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"Se durmió en los hoteles de Chapadmalal y se despertó en un hotel en Calafate.
Milagros inesperados"
(aforismo implicado)
Contra la puta oligarquía ¿La puta oligarquía nueva no es la que puede de un
día para otro sacar dos palos verdes de su cuenta de trabajador del Estado y
adueñarse de un hotel del que ya era dueño en el paraíso terrenal? ¡Ay! Si
D’Elía sigue odiando a la puta oligarquía, ¿cuánto faltará para que le digan
destituyente? El tipo fue, se hizo de dos palos verdes y se compró un hotel en
el paraíso, vista directa a la maravilla, conexión sensorial inmediata con los
mejores paisajes del mundo. El tipo es ahora amo de aquello que la sociedad
capitalista contemporánea entiende como "excelencia", "alta gama", "gourmet", "premium"
o giladas así para cuatro o cinco gatos no tan locos y sus acompañantes. Los que
se quedaron con todo(s), los que se estiran y ocupan casi todo el espacio en la
mesa del banquete que tenía que ser para todos, son dueños o se hospedan en el
hotel que encandila para demostrar, entre otras cosas, que la tienen más larga.
O no, pero no importa, porque total pueden pagar la extensión que quieran. Y que
a nadie se le ocurra poner en duda el asevero: si todos creemos que la tienen
más larga, es evidente que la tienen más larga, así no la tengan, porque la
tienen. (..) En el otro hotel de El Calafate del que también Néstor es dueño,
Los Sauces, la habitación principal cuesta 1.500 dólares la noche. La decoró la
presidenta Cristina en persona. Se llama Evita Perón, la suite. Contra la puta
oligarquía, claro. (Por Osvaldo Bazán 05-02-2010)
Alguna vez leí que el poder corrompe, y que el poder absoluto corrompe
absolutamente. De eso se trata. Del ejercicio del poder. Poder que, en su nivel
fundante, es la permanente expropiación de otros poderes. El poder no se tiene:
se ejerce, algo por el estilo planteaba Foucoult. Y ese ejercicio es destituir a
otros poderes, y en definitiva, otros saberes. La oligarquía es una de las
formas que tiene la concentración de poder. En pocas manos, en pocos pies. La
condición de oligarca no se adquiere por deseo, por decisión, por decretos de
necesidad de urgencia. Sin ser una condición nobiliaria, que ya la asamblea del
año XIII abolió con absoluta decisión, hay que aceptar que se le parece
bastante. La oligarquía desmiente la lucha de clases, y entroniza la hegemonía
de una casta. Hay oligarquías de diferentes tipo y pelaje, reconociendo sin
dudas que en la absoluta mayoría el pelaje es similar a los grandes monos. Sin
embargo, la oligarquía de todas las oligarquías, es la asociada a la propiedad
de la tierra. La madre tierra, esa santa madre, es mía, mía, mía. La Ferrari del
"turco de los llanos", es una despreciable chatarra frente a la inmensidad
medida en hectáreas o latitudes y longitudes. Por que la Tierra es lo primario,
y ser dueño de lo primario se acerca demasiado a ser origen y causa de todo.
Decir "el Estado soy Yo", y además de decirlo, serlo, es una aspiración, podría
decir un delirio, de los mejores exponentes de la raza politicus depredatoria.
El cuerpo del Estado coincide con el cuerpo del rey, del monarca, del soberano,
del zar. Los delitos de lesa majestad eran siempre castigados con la muerte,
porque atentaban con la majestad de los cuerpos. Los delitos de lesa humanidad
son premiados con la impunidad, y no hay mayor lesa humanidad que los crímenes
de la democracia. La denominada "seguridad nacional", "políticas de Estado", y
otros eufemismos del monoteísmo del poder, es sostener, contra viento, marea,
legalidad, justicia, ética, el lugar del Oligarca Mayor. Algunos llaman a esto
"presidencialismo". La metáfora piadosa de los "gastos reservados", encubre muy
pobremente, que el Oligarca no da cuenta de sus actos que son reservados, casi
diría, clandestinos. Pero para el oligarca, la única verdad es la "otra
realidad". Otra realidad de la que los mortales sufren y otra realidad de la que
los semidioses empiezan a escapar, aceptando, claro está, que algunas valijas
ayudan en este tránsito. No sé si sigue siendo cierto que la realidad es la
única verdad, y supongo que James Cameron cuando filmó Avatar pensaba lo mismo,
pero lo que pese al estado de derecho, quizá gracias al estado de derecho, que
la única verdad es que hay realidades, demasiadas, que nada quieren saber de la
verdad. Me refiero a esa verdad que alguna vez se denominó saber popular, cuando
la voz del pueblo era la voz de dios. Claro, de un dios, no de un oligarca. Pero
hay dioses y dioses. También el Cielo, y el Olimpo, están atravesados por la
lucha de clases. Cada uno tiene el dios que se merece, y los oligarcas disponen
de varios. La cruz, la espada, la picana, son las armas de los dioses de varias
formas de la oligarquía. Las campañas a los desiertos, que no es lo mismo que
"del desierto", sigue siendo el "big bang", y el "pum pum" que dieron nacimiento
a otra de las razas malditas. En la actualidad, hay campañas a los mercados, a
la conquista del agua, (vetos mediante) del turismo internacional (alguna vez
escribí que el turismo es la antropología de los boludos) a todo lo que pueda
generar la justa ganancia ya que ganar plata no es malo. El azar, aunque no la
necesidad, ha engendrado una nueva oligarquía. Máquinas tragamonedas, nuevos
becerros de oro que ahora hacen clinc clinc. Pero todas esas oligarquías, que
también se llama la dinastía de los nuevos ricos, que algunos no son tan nuevos,
empalidecen frente a la Oligarquía Originaria. Pero si a falta de pan, buenas
son tortas, a falta de tierras buenos son hoteles. Un hotel es una especie de
tierra verticalizada y loteada en miles de dólares por pocos metros cuadrados.
Bueno, si es una suite no son tan pocos los metros cuadrados. Entonces, más allá
del origen de esos recursos, mas acá de si el abuelo de Nestor Kirchner era
odiado por el padre de Osvaldo Bayer (sin repetir, sin soplarse y en cinco
segundos: ¿a quien odiaría usted?) los efectos culturales de la operación de la
compra del 5 estrellas, es nefasta. Una cosa es ser el primer trabajador, otra
cosa es ser el primer empresario hotelero. Nada tengo contra los hoteles, menos
contra los albergues transitorios, pero no lo veo a Lisandro de La Torre en la
recepción de un appart para los ingleses que venían a charlar con Roca. Por eso
la oligarquía no es puta. La puta tiene la dignidad de sostener estrategias de
supervivencia poniendo, dejando, exponiendo el cuerpo. Y por los mercaderes del
templo, de otros templos, perdiendo el cuerpo en las manos de los esclavistas de
la posmodernidad. La mujer es acusada de puta, incluso por otras mujeres, cuando
ejerce una libertad sexual de la que nada saben las sacerdotisas del
patriarcado. Si la oligarquía fuera puta, mi respeto tendría. Pero es algo
opuesto: es prostituyente. Degrada, corrompe, aniquila, bastardea, prostituye.
El cuerpo, el alma, la mente. Prostutye toda forma de cultura, mas allá que abra
sus cartas o que cierre sus sobres. Hay una oligarquía cultural a la cual nunca
pertenecí y mucho menos me permitirían entrar. Siempre pensé que de haber
publicado en francés, desde paris, mis libros serían de culto en villa freud y
en algunas otras villas. Las "Croniques de Trapé" serían ideales para oligarcas
remixados como intelectualidad progre. Y en esa inmensa capacidad prostituyente
de toda oligarquía, nació el menemismo, que en diez años pasó de la barbarie al
primer mundo. O al menos al simulacro. El poder corrompe. La oligarquía
corrompe. Prostituye. Pero se mantiene sin pecado concebida. En el más allá de
todas las impunidades. Hace años, por efecto de esos sueños que siempre serán
eternos, escuchaba la necesidad de la reforma agraria. Hoy, el debate se congela
en la 125. Como prostituyente, la oligarquía es incorregible. Clase parásita,
predadora, que todo lo corrompe. La prostituyente oligarquía no llora, aunque
venga la cuarta tiranía. La oligarquía moquea, y mata. Incluso las ilusiones
democráticas y populares.