Argentina, la
lucha continua....
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Un total de 250 fábricas han sido ocupadas y autogestionadas
por los obreros argentinos desde principios de 2000
Una década de fábricas autogestionadas
Enric Llopis
Si España tuvo en el siglo XIX su "década ominosa", la de Argentina bien pudiera
ubicarse en los 90 del siglo XX. Son los años de las privatizaciones de los
servicios públicos, la aplicación del neoliberalismo a rajatabla, la paridad del
peso y el dólar y, sobre todo, el ascenso al estrellato político del inefable
dúo Ménem-Cavallo.
Las consecuencias del modelo se hicieron evidentes una década después para las
clases populares argentinas, con tasas de paro que, según fuentes no oficiales,
alcanzaban el 40%, los ahorros de las clases medias retenidos en los bancos (el
célebre "corralito") y el centro de las grandes ciudades poblado de adolescentes
"cartoneros" rebuscando entre las basuras.
En esta coyuntura de zozobra económica, regresó la pregunta del clásico, ¿Qué
hacer? Y la clase trabajadora aventuró una salida a la crisis que, por su
audacia y validez práctica, sentó un precedente que mantiene su aliento en la
actualidad: la ocupación y autogestión de fábricas.
El periodista argentino Fabián Pierucci ha visitado recientemente el estado
español para explicar estos procesos, invitado por la Confederación General del
Trabajo (CGT), dentro de las jornadas "Autogestión Ayer y Hoy" y en
conmemoración de los cien años de anarcosindicalismo.
Pierucci conoce bien el movimiento de empresas recuperadas. En los últimos años
ha participado en numerosas ocupaciones de empresas y en la creación de la
Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (FACTA),
que agrupa unas 70 cooperativas y fábricas autogestionadas. También colabora en
Ágora TV, una televisión por Internet que da voz a las organizaciones populares.
La recuperación y autogestión obrera de empresas arranca en Argentina con la
década de 2000, en un contexto de honda crisis. Una década después, aunque en
Brasil, Uruguay y Venezuela se hayan producido experiencias similares, Argentina
se ha convertido en el referente de prácticas autogestionarias y cooperativas
que plantean un sistema de producción alternativo al capitalismo.
Y no sólo porque desde el inicio del proceso hasta la actualidad los obreros
hayan recuperado y puesto en marcha 250 empresas en todo el territorio
argentino. Sino porque, como señala Fabián Pierucci, "se ha extendido el ejemplo
y en todas las factorías que cierran, se produce el debate sobre la necesidad de
ocuparlas y ponerlas a producir bajo control de los trabajadores".
"Ocupar, resistir y producir" son los principios, heredados del Movimiento de
los Sin Tierra (MST) de Brasil, comunes a todas las experiencias
autogestionarias en Argentina. Se corresponden, además, con las tres fases del
proceso.
La primera etapa comienza con la toma de la fábrica, una vez agotadas las
posibilidades de negociación con los capitalistas y las administraciones
públicas. Se trata en esta fase de evitar el "vaciamiento" (venta del patrimonio
de la empresa por parte de sus propietarios) y de mantener los puestos de
trabajo.
Después llega el momento de la organización de la resistencia frente a posibles
desalojos y, un elemento primordial, abrirse al barrio para que se solidarice
con la experiencia de autogestión. También se impulsan "cajas" o fondos de
resistencia y se organiza toda la vida cotidiana, condicionada por las nuevas
formas de producción. La asamblea se constituye en el nuevo órgano de gobierno
de la empresa.
Finalmente, ya sin patrón, se pone en marcha la nueva empresa dispuesta a
recorrer un camino empedrado de lastres. Qué producir, a qué precios, para qué
mercados y obtener tanto proveedores como líneas de financiación son algunos de
los grandes retos que se plantean. Hay, muchas veces, que afrontar deudas
pendientes e incluso destinar parte de los salarios a inversiones productivas.
Ahora bien, para que la experiencia tenga éxito, Pierucci señala un factor
indispensable: la militancia activa de los trabajadores. "Al tiempo que se
desarrolla el proceso, se da una recuperación del saber obrero para la lucha de
clases; y esto es lo que permite sacar adelante el proyecto, a nivel económico,
y relacionarlo con otras iniciativas de autogestión".
La toma de empresas no se reduce, sin embargo, a una cuestión práctica. De
hecho, existe en las ocupaciones una filosofía de fondo que trasciende el
paradigma capitalista. Según Fabián Pierucci, "se viola la sacrosanta legalidad
del mercado y se le contrapone el derecho a la vida de los trabajadores y su
legitimidad a preservar los puestos de trabajo".
Pero todavía el concepto de autogestión debe ir más lejos. "Sería un error
limitar las autogestión y las experiencias comunitarias al mundo del trabajo, ya
que la fórmula de funcionar sin patrón vale para cualquier actividad humana",
enfatiza Pierucci. "Se trata de buscar la libertad y la democracia directa en
las relaciones sociales", agrega.
Algunos ejemplos atestiguan el éxito de las iniciativas. El caso más notorio es
el de Zanón, una potente fábrica de cerámicos ubicada en Neuquén, que 271
obreros expropiaron hace ahora nueve años, cuando el empresario Luigi Zanón
pretendía cerrarla. Los trabajadores se hicieron con el control de la factoría,
que pasó a denominarse FASINPAT ("Fábrica Sin Patrones").
Pero, para que Zanón empezara su nuevo rumbo, hacía falta otro factor, según
Fabián Pierucci: el abandono de la "burocracia sindical"; "esto supone romper
con la verticalidad y las jerarquías. Los grandes sindicatos son siempre
enemigos de las experiencias autogestionarias, pues prefieren enredarse en
juicios laborales y negociar despidos", agrega el periodista.
Además, al tratarse de una fábrica de grandes dimensiones y con gran
especialización tecnológica, el proceso deviene mucho más complejo. El obrero ha
de pasar por aprendizajes muy intensos para adaptarse a las nuevas condiciones
de producción, más aún cuando han desaparecido el patrón y, muchas veces, los
cuadros intermedios. Se quiera o no, ello implica una pérdida de saberes en la
empresa.
Todas estas trabas no impidieron que Zanón pronto empezara a funcionar, a partir
de nuevos criterios. Ya no se trataba de optimizar ganancias (bajo propiedad
privada se registraban tasas de 30-40 accidentes graves de trabajo al año), sino
de conservar los puestos de trabajo y alcanzar niveles aceptables de calidad de
vida.
El otro ejemplo singular de ocupación y autogestión lo constituye Bauen, un
complejo hotelero construido para el Mundial de fútbol de Argentina en 1978, en
plena dictadura militar. De hecho, sus propietarios iniciales, Marcelo Lurcovich
y sus herederos amasaron su fortuna gracias a los contactos con la Junta
Militar.
Tras el abandono del grupo Chileno Solari (propietario desde 1997), unos 20
empleados ocupan el hotel en 2002, coincidiendo con los albores del movimiento
de recuperación de fábricas. Los trabajadores logran reflotar la empresa y –con
ímprobo esfuerzo- llegan a configurar una plantilla de 154 obreros. No sólo se
rehabilitan salas, restaurante y escenarios. También hay espacio para la vida
cultural y el compromiso político: recitales, obras de teatro y programas de
radio animan el nuevo Bauen.
Sin extenderse en la miríada de ocupaciones, cada una con sus particularidades,
en todas ellas coinciden una serie de rasgos. La ausencia de intervención
estatal durante el cierre de la empresa; el abandono del propietario,
frecuentemente porque el valor de la deuda supera el del patrimonio de la
empresa; y la retirada de la burocracia sindical.
Zanón, Bauen….y hasta 250 experiencias en las ciudades argentinas que enlazan
con las colectividades anarquistas en la España de 1936, los soviets durante el
amanecer de la Revolución Rusa o las prácticas autogestionarias en el Chile de
la Unidad Popular. Y que, concluye Fabián Pierucci, "en el caso argentino no
hemos de idealizar, pues ni mucho menos estamos ante el embrión revolucionario
de una nueva sociedad". Aunque sí ante un camino abierto para que transite una
izquierda profundamente desnortada.