Argentina, la
lucha continua....
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El tiro por la culata
Guillermo Almeyra
La Jornada
Retrocedamos hasta los años 90. El gobierno neoliberal y agente del capital
financiero internacional del peronista de derecha Carlos Menem, quien decía que
tenía relaciones carnales con Estados Unidos, entre las muchas decenas de
empresas que privatizó, entregó y desmanteló estuvieron los ferrocarriles,
echando a 70 mil obreros. Lo hizo con el apoyo servil del secretario del gremio
ferroviario, José Pedraza, quien, ni lerdo ni perezoso, inventó empresas y
cooperativas que contratan obreros del riel por una paga mucho menor que la que
reciben los de planta que trabajan en lo que queda de los ferrocarriles. Ese
negocio le rinde millones y, para protegerlo, el gánster-sindicalista tiene sus
bandas de matones. En esto Pedraza no es el único. Los matones de la Unión
Tranviarios Automotor, por ejemplo, intentaron disolver a golpes las asambleas
de los trabajadores del metro, que terminaron por formar su propio sindicato
democrático. Y los del gremio de la alimentación trataron en vano de impedir
mediante la violencia que triunfara en la fábrica Kraft una dirección sindical
democrática. El tesorero de los camioneros fue misteriosamente asesinado a
cuchilladas y los grupos de choque de los charros de la Unión Obrera de
la Construcción y de Camioneros pelearon a balazos su ubicación junto a los
restos de Perón cuando éstos fueron trasladados. Es que los matones de la
burocracia gremial son, en efecto, un rasgo tan típico del peronismo como el
bombo y el himno del partido del cual el camionero Hugo Moyano es
vicepresidente. Este dirigente-empresario es hoy kirchnerista, mientras la
burocracia de la Confederación General del Trabajo (CGT) es el puntal obrero del
gobierno, como antes lo fue de Menem (como el propio Néstor Kirchner, que en su
momento fue menemista y neoliberal y aprobó entusiastamente la privatización del
petróleo).
Vayamos ahora a los hechos actuales: Una de esas empresas fantasma que rinde
servicios a los propietarios del Ferrocarril Roca (una de las líneas
privatizadas) despidió a 175 obreros. La lucha sindical hasta reincorporó ahora
a 26. Los restantes, apoyados por estudiantes y movimientos sociales, hicieron
una manifestación y después intentaron cortar una vía de tren. Decenas de
matones los agredieron entonces a palazos y pedradas y, por último, a tiros,
matando a un joven estudiante militante de la izquierda e hiriendo gravemente a
otras tres personas mientras la policía dejaba pasar tranquilamente a los
asesinos, sin detenerlos. Por su parte, los charros de la Unión
Ferroviaria justificaron inmediatamente en un comunicado la cobarde agresión a
mano armada, pero la presidenta de la República, el ministro del Interior, el
gobierno, Néstor Kirchner, los charros peronistas de la CGT y los medios
de comunicación kirchneristas (como el canal televisivo oficial y Página 12)
calificaron de inmediato este asesinato de crimen. Mafioso. Hay que agregar que
la noche anterior al tiroteo contra los manifestantes se habían reunido Padraza
y el ex presidente Duhalde, peronista de derecha, sin que se sepa de qué
hablaron…
De inmediato, la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), que tiene en su
seno grandes sectores kirchneristas, decretó un paro nacional solidario y de
repudio, y el jueves estudiantes y obreros paralizaron Buenos Aires y sus
suburbios, con paros en los aeropuertos, cortes de vías ferroviarias, paros de
transportes, huelgas estudiantiles y obreras, cierre de calles y de la ruta
Panamericana por obreros de la alimentación. En el metro, los trabajadores
dejaron libres los molinetes y cerraron las boleterías para que los usuarios
viajaran gratis y hubo paros en los hospitales, así como ocupaciones de
facultades y escuelas. Por la tarde, una gran manifestación solidaria de los
gremios democráticos y las tendencias combativas en los sindicatos
burocratizados recorrió el centro porteño y llenó la Plaza de Mayo para pedir
que se castigue a los culpables y a la policía cómplice, la reinstalación de los
despedidos y la incorporación a la planta ferroviaria de los precarios
tercerizados, cosa que acaba de resolver el Ministerio del Trabajo.
Por supuesto, la derecha trata de aprovechar este crimen y, en bloque, lo
condena, pero tratando de acusar al gobierno (al cual apoya Pedraza) y los
diarios Clarín, La Nación y Ámbito Financiero, y las radios o
emisoras reaccionarias de tv aparecen como paladines de la democracia y del
sindicalismo (aunque apoyaron la dictadura), pero mienten al hablar de guerra
sindical cuando realmente se trata de una lucha contra la superexplotación y por
la democracia sindical. Por su parte, la ultraizquierda, sin medir ni la
relación de fuerzas ni lo que es inmediatamente posible, intenta echar leña al
fuego sin darse cuenta de cómo la derecha trata de utilizarla. En efecto, esa
derecha busca arrebatar a los Kirchner –que no reprimieron los conflictos
sociales– el prestigio que habían obtenido defendiendo los derechos humanos y
enjuiciando a los dictadores genocidas, y pretende responsabilizar a la
presidenta por el asesinato del estudiante. Intenta además debilitarles el
difuso apoyo obrero de que disponen, aprovechando que para el gobierno los
sindicatos son sólo las direcciones de los mismos, o sea, los ladrones,
corruptos y asesinos que usurpan las organizaciones de los trabajadores.
Por sobre el cadáver de Ferreyra se libra hoy una lucha intercapitalista y
electoral. Por supuesto, la movilización obrera y estudiantil que se produjo a
escala nacional va en otra dirección, pero aún no encuentra cauce político. Por
eso, muy probablemente sus efectos se limitarán, en lo inmediato, al
enjuiciamiento de Pedraza y de algunos policías y ciertas concesiones políticas
y sociales. Pero estamos sólo en el comienzo de un proceso, y a la derecha
podría salirle el tiro por la culata.
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