Nuestro Planeta
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Causas estructurales de la crisis clim�tica y la crisis global
Elizabeth Peredo Beltr�n
ALAI AMLATINA
Hablar de la crisis clim�tica es hablar de la crisis del sistema capitalista
o m�s bien de la crisis del mundo a ra�z del sistema capitalista y del
colonialismo que durante siglos explotaron sin l�mites los recursos naturales,
las culturas de los pueblos, sus saberes y conocimientos y las fuerzas de
trabajo de miles de millones de personas, de aquellas que sostienen con su
esfuerzo y sus energ�as la vida de las sociedades del mundo. As�, el cambio
clim�tico que a estas alturas puede considerarse como uno de los mayores
cr�menes cometidos contra la humanidad y contra la Madre Tierra, es el s�ntoma
m�s claro y paradigm�tico de una crisis civilizatoria que ha tocado l�mites.
Un crimen que �contrariamente a las versiones ingenuas ampliamente difundidas en
las que todos ser�amos culpables- tiene responsables con nombre y apellido: sus
siluetas se ven transitando de las gerencias de las f�bricas a los bancos, de
los hoteles de lujo a los tribunales de arbitraje, de los gabinetes de gobiernos
vendidos a los proyectos de "mal desarrollo", de las conferencias de la OMC,
Banco Mundial y FMI a las sesiones diarias de la bolsa, de los campos despojados
y territorios destruidos a los ghettos de opulencia de los pocos ricos del mundo
y que con sus decisiones y af�n de lucro no dudaron en poner en riesgo la vida
de miles de millones de seres humanos, de miles de especies vivas, de
innumerables ecosistemas en el planeta.
Todo este entramado de sistemas de explotaci�n de las riquezas en el mundo ha
generado la mayor concentraci�n de Gases de Efecto Invernadero de la historia y
provocado, por tanto, un incremento de la temperatura global que ya excede la
capacidad de la atm�sfera y del planeta para controlarlo y regularlo, ha
sobrepasado toda posibilidad natural y s�lo una acci�n dr�stica de cambio de
paradigmas podr� ejercer un cambio. Sus impactos no afectan a todos por igual,
son los pa�ses del Sur, los pa�ses llamados en desarrollo y los grupos m�s
pobres y vulnerables de las sociedades los que sufren sus consecuencias de
manera inclemente.
El 80% de las emisiones globales son producidas por las industrias, la energ�a y
el consumo desmedido de los pa�ses m�s ricos y m�s desarrollados que re�nen el
20% de la poblaci�n mundial. Am�rica Latina es responsable apenas del 10.3% de
las emisiones globales. Esta diferencia en las emisiones entre pa�ses
desarrollados y pa�ses en desarrollo no ha sido controlada ni antes ni ahora, a
pesar de haberse alertado sobre este peligro hace m�s de 15 a�os y de haberse
firmado el Protocolo de Kyoto destinado a este fin. De los 191 pa�ses que han
firmado el Protocolo, uno de los m�s poderosos y contaminadores (EEUU: 20.2%) se
ha negado sistem�ticamente a ratificarlo, junto a varios otros que en las
negociaciones de la Convenci�n no realizan compromisos verdaderos para reducir
sus emisiones e incluso pretenden escapar del cumplimiento que les exige el
Protocolo de Kyoto archiv�ndolo y buscando un acuerdo fr�gil y antidemocr�tico,
sin mecanismos de control como es el Entendimiento de Copenhague de diciembre de
2010. El peso vinculante de los acuerdos a favor de la humanidad y el medio
ambiente es m�nimo comparado con el peso vinculante de la fuerza del capital que
tiene sus propios acuerdos e instituciones.
Y esta situaci�n ha puesto al planeta y sus habitantes al borde del abismo. Las
emergencias por desequilibrios clim�ticos se han multiplicado por 40 veces en el
�ltimo tiempo y cada cat�strofe es una herida por la que vemos desangrar la vida
y en la que se hace evidente la desgarradora vulnerabilidad de los m�s pobres,
de los pueblos ind�genas, de las mujeres, los viejos y los ni�os ante las
calamidades producidas por la crisis clim�tica. S�lo en estos d�as hemos
lamentado m�s de 300 muertos y desaparecidos en las favelas de Brasil por las
torrenciales e inusuales lluvias que inundaron el Estado de R�o de Janeiro
obligando a los alcaldes cariocas a pedir que se desconecten las centrales
nucleares instaladas en Angra do Reis por su enorme peligrosidad para la
poblaci�n.
Hace poco, en la regi�n andina de Bolivia y Per�, se ha lamentado p�rdidas de
m�s de un centenar de vidas por las cat�strofes de derrumbes e inundaciones en
el Cuzco, el Oriente boliviano y otras regiones, al tiempo que se derriten
nuestros glaciares, fuente de vida e identidad cultural. Mientras que en otras
regiones se han vivido periodos de sequ�a severos que han matado miles de
cabezas de animales. Europa y Am�rica del Norte no han escapado a las
inundaciones y tormentas de nieve inusuales en su magnitud este �ltimo invierno.
Mientras que la silenciosa desaparici�n de Venecia, es un efecto evidente del
cambio clim�tico del que todav�a no se habla.
La deuda clim�tica y la deuda hist�rica Los gases de efecto invernadero (GEI) se
han ido concentrando en la tierra desde la revoluci�n industrial, pero las
mayores concentraciones de GEIs se han dado durante los �ltimos 40 a�os
coincidiendo con el despliegue del neoliberalismo. Y han sido fundamentalmente
los pa�ses desarrollados, los m�s ricos y aquellos que iniciaron la conquista
del mundo sometiendo a sus pueblos a la colonizaci�n de sus territorios, al
exterminio de sus habitantes, a la negaci�n de sus culturas, los que se han
beneficiado de esa explotaci�n de combustibles f�siles, de riquezas minerales,
de la biodiversidad y del conocimiento local. Son ellos los principales
responsables de la crisis clim�tica, mientras que los pa�ses del Sur global son
los que m�s sufren sus consecuencias. As�, los pa�ses del Norte tienen una
enorme deuda ecol�gica y clim�tica que pagar a las naciones pobres, debate que
se ha reflejado en el proceso de la Conferencia de Cambio Clim�tico de las NNUU,
evidenciando una de las relaciones m�s inequitativas y desequilibradas de
nuestra civilizaci�n.
Los pa�ses en desarrollo plantean que la �nica forma de pagarla es con
reducciones de emisiones dr�sticas que paguen la deuda acumulada y mitiguen
efectivamente los cambios producidos pero que adem�s dejen el espacio
atmosf�rico libre para el desarrollo equitativo de los pa�ses en desarrollo, es
decir transferencia sustantivas de fondos al Sur para enfrentar los costos de
adaptaci�n, para contribuir a la mitigaci�n del cambio clim�tico mediante el uso
de tecnolog�as adecuadas, por lo tanto de transferencias de tecnolog�as fuera de
las reglas de comercio privatizadoras.
La mercantilizaci�n de todo lo que est� ante nuestros ojos El paradigma
dominante de la civilizaci�n colonial-capitalista o capitalista neocolonial, es
que todo tiene un precio, pero tambi�n que todo puede alterarse para ser
vendido. As�, los principios fundamentales de la vida, del derecho a la vida, de
los equilibrios y de la diversidad gen�tica se vulneran; el agua, la tierra, el
fuego, la energ�a y hasta el aire est�n mercantilizados y son territorios
ocupados. El ejemplo m�s claro es la atm�sfera, ahora ocupada por los gases de
efecto invernadero en un 80% producido por el 20% de la poblaci�n concentrada en
los pa�ses m�s ricos y desarrollados. Ese grado de concentraci�n de gases
imposibilita el ejercicio del derecho al desarrollo de los pueblos que no han
logrado alcanzar niveles b�sicos de acceso a los derechos de alimentaci�n,
energ�a, transporte, infraestructura b�sica. Pero adem�s pone en peligro la
propia existencia del planeta que enfrenta el mayor peligro a su estabilidad.
La base de ese sistema mercantil est� concentrada en las instituciones que
desarrollaron reglas de comercio y financieras que legitiman y profundizan ese
paradigma dominante: la OMC, el Banco Mundial, el FMI, los acuerdos de comercio
como el NAFTA o el CAFTA que establecen una serie de normas, mecanismos y
condicionalidades para generar "crecimiento".
Estas normas y reglas van de la mano con la mayor irracionalidad neoliberal en
la que el despilfarro, la anulaci�n de la biodiversidad gen�tica, la
contaminaci�n de las fuentes de agua y vida, la mercantilizaci�n de los bienes
comunes, la sobreexplotaci�n de los recursos de la tierra, el uso desmedido de
la energ�a en la producci�n y traslado de mercanc�as contribuyen de manera
continua no s�lo a una mayor emisi�n de GEI, sino a una huella ecol�gica
totalmente insostenible. Seg�n el informe del WWF de 2009, actualmente la huella
ecol�gica de la intervenci�n humana sobrepasa en un 30% la capacidad de la
bi�sfera para restituirse. Seg�n esta misma fuente, la primera vez que se ha
registrado este "d�ficit" entre lo que se consume y lo que la tierra es capaz de
reponer fue en los 80, coincidiendo con el inicio del Consenso de Washington que
formul� un plan global en el que la inversi�n privada fue concebida como la
clave del desarrollo.
Las visiones de desarrollo y la ruptura del equilibrio con la Madre Tierra Otra
de las bases estructurales del cambio clim�tico est� en la forma en que se
concibe el desarrollo y el propio desarrollo sostenible cuya definici�n se
concentra en mantener condiciones para las futuras generaciones; pero al no
contar con una visi�n hol�stica de interrelaciones vitales con la naturaleza no
necesariamente incluye o presupone un equilibrio con la Madre Tierra:
"Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las
posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades" (UN). Por
lo tanto el concepto y la pr�ctica del "desarrollo sostenible" han sido
articulados con los enfoques mercantilistas y extractivistas, pues la
sostenibilidad se ha definido en un estrecho enfoque androc�ntrico,
extractivista y predominantemente basado en el consumo de fuentes f�siles.
En el trasfondo de esto yace la ruptura de la civilizaci�n humana con la
naturaleza que propici� la cultura occidental capitalista en la que la tierra no
es vista m�s que como un "recurso" y un territorio de ocupaci�n. Informes serios
afirman que la intervenci�n humana ha superado las propias fuerzas de la
naturaleza y se constituyen en un verdadero peligro para los innumerables
equilibrios logrados por la evoluci�n para la habitabilidad de las especies en
siglos.
De ah� el enorme valor de todos los procesos locales y movimientos sociales que
en el mundo est�n intentando resignificar la Naturaleza con el concepto de Madre
Tierra, y reafirmando aquello que la naturaleza no es un "recurso", es "nuestro
hogar", es nuestra Madre Tierra.
Sistemas financieros y sistemas econ�micos Pero tambi�n es fundamental analizar
en estas causas estructurales los mecanismos y estructuras financieras que
gobiernan al mundo. Estas estructuras financieras se han articulado para seguir
extrayendo recursos de los pa�ses en desarrollo y de sus estados a favor de las
grandes transnacionales y de los pa�ses poderosos. La deuda es una de las
muestras m�s claras de estos mecanismos que no s�lo empobrece a los pueblos sino
que posibilita que las multilaterales condicionen a los pa�ses en desarrollo a
aplicar pol�ticas neoliberales que en el fondo favorecen a las multinacionales.
Como se dio en las d�cadas de los 80 y 90 con procesos de liberalizaci�n y
reducci�n del poder regulador de los estados, en favor del poder de las
trasnacionales. Ejemplos de ello tenemos miles, como el caso de los tribunales
de arbitraje que se permiten juzgar a los pueblos porque las empresas se han
visto afectadas por leyes locales ambientales, laborales, de salud, etc.
La relaci�n de estos sistemas financieros y econ�micos con la crisis clim�tica
es directa y causal y se expresa tambi�n en los procesos de negociaci�n de la
Convenci�n Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Clim�tico -CMNUCC- en los
que se debate ahora c�mo se va a financiar la adaptaci�n de los pa�ses en
desarrollo, proponi�ndose que sea a trav�s de mecanismos ya viciados. Por eso es
que los pa�ses en desarrollo proponen que cualquier mecanismo de financiamiento
debe ser en el marco de un control multilateral, transparente, democr�tico y no
condicionado al financiamiento para adaptaci�n.
Pero a�n m�s grave es la posibilidad de que algunos pa�ses desarrollados, en el
af�n de eludir sus responsabilidades y compromisos multilaterales, destinen sus
fondos de cooperaci�n a fondos de financiamiento para cambio clim�tico, como se
advierte en las �ltimas propuestas efectuadas en el parlamento de la Uni�n
Europea. Los pa�ses desarrollados han propuesto 30.000 millones de $US para el
periodo 2010-2012 y 100.000 millones hacia el 2020. (Entendimiento de
Copenhague). Suma irrisoria si se considera, como sugiere el G77, que los gastos
superar�n el 5% del Producto Nacional Bruto de los pa�ses desarrollados
(1.900.000 millones de $US.) Y si se comprara con lo que necesitar�a s�lo un
pa�s devastado como Hait� (cuya tragedia no fue causada por el cambio clim�tico
pero que es una muestra de la vulnerabilidad de los pa�ses m�s pobres) que va a
requerir alrededor de 11.000 millones de $US.
Pero tambi�n la discusi�n est� en la propia estructura de los sistemas
econ�micos que han puesto en prioridad el lucro y la rentabilidad en lugar de la
eficiencia de los servicios y del cuidado de los pueblos y la naturaleza. Los
�ndices de crecimiento econ�mico de una sociedad se miden por medio de
inversiones, valores en la bolsa, pero no existen indicadores que midan cu�n
beneficioso podr�a ser para una sociedad un uso distinto del tiempo, de los
recursos humanos, de una priorizaci�n diferente de las �reas que requieren de
mayor atenci�n y destino de recursos econ�micos para ser m�s humana. En ese
sentido, la econom�a feminista ha dado y est� dando muchos elementos para
encontrar alternativas.
El control de territorios, la migraci�n obligatoria y los acuerdos de
integraci�n Finalmente se deber� analizar, en la perspectiva de las causas
estructurales, el tema del control de territorios. El cambio clim�tico est�
produciendo en el mundo una reconfiguraci�n geopol�tica debido al desplazamiento
y movilidad de personas a gran escala, p�rdidas de territorios, procesos de
deglaciaci�n que permitir�n el acceso a riquezas naturales ahora valoradas por
su valor econ�mico como el petr�leo y los minerales.
Seg�n la Organizaci�n Internacional para las Migraciones -OIM-, se estima que
m�s de 200 millones de personas ser�n, en pocas d�cadas (2050), migrantes
clim�ticos desplazados y buscando en el mundo un lugar donde vivir. Ya en la
actualidad alrededor de 40 millones de gente ha sido desplazada de sus lugares
de origen por impactos de la miner�a y la industria altamente contaminante.
Mientras que, sin ninguna sensibilidad, las grandes potencias y los pa�ses en
desarrollo endurecen sus leyes de migraci�n y desarrollan planes perversos de
reclutamiento �tnico para admitir a j�venes extranjeros en sus pa�ses.
Hace m�s de una d�cada, se dec�a que hab�a m�s de 25 millones de personas
obligadas a abandonar sus territorios por motivos medioambientales como la
contaminaci�n, degradaci�n de suelos, sequ�as y desastres naturales. Hoy los
"refugiados medioambientales" son m�s que los refugiados por persecuci�n
pol�tica y por guerras. (OIM).
Pero lo curioso de todo es que en lugar de flexibilizar las reglas de
inmigraci�n, los pa�ses desarrollados se han dedicado a construir cada vez m�s
reglas y pr�cticas draconianas para evitar y controlar la migraci�n a un l�mite
inaudito, como el muro de la verg�enza entre Estados Unidos y M�xico y la
Directiva Retorno de la Uni�n Europea. A esto se suman las numerosas
manifestaciones xen�fobas y casi fascistas que se generan a partir de estos
enfoques. En Estados Unidos se han puesto en marcha programas para controlar a
los inmigrantes mexicanos que involucran a la poblaci�n civil estadounidense
(mediante la formaci�n de patrullas) e incluye vigilancia electr�nica fronteriza
(monitores de TV). En Italia se han registrado vergonzosos disturbios xen�fobos
contra los inmigrantes. (BBC) Esto cuestiona profundamente los llamados acuerdos
de integraci�n que se multiplican por el mundo pero s�lo para facilitar la
circulaci�n de mercanc�as y crear condiciones cada vez m�s favorables para las
inversiones y fortalecer matrices energ�ticas "petroadictas", extractivistas,
expoliadoras de recursos naturales, pero no encaran el tema de la circulaci�n y
los derechos humanos y laborales de las personas. Pero que sobre todo no
promueven una verdadera adaptaci�n de sus contenidos a la emergencia clim�tica,
a la crisis global que no s�lo provocar� cat�strofes que requerir�n de grandes
montos de dinero para atenuarlos, sino de infraestructuras y normas para encarar
el tema de la migraci�n por razones clim�ticas y financieras, fruto de la deuda
hist�rica del Norte con el Sur y consecuencia de las pol�ticas vigentes de
acumulaci�n de riquezas.
Lo bueno de todo es que la crisis global, y en particular la crisis clim�tica,
han puesto en evidencia la necesidad de cambiar el mundo, de cambiar los
paradigmas, de buscar restablecer el equilibrio con la Madre Tierra y de
eliminar las profundas inequidades e injusticias de un sistema que se come el
mundo de a pedacitos. La fuerza de los pueblos est� ahora a prueba para
resignificar la vida en el planeta y fortalecer la solidaridad y la justicia.
- Elizabeth Peredo Beltr�n es directora de la Fundaci�n Sol�n, Bolivia.
Publicado en la revista Am�rica Latina en Movimiento N� 454 http://www.alainet.org/publica/454.phtml