Nuestro Planeta
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La deuda climática como una estrategia política subversiva
Nicola Bullard
Quizás sin entender plenamente el significado ni las implicaciones, los
movimientos progresistas han gravitado en torno a la consigna de la "deuda
climática" como un camino hacia el complejo mundo de las negociaciones sobre el
clima.
Es fácil entender por qué: la deuda es un concepto simple y en un mundo justo,
las deudas deben ser pagadas. Sin embargo, -más que eso- la noción de deuda
climática llega al centro de la política en torno al cambio climático. Plantea
la cuestión central de la responsabilidad histórica y de quién debe a quién y
para qué. Y mediante la redefinición de la "deuda" como un problema sistémico en
lugar de un problema financiero, replantea las tradicionales relaciones entre
ricos y pobres. Por lo general, son los ricos quienes son los acreedores,
exigiendo el pago a los pobres, pero la deuda climática invierte esta relación:
ahora son los pobres y los marginados -el Sur Global- quienes reclaman sus
deudas, no para beneficio personal, sino para el futuro de la humanidad y la
Madre Tierra.
En tal sentido, la deuda climática es una idea potente que vincula
problemáticas, grupos sociales y estrategias, con el atractivo añadido de usar
un lenguaje sencillo como un caballo de Troya para introducir ideas complejas y
potencialmente subversivas. Pero si no tenemos una idea clara de lo que
"nosotros" entendemos por deuda climática, siempre existe el riesgo de que los
principios e ideas que la sustentan sean cooptadas y se diluyan. Tal vez no
exista una definición definitiva de la deuda climática, pero como movimientos y
activistas por la justicia social, es útil tener una visión común de lo que
queremos decir, y lo que estamos pidiendo.
¿Qué es la deuda climática?
El concepto de deuda ecológica ha estado presente durante varios años. Acción
Ecológica de Ecuador habla de la deuda ecológica como "la deuda acumulada por
los países del Norte industrial hacia los países y pueblos del Sur a causa del
saqueo de recursos, los daños ambientales y la ocupación libre del espacio
ambiental como depósito de desechos, tales como los gases de efecto
invernadero".
En términos contables, la deuda climática es sólo un renglón en el balance mucho
mayor de la deuda ecológica, pero puede ser dividida en partes comprensibles y
medibles.
Una parte de la deuda climática se refiere a los impactos de la emisión excesiva
de gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global: fenómenos
climáticos extremos y frecuentes, inundaciones, sequías, tormentas, pérdida de
tierras cultivables y de la biodiversidad, enfermedades, falta de acceso a la
tierra, migración, pobreza y muchos más. En el lenguaje de la ONU, estos
impactos humanos muy reales son agrupados y puestos en "cuarentena" como los
costos de "adaptación".
Un segundo elemento de la deuda climática es el costo de la reorganización de
las sociedades y las economías de tal manera que las emisiones de gases de
efecto invernadero sean radicalmente reducidas: es lo que se llama mitigación, y
abarca a casi todos los aspectos de la actividad humana desde la agricultura, la
energía y el transporte, hasta la forma en que las ciudades se organizan, los
patrones de consumo y el comercio mundial. Para el gobierno boliviano es
equivalente a una "deuda por desarrollo", que sería compensada al garantizar que
todas las personas tengan acceso a servicios básicos y que todos los países sean
lo suficientemente industrializados para garantizar su independencia.
Una tercera parte de la deuda es más difícil de calcular: algunos lo llaman la
deuda de las emisiones. Se refiere al hecho de que los países ricos han gastado
la mayor parte de la capacidad de la atmósfera para absorber gases de efecto
invernadero, sin dejar "espacio atmosférico" para el que el Sur pueda
"crecer". Dado que existe una correlación muy alta entre el crecimiento
económico y las emisiones de gases de efecto invernadero en el contexto
tecnológico actual, esto equivale a decir que los países en desarrollo deben
limitar su crecimiento económico. La única manera de compensar esta deuda es si
los países ricos reducen drásticamente sus propias emisiones.
El gobierno boliviano incluye otros dos elementos en el cálculo de la deuda
climática. Además de la adaptación, la mitigación y la deuda de las emisiones,
identifica una "deuda de migración", que quedaría compensada por el abandono de
prácticas restrictivas de la migración y con el tratamiento de todos los seres
humanos con dignidad; y, por último, la deuda con la Madre Tierra.
De acuerdo con el gobierno boliviano, esta deuda es "imposible de compensar por
completo, debido a que las atrocidades cometidas por la humanidad han sido
demasiado terribles. Sin embargo, la compensación mínima de esta deuda consiste
en reconocer el daño causado y la adopción de una Declaración de las Naciones
Unidas sobre los Derechos de la Madre Tierra, para garantizar que los mismos
abusos no se repitan nunca más en el futuro. "
Teniendo en cuenta todos estos componentes, la deuda de los ricos a los pobres
es inconmensurable.
¿Quién es responsable de la deuda climática?
Esta pregunta está en el centro de las negociaciones de la CMNUCC, pues, detrás
del lenguaje técnico, en el fondo se trata de dinero e intereses económicos. Es
por eso que EE.UU. impulsó el Acuerdo de Copenhague durante la COP 15; para
redefinir quién es responsable y así evitar el pago de sus cuotas.
La situación actual es que los países ricos -y especialmente los que tienen la
mayor acumulación de emisiones históricas- simplemente no están dispuestos a
pagar su deuda. Después de haber acumulado su riqueza y seguridad sobre las
espaldas de los pobres, a través de la destrucción de la naturaleza y la
extracción de recursos, los países europeos ricos, EE.UU., Japón, Australia y
Canadá se niegan a pagar la factura, tanto en términos de los costes reales de
mitigación y adaptación, como también en términos de cambiar su propio consumo
despilfarrador. No sólo se niegan a reducir sus propias emisiones –y de esta
forma trasladan a los demás la carga de la reducción- sino que también están
tratando de echar la culpa a los países en desarrollo como China, Brasil e
India, cuyas emisiones actuales están creciendo a un ritmo rápido.
¿La deuda se podrá pagar?
Si bien algunos aspectos de la deuda se pueden contar y calcular -por ejemplo,
los costos de las tecnologías limpias, la restauración de los bosques
devastados, el recambio a la agricultura sostenible o la construcción de
infraestructura apropiada al clima-, la deuda real no puede ser calculada. Es
mucho más que una cifra o dinero; la deuda climática simboliza más de 500 años
de relaciones desiguales entre el Norte y el Sur, entre ricos y pobres, entre
explotadores y explotados.
La deuda climática es también una medida de la total locura del capitalismo -ya
sea como mercado libre o estatal- como modelo para la gestión de la sociedad
humana y los ecosistemas de la Tierra. En última instancia, la única manera de
que la deuda se podría pagar es asegurando que las relaciones históricas de
desigualdad sean rotas de una vez por todas y que no se acumulen "nuevas"
deudas. Esto requiere de un cambio de sistema, tanto en el Norte como en el
Sur. Por eso la deuda climática es una idea tan subversiva. (Traducción ALAI).
- Nicola Bullard es
integrante de Focus on the Global South -con sede en Bangkok, Tailandia-. http://www.focusweb.org
Publicado en América Latina en
Movimiento Nº 454, abril de 2010, "Por un nuevo
amanecer para la Madre Tierra", coedición ALAI – Fundación Solón.