Argentina, la
lucha continua....
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Cuando Morales Solá no tenía miedo
Eduardo Anguita
El jueves se cumplieron 35 años de la voladura de la casa de la familia Lea Place por una patota integrada por militares y policías.* ||
El general Acdel Vilas, en ropa de fajina, es saludado por un oficial del Ejército en la zona rural tucumana en pleno Operativo Independencia. A la derecha, con campera, vaqueros y el pelo largo, Joaquín Morales Solá, por entonces periodista de La Gaceta de Tucumán y corresponsal de Clarín en la provincia del norte del país.
La fotografía que encabeza la portada de la edición de hoy de Miradas al
Sur es un documento inédito. Esta imagen nítida fue tomada a fines de 1975,
en pleno desarrollo de la eliminación física de la militancia popular tucumana a
manos del general Acdel Vilas, el jefe del Operativo Independencia y defensor
confeso de la tortura y el exterminio físico de quienes consideraba sus
enemigos. Vilas puso especial énfasis en la persecución de maestros, profesores,
psicólogos y cualquiera que pudiera ser un ideólogo.
Por entonces, Joaquín Morales Solá trabajaba en La Gaceta de Tucumán y
era corresponsal de Clarín en esa provincia. Se publicaron varias
informaciones que daban cuenta de la estrecha relación del actual columnista
estrella de La Nación con el represor Vilas y con quien lo sucedió en sus
genocidas tareas, Antonio Domingo Bussi. Sin embargo, nunca pudo verse, como
ahora y por primera vez, a Morales Solá de paisano, con una comitiva de
militares con uniforme y casco de combate en pleno operativo.
Esta foto, que fue guardada celosamente durante años por quien la registró,
habría sido tomada en el lugar más escabroso del exterminio en Tucumán. En
efecto, según dos fuentes calificadas, el edificio al cual va a ingresar la
comitiva es la tenebrosa Escuelita de Famaillá, el principal centro de
exterminio por entonces. Una tercera fuente calificada también consultada por
Miradas al Sur, considera, en cambio, que se trata de otro lugar de torturas
y eliminación de detenidos, ubicado en las instalaciones del Ingenio Santa
Lucía. Quedará en manos de la Justicia Federal tucumana definir el lugar y
tratar de averiguar las circunstancias que llevaron a Morales Solá a acompañar
al carnicero Vilas a un operativo. El trabajo de los periodistas es buscar
aquellos documentos que contribuyan a echar luz sobre lo actuado por personas e
instituciones. También el de consultar fuentes confiables para orientar el
esclarecimiento de la verdad. Lo que no puede ni debe hacer el periodismo es
intentar reemplazar las actuaciones periciales que sí puede la Justicia.
Dicho esto, es preciso encuadrar lo que se vivía 35 años atrás en el llamado
Jardín de la República. En su informe final, la Conadep puntualiza: "A la
provincia de Tucumán le cupo el siniestro privilegio de haber inaugurado la
‘institución’ Centro Clandestino de Detención, como una de las herramientas
fundamentales del sistema de represión montado en la Argentina. La ‘Escuelita’
de Famaillá fue el primero de estos lugares de tormento y exterminio…". Una
escuela en construcción fue el lugar elegido por el primer jefe de la Operación
Independencia, Acdel Edgardo Vilas, para instalar el campo de concentración por
el que pasaron –entre febrero y diciembre de 1975- más de 1.500 personas. La
mayoría fueron asesinados, todos bárbaramente torturados.
La escuela está a unas cuatro cuadras de la plaza principal de Famaillá, en el
camino que une a esa población con el ingenio Fronterita. Ahora se llama Diego
de Rojas y a ella concurren cientos de alumnos de primaria. En 1975 la escuela
era apenas una obra en construcción. Solo existían una galería, un patio y cinco
aulas. Todo estaba cercado por una alambrada y la galería y las aulas no eran
visibles desde el exterior porque estaban tapadas por lonas y plásticos, a la
manera de cortinas. En dos aulas los militares mantenían en las peores
condiciones a grupos que oscilaban entre 20 y 40 prisioneros. Otra aula era
utilizada para descanso de las guardias, la cuarta estaba destinada a tareas
administrativas y para fotografiar a los secuestrados. La quinta aula era el
lugar de los tormentos.
En noviembre de 1975 La Escuelita y otros centros clandestinos de detención ya
habían sido visitados por funcionarios civiles y militares de la Nación y de la
Provincia, por legisladores. Algunos sobrevivientes señalaron que fueron varios
obispos y sacerdotes. Sería muy útil saber si Joaquín Morales Solá estuvo en ese
lugar de exterminio y, si es así, en carácter de qué fue. Cualquiera que recorra
una hemeroteca y se detenga en las ediciones de La Gaceta y de Clarín
encontrará gran cantidad de artículos firmados por el periodista mencionado. En
ningún caso dando cuenta de la verdad que, de modo incontrastable, fue relatada
en el Nunca Más y que luego encontró muchos más testimonios en los
juicios que actualmente se sustancian en Tucumán.
Los militares, en 1975, ejercían un férreo control sobre lo que se publicaba en
relación al Operativo Independencia. Por ejemplo, hicieron echar al corresponsal
de Télam en la provincia y pusieron en su reemplazo a dos hombres de
Inteligencia del Ejército, comandados por uno de los fundadores de Fasta, la
organización del cura dominico filo nazi Aníbal Fósbery. En ese momento, los
artículos de Morales Solá, tal como puede constatarse ahora, eran una caja de
resonancia de la acción psicológica de los militares. Un artículo publicado en
Clarín el 12 de noviembre –que lleva la firma del corresponsal Morales
Solá- es elocuente. Se valió de la vieja metáfora de la parición, del
alumbramiento, de la vida para explicar lo que era, en realidad, la matanza que
llevaban a cabo las hordas de Vilas: "Han pasado ya 36 semanas, el tiempo de una
gestación". Se trataba de "el primer síntoma de que las Fuerzas Armadas
adoptaban una posición ofensiva frente a la intolerancia ideológica". También
expresó su apoyo incondicional: "Ha cambiado, sin duda, la imagen revoltosa,
rebelde y disconforme que Tucumán supo formarse a través de largos años". Más
adelante agrega: "La presencia militar ha aquietado las aguas siempre
turbulentas y, como barridas por un fuerte viento, han desaparecido huelgas,
manifestaciones y disturbios". El informe de la Comisión Bicameral que investigó
las violaciones de los derechos humanos en Tucumán dedicó un párrafo muy
elocuente a esa desaparición de huelgas, manifestaciones y disturbios a los que
se refiere Morales Solá, al señalar que se montó "un vasto aparato represivo,
que orienta su verdadero accionar a arrasar con las dirigencias sindicales,
políticas y estudiantiles". La Comisión Bicameral concluyó, en su informe, que
"nueve de cada 10 personas, fueron secuestradas en sus domicilios, lugares de
trabajo o en la vía pública" y que "en la mayoría de los casos, estas acciones
se desarrollaron en horas de la noche".
Como muestra la foto que da soporte a este artículo, Morales Solá fue tomado
in fraganti con los militares en por lo menos un operativo. Alguien
consideró que ya era hora de que tanto cinismo sea confrontado con documentos
gráficos incontrastables.
En aquel Tucumán desangrado día a día, con centenares de destacados dirigentes
políticos, gremiales y estudiantiles secuestrados y desaparecidos, donde noche a
noche las bandas de Vilas y el comisario Roberto -el Tuerto- Albornoz
-recientemente condenado a prisión perpetua- colocaban explosivos y hacían volar
por los aires locales partidarios, casas de familias y sedes de la Universidad,
Morales Solá no tenía miedo.
Hasta ahora, Morales Solá eludió hablar de su vida en esos años. Las pocas veces
que hizo referencias, quedó en evidencia que no está dispuesto a decir la
verdad. En una polémica con el periodista Hernán López Echagüe dijo que en 1976
ya no estaba en Tucumán, por lo cual mal se lo podía acusar de cercanía con
Antonio Domingo Bussi. El sitio Diarios sobre Diarios probó, con fotografías,
que no era verdad lo que decía. Es más, él mismo escribió, en una nota en el
diario El País de Madrid, que había asistido a la asunción de Bussi la
noche del 24 de marzo de 1976. También dijo, en esa nota en el diario español,
que había huido de Tucumán por haber sido amenazado por la Triple A. Los
dirigentes de la Asociación de Prensa tucumana de aquellos tiempos, que
sufrieron persecución y atentados terroristas, lo desmintieron. Ellos llevaban
un registro diario de las amenazas y agresiones y aseguraron que Morales Solá
nunca fue molestado. En realidad, su viaje a Buenos Aires fue una combinación
que conjugó las necesidades de flamantes autoridades periodísticas de Claríny
la recomendación de un importante general, mano derecha de Videla. Se trataba de
José Rogelio Villarreal, quien estuvo al frente de la Quinta Brigada del
Ejército en la última fase del Operativo Independencia y que luego saltó a jefe
de Operaciones del Estado Mayor General por pedido expreso de Jorge Videla, que
lo necesitaba a su lado en el momento de consumar el golpe de marzo de 1976.
Villarreal jugó un papel muy importante en la política de integración de los
grupos empresariales de medios y los jerarcas militares, tal como lo prueban los
documentos que hoy están en sede judicial y que surgen de la comisión Papel
Prensa – La verdad.
*FOTOS: El jueves se cumplieron 35 años de la voladura de la casa de la
familia Lea Place por una patota integrada por militares y policías. Después del
atentado, los encapuchados asesinaron a balazos en medio de los escombros a
Arturo Lea Place, padre de Clarisa, uno de los mártires de Trelew, y de Luis,
preso en Rawson.