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Inquietudes de un atípico marzo: entre el terremoto y el arribo de la derecha al poder político
Claudia Villagrán Muñoz
Refundación
Mientras miles de chilenos se alejaban angustiados del borde costero por una
alerta preventiva de tsunami en gran parte del país, debido a tres fuertes
réplicas consecutivas del terremoto del 27 de febrero y del posterior maremoto,
el salón del Congreso Nacional en pleno albergaba a diversas autoridades
nacionales e internacionales que guardaban compostura obligada
[1] frente a los temblores de 7,2; 6,9 y 6,0 de magnitud Richter en una
presurosa ceremonia de cambio de mando presidencial, que ya había sido signada
como austera.
Los sismos, que precedieron la investidura de Sebastián Piñera Echeñique,
remarcaron que el cambio de gobierno de este 11 de marzo de 2010 no era uno más
en la historia de Chile, sino uno que marca una inflexión social y política en
estas latitudes australes.
Tales movimientos telúricos parecieron subrayar el fin de veinte años de
gobiernos de la Concertación (encargada de la transición a la democracia después
de la dictadura militar), la despedida de la primera mujer Presidenta de la
República Michelle Bachelet, además del arribo por la vía electoral -después de
50 años- de la derecha al poder político [2] y el cambio
cultural que permitió que un 51% de los chilenos votaran por un "empresario" que
en su momento defendió la liberación de un Pinochet detenido en Londres.
Pero también tales réplicas recordaron que el terremoto grado 8,8 –el segundo
más grave en la historia de un país sísmico [3] - mostró
las caras sociales ocultas de un país Latinoamericano que se pretendía "moderno"
y "a las puertas del desarrollo".
UN MARZO TERREMOTEADO POLÍTICAMENTE
Febrero es el mes de vacaciones por antonomasia en Chile, el mes en que las
universidades, colegios, reparticiones públicas y empresas privadas están de
descanso. Algo así como el mes de catarsis y descanso colectivo para enfrentar
el inicio de actividades de marzo.
Claro, desde que el 17 de enero –fecha de la segunda vuelta electoral- ganara la
elección presidencial Sebastián Piñera, con un respaldo de un 51,87%
[4] , estas vacaciones tuvieron un ánimo y un gusto diferente. Se acababa la
"transición a la democracia chilena", dando paso a la alternancia en el poder.
El terremoto político generado en las urnas supuso un verano de reflexiones
sobre los últimos veinte años gobernados por la Concertación
[5] , conglomerado que durante cuatro periodos presidenciales
[6] había alcanzado logros como haber hecho de Chile un país económicamente
pujante, con niveles socio-económicos donde la pobreza se había reducido
drásticamente, haciéndolo socio del mundo y siendo felicitado por su
macroeconomía.
Como contrapunto, las dudas de un modelo económico neoliberal a raja tabla, el
mismo que ha impuesto un desarrollo basado en la explotación de recursos
naturales que se consiguen a como de lugar, irrespetando directrices
medioambientales, no considerando mayormente las opiniones ciudadanas frente a
los proyectos de inversión y menos los derechos territoriales de los pueblos
originarios del país, a pesar de existir una Ley Medioambiental, un ministerio
del ámbito recientemente creado (2007) y una Ley Indígena [7]
.
A ello también se sumó la desarticulación del movimiento social y su
aletargamiento, así como la despolitización de una sociedad donde cada vez más
la opinión política ha ido quedando fuera de lugar. La manera de hacer política
se ha expresado en una democracia de los acuerdos, sumado a una Concertación que
permitió que los medios de comunicación críticos se extinguieran por falta de
recursos, clausurando la posibilidad a la discrepancia y diversidad de opiniones
en la esfera pública.
¿Por qué perdió la Concertación? O ¿por qué gano la derecha? ¿Cuál pregunta es
la adecuada? Las respuestas parten –entre las mismas personas que opinan en sus
casas, en la calle, en la feria libre o tianguis- desde la simple afirmación:
porque la Concertación después de veinte años estaba desgastada y obnubilada de
poder. La soberbia de las autoridades que no aceptaban críticas pasó la cuenta,
los ministros reacios a escuchar a los gremios movilizados provocó algo,
mientras que otros sindicatos –como la Central Unitaria de Trabajadores (CUT)-
entraron en la dinámica de los acuerdos.
Mientras tanto, la televisión hacía lo suyo usufructuando de los réditos de la
farándula, la prensa abandonaba su trabajo de crítica y contraloría social
obedeciendo a sus directorios pro derecha. Sin contar los casos de corrupción
cada vez más altisonantes, como el incidente de Ferrocarriles del Estado, en
cuya recuperación se gastaron millones de dólares, quedando al poco tiempo el
servicio inoperante por graves fallas estructurales a vista de un país cuyos
trenes eran un orgullo.
A ello se sumó el candidato de la Democracia Cristiana (DC) Eduardo Frei. Un
candidato deplorable, no por su apagada personalidad, sino porque durante 1994 y
2000 había gobernado Chile con pésimos recuerdos para la población. Brevemente:
privatizó (concesionó, según clarificó en uno de los debates presidenciales)
servicios básicos como luz, agua, teléfonos; concesionó los puertos (en
Valparaíso, ciudad que desde entonces sufre una de las más altas cesantías del
país, ese recuerdo es patente); negoció la traída a nuestro país de Pinochet
cuando fue detenido en Londres por orden del juez Baltasar Garzón por crímenes
de lesa humanidad y aprobó la central hidroeléctrica Ralco de Endesa España,
irrespetando las leyes indígena y medioambiental otrora recién inauguradas.
¿GANÓ LA DERECHA O PERDIÓ LA CONCERTACIÓN?
Esta parece ser, entonces, la pregunta que sigue flotando. Sebastian Piñera -un
accionista de empresas tan fuertes en el mercado como LAN Chile, militante de
Renovación Nacional (derecha liberal)- quizás ganó por todos los errores de la
Concertación, pero también porque su campaña presidencial supo identificar muy
bien las falencias de dos décadas, centrando su discurso en contra de la
corrupción, en contra de la lejanía con los ciudadanos, de la falta de
beneficios para la clase media, en contra de la delincuencia y a favor de un
millón de empleos y la entrega de un bono marzo (U$77) por cada niño en el
colegio de los hogares más desposeídos, según la encuesta de Caracterización
Socioeconómica (Casen).
Al mismo tiempo, sus compañeros de formula de la bautizada "Coalición por el
Cambio", la Unión Demócrata Independiente (UDI) -que representa la derecha
ortodoxa, Opus Dei, pinochetista y ultraconservadora-, permaneció más bien en
silencio y lejana. Los militantes UDI sólo se hicieron escuchar cuando, a
mediados de febrero, el gabinete no incluía suficientes nombres de su partido
[8] .
Ante tanto elemento, parece que la pregunta debería de ser otra: ¿cuál fue el
cambio cultural que permitió que la derecha ganara en Chile? A nuestro juicio,
la respuesta se acerca a una cultura exitista económicamente, de unos ciudadanos
despolitizados (por los mecanismos de despolitización ejercidos desde la
dictadura y perpetuados por la concertación), interesados en un bienestar
económico exhibicionista (mostrar lo que se gana), donde los contenidos sociales
y culturales dejaron de importar, en una sociedad individualista de mercado,
donde es ciudadano el que se endeuda y tiene libertad de elegir los mejores
precios y no el que opina políticamente, discrepa, se organiza y protesta para
demandar.
Esta sensibilidad quizás calzó y cuajó con la imagen proyectada de un Piñera sin
pasado pinochetista, que hizo fortuna por su propio ingenio (no por contar con
información privilegiada durante la dictadura), dinámico, exitoso y que pondrá
candado a la "puerta giratoria" de la delincuencia y el narcotráfico.
Mientras tanto, la primera mujer presidenta de Chile, Michelle Bachelet
(pediatra, hija de un general de la FACH constitucionalista, detenida en un
centro de tortura de la represión dictatorial) terminó su gobierno como una
figura política fuerte, independiente del rechazo que genera la Concertación,
con un apoyo ciudadano del 84% según las encuestas [9] .
Es más, los gritos de despedida de sus adherentes -en su última salida del
Palacio de La Moneda- coreaban "Michelle, te veremos el 2014", en directa
alusión a las próximas elecciones presidenciales [10] .
Con una estrategia comunicacional simple pero efectiva, Bachelet logró
desmarcarse del barco concertacionista que se hundía, al dar a conocer
personalmente las buenas noticias (como los beneficios sociales de programas
como Chile Crece Contigo o la ampliación del Plan Auge [11]
, entre otras políticas sociales que la última gestión concertacionista sí
llevo a cabo). Mientras tanto, hacía que los ministros se enfrentaran con los
conflictos sociales (designar, por ejemplo, un secretario de estado que abordara
la crisis mapuche que acaeció en el segundo semestre de 2009 -entre otras
razones- debido al asesinato del tercer comunero mapuche por funcionarios de la
policía uniformada durante estos veinte años) [12] .
Ahora, en este atípico marzo las preguntas son muchas sobre las acciones y
estilo de gobernar del nuevo presidente (que previa conferencia de prensa
durante su campaña pauteaba a los periodista y de antemano tachaba los temas que
no respondería) y sus ministros más técnicos –en su mayoría- que políticos, pero
también, con la impronta de ser autoridades venidas prioritariamente del mundo
empresarial, tal como Piñera [13] .
BICENTENARIO CHILENO CON TERREMOTO GRADO 8,8
En los últimos seis meses existía en Chile un ánimo exitista que recibiría el
Bicentenario a las puertas del desarrollo. No sólo habíamos clasificado
inéditamente en segundo lugar en las eliminatorias sudamericanas para el mundial
de Sudáfrica, sino que también habíamos sorteado la crisis económica sin
endeudarnos, el mundo felicitaba la gestión de Bachelet y la OCDE nos invitaba a
ser parte de los países más desarrollados del planeta. Chile y los chilenos todo
lo podíamos.
Los casi tres minutos de terremoto, que afectó alrededor de un 80% de la
población del país en la madrugada del 27 de febrero, vino a mostrar que ese
triunfalismo anclado en los logros economicistas y financieros, en una "imagen
país" construida por una Concertación que pactó TLC´s con el mundo, adolecía de
contenidos sociales y le faltaba mucho para vanagloriarse como "nuevo rico de la
región".
El día que la Concertación perdió las elecciones el ex presidente Ricardo Lagos
(2000-2006) recordaba que esta coalición había recibido en 1990 a "un Chile con
el alma quebrada". Este 11 de marzo Sebastián Piñera recibía la mitad de un país
devastado y arrasado por las aguas de un maremoto y los destrozos de un
terremoto que tiro al suelo casas, escuelas, hospitales, puertos, aeropuertos,
iglesias, monumentos nacionales coloniales y que también parece haber borrado
aquel ánimo triunfal con que Chile se aprestaba a celebrar el Bicentenario en
septiembre.
El terremoto de Cobquecura [14] , cuál movimiento
telúrico, pareció poner el cable a tierra a una sociedad centrada en el
consumismo y mostraba las caras sociales subdesarrolladas de un país con altas
desigualdades sociales que volvía a cargar la mano a quienes menos tienen.
También este terremoto hizo cambiar los acentos en las prioridades del nuevo
gobierno.
Unos 30 mil millones de dólares costará aproximadamente la reconstrucción del
país, sin contar la merma en el comercio y las dificultades en los sectores
productivos (celulosa, agroindustria, vitivinícola), el alza de los precios, la
pérdida de infraestructura de todo tipo.
Además, un millón 250 mil niños permanecen sin clases. Decenas de proyectos de
investigación científica se perdieron en las universidades. Miles de familias
necesitan hogares para refugiarse del frío invierno chileno. Los servicios de
emergencia como el Servicio Hidrológico y Oceánico de la Armada (SHOA) y la
Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI) están fuertemente cuestionados por no
haber dado la alerta temprana de maremoto, debiendo ser revisados y
reestructurados [15] .
Asimismo, las concesiones de las carreteras y del aeropuerto deben responder
frente a los destrozos sufridos y el desplome de edificios de departamentos con
menos de un año de construcción que colapsaron cual castillo de arena mostraron
la vulnerabilidad del sistema de fiscalización para las constructoras y la
necesaria revisión de las normas de construcción. Todo, ante la indignación de
personas que quedaron sin hogar por la falta de escrúpulos de quienes se
ahorraron unos cuantos millones por departamentos de tarifas medianas y altas.
El sentido de urgencia con el que dijo Piñera iba a gobernar ahora se ve
apremiado y aún más urgido por el terremoto del 27 de febrero y sus diversas
consecuencias, mientras los ciudadanos se reponen moralmente de un golpe que
arrebató la vida a centenares de personas y que mostró que el individualismo
consumista no servía ante el drama humano que pedía la solidaridad de todos.
Con el terremoto político y el terremoto físico, el ánimo general de los
chilenos es de falta de certeza, de inestabilidad. Mientras el domingo 14 de
marzo hubo un desperfecto del Sistema Interconectado Central de abastecimiento
eléctrico -que dejó sin luz al 90% del país- como efecto secundario del
terremoto que dejo débil el suministro durante los próximos meses, el lunes 15
en la noche volvió a replicar con una intensidad de 6,7 en la escala Richter muy
cerca del epicentro del primer evento sísmico.
Todo, al tiempo que las nuevas autoridades muestran su propio estilo (el
"cambio" encarnado en rostros aún poco familiares o de plano desconocidos),
modificando el logo institucional de gobierno, comenzando a despedir los cargos
de confianza –reales o supuestos- de la anterior administración. Por su parte
Piñera ya incumplió su primera promesa de campaña: deshacerse de sus acciones de
LAN y traspasar a una fundación su canal de TV Chilevisión, de tal forma de no
generar conflictos de intereses [16] .
En resumen, por estos días son muchas las cosas que se mueven fuerte, causan
inquietud y hacen cuestionarse asuntos centrales en Chile. Y no es sólo la
tierra el origen de tales incertidumbres.
[1] Entre ellos los presidentes de Bolivia, Evo Morales;
Fernando Lugo de Paraguay y el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, quienes
no dejaban de mirar con evidente cara de preocupación el techo del Congreso
Nacional ubicado a escasas cuadras del borde costero.
[2] El último presidente de derecha fue Jorge Alessandri
Rodríguez (1958-1964), independiente acompañada por un pacto entre el partido
Liberal y Conservador e hijo del ex presidente Arturo Alessandri Palma
(1920-1925 y 1932-1938). Recordemos que la derecha solicitó la intervención de
las Fuerzas Armadas durante la Unidad Popular y eran partidarias de un Golpe de
Estado al Presidente Salvador Allende (1970-73). Posteriormente, civiles como
José Piñera (hermano del actual presidente) participaron de las reformas
estructurales de la economía chilena a principios de la década de los 80's,
inaugurando en la región las recetas neoliberales de la Escuela de Chicago.
[3] El terremoto de Valdivia el 22 de mayo 1960 (sur de
Chile) es considerado el movimiento sísmico más fuerte en la historia moderna
mundial. Su magnitud fue de 9,5 en la escala Richter y duró cerca de 10 minutos.
El actual terremoto afectó desde la región de Valparaíso hasta la región de la
Araucanía causando profundos daños materiales en infraestructura social y
productiva en la zona centro sur, la más densamente poblada del país, cobrando
la vida de cerca de ochocientas personas.
[4] Equivalente a 2 millones 132 mil sufragios, frente a un
48% del candidato oficialista y ex presidente Eduardo Frei Ruíz Tagle, de un
total de 4 millones de votos validamente emitidos.
[5] La Concertación de Partidos por la Democracia está
compuesta actualmente por la Democracia Cristiana (centro derecha), el Partido
Socialista (renovado), el Partido por la Democracia (creado con fines
instrumentales sin identidad clara), y el Partido Radical Social Demócrata (que
tuvo su auge en los años 50’s). Esta coalición, calificada por estos días como
la más exitosa que ha tenido Chile, fue creada con el fin de que la oposición a
Pinochet los enfrentara unidos, de tal forma de ganar el Plebiscito de 1988,
donde se decidió –al ganar el NO sigue Pinochet- la salida institucional y
negociada de la dictadura en nuestro país. Muchos fueron los que se alejaron con
el transcurso de los años, siendo la última escisión la ocurrida durante el 2009
cuando el diputado socialista Marco Enríquez-Ominami (hijo del líder del MIR
Miguel Enríquez asesinado por los órganos de represión dictatorial) decide
renunciar a su partido y lanzar su propia candidatura presidencial (que en la
primera vuelta del 13 de diciembre alcanzó un 20% de los votos) al negarse la
Concertación a realizar unas primarias abiertas y nacionales para determinar al
presidenciable.
[6] Patricio Aylwin (1990-1994), Eduardo Frei Ruíz Tagle
(1994-2000), Ricardo Lagos (2000-2006) y Michelle Bachelet (2006-2010).
[7] Uno de los conflictos inaugurales emblemáticos en esta
materia fue la construcción de la Central Hidroeléctrica Ralco en el alto Bío
Bío, donde comunidades mapuche pehuenches tuvieron que permutar sus tierras,
debido a la política de hechos consumados que se siguió en la construcción.
Recientemente se aprobó el proyecto Pascua Lama (2009) donde se permitió a la
canadiense Barrick Gold la extracción de oro dañando glaciales (www.noapascualama.org/),
mientras que dos días antes del terremoto la Comisión Regional Ministerial de
Medio Ambiente (Corema) de la Región de Los Ríos aprobó el proyecto Celco, que
significa la construcción de un ducto que evacuará los desechos líquidos de la
celulosa Valdivia a la bahía Mehuín en territorio Mapuche Lafkenche (www.ecoportal.net/content/view/full/91218).
[8] Su principal líder Joaquín Lavín (Opus Dei
supernumerario y ex candidato presidencial frente a Lagos y a Bachelet) fue
designado ministro de Educación. Debido a la fuerza del movimiento secundario
–denominado pingüinos- que durante Bachelet crearon las condiciones para la
salida de dos ministros, sumado a la deuda histórica generada durante la
dictadura con el magisterio de profesores, es identificado entre los chilenos
como el ministro que menos durará en su cargo.
[9] La última encuesta en evaluación al gobierno de Bachelet
se encuentra en: