Argentina, la
lucha continua....
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La deuda intransferible
Silvana Melo - Claudia Rafael
APE
La muerte es una sombra con mil cómplices. Suele meterse, subrepticia, en las
casitas de puerta endeble, sin mosquiteros ni vacunas, donde madres de tetas
desiertas, madres solas en la tierra sola, no encuentran el hilo tenue que ata a
su niño con la vida. A la muerte la dejan entrar, no la detienen ni la expulsan
los que habitan escritorios indolentes.
Cinco provincias argentinas llevan colgados del cuello los números
imperdonables. La mortalidad infantil disparada inexplicablemente en un país con
recursos para todos. Pero concentrados en muy pocos. Donde los niños se mueren
más por abandono. Por causas que podrían evitarse si existiera voluntad política
de frenar el hambre y la intemperie donde están a la mano todas las herramientas
para hacerlo.
En Formosa más de 19 chicos de cada mil se mueren antes del año de vida. En
Chaco 18. En Corrientes 17. En Catamarca y en La Rioja 15. Un triste aporte a
los 21 niños que mueren por minuto en el planeta.
Asomados a un mundo de hostilidad manifiesta, la diarrea, las infecciones
neonatales, las enfermedades agudas de vías respiratorias, la falta de oxígeno a
la hora de abrir la boca al primer llanto, la llegada abrupta, antes de lo
previsto, todo atenta contra una supervivencia debilucha, sostenida por nada. La
muerte, como una sombra que plantan detrás de la puerta los que deciden quiénes
tendrán el privilegio de la vida y quiénes no, espera para arrebatarlos.
Ni grandes despliegues científicos ni sofisticaciones tecnológicas son
necesarios para salvarlos. Antibióticos, vacunas, madres con acceso al agua
potable, alimentos con nutrientes, mosquiteros con insecticida. La mayoría de
las enfermedades son evitables. Y no todos los niños que se enferman tienen que
morir. Depende exclusivamente de la voluntad política de quienes gobiernan. De
no llegar siempre tarde o lamentarse vergonzosamente ante su propio fracaso como
el gobernador de La Rioja, Luis Beder Herrera, quien se mostró "entristecido"
ante el aumento de los índices de mortalidad en su territorio. La hipocresía
plena de gobernantes de estados provinciales históricamente feudales, manejados
con la lógica del puntero y la disciplina social de la limosna que sólo
funcionan con un alto índice de marginalidad y sojuzgamiento.
Entrampados en márgenes sin retorno visible nacen miles de bebés de bracitos
flacos, piel marrón por historia y barro, puestos a intentar sobrevivir a todos
los obstáculos posibles, con pulmones cargados y huesos sin leche. Allí, en el
norte, apenas a mil kilómetros del corazón del país –ahí donde deciden los que
deciden- la muerte les pone alas a los pibes. Potenciales transformadores de una
tierra que los desechó.
Con ellos mantenemos una deuda intransferible. Abrirles un país donde las casas
tengan puertas y mosquiteros. Y el agua y las vacunas y los antibióticos estén a
mano como la tierra. Donde las madres los aplaudan con tetas generosas. Y el
futuro sea más fuerte que todas las sombras que acechan.