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Influenza porcina - Un sistema alimentario que mata
La industria de la carne desata una nueva plaga
GRAIN
http://www.grain.org/nfg/?id=643
México se encuentra sumido en una repetición infernal de la emergencia de la
gripe (o influenza) aviar en Asia, aunque con un mayor grado de mortalidad. Una
vez más, la respuesta oficial de las autoridades llega demasiado tarde y plagada
de falsedades. Y otra vez más, la industria mundial de la carne es el centro de
la situación y fabrica todo tipo de desmentidos a medida que se acumula
evidencia sobre su papel en la crisis.
Sólo cinco años después del inicio de la crisis de gripe aviar causada por el
virus H5N1 y luego de otros tantos años de una estrategia mundial contra las
pandemias de influenza coordinada por la organización Mundial de la salud (OMS)
y la Organización Mundial de la Sanidad Animal (OIE), el mundo está atónito con
el desastre provocado por la gripe porcina. La estrategia global ha fracasado y
debemos reemplazarla con un sistema público de salud en el que la población
pueda confiar.
Lo que sabemos de la situación en México es que oficialmente han muerto más de
150 personas debido a una nueva variante de gripe porcina que, en realidad, es
un cóctel genético de los virus de las cepas de influenza porcina, aviar y
humana. El nuevo virus ha evolucionado hasta convertirse en una forma que se
transmite fácilmente de persona a persona y es capaz de matar gente que hasta el
momento era perfectamente saludable. No sabemos con exactitud dónde se produjo
la evolución y recombinación genéticas, pero el sitio obvio para buscar su
origen está en los criaderos industriales de México y Estados Unidos. [1]
Los expertos han alertado por años que el aumento de criaderos industriales en
gran escala en América del Norte ha creado las condiciones perfectas para el
surgimiento y dispersión de nuevas formas de influenza altamente virulentas.
"Debido a que los sistemas de alimentación tienden a concentrar grandes
cantidades de animales en muy poco espacio, facilitan la rápida transmisión y
mezcla de los virus", dijeron investigadores del Instituto Nacional de Salud (NIH)
de Estados Unidos en 2006.[2] Tres años antes, la revista Science advirtió que
la gripe porcina evolucionaba una vez más en fase rápida por el aumento en el
tamaño de los criaderos industriales y al uso generalizado de vacunas en estos
establecimientos.[3] Se repite la historia de la gripe aviar. Las condiciones
insalubres y de hacinamiento de los criaderos hacen posible que con mucha
facilidad el virus se recombine y desarrolle nuevas formas. Una vez que esto
ocurre, el carácter centralizado de la industria garantiza que la enfermedad se
disemine a lo largo y ancho, ya sea por las heces fecales, el alimento, el agua,
o incluso las botas de los trabajadores.[4] Sin embargo, según los Centros para
el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos "no existe un sistema
nacional de monitoreo que determine cuáles son los virus que prevalecen en la
población porcina de Estados Unidos"[5]. La situación es la misma en México.
Las comunidades en el epicentro
Algo que sí sabemos acerca del brote de gripe o influenza porcina en México es
que la comunidad de La Gloria en el estado de Veracruz estuvo intentando que las
autoridades respondieran a un brote virulento de una extraña enfermedad
respiratoria que los afectó en los últimos meses. Los habitantes de La Gloria
tienen la certeza que la enfermedad está relacionada con la contaminación
provocada por el gran criadero de cerdos recientemente instalado por Granjas
Carroll, una subsidiaria de la empresa estadounidense Smithfield Foods, el mayor
productor de cerdos del mundo.
Después de innumerables esfuerzos de la comunidad por lograr la ayuda de las
autoridades —esfuerzos que fueron respondidos con el arresto de varios líderes
comunitarios y con amenazas de muerte contra quienes hablaran contra las
instalaciones de la empresa Smithfield— a fines de 2008 algunos funcionarios
locales de salud decidieron investigar. Las pruebas revelaron que más del 60% de
la población de 3 mil personas estaban infectadas con una enfermedad
respiratoria, pero las autoridades no confirmaron de qué enfermedad se trataba.
Smithfield negó cualquier conexión de la afección con sus instalaciones. Apenas
el 27 de abril de 2009, días después que el gobierno federal mexicano anunciara
oficialmente la epidemia de influenza porcina, la prensa reveló que el primer
caso diagnosticado en el país fue el de un niño de 4 años de la comunidad de La
Gloria, el 2 de abril de 2009. El secretario de Salud de México dice que la
muestra que le tomaron al niño fue la única de esa comunidad que las autoridades
conservaron. Ello a pesar que una firma privada de evaluación de riesgos
estadounidense, Veratect, había notificado a funcionarios de la OMS en la región
de los brotes de la potente enfermedad respiratoria en La Gloria desde
principios de abril de 2009.[6]Cuando a la muestra obtenida del niño se le
hicieron pruebas de laboratorio, se confirmó que era influenza porcina.[7]
El 4 de abril de 2009, el periódico mexicano La Jornada publicó un artículo
sobre la lucha de la comunidad La Gloria con la foto de un niño en una
manifestación sosteniendo una pancarta con un dibujo de un cerdo y la leyenda:
"Peligro, Granjas Carrolls"[8].
Sobre las pandemias de gripe en general, sabemos que la proximidad de criaderos
industriales de cerdos y pollos aumenta los riesgos de recombinación viral y el
surgimiento de nuevas cepas virulentas de gripe. Se sabe, por ejemplo, que los
cerdos criados cerca de las granjas industriales de pollos en Indonesia tienen
altos niveles de infección del virus H5N1, la variante mortal de la gripe
aviar.[9] Los científicos del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos han
advertido que "el número cada vez mayor de criaderos de cerdos en las cercanías
de criaderos de aves podría promover aún más la evolución de la próxima
pandemia."[10]
Aunque no se ha informado mayormente al respecto, en la región aledaña a la
comunidad de La Gloria hay también muchos otros grandes criaderos de pollos. En
septiembre de 2008, hubo un brote de gripe aviar en la región. En ese momento,
las autoridades veterinarias le aseguraron al público que sólo era un brote
local de un tipo de virus poco patógeno que afectaba a las aves de corral. Pero
ahora sabemos, gracias a la información que brindó el presidente de la Comisión
Ambiental del Estado de Veracruz, Marco Antonio Núñez López, que también hubo un
brote de gripe aviar en un criadero industrial ubicado a unos 50 kilómetros de
La Gloria, propiedad del mayor productor de aves de México, Granjas Bachoco,
brote que no fue dado a conocer por temor a lo que podría implicar para las
exportaciones mexicanas.[11] No hay que olvidar que un componente común en el
alimento industrial de cerdos es la gallinaza, una mezcla de todo lo que se
acumula en el piso de los gallineros industriales: heces fecales, plumas y cama
animal.
¿Podría haber una situación más ideal para el surgimiento de una pandemia de
influenza que un área rural pobre, llena de criaderos industriales propiedad de
empresas transnacionales a los que les importa un bledo el bienestar de la
población local? Los residentes de La Gloria han intentado resistirse por años
al criadero de Smithfield. Y durante meses intentaron que las autoridades
hicieran algo en relación a la extraña enfermedad que los afecta. Siguen
ignorados. Sus voces no lograron hacer llegar ni una sola señal al radar del
sistema mundial de detección de enfermedades emergentes de la Organización
Mundial de la Salud. Los brotes de gripe aviar en Veracruz tampoco detonaron una
respuesta de la Organización Mundial de Sanidad Animal. Las noticias surgieron
solamente de fuentes privadas.[12] Y a esto se le llama monitoreo mundial.
Mañas empresariales
No es la primera ni la última vez que los criaderos industriales ocultan brotes
de enfermedades y ponen en peligro la vida de la gente. Es la naturaleza de su
negocio. Hace unos dos años en Rumania, Smithfield se negó a que las autoridades
locales entraran a sus criaderos de cerdos luego que la población local se quejó
de la fetidez proveniente de cientos de cadáveres de puercos que durante días
dejaron pudrir en los criaderos. "Nuestros doctores no pudieron acceder a las
instalaciones de la empresa estadounidense para efectuar inspecciones de
rutina," dijo Csaba Daroczi, director adjunto de la Autoridad de Higiene y
Veterinaria de Timisoara. "Cada vez que lo intentaban, los guardias los
alejaban. Smithfield propuso que firmáramos un acuerdo que nos obligaría a
avisarles de cualquier inspección con tres días de anticipación."[13] Más tarde
se supo que Smithfield había estado ocultando un brote de grandes proporciones
de fiebre porcina clásica en sus criaderos en Rumania.[14]
En Indonesia, donde la gente aún muere de gripe aviar y donde muchos
especialistas creen que va a surgir el virus de la próxima pandemia, las
autoridades aún no pueden entrar en algunos grandes criaderos industriales sin
el permiso de las empresas.[15] En México, las autoridades rechazaron los
llamados a investigar Granjas Carroll y acusaron a los residentes de La Gloria
de diseminar la infección por "usar remedios caseros en vez de ir a los centros
de salud para curarse de la gripe."[16]
Los criaderos industriales son bombas de tiempo que pueden detonar epidemias
mundiales. Sin embargo, aún no hay programas para enfrentarlos, ni siquiera
programas independientes de monitoreo de posibles enfermedades. A nadie en las
alturas parece importarle, y probablemente no es una coincidencia que estos
criaderos tiendan a instalarse en las comunidades más pobres, las que sufren
mucho por intentar que se sepa la verdad. Peor aún, es ya una proporción tan
grande de nuestra alimentación la que proviene de este sistema, que la principal
tarea de los sistemas gubernamentales de seguridad alimentaria parece ser la de
aplacar los temores y mantener a la gente comiendo. Smithfield tiene problemas
financieros y apenas la semana pasada negociaba su venta con COFCO, la mayor
agroindustria china.[17]
Mientras tanto, la industria farmacéutica está lucrando en grande con la crisis.
Por la emergencia, el gobierno de Estados Unidos abrió un hueco en su sistema de
autorización para permitir que antivirales como Tamiflu y Relaxin sean
utilizados más ampliamente en quienes sufran de gripe que lo autorizado hasta
ahora. Esto es una excelente noticia para Roche, Gilead y Glaxo SmithKline,
quienes tienen el monopolio de estos fármacos. Lo más importante, es que las
acciones cambiarias de varios otros productores de vacunas más pequeños subieron
de precio en forma dramática.[18] Novarax está intentando convencer a los
Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos y al gobierno
mexicano que pueden fabricar una vacuna contra la influenza porcina en no más de
12 semanas si se relajan las reglamentaciones para efectuar pruebas.
Un cambio radical
Es claro que el sistema global para lidiar con los problemas de salud provocados
por la industria alimentaria transnacional está totalmente de cabeza. Su sistema
de monitoreo es un fiasco, los servicios de salud pública y de atención
veterinaria situados en el frente de batalla están en ruinas, la autoridad para
impartirlos se puso en manos de la iniciativa privada, y sus intereses obedecen
a la lógica del status quo. Entretanto, a la gente se le dice que se mantenga en
casa y que cruce los dedos para que funcione el Tamiflu o para que surja una
nueva vacuna a la pueden o no tener acceso. Ésta no es ya una situación
tolerable; se requieren acciones que nos lleven a un cambio radical, ahora
mismo.
En el caso específico de la influenza porcina en México, el cambio podría
comenzar si se impulsa una meticulosa investigación independiente sobre los
criaderos industriales de puercos y pollos en Veracruz, por todo el país y en
Estados Unidos. Es necesario que el pueblo de México conozca la fuente del
problema, de tal modo que pueda tomar las medidas adecuadas para cortar la
epidemia desde sus mismas raíces y se asegure de que no vuelva a ocurrir.
En el nivel internacional, es importante frenar y comenzar a revertir la
expansión de los criaderos industriales. Son éstos los caldos de cultivo de la
pandemia y lo seguirán siendo mientras existan. Es inútil hacer un llamado a que
haya un viraje total en la estrategia global conducida por la OMS, puesto que la
experiencia con la gripe aviar demuestra que ni la OMS ni la Organización
Mundial de Sanidad Animal, ni la mayoría de los gobiernos van a asumir una línea
dura contra los criaderos industriales. De nuevo, es la gente la que tiene que
tomar la delantera y protegerse a sí misma. Por todo el mundo, hay miles de
comunidades que luchan contra las granjas fabriles. Estas comunidades están al
frente de la lucha por la prevención pandémica. Es necesario que las
resistencias locales contra los criaderos industriales se conviertan en un
movimiento mundial para abolirlos.
Pero el desastre de la influenza porcina en México tiene que ver también con un
problema de salud pública mucho más grande. Las amenazas a la salud del
consumidor que son inherentes al sistema alimentario industrial, se combinan con
una tendencia global a privatizar por completo el sistema de atención a la
salud, lo que ha destruido la capacidad de los sistemas públicos de responder a
las crisis. Se combinan también con las políticas que promueven la migración a
las mega-ciudades donde las políticas de salubridad y de salud pública son
patéticas e inadecuadas. (El brote de influenza porcina golpeó la ciudad de
México, una metrópolis de más de 20 millones de habitantes, justo cuando el
gobierno realizó cortes de agua en muchos barrios de la ciudad, lo que afecta,
sobre todo, a las zonas más pobres.) El hecho de que la detección de los brotes
de la enfermedad tengan que venir de las firmas privadas de consultoría, que los
gobiernos y las agencias de Naciones Unidas se queden callados sin hacer nada
ante tal información y el hecho de que tengamos que depender de un puñado de
farmacéuticas para producir remedios no totalmente probados pero sí patentados a
fondo, nos dice que las cosas fueron ya muy lejos. Requerimos sistemas de salud
pública y de alimentación que de veras tengan un programa que no sólo responda a
los intereses de la gente. Necesitamos sistemas que rindan cuentas.
Para ir más allá:
Silvia Ribeiro, "Epidemia de lucro", La Jornada, 28 de abril de 2009: