Nuestro Planeta
|
Transgénicos y salud
Medardo Ávila Vázquez
Los transgénicos son organismos modificados genéticamente con biotecnologías que
permiten crear plantas, animales y microorganismos, transgrediendo formas de
vida y fronteras entre las especies. Un transgénico se genera cuando material
genético de un virus o bacteria, vegetal o animal, es aislado e introducido al
genoma de otro organismo; esto lo hace comportarse de manera diferente a
organismos de su misma familia, género o especie.
Esta tecnología no es una simple prolongación de la mejora vegetal, llevada a
cabo por la agricultura tradicional: al permitir franquear las barreras entre
especies, crea seres vivos que no podrían obtenerse en la naturaleza, en un
proceso rodeado de incertidumbres, que puede dar lugar a multitud de efectos
imprevistos.
Esos avances impactaron en la medicina, la agricultura y la alimentación. En los
últimos años, a partir de una industria biotecnológica altamente concentrada, se
utilizan para generar nuevos cultivos y desde hace 13 años se siembran en
Argentina variedades transgénicas de soja y maíz con resistencia a insectos o
tolerancia al herbicida de Monsanto glifosato (Roundup).
Granos transgénicos peligrosos
Las empresas biotecnológicas pregonaban que disminuirían la desnutrición y el
hambre. Pero, si bien aumentó la producción, también lo hizo la desigual
distribución de los alimentos, de la tierra y de la tecnología, por lo que es
más probable que nos alejamos de ese objetivo.
La industria biotecnológica afirma que la equivalencia sustancial de los nuevos
alimentos transgénicos los hace igual de inofensivos que sus pares orgánicos,
pero esta teoría no se sustenta en estudios imparciales.
Hoy está demostrado, por ejemplo, que el maíz MON863 genera daño hepático y
renal en animales y por ello fue retirado de países europeos junto con otras
variedades de maíz transgénico (la mayoría de estos países no autorizan cultivar
transgénicos).
Para la Academia Norteamericana de Medicina Ambiental (1), existe una relación
directa entre ingestión de alimentos transgénicos e infertilidad, desregulación
inmune y genética, envejecimiento acelerado y desregulación de la insulina.
Desde ese ámbito, se propone una moratoria de sembradíos transgénicos, para
analizar en forma independiente la seguridad de estos alimentos.
En paralelo, este sistema de producción incorporó de manera masiva derivados de
soja a la cadena alimentaria. La ingestión de esta leguminosa se vincula a mayor
incidencia de cáncer, a trastornos tiroideos y de fecundidad y feminización.
Excepto en tiempos de hambruna, los asiáticos (desde hace miles de años) la
consumen sólo en pequeñas cantidades, como condimento y no como reemplazo de
otros alimentos.
Paren de fumigar
El paquete tecnológico en la producción de transgénicos incluye, contra los
pronósticos iniciales, la utilización de crecientes cantidades de plaguicidas.
Se destaca el uso del herbicida glifosato y del insecticida Endosulfan. Ambos
agrotóxicos, propiedad de las empresas Monsanto y Bayer, son seriamente
cuestionados en el mundo por asociarse a mayor incidencia de cáncer, daños al
cerebro, sistema nervioso e hígado, malformaciones congénitas, esterilidad,
abortos espontáneos y alteraciones hormonales.
Son todas manifestaciones reportadas en las poblaciones colindantes con
sembradíos de transgénicos y sujetas a fumigación regular con estos químicos, un
lamentable ejemplo es la situación del barrio Ituzaingó Anexo, de la Ciudad de
Córdoba.
El glifosato mata todo tipo de plantas, excepto las que poseen un gen de origen
animal. Antes de la siembra, millones de litros de glifosato se aplican como
colchón químico para impedir el crecimiento de malezas. Sólo sobrevive la soja
transgénica.
Soja y Dengue
Los daños ambientales generados por la expansión de las plantaciones
transgénicas se expresaron con claridad en Charata, Chaco. En la región y hasta
el año 2000, las plantaciones de algodón ocupaban 60 por ciento de la superficie
y los bosques nativos el 40 por ciento. Hoy existe 90% del territorio con soja y
10 % con bosques, miles de campesinos fueron desplazados y en el año 2009 tuvo
la mayor concentración nacional de casos de Dengue. Charata es un lugar donde la
biodiversidad fue exterminada y la estructura social distorsionada por la
introducción masiva de sembradíos de soja transgénica.
En todo el mundo, ocho países concentran la producción de granos transgénicos;
más de 170 no la autorizan. En Argentina, aprovechando el notable aumento de los
precios de las commodities, el complejo sojero conforma el 24 por ciento de las
exportaciones totales.
Un análisis actual de estos cultivos (2) encontró que no tienen más rendimiento
que los tradicionales y consumen más agrotóxicos.
El beneficio para el estrecho grupo de multinacionales que poseen las patentes
de semillas y químicos es enorme. Los daños a la salud, nunca cuantificados,
están siendo reconocidos cada vez más.
Notas
(1) www.biodiversidadla.org/Principal/Contenido/Noticias/Alimentos
(2) http://www.ucsusa.org/food_and_agriculture/science_and_impacts/science/failure-to-yield.html
Medardo Ávila Vázquez es médico y Ex Secretario de Salud de la Municipalidad de
Córdoba.