Argentina, la
lucha continua....
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Los mundos de María
Claudia Rafael
APE
El semáforo parece ser su lugar en el mundo por largas horas. La María tiene el
andar lento. Casi como si estuviera luchando con ese cuerpo robusto y la hilera
de pibes a cuestas. Tiene el cabello corto y despeinado. Se la suele ver hasta
entrada la noche en el mismo y eterno semáforo. Estirando la mano como para
pedir al mundo alguna moneda que sume para sostener la casita de bloques, que se
inunda a la más mínima lluvia. Carlos, el marido, cartonea mientras tanto
tratando de bucear entre la basura que el mundo incluido va dejando a su paso.
Ella dice que a veces, cuando llueve un poco de buena suerte, junta hasta 20
pesos. Otras, la vida le muestra la mueca más áspera y vuelve sin nada, pateando
las 30 cuadras que la separan del chaperío, en el barrio Lourdes.
Tiene cinco chicos. Evelyn, de 9 cuenta que juega a las escondidas todo el
tiempo. ¿De qué males se esconderá buscando hacerle zancadillas a la oscuridad
que la vida le pone de sopetón frente a sus ojos a cada rato? Brisa, de 7 mira
con los ojos bien abiertos y dibuja en la tierra de la calle mientras que los
otros tres todavía andan correteando la vida con pañales que aguantan más horas
de las debidas. No hay forma, si no.
Está cansada de que le digan que las garrafas subsidiadas cuestan 18 ó 20 pesos.
Lo que olvidan de decirle es que siempre los cupos son insuficientes y casi
nunca se consiguen.
La vida le cambió, sí. Cómo negarlo. Desde que cobró por primera vez la
asignación por hijo las cosas les fueron mejor a la María y al Carlos. Pero
llega el frío y ya los críos no pueden andar más correteando sin los pañales y
la garrafa dura menos y la noche llega tan pronto que las horas en el semáforo
se le diluyen.
El economista Claudio Lozano habla de una Canasta Básica Alimentaria de 1100
pesos y una Canasta Básica Total de 1900. Cómo hacen millones de Marías y de
Carlos para sumar pesito tras pesito esos 1100. Menos aún los 1900 que resultan
cifras impensables y desconocidas. La vida no se mide de esa manera en las
barriadas. La vida se mide por día.
Claro que los 1100 de la CBA se pueblan de polentas y fideos, de arroces y
harinas que llenan las pancitas de torta frita o de panes que duran mientras
duran para mojar en el mate cocido que alarga las esperanzas y disimula el
hambre vieja. "Diga que ellos me comen en el comedor de la escuela", dice la
María. Pero claro. Todo tiene límite. Hay semanas en que dos días seguidos de
paro o un feriado demasiado largo para la vida de los márgenes aprietan los
estómagos. No hay derechos ni bicentenarios que la contengan. Hay otros mundos
ajenos a su mundo. Su universo está en su ventana tapada con lona negra. En
puerta de tela raída y en un colchón delgado para los pibes. Ese es su universo
y no otro. No entran en su mundo los hombres que hablan de ella sin saber qué
dioses la descobijan de la buena fortuna. Esa que haría que alguna vez pudiera
sentarse ante una mesa rebosante de riquezas: algún trozo de carne, un plato de
verduras y frutas de color de arcoiris. Por su puerta jamás pasan esos señores
que diseñan o cuestionan los diseños para los días de los Marías y los Carlos. Y
menos aún esos otros que hablan en su nombre. Jamás sabrá, por ejemplo, que hay
un señor que se llama Ernesto Sanz que dijo que "la asignación universal por
hijo se está yendo por la canaleta de dos cuestiones que el gobierno no sólo que
no las ve sino que muchos de sus aliados intendentes de conurbano lo tapan, el
juego y la droga". ¿Le importaría más, acaso, si le dijeran que ese señor hace
leyes en su nombre y que dirige los destinos de la Unión Cívica Radical?
Tal vez si lo supiera, lo miraría con ojos de desprecio. Le diría "no en mi
nombre". O lo invitaría a sentarse a su mesa. A ir con ella al semáforo por un
par de días, no más. Con un par de días basta para entender. O lo llevaría a la
oficina del Anses a quejarse con ella de las demoras en la asignación. O a lo
mejor le ofrecería el baño que no es porque en ciertos barrios el excusado es la
única realidad cotidiana.
Quizás le contaría que el único juego de su casa es el de Evelyn, Brisa y los
otros tres cachorros. Y que la salvación llega sólo cuando escucha al del medio
lanzar el grito de piedra libre para todos al que le encantaría aferrarse pero
nunca, nunca llega.