El depuesto expresidente de Haití, Jean-Bertrand Aristide,
vive exiliado en Sudáfrica
Joan Canela i Barrull
El Periódico
Lo dijo entre lágrimas: "Amigos de todo el mundo nos han confirmado que están
dispuestos a fletar un avión con medicinas y otros bienes de primera necesidad
que nos transportará a nosotros también", aseguraba el dos veces presidente de
Haití -y dos veces derrocado- Jean-Bertrand Aristide, exiliado en Sudáfrica
desde 2004.
Pero la desesperada necesidad del "campeón de los pobres" por estar con sus
"hermanas y hermanos haitianos", que recientemente declaró en una escueta rueda
de prensa en Johannesburgo, difícilmente será atendida en un futuro próximo.
Aristide fue expulsado de Haití en 2004 -él siempre ha asegurado que fue
"secuestrado" por los Estados Unidos y Francia, acusación negada por ambos
países- tras una confusa revuelta. Y aunque repetidamente ha anunciado sus
intenciones de regresar a la isla caribeña esto no ha sido posible hasta el
momento, ni tan siquiera después que, en 2006, su ex-primer ministro René Préval
ganara las elecciones con el apoyo de sus partidarios.
Ahora quiere aprovechar el desgobierno que impera tras el terremoto para volver
a arrimar el hombro. Aunque la pregunta es otra: ¿puede el regreso de Aristide
ayudar a Haití? En su propio país todo el mundo parece mucho más preocupado en
sobrevivir que en pensar si quiere o no a un personaje que despierta tantas
adhesiones como rechazos.
Diáspora africana
Los países africanos se han movilizado de una forma inusualmente rápida para
ayudar a sus "hermanos haitianos". En el continente, las islas del Caribe,
pobladas mayoritariamente por ex-esclavos negros, son consideradas una región
más, e incluso se ha propuesto su inclusión formal en la Unión Africana.
Es aquí donde Aristide encuentra el grueso de sus simpatizantes internacionales,
pero esto no tiene por que convertirse automáticamente en apoyo diplomático para
lograr sus objetivos. El mismo día que Aristide hacía públicas sus intenciones
de regreso, un representante del ministerio de exteriores sudafricano, Saul
Kgomotso Molobi, reconocía que su gobierno no tenía "ningún conocimiento" de
estos planes de viaje.
Por el momento parece que va a continuar prevaleciendo el presumible veto de
Estados Unidos a su regreso, aunque el gobierno de este país ni tan siquiera
haya reaccionado a las intenciones de Aristide.
Historia violenta
La vida de este ex-salesiano vinculado a la teología de la liberación es tan
violenta como la historia de su país. Comprometido en la lucha contra la
dictadura de los Duvalier, sobrevivió a numerosos atentados hasta, finalmente,
llegar a la presidencia en 1991, con casi el 70% de los votos. Pero poco le duró
la alegría. A los pocos meses fue derrocado por un nuevo golpe de estado y no
recuperaría el poder hasta tres años después, tras unas complejas negociaciones
con Estados Unidos quienes enviarían 20.000 soldados a la isla para restablecer
la democracia. Esta vez Aristide se mantuvo más alejado de las políticas
izquierdistas.
Su segundo periodo presidencial -tras ganar unas nuevas elecciones en el 2000-
se caracterizó por las constantes denuncias de corrupción y autoritarismo que
hicieron crecer la oposición interna. Al final, y tras una confusa revuelta que
numerosas voces han descrito como otro golpe de estado, fue substituido por
Boniface Alexandre, quien pidió la ayuda de las Naciones Unidas para estabilizar
el país.
Aristide se exilió primero a la República Centro-africana y luego a Sudáfrica,
donde el gobierno le ofreció una casa y un sueldo equiparable al de un ministro
en calidad de "invitado ilustre".
Fuente: http://vacomva.net/index.php?option=com_content&task=view&id=439&Itemid=1