Argentina, la
lucha continua....
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Manual de aniquilamiento (Parte I): Hay un subversivo en la salita de cuatro
Gabriel Conte
Cada día se descubren más locuras de la última dictadura militar en la
Argentina. El caso que veremos en esta nota, es un material que se imprimió y
algún memorioso aún lo pudo conservar entre sus pertenencias. Además fue
distribuido en las escuelas durante esa época, no es una opinión interesada del
"enemigo". El miedo a los niños rebeldes.
Imaginemos esta escena: maestra jardinera, guardapolvo a cuadros, voz dulce y
canciones capaces de movilizar con los bracitos en alto a los niños del jardín
de infantes.
En las paredes hay dibujos de Walt Disney pero ojo: nada es lo que parece.
Por lo menos, esa fue la conclusión a la que llegó el Ministerio de Educación de la nación durante la dictadura. No es una versión: así lo señaló en un manual el propio gobierno, desde el libro "Conozcamos a nuestro enemigo. Subversión en el ámbito educativo".
MDZ accedió a un ejemplar del libro: no tiene desperdicio aunque pudo ser la causa de denuncias apresuradas, secuestros absurdos, torturas y muertes de las que nadie podrá recuperarse. Fueron los ministros de Educación que llevaron adelante este emprendimiento, digamos, Bruera, Catalán, Llerena Amadeo, Burundarena y Liciardo.
"El accionar subversivo –dice el manual- se desarrolla a través de maestros ideológicamente captados que inciden sobre las mentes de los pequeños alumnos, fomentando el desarrollo de ideas o conductas rebeldes, aptas para la acción que se desarrollará en niveles superiores".
Volvamos a imaginarnos el cuadro: salita, paredes de colores, hora de la merienda, canción obligatoria, hora de dormir la siesta y…, según el instructivo enviado a los directivos de escuelas para vigilar a sus docentes, el peligro latente en el jardín: "La comunicación se realiza en forma directa, a través de charlas informales y mediante la lectura y comentario de cuentos tendenciosos editados para tal fin. En este sentido se ha advertido en los últimos tiempos una notoria ofensiva marxista en el área de la literatura infantil".
La dictadura, tal vez por ello, no sólo prohibió y quemó textos de Marx y Engels y muchos otros, muchísimos, en su esmero por tapar el sol con las manos y callar las disidencias con balas. Uno de los libros prohibidos fue "Un elefante ocupa mucho espacio", de Elsa Bornemann que relata una huelga de animales. El decreto firmado el 13 de octubre de 1977, incluía también a "El nacimiento, los niños y el amor", de Agnés Rosenstiehl, editado -junto al de Bornemann- por Librerías Fausto.
"En ambos casos se trata de cuentos destinados al público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica del accionar subversivo (...) De su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la Iglesia, a la familia, al ser humano y a la sociedad que éste compone.". Ese fue el argumento de la medida.
Cuidado con la libertad
En la página 49 del manual editado y distribuido por la dictadura puede leerse una advertencia que, dimensionada 30 años después, puede observarse como un peligroso efecto dominó de inusitadas consecuencias. "Se ha advertido en los últimos tiempos una notoria ofensiva marxista en el área de la literatura infantil. En ella –agrega el manual- se propone emitir un tipo de mensaje que parta del niño y que permita ´autoeducarse´ sobre la base de la ´libertad y la alternativa´".
Las advertencias estatales que obligaban a los directivos a poner la lupa paranoica sobre sus docentes y, por qué no, sobre niños de 5 años de edad, estaban basadas en los disparates de algún ideólogo fanático que se cubrió con la publicación de un inciso que da por tierra con tanto terror advertido en el resto del volumen: "No existen hasta el presente organizaciones que realicen tareas de captación o agitación". ¿Y entonces? (…)