Un gobierno desnuda su ideología y su tablatura filosófica en dos puntos clave:
en qué decide gastar sus recursos y cómo obtiene los recursos que gasta. El
gobernador Daniel Scioli está dando pasos definitorios para ratificar el rumbo
que eligió desde los orígenes. Primero, decidió acotar al máximo las
excarcelaciones e insistir con el Código Contravencional. Segundo, redujo el
cupo de los comedores escolares en un 30 por ciento: más de 750 mil chicos se
quedarán sin el almuerzo en unas diez mil escuelas de la Provincia.
Con la convicción rayana en el descaro que proclaman sus funcionarios –"decreció
la cantidad de chicos que necesitan comer en la escuela", por lo tanto, hay
menos pibes bonaerenses pobres- Scioli parece estar financiando la urgencia
carcelaria que se viene con el recorte en la comida de la infancia vulnerable.
En un círculo que parece hijo de una estrategia atroz.
El Gobierno considera que 3 de cada 10 chicos han dejado de tener hambre. Y
retira de cada escuela 3 de cada 10 cupos. Lo que significa 3 de cada 10 platos
de comida de lo que a veces es la única mesa del día. Esta consideración liviana
e injusta tiene rostros, cuerpos menudos, canillas flacas, remeras cuando hace
frío y zapatillas con ventana para el dedo gordo. Tiene unos gramos de carne,
unos gramos de pan y una cucharadita escasa de leche en polvo. Tiene alimento
para 60 pibes cuando son más de 80. Esta consideración liviana e injusta es una
muestra mayor de las prioridades de los que gobiernan a la hora de presupuestar.
Desde hace casi diez días, cuando se decidió el recorte, las largas mesas de los
comedores de las escuelas cambiaron rotundamente. "Nos quedamos con hambre...",
cuenta una maestra que le dicen los pibes mirándola a los ojos cuando se acaba
el almuerzo. Y ella, que vive en el interior bonaerense y anda luchando con su
propio salario, se muere de bronca. "Después nos hablan de justicia, de
inclusión", dice, y se acaricia el pelo como por costumbre.
Un ayudante de cocina, que sabe por poner manos en las ollas todos los días,
dice: "30 kilos de carne por semana traían antes. Ahora no llegan a 13". Hasta
hace días "a los chicos se les daba Zucoa con leche. Ahora hablan de infusiones.
¿Sabés lo que son las infusiones? Mate cocido con medio centímetro de leche".
Las dos docentes vienen de una escuela de los arrabales. Que recibe pibes
raleados del resto de las aulas de las ciudad. De todos los barrios. Son 85.
Todos con carencias diversas. De familia, de nutrientes, de amor, de abrigo.
Las dos, que se enojan a veces con la vida cuando comprueban que los tiempos
bíblicos no se repetirán jamás y que multiplicar los panes ya no es posible,
hablan de "los 30 gramos de pan para el almuerzo; hay que cortar una rebanada
finita finita". Para la merienda, tiene que alcanzar con un kilo de yerba por
semana para el mate cocido. Son 85, por si el dato quedó perdido por ahí. 30 cc.
de leche por día. Ni un milímetro más.
Para el almuerzo, 30 gramos de carne picada por cada pibe. Con mucha grasa,
guardada en una heladera común, para el jueves ya está negra. Pero no hay otra
cosa.
Son dos frutas a la semana. "A veces vienen feas, un poco pasadas. Y queda media
para los cinco días". Doce kilos de papas semanales. Tiene que alcanzar.
Las maestras de la Escuela Nº 15 de Olavarría dicen que tienen 85 chicos y la
comida alcanza para 62. ¿Qué pasa con el resto? ¿Todos tienen que quedarse con
hambre comiendo apenas un bocado? ¿O pueden comer 50 más o menos bien y a 35 se
les deja el plato vacío? ¿Cuál es el cálculo? ¿Qué cuentas se sacan desde un
escritorio? Es que en las planillas no se ven caras ni cuerpos flacos ni
zapatillas con ventana para el dedo gordo. En las planillas todos son números.
Todos.
Dicen las dos maestras de los arrabales que "antes las docentes comíamos con los
chicos, su misma comida, compartíamos la mesa con ellos, les enseñábamos a
manejar un tenedor, a tener modales". Pero ahora "nos obligan a traernos los
alimentos de nuestras casas. ¿Y qué vamos a hacer? ¿Vamos a sentarnos aparte? ¿A
comer comida distinta? ¿Y si es mejor que la de ellos?".
Apenas unos días antes el presidente de la Asociación de Prestadores de
Servicios a Comedores Escolares de la Provincia, Héctor Acevedo, salió a decir
que no iban a aceptar bonos para cancelar la deuda del Gobierno por 200
millones. "La provincia nos adeuda parte de octubre, noviembre, diciembre, enero
y febrero", dijo.
La reducción de los cupos, ¿se debe a la milagrosa disminución de la pobreza? ¿O
al recorte de gastos que decide el Gobernador ante sus finanzas en llamas,
siempre echando mano a lo más simple, a lo más fácil, a la eterna y resignada
variable de ajuste?
La directora está a cargo de una escuela lejana en una ciudad del centro de la
Provincia. El lunes fue a la cocina y se encendió. Justo el día en que los pibes
vienen famélicos. Todo un fin de semana de mesa exigua. Entonces preparó
minuciosamente los 60 gramos de tallarines, más 100 gramos de manzana y la
rodajita de 30 gramos de pan prevista para los lunes. Y se presentó con el plato
en el Consejo Escolar: "¿esto tienen que comer?", les dijo.
Pero las prioridades del gobierno provincial están en otro lado. La inversión
-ya no el gasto- será para volver más rígidas las leyes, para acotar al máximo
las excarcelaciones, para poner en marcha el código contravencional. Así habrá
colas eternas para entrar en el siniestro sistema penitenciario bonaerense,
plagado de hacinamiento y desbordes. Entonces habrá que invertir para construir
más cárceles. No se puede distraer dinero en carne ni verduras para los pibes.
Esos mismos que, en tantos casos, crecerán con carencias intelectuales y
físicas, no tendrán acceso a más escuela que la que los puede contener los
primeros años, no entrarán al mercado laboral y serán empujados sistémicamente
al margen. Allí donde los bordes son tan finos, tan filosos. Y donde se corre el
riesgo de que el monstruo abra la boca enorme y el pibe de los 30 gramos de
carne termine como huésped de la cárcel nueva que habrá que construir porque las
leyes se endurecieron y hubo que recortar los cupos de los comedores escolares.