Latinoam�rica
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Sue�os y desilusiones en el primer gobierno de Lula
Maro Lara Martins
Rebeli�n
Traducido para Rebeli�n por Susana Merino
A mediados del 2002, en proximidad de la contienda presidencial que decidir�a
qui�n ser�a el sucesor de Fernando Henrique Cardoso, la movilizaci�n pol�tica a
favor de un gobierno liderado por el Partido de los Trabajadores (PT) parec�a
aportar nuevas formas y nuevo contenido al tradicional modelo de entender y de
practicar la democracia en el pa�s. Con una posici�n cr�tica hacia los valores y
las pr�cticas de los grupos pol�ticos dominantes y del sistema capitalista, todo
parec�a conducir en aquel momento a la posibilidad de reunir a los cr�ticos de
la tradici�n y postulantes de nuevas racionalidades pol�ticas en torno a un
m�nimo programa com�n que se maximizar�a con la llegada al Palacio del Planalto
(1).
La expectativa de la izquierda cr�tica alrededor de la unificaci�n de un
verdadero proyecto que producir�a cambios significativos, liderados por el
entonces candidato Lula, comenz� a tambalear a partir de las alianzas propuestas
para la pugna electoral cuando el partido de los Trabajadores inici� una
pol�tica de acercamiento y de coalici�n con grupos pol�ticos como el Partido
Liberal (PL) y el Partido del trabajo Brasile�o (PTB).
Este tipo de coalici�n apuntaba a lo que luego ser�a una constante durante todo
el per�odo de Lula: la sustituci�n de una pol�tica de confrontaci�n por una
pol�tica de conciliaci�n, liderada especialmente por la oligarqu�a partidaria
paulista(2) que desde hac�a una d�cada sosten�a al partido. El PT que
hab�a surgido en la d�cada de los 80, no hab�a llegado a consolidar, hasta
mediados de los 90, una identidad espec�fica com�n entre todos los grupos que
disputaban las elecciones internas.
El partido asumi� esas posiciones y se ubic� en el nivel m�s alto. Lo que estaba
en evidencia era una lucha entre diferentes proyectos pero alrededor de una
bandera com�n: la cr�tica a las formas y a los contenidos tradicionales de la
pol�tica brasile�a y al modelo capitalista contempor�neo. Con el asalto al
partido por parte de la oligarqu�a paulista, las opciones m�s extremas y
radicales fueron perdiendo paulatinamente espacio dentro del partido, y algunos
grupos disidentes llegaron a retirarse voluntaria o involuntariamente del padr�n
de afiliados.
De ese modo fue posible la construcci�n de alianzas con organizaciones e
intereses diversos y muchas veces opuesos a la base com�n de las banderas
hist�ricas del PT, en una clara opci�n por la negociaci�n pol�tica alrededor de
la victoria electoral y que, subordin�ndose a los medios, corrobor� la actitud
partidaria en relaci�n a los fines, Lo que Weber llam� la pol�tica de los fines
puede ser aplicado a este proceso.
Para el pensador alem�n, cuando la �tica de los fines se opone a la �tica de las
responsabilidades, genera condiciones limitantes y consecuencias en la
utilizaci�n de medios dudosos para la obtenci�n de esos fines. Las acciones
producen a veces consecuencias irremediables.
Este tipo de pol�tica conduce a una racionalidad inmediatista que pregona la
primac�a de los fines, dejando de lado la responsabilidad por el conflictivo
futuro que esas coaliciones exacerbar�n, m�s tarde o m�s temprano. Una pol�tica
basada en intereses y aspiraciones opuestas en contraposici�n con la
intransigencia para con ciertos valores hist�ricamente defendidos por el partido
condujo a la desaparici�n de las posibilidades pr�cticas de incorporar v�as
alternativas a la situaci�n brasile�a. Con este condicionamiento del principal
partido de izquierda, se hallaba igualmente condicionada la propia izquierda.
Hasta el triunfo en las elecciones del 2003, los compromisos endosados por los
principales c�rculos partidarios y por la agitaci�n social de todo el pa�s en
espera del primer gobierno capitaneado por fuerzas izquierdistas, como lo puso
en evidencia la toma de posesi�n del presidente Lula, en la que se contabiliz�
un record de p�blico durante la ceremonia en Brasilia, poco a poco fueron
cediendo paso a la pirotecnia de las denuncias de corrupci�n y a los
consiguientes anuncios de un inminente diluvio. Se agotaba as� el per�odo de
euforia por el triunfo del PT en las elecciones. Se iniciaba un segundo per�odo,
el de la esperanza
Esperanza que se fundaba en la tentativa de revertir el giro que el partido y el
gobierno ven�an trazando. Esperanza en la capacidad de superaci�n de la
tradici�n. Esperanza en la vigencia de lo nuevo. Esperanza en la expectativa. La
perenne esperanza en la construcci�n de una experiencia y de una expectativa, en
una concepci�n del tiempo hist�rico, ce�ido a bases cognitivas de la capacidad
de crear el reconocimiento entre la persona, la experiencia y la expectativa
humana.
Para la izquierda � en ese momento todav�a esperanzado �de esa tensi�n entre la
experiencia y la expectativa surgir�an nuevas soluciones, nuevos
emprendimientos, que har�an asomar el tiempo hist�rico a trav�s de la diferencia
temporal del presente, en la medida en que se entrelazar�an diferentes pasados y
futuros, de manera desigual alterando la situaci�n en la que esta relaci�n se
originaba.
A partir del fruto de ese conflicto se lograr�a la propia historicidad y la
futuridad de la organizaci�n social y pol�tica. De esta interacci�n entre la
historia y la pol�tica se formar�a un horizonte de expectativas que incluir�an
un coeficiente de cambio y un coeficiente de variaci�n temporal configurando una
simetr�a temporal entre expectativa y experiencia.
Puesta en estos t�rminos la acci�n social y la acci�n pol�tica ubicadas en esa
historicidad inherente a cada una de ellas, producir�an ritmos temporales
diferenciados. De este modo la acci�n social y la acci�n pol�tica producen a
trav�s de la experiencia y de la expectativa tiempos distintos, en lo referente
a acci�n social, tiempo social, en cuanto a acci�n pol�tica, tiempo pol�tico.
Esa producci�n de configuraciones estilizadas de las formas de control temporal
y pol�tico producir�a un complejo pragm�tico, con el fin de extraer del
acontecimiento hist�rico un orden interno. Orden este que en �ltima instancia
ser�a asumido por el mundo social, por la presi�n inherente que forzar�a al
gobierno a realizar cada vez mayores gui�os a los rumbos trazados por la
historicidad del Partido de los Trabajadores y por la historia de los
movimientos sociales.
Mientras tanto la compensaci�n por el triunfo logrado en las urnas, cargos y
otras ventajas creados en la contienda ampli� la oportunidad para la
exacerbaci�n de una pol�tica ocasional El sentimiento de esperanza de superaci�n
de la descomposici�n social fue puesto en riesgo por el ininterrumpido proceso
de generaci�n de esc�ndalos y del cada vez mayor abismo de la crisis pol�tica.
El aparente antagonismo que diferenciaba al PT de sus adversarios, se desvanec�a
en ese draconiano torbellino, demostrando una vez en nuestra historia pol�tica,
la incapacidad del sistema partidario de administrar su diversidad interna y de
establecer gobiernos.
En esta cultura pol�tica la lucha por el poder a partir de posiciones
divergentes es apenas aparente. La finalidad de las acciones y de las
negociaciones se reduce al ablandamiento de las tensiones sociales como
estrategia de la pol�tica llevada a cabo por pol�ticos ocasionales, dejando al
margen de la agenda p�blica y del aparato estatal las discusiones que llevar�an
a la confrontaci�n abierta y explicita provocada por el orden interno de los
acontecimientos.
Luego de los numerosos esc�ndalos terminaba la espera y se iniciaba el per�odo
de desilusi�n y de acusaci�n. La esperanza por lo nuevo se desvaneci� en un
proceso lento pero persistente. Y la principal desilusi�n con el PT y con el
gobierno de Lula, para la sociedad, es la indiferenciaci�n de los proyectos
impulsados por la rutina de las pr�cticas del mundo de la pol�tica. En la simple
percepci�n de que la base gubernamental es �negociar cargos y no proyectos!
Abandonados a su propia suerte, lo que actualmente vale en la contempor�nea
democracia brasile�a no es el debate y la confrontaci�n de ideas y de propuestas
y si el conchavo, la apariencia, el negociado. La econom�a moral de la
desilusi�n pol�tica: euforia, esperanza, desilusi�n, acusaci�n como fen�meno
hist�rico que sucede durante el gobierno de Lula redefine "quienes somos" y
"adonde vamos" La historia y el tiempo hist�rico engendrados por el PT y el
gobierno de Lula parecen carecer cada vez m�s de diferenciaci�n y de
creatividad, impulsoras del futuro, apeg�ndose cada vez m�s al pasado.
Fortaleciendo las experiencias y las tradiciones y limitando las expectativas de
la izquierda.
La definici�n de "quienes somos" y de nuestro destino estar�a condicionada por
idealizaciones del pasado y del futuro, construyendo la propia idiosincrasia y
asignando nuevos significados al presente, pues siempre procuramos avanzar hacia
adelante en el tiempo, recurriendo a nuestro pasado, tratando de construir un
puente entre nuestra tradici�n y el devenir, entre el presente y el pasado,
entre la vida y la historia. Trasladarse del presente al pasado y de este
nuevamente al presente, en una camino que sea una estrada m�vil que favorezca el
porvenir y el cambio. Ese puente es el que nos lleva del presente al pasado,
como igualmente trae el pasado hasta el presente, pudiendo ser proporcionado por
acciones sociales o pol�ticas. Esta cara at�vica apareci� siempre como punto de
partida para el futuro por construirse. Con esa econom�a moral de la desilusi�n,
el principio del movimiento sucumbi� una vez m�s ante el principio de la
conservaci�n.
Notas
(1) Palacio del Planalto: casa de Gobierno de la presidencia en Brasilia
(2) Burgues�a industrial de San Pablo, el estado econ�micamente mas importante
de Brasil