la Argentina es hoy Soberanía Alimentaria y que la defensa del Territorio Nacional es irrenunciable, porque afecta a todos los argentinos y no únicamente a las comunidades campesinas y originarias. Pero también comprendemos que estas luchas deben darse en los mismos centros del poder, allí donde se deciden las políticas corporativas y donde se elaboran los diseños tecnológicos de la manipulación transgénica y la biotecnología, donde la ciencia empresarial subordina la investigación y el conocimiento de nuestras Universidades públicas y los organismos estatales específicos, para atender concentrados intereses privados.
Se trata, para nosotros, de poner el cuerpo frente a las topadoras, de cortar los alambrados del cercamiento, de la defensa de nuestros montes y selvas, ya sea en las Yungas salteñas y jujeñas o en El Impenetrable, o en los valles y estepas patagónicos. Se trata de denunciar públicamente los negociados de las empresas estatales chinas o los capitales árabes sobre nuestros territorios, pero también de evidenciar las connivencias de Monsanto con sectores episcopales y los lobbies corporativos sobre las Universidades, el INTA, el INTI, el CONICET y el Ministerio de Agricultura. Creemos que es ingenuo, cuando no complicidad, debatir en las aulas académicas la Soberanía Alimentaria o la Tenencia de la Tierra , cuando en el mismo ámbito se forman los futuros empleados de las grandes empresas sojeras y agroexportadoras con la mochila repleta de semillas OGM e insumos agroquímicos.
Un juego peligroso éste de alentar las luchas campesinas en los territorios y denostar los agronegocios, a la vez que pertenecer a los múltiples aparatos estatales pródigos en el reparto de dineros públicos y cargos funcionariales, al que llegan hasta los más exaltados enemigos locales del Imperio. Un juego en el que nunca hemos entrado, y vemos con desazón, que los que dicen oponerse al modelo y defender a las víctimas, llaman a su vez a cerrar filas con el gobierno progresista, sosteniendo la mentira de intentar modificar el rumbo indetenible del saqueo, desde adentro mismo del aparato estatal, desconociendo la esencia misma del Capitalismo extractivista y la mentada teoría de las Contradicciones y las hegemonías populares.
Hemos tenido la paciencia de madurar estas reflexiones a la espera de un cambio necesario que no se ha producido, es más, los cuadros de conducción de los grandes aparatos campesinos y sus aliados intelectuales, que persisten en el error, incentivados por las recientes lecturas electorales y creyendo sustraerse de las agitadas aguas de la catástrofe global inminente.
Cuando se derrama sangre de nuestros hermanos nos duele profundamente, mucho más si cae sobre la tierra yerma y desolada de la avaricia sojera, pero esa solidaridad implica también enfrentar los éxitos del modelo: la expulsión de los pobladores rurales y la urbanización forzada, confundir la felicidad de nuestro pueblo con la incentivación del consumo, arriar las banderas de Soberanía, Independencia y Justicia para remontar los pendones coloniales de Ciencia, Tecnología y Producción. No pidamos de manera soberbia un Capitalismo en serio, si ya lo tenemos instalado con su larga secuela de víctimas y ecosistemas destruidos. Un verdadero Proyecto Nacional exige volver a la Tierra que nos alimenta, recuperar las palancas estratégicas de un Estado Soberano y desconectarnos del tren de la Modernidad que nos arrastra hacia el abismo.
GRR GRUPO DE REFLEXIÓN RURAL
23 de noviembre de 20