Argentina, la
lucha continua....
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Ojos que vigilan
Claudia Rafael
APE
Hasta hace pocos años era sólo el fantasma del panóptico de Jeremy Betham. O el
delirio de George Orwell en "1984". Hoy el control generalizado y oculto de ojos
que todo lo vigilan y que todo lo atraviesan está en la calle y en la plaza y
las ciudades se han convertido en enormes cárceles-panóptico, elevadas en rejas
y paredones, sonoras en alarmas y luces que se encienden cuando el vigilado pasa
por la vereda.
Más de 40 municipios de la Provincia instalaron cámaras de vigilancia en sus
calles. Ojos atentos controlan la conducta de los ciudadanos. Ojos que vigilan
cada paso y cada movimiento. Que giran 180 grados. Que miran aquí y allá y
hurgan atentamente en las vidas. Ojos que tranquilizan -por sólo estar- las
conciencias del que teme. Que hoy por hoy es mayoría. La sensación de
inseguridad es, según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la
Universidad Católica Argentina, del 77.4 por ciento de la población. Sin
embargo, ese número según la misma encuesta casi triplica a quienes sufrieron un
hecho delictivo y alcanza el 27.3 por ciento. La explicación, para el
Observatorio es que "la percepción de inseguridad es la sensación de una amenaza
que puede ocurrir de manera azarosa, es decir, es la convivencia con el
sentimiento de que en algún momento el individuo termina perjudicado". Hay más
miedo que delito. Y el miedo es más violencia latente.
Cuando la Legislatura bonaerense sancionó hace apenas unos días la ley que
permitirá utilizar como prueba judicial las filmaciones de las cámaras en las
calles siguió avanzando en la idea de que es el control desde el ojo atento y
anónimo lo que resolverá un problema con raíces ancladas en la inequidad.
¿Acaso sorprende que del trabajo de la UCA se desprenda que el 43.9 por ciento
de los agresores hayan tenido entre 18 y 29 años o que el 30.6 por ciento tenga
menos de 17? ¿Es tal vez una generación maldita y contaminada por un extraño
virus que lleva a delinquir? ¿Es acaso raro que el 28.8 por ciento haya sido
definido como perteneciente a un sector social "muy bajo" y el 36.5 por ciento
"bajo"?
Los dirigentes suelen buscar causas estratégicas del aumento de la violencia
delictiva. Niegan que nazca en la inequidad. Y lo hacen con gesto y tono
generoso: "no es la gente pobre la que sale a robar". Se quitan entonces de las
espaldas su responsabilidad histórica en la marginación -también estratégica- de
amplios sectores de la población y la consecuente fractura de las redes de
convivencia. La inseguridad, entonces, nace de factores extra-terrestres a los
que hay que enfrentar con más uniformes, más armas, más encierro, más
vigilancia, más marginación, más basurales sociales con sello del servicio
penitenciario.
Ahí están las cámaras. Cerca del banco. En el ingreso al parque. En la esquina
céntrica. En el punto exacto en que los pibes se congregan en las tardes.
Observar para controlar el cuerpo y las conductas. Foucault diría para adiestrar
al hombre en sus comportamientos e incluiría luego el concepto de castigo para
corregir las conductas contrarias a las normas establecidas por el poder.
Controlar para evitar y castigar para corregir, dicen. Ya lo planteó sabiamente
Hilda "Chiche" Duhalde: "Estos chicos no nacieron de un repollo, nacieron de una
sociedad que se olvidó de ellos". El pequeño detalle es que Chiche Duhalde es
fiel representante de esa "casta" paridora de olvidos y de repartos desiguales.
Y por eso insiste: (como la sociedad se olvidó de ellos) "primero hay que
construir cárceles, ya que por ejemplo en la provincia de Buenos Aires faltan 10
mil plazas" y hay que usar "los espacios ociosos que tienen las Fuerzas Armadas
para los menores que delinquen". Para rehabilitar, agrega.
El miedo es, en definitiva, uno de los negocios más enriquecedores de la
sociedad capitalista. El miedo rinde y da frutos. El miedo controla. El miedo
nos hace prisioneros, diría Galeano y "nos vamos volviendo vigilantes del
prójimo" porque "la demanda crece tanto o más que los delitos que la generan".
El miedo disemina los ojos. Los perfecciona. Permite usarlos como pruebas
contundentes en causas judiciales. El miedo multiplica las ganancias de los que
viven del miedo. El miedo derrama millones en los negociados de la seguridad. El
miedo proclama el control pero no permite que se lo entierre corrigiendo sus
orígenes. Buscando en las raíces de una tierra nacida para otro destino. Uno de
grandezas y equidades. Un destino en el que no debieron haber nacido parias de
dignidades. Y en que muchos pibes no tenían que quedar fatalmente hermanados con
la violencia. Ni engrosar las estadísticas más oscuras para su inexorable
condena.