Argentina, la
lucha continua....
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Adultos Ni: Ni saben ni les importa
Mónica Gogna
ARTEMISA
Este verano escuché por primera vez desde que tengo memoria que en los medios de
comunicación se habla de lo mucho que la ola de calor debe afectar a quienes
carecen de una vivienda digna o de agua potable. Otra sorpresa la constituye
para algunos periodistas (y televidentes supongo) saber que en la Argentina una
proporción importante de jóvenes no estudia ni trabaja.
Hasta dónde pude escuchar, esta información no viene desagregada por sexo. Por
eso me pareció oportuno compartir algunos resultados de un estudio que hicimos
en 2004, con auspicio del Ministerio de Salud de la Nación y UNICEF: 'Embarazo y
maternidad en la adolescencia. Estereotipos, evidencias y propuestas para
políticas públicas'. Fue un trabajo riquísimo, con participación de
investigadores que provenían de las ciencias sociales, la demografía, la
antropología y personal médico, parteras, enfermeras y adolescentes -varones y
mujeres-, con y sin hij@s.
En base a tabulados inéditos del Censo del 2001, Edith Pantelides y Georgina
Binstock mostraron que, en la población femenina de 14 a 19 años, la tasa de
actividad económica es del 21% entre las adolescentes que no tienen hijos (6%
trabaja y 15% es desocupada) y de 36% entre las adolescentes que han tenido
hijos (10% es ocupada y 26% desocupada). Cabe aclarar que solo el 10.7% de las
adolescentes censadas en el 2001 eran madres (proporción que se ha mantenido
relativamente estable desde 1980). Digo esto porque mucho se bate el parche con
la ‘epidemia’ de embarazos en la adolescencia.
El nivel de instrucción de las adolescentes está asociado con su condición de
maternidad. La proporción de madres entre las chicas de 14 a 19 años con baja
escolaridad (primaria completa o menos) al menos triplica a la proporción de
madres entre las adolescentes con mayor educación (secundaria incompleta y más).
Y un dato verdaderamente sorprendente: a igual nivel de educación (por ej.
secundaria incompleta), las adolescentes que habitaban en viviendas con baño con
descarga de agua tenían mayor probabilidad de haber realizado 5 o más controles
de embarazo que aquellas que carecían del 'líquido elemento'. Es decir que si
bien la educación es muy importante, no lo es todo. Las condiciones materiales
de vida, medidas por un indicador tan brutal como tener (o no) baño con descarga
de agua, también explican diferencias en el comportamiento de búsqueda de
atención de salud.
Finalmente, la encuesta que hicimos a 1645 adolescentes que habían tenido sus
partos en catorce hospitales y maternidades públicas (GBA, Rosario, Salta,
Tucumán, Catamarca, Resistencia y Misiones) puso en evidencia algo que otros
países de la región ya sabían: el 44% de estas jóvenes ya había dejado la
escuela al momento del primer embarazo. La no asistencia a la escuela estaba
relacionaba con una baja capacidad de retención de la institución escolar,
problemas económicos y de acceso y con las responsabilidades domésticas de estas
jóvenes.
Volviendo al disparador de esta nota, un tercio de las adolescentes encuestadas
reportó que no estudiaba ni trabajaba al momento de quedar embarazada de su
primer hijo. Este porcentaje se elevaba al 50% en la provincia en que nacieron
Mercedes Sosa, Tomas Eloy Martínez y Palito Ortega, Tucumán. ¿Será que en un
contexto de pobreza en el cual las expectativas de presente y futuro son
restringidas, la maternidad (y la paternidad) cobran para las y los adolescentes
un sentido que quizás no tendrían en circunstancias más favorables? ¿Cuántos
datos más necesitamos los adultos para crear las condiciones de vida que hagan
realidad el derecho de niños, niñas y adolescentes a una vida digna, acorde a su
edad y sus necesidades?.