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Haití: el costo de cargar maletas
José Steinsleger
La Jornada
Los cataclismos trastornan la vida de los pueblos. El Diluvio anegó las
civilizaciones de la Mesopotamia bíblica, la corriente de El Niño influyó
en el declive de los antiguos mayas; el terremoto de 1985 cimbró el orden
político en México; pequeños estados insulares empiezan a ser tragados por el
Pacífico; California se desprenderá del continente mañana, o en los próximos 500
años; la tala de la Amazonia (pulmón del planeta) deja áreas gigantescas de
color ocre.
El terremoto de Haití fue más devastador, aunque menos intenso que el de Chile.
¿Porque Haití es más pobre? En 2005, un huracán destruyó Nueva Orleáns, ciudad
ubicada en un estado (Louisiana) que tiene cuatro veces menos de habitantes, un
PIB similar y un per cápita cinco veces mayor al de Chile. Levantada por
esclavos africanos, la cuna del jazz se reconstruye con salarios del primer
mundo. En cambio, el país modelo de América Latina reconstruirá sus ciudades con
salarios del cuarto mundo.
¿Pero qué será de Haití? El primer cataclismo de La Hispaniola (así llamada por
Cristóbal Colón) acabó con su población nativa. Poco más extensa que Zacatecas
(76 mil 480 kilómetros cuadrados), la isla antillana estuvo habitada por 350 mil
arawacs, caribes y taínos, pueblos borrados del mapa por Bartolomé y Diego
Colón, hermano e hijo del almirante.
El segundo cataclismo duró cerca de 300 años, y consistió en la importación de
millones de esclavos africanos. El tercero fue la guerra por la independencia en
la que 100 mil esclavos murieron en combate (1791-1804), el cuarto fue el
ensañamiento de la blanquitud con la república independiente, y el
terremoto de enero pasado expulsó a los haitianos a los confines de la
civilización.
La independencia de Haití ha sido deliberadamente ignorada por negra,
antiesclavista, anticolonialista, antintervencionista, anticlasista, por
derrotar en el terreno militar a los tres grandes imperios de la época, y por
emplazar al pensamiento eurocéntrico, haciendo crujir las marquesinas
filosóficas de la civilización occidental.
La primera y última rebelión victoriosa de esclavos en la historia de la
humanidad guardó profundas diferencias con el resto de los procesos
independentistas de América hispana. Los haitianos defendieron a tal grado su
noción de libertad, que las juntas emancipadoras del continente optaron por
soslayar sus alcances políticos y densidades conceptuales.
El escritor cubano Alejo Carpentier observó que entre los enciclopedistas
franceses la idea de independencia tenía un valor meramente filosófico: Se dice
independencia frente al concepto de Dios, frente al concepto de monarquía, y la
libertad individual del hombre. Pero nunca hablaron de independencia política o
emancipación total, como en Haití. Los sabios de la época no quisieron estudiar
a Haití. Para ellos, los negros eran una especie de dudosos atributos humanos.
Ahí tenemos a John Locke (1632-1704) escribiendo a la luz del candil sus ensayos
sobre el entendimiento humano, mientras endulza el té cosechado por los esclavos
de Inglaterra en India, con el azúcar de los esclavos de Europa en las Antillas.
Y ahí tenemos a Charles-Louis de Secondat (barón de Montesquieu y Señor de la
Bréde), quien posiblemente fumaba algo especial cuando en El espíritu de las
leyes (1748), atusándose el bigote, explicó sus curiosas teorías sobre el
azúcar, que:
"… sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos
esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan
aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios,
que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un
cuerpo enteramente negro".
El empirista Locke y la democracia moderna. Su discípulo Montesquieu y la
división de poderes. El epicúreo Rousseau y su buen salvaje. El cínico Voltaire
y sus críticas al poder. El deista Diderot y la legitimación del colonialismo en
su Enciclopedia. El humildísimo Napoleón y su famoso Código Civil que los
estados modernos de América hispana clonaron en el siglo 19.
Concedido. Los ideólogos del llamado Siglo de las Luces murieron sin enterarse
de la revolución francesa y de las rebeliones de los esclavos en Haití. ¿Y
Carlos Marx? ¿Alguno de sus biógrafos nos explicó por qué habiendo sido un
atento lector de La riqueza de las naciones (Adam Smith, 1776), Marx
investigó la cuestión colonial en Irlanda e India, y pasó por alto la feroz
guerra independentista en la colonia que generaba 75 por ciento de la producción
mundial de azúcar, generando a Francia más beneficios que las 13 colonias de
Inglaterra en América del Norte?
Como fuere, el escritor y político dominicano Juan Bosch acertó al advertir que
"… cualquier estudioso de Marx puede encontrar en la revolución de Haití todas
sus ideas convertidas en hechos".
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