Argentina, la
lucha continua....
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Elena Luz González Bazán
Argenpress
8 de Marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En el centenario de su
declaración.
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT.) sostiene que el
trabajo de las mujeres aumenta y los salarios son menores que los de los
hombres.
En nuestro país, del total de la masa laboral, un 45 por ciento son mujeres y de
ese total la informalidad es más del doble y en materia de salarios hay una
brecha media del 30 por ciento menos, entre lo que reciben las mujeres
relacionado con los hombres.
En marzo del 2007, la Argentina se situaba como el país de la región con mayores
brechas salariales entre mujeres y varones.
En ese estudio, también de la OIT, la Argentina era considerado el país con
mayores brechas salariales de la región sudamericana por razones de sexo.
La desigualdad de salarios rondaba en un 39 por ciento menos, comparado con los
hombres.
Por otro lado, el Informe sostenía que la igualdad entre hombres y mujeres era
una utopía. Además que las mujeres tenían grandes dificultades para acceder a
los cargos directivos.
En dicho informe, no muy diferente a las últimas cifras, sostenía que las
mujeres representaban el 42 por ciento de la población ocupada y aportaban,
tomando el promedio medio, un 30 por ciento menos a los ingresos familiares.
La OIT desnudaba que los avances registrados en la última década por parte de
los gobiernos para reducir la brecha ¨han sido prácticamente nulos¨.
Además del tema de la maternidad, hay otros elementos a la hora de observar las
causas de la desigualdad: el Informe de SEL Consultores afirma que la mujer está
en mayor medida en la economía informal en el empleo privado.
El trabajo en la economía sumergida entre los hombres se sitúa en torno al 37
por ciento mientras que entre la población femenina supera el 49 por ciento.
Las mujeres están, en su gran mayoría, como empleadas domésticas en casas
particulares, es una economía informal, sin proyección, sin futuro, a esto
debemos sumar la esclavización de la mano de obra en los talleres clandestinos,
en las economías desprotegidas, en comercios y otros lugares laborales donde
reina el negro. Los salarios son bajos, el despido es la única realidad palpable
y clara. No hay indemnizaciones, ni cargas sociales, ni vacaciones, ni
jubilación u obra social.
Si bien es más elevado el nivel de empleo femenino en la administración pública
un 17 por ciento contra un 11 por ciento de los varones. El salario o ingreso
total es menor con respecto a los varones: un 16 por ciento contra un 27 por
ciento de los hombres.
En otro informe, en este caso en del ELA para el trienio 2005-2008, la
informalidad no tuvo variaciones. El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género
de Argentina informaba sobre las desigualdades en las cifras de desempleo, la
subcontratación y la brecha salarial existente entre mujeres y varones.
En materia de desempleo la variación es casi el doble.
Asimismo, la inserción de muchas mujeres en el mercado laboral continúa siendo
inestable e informal. El trabajo doméstico representa el 31 por ciento del
trabajo femenino en el sector privado.
Esta cifra es superior en las provincias del Noreste Argentina, trepa a más del
40 por ciento.
En este informe también acuerdan que la media de diferencia para los ingresos
del 2006 entre mujeres y hombres es un 30 por ciento menos. Si el hombre gana
100, la mujer tiene un salario de 70.
Por su lado:
El INDEC del 2006, revela que la desocupación entre las mujeres llegaba al 15
por ciento contra el 8.7 por ciento de los varones.
El 55 por ciento de las mujeres trabajaban o trabajan en el sector informal
contra el 46 por ciento de los varones.
En el caso de los hogares más pobres:
En la franja del 30 por ciento de los hogares más pobres: El 77 por ciento de
las mujeres se encuentra en situación de vulnerabilidad laboral, esto quiere
decir: sin trabajo, con empleo precario o con programas de asistencia social.
En las regiones del NEA y NOA
El porcentaje de mujeres ocupadas que están en situación de pobreza es mayor al
20 por ciento, en el Gran Buenos Aires más del 11 por ciento y en la región
Patagónica el 6 por ciento.
Trabajo doméstico
El 31 por ciento en el sector privado.
En el NEA el 41 por ciento.
El empleo no registrado al 2006: 82 por ciento del empleo doméstico.
De acuerdo con datos del Ministerio de Trabajo, las mujeres constituyen el 60
por ciento de las víctimas de violencia (sexual, psicológica o física) en el
ámbito laboral.
"Más de una década desde la adopción por parte de la 4ª Conferencia Mundial
sobre las Mujeres de Pekín de una ambiciosa plataforma de acción (...), los
prejuicios de género siguen fuertemente anclados en la sociedad y en el mercado
laboral", subraya el informe.
Así, pese a algunos avances, "se mantienen fuertes disparidades en términos de
posibilidades de empleo y de calidad de empleo", añade el documento titulado
"Las mujeres en el mercado laboral: medir los progresos e identificar los
desafíos".
Entre los progresos, la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) señala que la
tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral aumentó del 50,2 por
ciento al 51,7 por ciento entre 1980 y 2008 con una progresión más sensible en
los años 1980 y principios de los 90.
Como conclusión
Estos guarismos son mujeres, estas injusticias son mujeres, estos oprobios los
sufren mujeres, las mujeres de un país colonizado, de un país dependiente, sin
proyección de Nación.
La mujer sufre estas encarnizadas diferencias porque hay responsables: el hombre
colabora con su estructura cultural y mental para que la mujer soporte la
injusticia, la mujer machista educa hombres con estas características.
La mujer es el eslabón de una cadena, la más débil, por eso la violencia
familiar y laboral ha crecido considerablemente.
Hay otros que ganan con este contexto político y social de esta Argentina
mediocre, donde la televisión muestra la vergonzante mujer sin principios que
hace cualquier cosa para ser primera figura de programas lacerantes de la mujer,
como si esas mujeres representaran el espíritu verdadero de Clara Zetkin.
Otras, quienes están en la función pública hacen la vista gorda, obvian estas
barrabasadas televisivas, la ley de medios no llega para estas ¨puerilidades¨.
El cansancio que provoca el trabajo es igual para todos, igualmente cuando los
niveles de explotación se profundizan. A esto se suma los pésimos medios de
transporte, porque las mujeres laboriosas no viajan en helicóptero o aviones
privados o alquilados.
Por otro lado, al cansancio de una larga jornada se suma la vida familiar que
sigue pesando sobre las manos y las espaldas femeninas.
A esto se suma que las injusticias y la desigualdad no se ha mitigado, eso sí,
se han escuchado muchos discursos en función del problema de género que
supuestamente tienen algunas mujeres en nuestro país, con la diferencia que nada
saben de estas realidades tan injustas.
En la Argentina actual, la del Bicentenario, estas cifras de los organismos
internacionales y organizaciones privadas, se corresponden con las cifras del
actual INDEC, acusan la desigualdad, las diferencias salariales, la precariedad
y la desocupación en ascenso y sin posibilidad de reversión de estas
condiciones.
Si el INDEC da estos guarismos, sospechamos con total certeza que los mismos son
mayores: tanto la desocupación femenina, como la brecha entre salarios de los
hombres y mujeres, la informalidad laboral y además agregar que nada se dice de
las largas jornadas que la precariedad exige sin ningún tipo de contemplaciones.
Porque una cosa es el trabajo en blanco, con certezas y responsabilidades y otro
muy distinto es trabajar en negro o en la informalidad.
Además, podemos escarbar todos los años de este siglo y nos encontraremos con
esta situación similar, algún punto más o menos, pero igual, sin modificaciones.
Las únicas escenografías que cambian son las del disparate, esas abundan.
La Argentina tiene una deuda en este Bicentenario, en primer lugar debiera
transformarse en una Nación en serio y no en este escaparate vergonzante, y
luego con políticas de Estado, ejecutado por verdaderos hombres y mujeres de
Estado y un pueblo con una cabeza más amplia, abierta y pensante para resolver
las inequidades que hay con respecto a la mujer.
Las causas de esta inequidad no están absorbidas en una sola situación: la
situación de preñez y futura maternidad, eso es querer ver la paja en el ojo
ajeno y no mirar la viga en el propio, y que viga.
Porque la inequidad entre géneros no es producto sólo de la debilidad o
fortaleza de unos y otros.
Como en la revolución industrial, la mano de obra femenina sirvió para bajar los
costos de producción de los industriales capitalistas y de esa manera
extorsionar la mano de obra masculina, dos mujeres hacían el trabajo de un
hombre y ganaban el salario de un hombre. Cuatro niños hacían el trabajo de un
hombre o de dos mujeres.
En la actualidad la precariedad le deja ganancias a alguien, son muchos o muchas
las que pierden, pero hay algunos que se embolsan las riquezas de esa sobre
explotación. Porque una colonia, un país dependiente que no apuesta a la
industria, al desarrollo con justicia social, tiene una clase dirigente
prebendaria que apuesta al juego, a las concesiones y a vivir de las inversiones
y la usura.
En la denominada clase política, el oficialismo está en su propia estratosfera y
la oposición se sumerge en su microclima, este contexto social y familiar es
acuciante, y si nos alejamos de la ciudad Capital de Argentina, ni hablar. Las
cifras de la inequidad trepan y todos miran hacia la cámara, porque tienen una
enfermedad, que es la de pertenecer.
A esto podemos agregar que la mujer que se pone de pie y lucha por sus
necesidades, por sus derechos, contra la violencia, las injusticias, por una
jornada de trabajo digna, por salarios dignos es doblemente perseguida.
Los hombres cuestionan a las mujeres que pelean, le exigen que ocupe su lugar en
la casa, con los hijos, la reputa de mala madre. Los conflictos aumentan en
estos hogares y a pesar de todo esto, miles resuelven y siguen la lucha por la
justicia.
A las inequidades, una de las más sangrantes es la de la salud, las mujeres
laboriosas en este ámbito se debaten entre la vida y la muerte, son las más
combativas a la hora de protestar, viven vertiginosamente ese debate real y
doloroso.
Estos tiempos son los momentos de pensar y reflexionar, pero fundamentalmente
podemos mirar hacia aquellas mujeres que dejaron un camino abonado: esas
luchadoras anónimas y no, que afianzaron el camino y lo impregnaron con olor y
perfume de mujer.
Esas mujeres que hicieron la Independencia.
Que pelearon contra los conquistadores y se transformaron en Cacicas.
A las mujeres que no dudaron y pelearon por jornadas de trabajo decorosas y
fueron quemadas, torturadas o violadas.
A las que desafiaron las pautas culturales y fueron delegadas, representantes y
luchadoras.
A las miles de trabajadoras que pasaron por las mazmorras dictatoriales.
Es un día de enseñanza. Pero esencialmente es un día de recordación para que esa
memoria nos acompañe en los momentos más duros de esta existencia actual, pero
sin perder jamás la ternura.
Fuentes: Haydeé Dessal, OIT, SEL Consultores, INDEC y fuentes propias