En un texto sumamente estimulante escrito menos de dos meses atrás,
Sebastián Etchemendy
analizaba uno de los aspectos más espinosos de la política
argentina, como es la continuidad del modelo sindical que, por pereza
intelectual, seguimos llamando "peronista".
Etchemendy comenzaba señalando dos elementos esenciales del sindicalismo
nacional:
a) Su carácter escasamente democrático, subrayado por todos los observadores
interesados desde 1945 a la fecha.
b) Su capacidad para obtener mejoras económicas ostensibles.
Según el autor ,
"Ahora, hay un segundo elemento que el dispositivo mediático y cierta izquierda
o progresismo de buenos modales se encargan de soslayar sistemáticamente. Los
sindicatos argentinos hegemónicos consiguen, en mayor o menor medida, conquistas
para sus afiliados. Globalmente, el modelo sindical argentino le pone límites al
capital como quizás en ningún otro país no desarrollado y más que en muchos
desarrollados. Basta notar las mejoras salariales conseguidas en el sector
formal en los últimos años, casi siempre por encima de la inflación hasta 2008.
[...]Mas en general ¿alguien cree que el hecho de que Argentina haya sido desde
la posguerra, y sea aun hoy después del diluvio de los 90, el país más
igualitario de América Latina es absolutamente independiente del modelo sindical
que tenemos?"
En conclusión, para Etchemendy
, "el modelo sindical argentino tiene mucho de bueno, pero
grietas importantes que la CTA marca con razón: poca democracia interna, escasa
o nula atención a los trabajadores no formales, demasiados negocios." Podríamos
alargar el "etc.", pero la idea se entiende bastante bien. En este punto, no
está de más aclarar que, en reglas generales, acuerdo con la caracterización que
realiza el analista citado.
Más adelante, Etchemendy se mete en el terreno minado por excelencia: el de la
personería. Y, de nuevo, lo hace con notable lucidez, distinguiendo en el
reclamo de la CTA dos elementos que muchas veces aparecen retóricamente
confundidos, pese a sus implicaciones diametralmente opuestas, a saber, el
reconocimiento de la central de tercer grado per se, y su habitual
correlato, menos enunciado: la posibilidad de armar múltiples sindicatos por
rama en el nivel nacional y de planta. Como bien
señala , "en los
hechos la CTA reclama ambas cosas. Es decir una asociación de tercer grado
(confederación) legalmente reconocida que pueda reclutar uniones, y federaciones
nacionales y locales, y a la vez formar sindicatos propios a nivel de planta."
Ahora la diferencia. Etchemendy propone, en ese texto, cumplir con el primero de
los reclamos -esto es, el reconocimiento de la CTA en tanto central de tercer
grado-, manteniendo el sindicato único por rama en el resto del esqueleto
gremial.
El problema no reside tanto en la propuesta, como en su viabilidad e
implicancias. Todo conocedor de la historia del movimiento obrero argentino sabe
que la presencia de una central sindical única, sin competidores significativos,
ha sido menos la regla que la excepción desde que este modelo adquirió
encarnadura legal. Muchos dirigentes de la CGT -varios, con años de militancia
en el MTA- reconocen este dato y se encuentran dispuestos a integrar a la CTA
como central alternativa para la canalización de demandas que, de otro modo,
difícilmente serían visibles. Pero ello tiene un límite esencial: la ley.
En efecto, cualquier intento de modificación de la
legislación sobre asociaciones sindicales
parece poco menos que inviable, mucho más en el contexto
parlamentario posterior al 28 de junio. Llevar la propuesta de modificación del
acápite octavo
al recinto en estas condiciones sería un arma de doble filo. Por
otra parte, como sucede siempre que se discuten cuestiones de orden general, no
existe posibilidad práctica de abrir el juego a la CTA sin dejar la puerta
abierta a nuevos reclamos (vg: Barrionuevo, Venegas, etc.). Más claramente,
cualquier principio que habilite a la CTA a armar sindicatos por rama (el punto
dos de Sebastián) será de aplicación general. E incluso, es bastante improbable
que una opción en este sentido satisfaga a la CTA, que bien sabe de la
dificultad de reclutar gremios con "ventajas políticas competitivas" sin el
concurso de estructuras paralelas.
Asimismo, es de público conocimiento que la CTA se encuentra hoy embarcada en
distintos proyectos políticos de signo contrario al oficialista, algo que
dificulta aún más la "condición de satisfacción" que la propuesta supone. Lisa y
llanamente, negociar con quienes reducen el kirchnerismo al mero gerenciamiento
de un presunto modelo agro – minero –
exportador que habría sido el pilar de los fatídicos e
infames años noventa, virtualmente indiferenciado de cualquier otra alternativa
de derecha o extrema derecha neoliberal, no parece muy prometedor, especialmente
a la luz de su reciente comportamiento
legislativo . Tampoco puede creerse seriamente en una
cooperación de largo plazo entre el gobierno y
quienes sostienen una autonomía que se define
por el grado de distanciamiento que operan respecto del primero -esto es, una
oposición- .
Aquí tocamos un aspecto que nos resulta especialmente significativo,
y del que hemos hablado en otras ocasiones
. Es regla general aludir a la "dispersión del arco
progresista" como una de las razones del "avance de la derecha". Nosotros
sostenemos, en cambio, que esas interpretaciones presuponen, con una pizca de
metafísica, un sujeto social y político homogéneo, artificialmente dividido,
donde en rigor coexisten varios, con clivajes estructuralmente diferenciados por
su posición en un mercado laboral marcadamente más heterogéneo que en el pasado
inmediato. Y la diferencia no reside tan sólo, aunque se explica en buena
medida, por el posicionamiento histórico de las izquierdas vernáculas ante el
peronismo. Es, y seguirá siendo ante todo, un problema de proyectos. En esa
medida, es discutible asumir que " es
crucial preservar cierta unidad de acción CGT-CTA para cualquier proyecto
transformador e inclusivo de los sectores populares ",
pues, en rigor, no se trata ni ha de tratarse del mismo proyecto, algo que,
podemos arriesgar, seguirá observándose incluso en un eventual reflujo, pese a
las veleidades neo – entristas de algunos referentes del centro izquierda.
Existe una notable ingenuidad política en este sentido.
En suma, la propuesta de Etchemendy asume demasiados beneficios, varios de ellos
discutibles, de una política que no puede sino fracturar una de las últimas
bases sociales del gobierno sin ofrecerle nada a cambio. Las causas justas no se
ganan con justicia: se ganan con fuerza. Y esa propuesta, meritoria como es, no
la ofrece. En estas condiciones,
cercenada políticamente la posibilidad ,
ofrecida por la CGT
, de compartir la personería gremial
, bajo la evidencia de que el contexto actual no es
siquiera similar al vivido por el sindicalismo en la década pasada, los caminos
del sindicalismo argentino parecen resueltos a bifurcarse, antes y después de
2011.
Fuente original: http://ezequielmeler.wordpress.com