Argentina, la
lucha continua....
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La dictadura es la dependencia
Sergio Job
Cuando llega una compañera y me propone que escriba algo sobre el 24 de marzo de
1976 (ese nefasto día, respuesta a tantos días de lucha y carnavales previos),
me dejó en un verdadero aprieto: ¿Qué puedo decir que no se haya dicho ya, y
seguramente de manera mucho más bella, o cruda, o estadísticamente más precisa?
¿Qué puedo aportar a los ríos de tinta que se han escrito sobre ese terrible
genocidio planificado en el norte y ejecutado por los militares cipayos de por
aquí? Escribir sobre el 24 de marzo de algún modo me paraliza.
No se si es por el terror que produce, por la indignación. Sé que el problema no
es el no poder decir nada "original" sobre el tema. La escritura en este caso es
un arma, una (modesta) herramienta de lucha; y poco me importa acá la
originalidad (aunque crear es revolucionar). Poco importa cuando uno escucha que
"con los milicos estábamos mejor" o ve una clase media desaforada defendiendo el
uso de pistolas-picanas para inmovilizar a "los malos", ¡y si pueden golpearlos
y enseñarles de una buena vez, mejor! grita fuera de sí un señor pelado en el
noticiero del mediodía. El entumecimiento primero, esa parálisis dictatorial
ante la propuesta del texto, cede ante tanta gorilada, tanto fascismo. Entonces,
ante eso, ante la indigestión cotidiana que produce el noticiero, volvería a
escribir una y mil veces lo mismo, sin importar formas ni estilos.
Vuelvo al señor pelado de hace un rato, e intuyo que hay algo que no está
teniendo en cuenta: ese miedo, ese terror que lo lleva a pedir a gritos que le
den una paliza a cualquiera que pueda tocarle las migajas que logra laburando
como desquiciado, toda esa furia, ese fracaso, esa incertidumbre desembarcó en
el país con "los milicos". Ellos implementaron a sangre y fuego (y torturas, y
secuestro de niñxs, y desaparición, y violaciones, y robos, y endeudamiento, y
licuación de deudas privadas, y mentiras, y desprecio, y entrega, y guerra de
Malvinas, y) lo que se conoce como "neoliberalismo", que vale aclarar, no es
otra cosa que el capitalismo en su fase financiera (nadie crea aquí que algún
tipo de capitalismo puede ser humano cuando la base del mismo es la explotación
del hombre por el hombre y la alienación que intenta borrar los rasgos humanos a
cada uno de nosotrxs. El capitalismo necesita de humanos como máquinas, que
nazcan, trabajen, se reproduzcan, consuman y mueran, nada más).
Entonces, como el señor pelado y un montón de gente con él, no recuerdan que
fueron los milicos lo que hicieron esto (porque desde el norte se los ordenaron)
es importante repetirlo: los militares "argentinos" llevaron adelante un plan
sistemático de desaparición forzada de personas (¡de una generación entera!)
para implementar sin oposición alguna la profundización del sistema capitalista
en estas tierras. Aclaración: no estaban locos, no.
Tampoco estaban solos: ellos eran la cara visible de las transnacionales, del
imperialismo norteamericano y europeo, de los socios locales, de la oligarquía
terrateniente, y también estaban las direcciones gremiales entregadoras, la
policía, los medios de comunicación, la iglesia oficial, la clase política tanto
radical como peronista (léase bien, clase política, no militantes de base) ¡puf!
un entramado bastante extenso que son esos mismos que hoy salen en tele, en las
revistas y diarios, los mismos que nos gobiernan, las mismas estructuras, los
mismos beneficiarios, los mismos empresarios, el mismo imperialismo. Arriba todo
sigue igual, más ricos, pero igual de asesinos.
Y sé de matices, no se vayan a creer que para mí es igual Videla que Menem que
Kirchner. Pero las continuidades no refieren a nombres, sino a estructuras, a
políticas de Estado, a las estructuras económicas implementadas por la dictadura
del ´76. Y acá es donde los televidentes de "seis, siete, ocho" se enojarán,
pero señorxs, un gobierno que prioriza, justifica y defiende encarnizadamente el
pago de la deuda externa antes que solucionar el hambre del pueblo (y hablo de
hambre en serio, del que vemos los que militamos diariamente en villas miseria
de nuestra provincia) no puede considerarse distinto en lo esencial, es decir,
en el proyecto económico que impulsa. ¡La deuda externa es ilegítima! Y el
gobierno decide (sí, decide) no revisarla, no impugnarla. Pero ese es sólo un
ejemplo, porque podría hablar de las políticas de seguridad donde se sigue
fortaleciendo una y otra vez policías asesinas, corruptas y defensoras de las
minorías dominantes. O de las mineras y petroleras y pesqueras que están
saqueando el país y matando a nuestra gente. Amigxs, hasta que no se modifique
la estructura básica de acumulación de riqueza, hasta que no se pretenda salir
de un patrón de dependencia económica del imperialismo, hasta que eso no suceda
el resto serán cambios que pueden ser borrados de un plumazo, porque en este
país siguen mandando los mismos.
Y creo que es necesario en este punto un párrafo de insistencias: insisto en que
este es un escrito que intenta hacer memoria, recordar que los militares
llegaron para crear una sociedad violenta, desconfiada, apática, una economía de
exclusión y muerte. No asesinaron (sólo) por placer, tenían un plan. Insisto,
porque luchar contra la dictadura es hoy luchar contra el sistema económico que
implementaron ellos y continuaron todos los gobiernos hasta la fecha. Sin ese
cambio en la estructura económica de nuestra patria, ninguna otra medida (que
puedo acordar y defender) es viable a largo plazo ¿Dónde está el pueblo
organizado que va a defender en las calles la ley de medios? Buscando trabajo,
porque no hay industrialización del país, porque no hay reforma agraria, porque
¡ni siquiera el Plan Argentina Trabaja llega! (eso queda entre los intendentes
del PJ y sus compinches). Cambiar, implica realizar cambios que puedan perdurar
más allá del apellido de turno, ¡como hicieron los milicos! Ellos cambiaron la
estructura económica del país, y cambiaron junto a eso las relaciones humanas,
culturales, sociales de nuestro pueblo. Ahora nos toca cambiar a nosotrxs las
cosas de raíz, organizarse para algún día dar vuelta la tortilla. Una ley o un
decreto no es un cambio sustancial si un simple proceso electoral puede dejarlo
sin sustento y hacerlo volar por los aires. Insisto, este es un escrito
recordando y luchando contra los militares y el país que nos dejaron, nada más.
Insisto, el enemigo no es el gobierno sino el sistema y todos sus sostenedores,
todos.
También recordaría dos cosas más. Nunca funcionó eso de cuanto peor mejor. Pero
tampoco nunca funciono eso del mal menor. Cada uno sabrá que parte le toca.
Y resulta que mi escrito sobre el 24 de marzo de 1976 termina siendo un escrito
"muy político" y "poco histórico". Quizás porque el primer ejercicio de memoria
posible es generar un presente que permita pensar el pasado. Por eso quizás
estas líneas no tengan mucho sentido en un país donde el hambre, el desempleo,
el analfabetismo. No nos engañemos ¿quiénes van a leer este texto?
Memoria activa contra los militares me suena parecido a cambiar el país que nos
dejaron, a generar las condiciones para que entre todxs podamos construir la
patria que queremos, que elegimos, es cambiarlo a largo plazo, sin importar
apellidos. Es organizarse, alfabetizar, curar, charlar, escuchar, reír, bailar,
cambiar las lógicas, escapar a la mediocridad, es crear, es mirar hacia abajo y
los costados, no hacia arriba. Es charlar de la dictadura en nuestras familias,
entre nuestros amigos, pero también en los barrios, en las fábricas, en nuestros
laburos. Cada vez desconfío más de las políticas de memoria que se limitan a la
clase media o los decretos, son los pueblos organizados los únicos que no
olvidan. Nuestra tarea de memoria, nuestro desafío parece ser ese, organizarnos.
La organización es lo que los militares destruyeron, la organización democrática
desde abajo es entonces la mejor política de memoria que podemos construir. De
nosotrxs depende que los 30.000 compañerxs no hayan muerto en vano, levantemos
sus armas, sus textos, sus historias, sus risas y mates, sus tizas, sus sueños y
llantos, y construyamos de una buena vez esa patria que soñaron: digna, libre y
soberana en serio.