La espantosa estadística de femicidios en La Pampa
LA ARENA
La ciudad se vio sacudida el fin de semana por el intento de homicidio que tuvo
como víctima a una mujer agredida a balazos por su ex pareja. El caso responde a
un patrón que es posible rastrear en decenas de casos similares. Una separación
decidida y sostenida por la mujer que asume un papel de independencia de la
voluntad dominadora de quien fuera, en algún momento de su vida, compañero o
esposo y logra separarse.
Esa conducta es resistida por el hombre que intenta ejercer un derecho que
perdió por la simple voluntad de la mujer. Se suceden agresiones verbales que
suben de intensidad y llegan a la agresión física con amenazas de mayores
consecuencias. La víctima hace la denuncia en la policía o en la justicia pero
su testimonio, la mayoría de las veces, no alcanza para activar mecanismos
efectivos de protección. Los agresores, alentados por esa omisión estatal en
proteger a su víctima, reiteran sus ataques que van subiendo en intensidad y
violencia hasta que terminan, en muchos casos, con la muerte de la mujer.
Solo en los últimos años, la crónica policial ha reflejado con demasiada
frecuencia los casos fatales de situaciones de violencia de género como la que
se ha repetido ahora. Esos casos, que emergen por las características de extrema
violencia que adopta el agresor, son sólo la punta de un iceberg, lo que se ve
de una situación que hunde sus raíces en el machismo, en una cultura de
sometimiento femenino y de entender una relación de pareja como una cuestión de
dominación.
Cuando la crónica policial recoge los casos, cientos -si no miles de mujeres- en
el breve espacio de nuestra provincia, han pasado y siguen pasando situaciones
que las colocan en riesgo serio para su integridad y su vida.
La solución -se ha reiterado desde estas columnas y desde los organismos e
instituciones que estudian y trabajan para alertar sobre esta violencia
cotidiana- no puede quedarse en la manifestación de buenas intenciones con que
se suele responder a la requisitoria periodística cada vez que la sociedad se
conmueve por otro hecho.
Los países que han logrado avances en el tema lo han hecho en base a reformar la
legislación y dotar de herramientas eficaces para actuar sobre el agresor que
es, sin dudas, un sujeto social peligroso camuflado bajo la piel de un ciudadano
decente. Así lo era quien disparó siete veces contra su ex pareja hasta que
decidió terminar con su propia vida.
El pasado noviembre, con motivo de recordarse el Día Internacional de la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se difundieron las estadísticas que
ubican a nuestra provincia en el quinto lugar en femicidios en el país. Con esa
constatación espantosa como telón de fondo, organizaciones preocupadas por el
tema reclamaron a los organismos públicos la puesta en marcha de políticas
activas que doten a las víctimas de herramientas eficaces para protegerse de sus
agresores. Pues no es solo el peligro de muerte que las acecha ante la inacción
estatal, sino que, mientras deben temer por su vida, ven derrumbarse su vida
familiar, de relación, laboral, económica, mientras su agresor puede moverse con
total libertad e impunidad como un predador aguardando el momento de atacar a su
presa.