Argentina, la
lucha continua....
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La batalla judicial cruzada entre el Gobierno, Clarín y
La Nación
Expediente Papel Prensa
Néstor Leone
Debate
Ya no queda tiempo para medir fuerzas y escudriñar la estrategia del adversario.
Menos aún para acuerdos o armisticios. Se juega contrarreloj y con piezas que se
mueven de manera cada vez más precipitada. En la justicia, en la arena política
o ante la opinión pública. Es cierto: no hay certeza sobre quién, finalmente,
saldrá victorioso y en qué condiciones. Pero sí hay indicios, cabos que se atan
y lecturas que pueden hacerse. En ellas, el gobierno nacional gana terreno y
despoja de razones a su principal rival político desde hace más de dos años. Y
en ellas, también, el Grupo Clarín viene en retroceso. Acentuado retroceso, por
cierto. Factores varios se conjugan para explicarlo. Su pasado de negociaciones
sospechosas, que adquieren luz pública con paso irrefrenable, es un ejemplo. Su
política empresarial de atropello permanente, que le valió enemigos del más
diverso pelaje y con muchas ganas de cobrarse sus créditos, puede ser otro. Que,
claro, se suman a los errores de estimación respecto del poder de fuego del
primer gobierno en la historia contemporánea que tuvo la osadía de enfrentarlos,
acostumbrados como estaban a la defección sin tanta resistencia de los poderes
políticos de turno.
El capítulo Papel Prensa, en ese sentido, resulta bastante simbólico. La
reacción airada del Grupo ante la investigación que pretende ofrecer luz al
oscuro origen de la empresa, con querellas desesperadas y empecinamiento por
retacear información son muestras de esta actitud errante y desorientada. Como
pueden ser muestras, también, del grado de desolación y miedo que ronda por
estos días las cabezas visibles del que sigue siendo el mayor conglomerado de
medios del país. El testimonio estremecedor de Lidia Papaleo de Graiver y su
denuncia pública acerca de la manera atroz en la que fueron adquiridas las
acciones de la empresa por parte del Grupo y de sus socios de entonces -y de
hoy- ya se convirtió en una pesadilla difícil de conjurar.
La posible incriminación de su hombre fuerte, Héctor Magnetto, como partícipe
necesario o ideólogo de una serie de hechos, algunos de los cuales pueden ser
tipificados dentro de lo que la jurisprudencia internacional considera como
crímenes de lesa humanidad (y, por lo tanto, no prescriptibles) ensombrecen las
mesas de reuniones de la calle Piedras. Y, claro, retroalimentan el nerviosismo,
como sucede por estos días cada vez que la jueza Sandra Arroyo Salgado avanza
con la investigación sobre el origen de los hijos de Ernestina Herrera de Noble
o cuando descubren que su lobby en contra de la nueva Ley de Medios, aprobada
por amplia mayoría en el Congreso, ya no tiene el peso de otrora. Pero hay más:
pagos en negro a los accionistas, el cobro de "retornos", los "ñoquis" que
prohijarían en la empresa desde la dictadura militar o la defraudación al
Estado, como socio cuasi bobo. A lo que habría que sumar las desavenencias
internas dentro de Clarín y la distancia incipiente con La Nación, su más
importante socio.
No obstante, lo que más temor e incertidumbre genera hoy entre los popes del
Grupo es la inquina que ven en los Kirchner para avanzar sobre éstos y otros
frentes en los que "andan flojos de papeles". Subestimados en un principio,
dados por muertos luego, ven en la pareja patagónica el peor de los males y el
rival a vencer. Por eso, ponen como objetivo supremo evitar la continuidad del
proyecto en 2011. Aunque advierten que las armas con que cuentan, para nada
desdeñables, están en baja. La elaboración en curso de un informe, al que se le
dio el nombre de "Papel Prensa-La Verdad", por parte de los directores de la
asamblea accionaria que responden al Gobierno, brinda otra pizca de
intranquilidad. Y las conversaciones en off de algunos funcionarios con
periodistas y allegados no contribuyen a tranquilizarlos. Uno de ellos, en estos
días, dijo a Debate: "No sé si es el fin de Clarín, pero sí de
Magnetto. Está quebrado y solo".
Origen espurio
El nacimiento y desarrollo de Papel Prensa, la planta productora del insumo
básico de los diarios, monopólica en su rubro, bien podría ser una metáfora de
cómo se consolidan ciertos poderes fácticos o se adquieren determinados derechos
en nuestro país. Nació en los setenta, como un intento bienintencionado por
resolver el principal cuello de botella de los diarios, y se convirtió con el
tiempo en una nueva modalidad de cerrojos y elementos de presión, con
empresarios que saben de prebendas y hacen usufructo de ellas, y con un Estado
más bien ausente que financia las ganancias de sus pares privados en perjuicio
de otros actores. Es decir, del resto de la sociedad. Lo que le agrega un plus a
esta historia es la forma en la que los propietarios privados de las acciones se
habrían hecho de ellas, durante la última dictadura militar.
Lo contó Lidia Papaleo de Graiver, en la asamblea de la empresa, el 20 de mayo
último, llevada de sorpresa por el secretario de Comercio Interior, Guillermo
Moreno. Allí, la viuda del dueño de las acciones de Papel Prensa (David Graiver,
muerto en agosto de 1976, en un misterioso accidente aéreo) dijo que fue forzada
a vender todo. Forzada, en los peores términos. "No hubo sugerencias, fue
‘firmás o te mato’", remarcó (ver aparte), al tiempo que dio
precisiones sobre su secuestro, así como de las feroces torturas recibidas
durante el período que estuvo ilegalmente detenida, como gran parte de su
familia. Y lo dijo ante la cara de sorpresa de los representantes del Grupo
Clarín y del diario La Nación, dueños del 49 y el 22,5 por ciento,
respectivamente, y partes de la cuestionada adquisición de aquel entonces. El
tercer integrante de aquella tríada, La Razón, vendió su parte en Papel
Prensa a Clarín, antes de ser el diario mismo propiedad del Grupo.
Según la investigación en curso, los diarios en cuestión llegaron con cierta
facilidad a hacerse de las acciones de la papelera. El pago se habría hecho con
poco efectivo y mucho papel pintado, más una serie de préstamos preferenciales
del Banco Nacional de Desarrollo (Banade), que les habría facilitado la
dictadura. Así, las empresas involucradas se aseguraron que el Estado no
realizara ningún estudio técnico para averiguar cómo financiarían el proyecto ni
que se pidieran avales de patrimonios personales para acceder a esos créditos. Y
la dictadura se compró el silencio de estos medios. La foto histórica del
brindis entre Ernestina Herrera de Noble, dueña de Clarín, con Jorge
Rafael Videla, dueño de la vida y la muerte de los argentinos, el 27 de
setiembre de 1978, durante la inauguración de la planta de San Pedro, parece el
documento más contundente de aquel contubernio.
"Papel Prensa está mal habida por donde mire. Donde se pone el dedo, salta
pus", le cuenta a Debate una fuente cercana al directorio de la
empresa. "Por eso no dan la información que se les pide. Están hasta las
manos", agrega. Además, cuenta algunas puntas del informe que Moreno encargó
a los directores de la empresa para que en un plazo máximo de noventa días (ya
pasó casi la mitad de tiempo) entreguen un informe sobre el traspaso de acciones
y los vericuetos de la empresa, para determinar si hubo irregularidades. El
informe llevará por nombre "Papel Prensa-La Verdad" y contaría con información
extra proporcionada por nuevos denunciantes de la causa, expedientes de la
Conadep, información del Tribunal de Guerra de la dictadura y los papeles de la
sucesión.
Batalla judicial
La historia se cuenta como anécdota entre los allegados al Gobierno. Dice que un
alto directivo de Clarín fue quien verbalizó el fin de la relación del Grupo con
el Gobierno. Lo hizo luego del "conflicto del campo", cuando advirtieron en
calle Piedras que los Kirchner iban indefectiblemente hacia su declinación
política, luego de una buena relación inicial. "Entramos en guerra",
cuentan que el hombre del Grupo le dijo a un alto funcionario nacional, tras
advertir que los cruces en ascenso entre unos y otros serían imparables.
"Dónde viste que una empresa le gane a un Estado", señalan que respondió
éste, rápido de reflejos. A lo que el empresario contestó, con suficiencia:
"Esto es Clarín". El entredicho, en buenos términos según parece, quedó ahí,
pero tuvo otros capítulos. El más cercano en el tiempo se habría producido hace
poco más de un año. "Te oferto la rendición con un pliego de condiciones. Si
no aceptan, de acá en más la rendición será incondicional", dicen que
ofreció el funcionario. Por cierto, sólo obtuvo una negativa oronda.
Los sucesos que caracterizaron la relación, de ahí en más, habla de lo imposible
de una marcha atrás, con la pérdida absoluta de compostura periodística en los
medios del Grupo y con jugadas osadas de parte del Gobierno, entre las que
pueden mencionarse la revisión de la fusión entre Cablevisión y Multicanal o la
aparición del Estado como socio-reemplazante de Clarín en las transmisiones de
AFA, entre otros hechos. Respecto de Papel Prensa, la disputa tuvo como
escenario la asamblea de accionistas de la empresa y la justicia. Por un lado,
el Gobierno objetó la reelección irregular de Alberto Maquieira al frente de la
empresa (su mandato había sido suspendido el 8 de marzo, mediante una resolución
judicial) y la falta de entrega de información a los directores representantes
del Estado. A lo que agregó una serie de irregularidades por probar ligadas a
retornos y liquidación en negro a los accionistas privados. Como contragolpe, el
CEO de Clarín, Héctor Magnetto, y el director de La Nación, Bartolomé
Mitre, presentaron una querella criminal contra el secretario Moreno por
presunto abuso de funciones y por montar un supuesto "aparato paraestatal sui
generis" para perseguirlos. Y entre los argumentos, citaron el hecho de que la
resolución de la Secretaría de Comercio Interior que pedía el informe "Papel
Prensa-La Verdad", llevase el número 126. Reminiscencias, por cierto, del
conflicto con el campo.
"Tienen miedo. Y el miedo mayor es que se los incrimine por delitos de lesa
humanidad", contó un allegado al directorio de la empresa, quien consideró
que la denuncia del dueto Magnetto-Mitre tiene como destinatarios a "Moreno y
otros", pero que ese "otros" no es más que la pareja presidencial. Y agrega:
"Es ridículo que se haga una denuncia para frenar un informe que el secretario
está en su derecho a pedir. Si están limpios de culpa y cargo no tendrían que
tener problemas en presentar lo que se les pide. Y si el informe oficial es
sesgado o no, eso lo va a determinar la justicia".
Internas
Sabidos en problemas, Magnetto y Mitre pretenden blindar a la sociedad. Por lo
menos, la suya. Son conscientes de que la suerte de uno puede ser la del otro.
Fueron protagonistas principales de aquellas asambleas que cuestiona Papaleo de
Graiver y estuvieron al frente de la conducción de la empresa desde sus momentos
fundacionales hasta hace poco. Lo que no pueden asegurar es que esa sociedad
blindada abarque también a las empresas que representan. La situación complicada
de la principal accionista de Clarín por la investigación referente al origen de
dos de sus hijos y la molestia de los socios externos del Grupo (los fondos de
inversión, por ejemplo, que tienen el 18 por ciento de la propiedad), complican
la situación de Magnetto. En tanto, las disputas internas preexistentes con la
familia Saguier, socios mayoritarios de La Nación, le auguran problemas
mayores a Mitre. Por lo pronto, los Saguier han comenzado a tomar distancia.
Hace unas semanas rescindieron el convenio de accionistas que tenían con Clarín
desde 1977, que les permitía actuar al unísono, y se declararon "en absoluta
libertad e independencia". Y en las últimas asambleas de la empresa han optado
por sentarse alejados de los representantes de Clarín.
"A los Saguier no los salpica el caso: son compradores de buena fe", le
contó a Debate otro allegado al directorio, quien mencionó también una
reunión que uno de los hermanos Saguier había tenido con los trabajadores de la
planta en San Pedro y los comentarios respetuosos sobre Moreno, tanto en la
asamblea como fuera de ella. "Es probable que aprovechen la oportunidad para
sacarse a Bartolito de encima", comentó la misma fuente, quien asegura que
los Saguier hicieron llegar al Gobierno, a través de terceros, un sondeo.
"Nos mandaron a decir que si queríamos la línea editorial, no había acuerdo
posible. Les contestamos que no, que diarios gorilas el país necesitaba; pero
que lo que no debía haber es diarios golpistas".
Manejos
Dos cuestiones señalan de manera persistente cuando se habla con algún
funcionario del Gobierno ligado al caso. Por un lado, la sorpresa que aún
persiste sobre la poca altura para manejar el conflicto que han demostrado tener
las primeras y segundas líneas dirigenciales del Grupo. "Las cosas las hacen
mal. Hasta ahora ganaban siempre por la capacidad de fuego que habían acumulado,
pero no por la inteligencia de sus jugadas. Si hasta tacharon un balance",
señala un hombre cercano al círculo más próximo a la Presidenta. Por el otro,
hablan de manera recurrente sobre lo que puede significar política y socialmente
el esclarecimiento sobre el origen de la empresa. "Esto es la punta del
ovillo. Da la impresión de que hay una verdad más profunda. Por ejemplo, faltan
actas de las reuniones de directorio de aquella época. No aparecen", señala
la misma fuente. "Quizá se pueda saber más sobre la connivencia del poder
militar con el poder económico", argumentó otro, en el mismo sentido.
Pero los malos manejos no terminan ahí, sino que recorren gran parte de la
historia de la empresa. Un mojón de esto lo volvió a marcar, en estos días, José
Pirillo, dueño de La Razón en los ochenta, con sus denuncias sobre las
maniobras de los socios privados para beneficiarse con el costo del papel de
diario, en detrimento de las publicaciones de la competencia, y sobre cómo fue
"despojado" de su diario en 1987, tras romper la sociedad en Papel Prensa. Otro
mojón lo refrendó el Gobierno mismo acusando a sus socios privados por
"retornos" a proveedores, cobrados por un gerente y repartidos personalmente a
los accionistas. Y por vender papel a precio privilegiado (hasta un veinticinco
por ciento por debajo de los costos, como comprobó la Sindicatura General de la
Nación que había sucedido durante tres de los cuatro trimestres del último año)
a Clarín y La Nación. A eso hay que agregar dos datos que están en
investigación. Por un lado, la supuesta existencia de ñoquis, un verdadero
reservorio de mano de obra desocupada, que viene de la dictadura militar. Por el
otro, la existencia de una estructura de gastos sobredimensionados que no
tendría razón de ser. La orden del juez contencioso administrativo federal,
Claudia Rodríguez Vidal, que permite unificar los precios, intenta resarcir uno
de estos abusos. Los pedidos de informes intentan poner fin a los otros.
"No está pensada una estatización ni una expropiación. Esto es lo que están
diciendo ellos. El objetivo es que todas las empresas periodísticas puedan tener
papel al mismo precio", señalan desde la Secretaría de Comercio Interior. Y
ya piensan alternativas. Que se genere una empresa entre todos los diarios del
interior del país, puede ser una.
Mientras tanto, la batalla ingresa en su etapa de definiciones.
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