Latinoamérica
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El puño de hierro de la oligarquía
Editorial de la revista Punto Final
Punto Final
En menos tiempo del que se suponía, el presidente Sebastián Piñera ha
evidenciado que la represión -preventiva o punitiva- se contempla como el
instrumento principal de su gobierno para enfrentar las movilizaciones
populares. Lo hace en un contexto político todavía confuso, en el cual el
principio del "orden" a cualquier precio aparece como el eje de acción del nuevo
gobierno, imitando con ello lo esencial de la dictadura militar. No en vano el
actual bloque gobernante es el mismo que sustentó a esa dictadura. Está
constituido, como ayer, por la derecha política, el gran empresariado, las
multinacionales y las fuerzas armadas. Hay, sin embargo, un factor relativamente
novedoso. Se trata de los esfuerzos que despliega el presidente Piñera para
construir un entendimiento con la Democracia Cristiana e incluso con otros
sectores de la Concertación. Pero lo principal -insistimos- sigue siendo el
fortalecimiento represivo y disuasivo del Estado para evitar que la protesta
social -que sigue incubándose por la magnitud de problemas no resueltos que
agravó el terremoto del 27 de febrero-, se organice y desborde en las calles.
Así quedó demostrado con el impresionante despliegue militar-policial del 29 de
marzo -Día del Joven Combatiente- que incluyó hasta un inexplicable toque de
queda en la ciudad de Concepción, donde nunca se conmemoró el asesinato de los
hermanos Vergara Toledo.
A diario surgen nuevos indicios, enmarcados en el llamamiento a la "unidad
nacional" para enfrentar la emergencia derivada del terremoto y maremoto, que se
orientan a ampliar la base de apoyo político del gobierno. En ese sentido, tres
senadores democratacristianos visitaron La Moneda para entrevistarse -con amplia
cobertura publicitaria- con el presidente de la República, enviando una señal
que provocó molestia hasta en la propia DC. El pretexto fue entregar al
presidente el acuerdo del Senado -que promovió la bancada DC apoyada por el
senador Fulvio Rossi, presidente del Partido Socialista- que condena presuntas
violaciones de los derechos humanos en Cuba. El acuerdo del Senado pide al
gobierno que apoye en la OEA y en otros organismos internacionales la campaña
anticubana que promueven EE.UU. y la Unión Europea. Piñera, por supuesto,
accedió encantado a la petición de los senadores de la DC y públicamente
comprometió a su gobierno en futuras acciones anticubanas -que por lógica habrá
que extender a Venezuela, Ecuador y Bolivia, cuyos procesos revolucionarios
también son condenados por la Casa Blanca-. Sin embargo, los ataques a Cuba del
presidente Piñera y de los senadores democratacristianos sólo fueron un burdo
pretexto, una cortina de humo que esconde propósitos de política doméstica. En
realidad lo que busca Piñera es un entendimiento con la DC que le permita
ampliar su base de sustentación y, sobre todo, mantener a raya a la UDI. Este
partido de innegable naturaleza fascistoide, no ha tardado en criticar
abiertamente al presidente Piñera en temas tan sensibles como los relacionados
con el manejo de su fortuna, incrementada en el último tiempo mediante audaces
maniobras en la Bolsa.
Piñera requiere contar con un factor de equilibrio político que no lo deje a
merced de la UDI. Busca, por lo tanto, un aliado implícito más cercano a sus
propias ideas políticas. Ese rol puede cumplirlo la DC. Piñera, como se sabe,
procede de la matriz ideológica democratacristiana e incluso sus vínculos
familiares se entrelazan con ese partido. En síntesis, el ataque a Cuba
escenificado en La Moneda con fanfarria mediática, fue una faramalla para
mostrar una imagen de coincidencia e identidad política entre el presidente de
la República -líder de la derecha- y la DC, pilar carcomido, pero pilar al fin,
de los restos de la Concertación. Lo que está en marcha pues es una operación
destinada a revalidar un proyecto de cogobierno que permita a Piñera librarse de
los tentáculos de la UDI.
Lo más criticable de esta tramoya, sin embargo, ha sido la increíble actitud de
la bancada de diputados socialistas que, siguiendo el ejemplo DC en el Senado,
aprobaron por unanimidad su propia condena al gobierno cubano. Si la actitud de
los senadores DC puede explicarse por el tradicional anticomunismo de ese
partido, no tiene justificación en cambio la del Partido Socialista que ha
pisoteado su tradición revolucionaria y latinoamericanista, ofendiendo la
memoria del presidente Salvador Allende que mantuvo hasta su heroica muerte una
inalterable lealtad hacia la Revolución cubana. En este sentido causa repulsión
y desprecio la declaración del presidente interino del PS, senador -gracias al
sistema binominal- Fulvio Rossi, que se declaró "orgulloso" del viraje
anticubano del Partido Socialista.
En un escenario político debilitado por la corrupción, la comunidad de los
negocios y el eclipse de los principios e ideologías, el voto anticubano de los
diputados socialistas pudiera enmarcarse en los mismos objetivos de la operación
Piñera-DC antes reseñada. La crisis de la Concertación, convertida en un
cascarón vacío, inorgánico y estéril, podría ser utilizada por quienes buscan
institucionalizar el cogobierno con la derecha, para asegurar una alternancia
que, en definitiva, no cambia nada.
Para llevar a la práctica su política de "orden" y ampliación del modelo
neoliberal, el presidente Piñera cuenta también con las fuerzas armadas y
Carabineros. La designación del ex comandante en jefe del ejército, general (r)
Oscar Izurieta, como subsecretario de Defensa, ilustra esta situación. Más aún
cuando no es un secreto que Piñera le ofreció el cargo cuando todavía comandaba
esa rama de las FF.AA., en el gobierno de Bachelet. Después de 20 años de
gobiernos de la Concertación, las fuerzas armadas han vuelto a asumir
responsabilidades propias del gobierno civil y disfrutan de una posición
privilegiada que tiende a acentuarse. En efecto, el locuaz ex ministro de
Defensa, Francisco Vidal, hizo un balance señalando que en el período de la
Concertación se había logrado "la profesionalización y la despolitización" de
las FF.AA. Esto, por supuesto, es absolutamente falso. Los militares siguen
politizados en defensa de la Constitución pinochetista -aún vigente- y de lo
fundamental del legado de la dictadura. Como sector ciudadano, los militares
pertenecen al bando de la derecha, como lo demuestran la designación de Izurieta
y las críticas del general (r) Juan Emilio Cheyre, también ex comandante en jefe
del ejército, al gobierno de la presidenta Bachelet. Tampoco ha cambiado la
doctrina de las FF.AA., siempre asentada en las ideas de la Seguridad Nacional
como instancia totalizadora. No ha existido una crítica a fondo de su papel en
el golpe de Estado de 1973 ni en la conspiración que lo precedió, ni tampoco un
balance a fondo de la dictadura con sus efectos sobre la soberanía y su apoyo a
la dominación oligárquica. Todo esto, a pesar de los esfuerzos que realizó la
Concertación por "ganarse" a los militares eligiendo el camino equivocado, que
consistió en asegurar la impunidad de Pinochet y de los altos mandos de las
distintas ramas culpables de traición y atrocidades contra la población.
Pinochet es reverenciado al interior de los cuarteles. El almirante José Toribio
Merino ya tiene estatua en un recinto naval y un buque de guerra lleva su
nombre. Se toleró que las FF.AA. no respondieran por las violaciones de los
derechos humanos que cometieron sus efectivos. Y para tratar de asegurar su
apoyo se facilitó un gasto militar que provoca inquietud en los países vecinos.
Chile se ha convertido, gracias a la generosidad de la Concertación, en el
principal comprador de armas de Sudamérica y es el número 13 en el mundo, por
sus adquisiciones de aviones y tanques, como revela el informe que sobre el
aumento del gasto militar en América Latina ha dado a conocer en Estocolmo el
Instituto Internacional para la Investigación sobre la Paz. Generales del
ejército y la Fuerza Aérea dirigen las tres zonas de catástrofe del país y
disponen de amplias facultades para subordinar a sus decisiones a las
autoridades civiles, restringir los derechos civiles y políticos, imponer el
toque de queda, etc. Con esas atribuciones pueden participar en todos los
regímenes de emergencia que contempla la Constitución heredada de la dictadura.
En este contexto, la arenga del presidente Piñera en el cuartel de las fuerzas
especiales de Carabineros, en vísperas del Día del Joven Combatiente, constituyó
una "provocación inaudita", como la calificó el diputado DC Gabriel Ascencio. El
presidente de la República cometió el injustificable desatino de intentar
amedrentar a la familia Vergara Toledo y a los ciudadanos que cada 29 de marzo
conmemoran el asesinato de los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo,
ultimados hace 25 años por carabineros (aún no condenados por la Corte Suprema).
Hablando a las fuerzas especiales de Carabineros, el mandatario pidió mano dura
contra los "delincuentes", asegurando a Carabineros el apoyo total del gobierno
a sus actuaciones para imponer el "orden". Fue una clara garantía anticipada de
impunidad, atendida la brutalidad habitual con que actúan esas fuerzas de choque
de la policía uniformada.
Entretanto, en Concepción se decretó el toque de queda en la noche del 29 de
marzo y -según el informe de un canal de TV-, además de las patrullas de
soldados y carabineros se utilizaron dos aviones no tripulados de tecnología
israelí para vigilar desde el aire eventuales actos de protesta... que no
ocurrieron.
El balance de la jornada fue menos auspicioso de lo que esperaba el gobierno,
teniendo en cuenta el notorio decrecimiento de estas protestas en los últimos
años. Si el año 2007 hubo 743 detenidos en el Día del Joven Combatiente, en 2008
esa cifra bajó a algo más de 200 y el año pasado sólo se registraron 29
detenidos. Esta vez hubo 97 personas detenidas en Santiago y Concepción, sobre
todo por infracciones al toque de queda en la capital de la región del Bío Bío.
El despliegue represivo, siguiendo las directrices presidenciales, fue
impresionante. En Santiago y Concepción se desplegaron en combate 15.650
militares y policías para impedir -por intimidación- que ocurrieran protestas
que pudieran ser asociadas al aniversario del asesinato de los hermanos Vergara
Toledo. La tradicional romería que acompaña a la familia en Villa Francia, fue
disuelta por los carabineros una vez terminada, cuando se clamaba por la
sentencia que debe pronunciar la Corte Suprema en estos días. La represión en
Santiago fue preventiva, con helicópteros se vigilaron los lugares considerados
críticos en años anteriores, y se usó a discreción agua y gas lacrimógeno.
Lo sustancial sigue en pie: ¿será posible contener las eventuales
manifestaciones populares contra la cesantía y las alzas de precios y tarifas,
con el despliegue de militares y policías? ¿No se está volviendo disimuladamente
a los tiempos de la dictadura, con zonas de emergencia, estado de sitio y calles
copadas por uniformados armados como para la guerra?
Nada bueno promete la orientación del gobierno. Sin embargo, hay que admitir que
tiene fuertes posibilidades de imponerse por la debilidad y tendencia a la
deserción que campea en la oposición y, sobre todo, por la ausencia de una
Izquierda -política y social- independiente, que canalice las fuerzas populares.
Frenar los apetitos desorbitados de la oligarquía, impedir que el costo de la
reconstrucción lo terminen pagando los pobres -como ya se visualiza- y contener
la militarización que sustenta el poder de la derecha, son objetivos que
requieren una amplia unidad social y política, encabezada por una firme voluntad
de lucha que permita desafiar y derrotar las maniobras del campo reaccionario.
(Editorial, revista Punto Final, edición Nº 706, 2 de abril, 2010)
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