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Cambio climático en Egipto y Sudán: una realidad evidente
Anay Cano
CEPRID
La protección ambiental y la reducción de la pobreza no deben ser tratadas de
forma separada por los gobiernos sino, por el contrario, deben lograrse a través
de políticas socioambientales que no perjudiquen el derecho de los pueblos a
satisfacer sus necesidades básicas en armonía con el entorno. En esta
problemática entran en disyuntiva países industrializados y países
subdesarrollados. El continente africano en su totalidad, y en particular el
norte, es victima del cambio climático que está produciéndose en la actualidad.
La Cumbre Internacional sobre el clima efectuada en Ghana el pasado año trató
íntegramente esta problemática en cuestión; exhortando a los países capitalistas
a tomar medidas de acuerdo con el Protocolo de Kyoto para disminuir
considerablemente sus emisiones de carbono a la atmósfera. Grandes potencias
como Estados Unidos se resisten a seguir con este programa, causando estragos al
medio ambiente; los cuales repercuten radicalmente en los llamados países del
tercer mundo debido a que poseen las siguientes características:
La población en la mayoría de estos países subsiste del rendimiento agrícola
interno; de arruinarse éste los gobiernos deben aumentar las importaciones para
cubrir las necesidades alimentarías de la población.
Los recursos naturales son la principal fuente de riqueza de estos países, y su
explotación desmedida podría perjudicar notablemente el estatus social interno.
Los países subdesarrollados en su mayoría se encuentran geográficamente en una
zona donde los extremos climáticos inciden notablemente en todas las actividades
sociales y económicas.
En el continente africano los casos específicos de Egipto y Sudán reflejan una
realidad medioambiental interrelacionada con la política actual de estos países;
A la par de las crisis mundiales existentes que tienen efectos a corto y largo
plazo sobre la situación medioambiental.
Las lluvias torrenciales y las inundaciones del año 2004 en el Sahara pudieron
haber sido una muestra de lo que sucederá en un futuro debido al conocido efecto
invernadero. Según el informe de desarrollo humano del PNUD se pronostica que
para el año 2040 la temperatura ascienda a unos 3 grados, lo cual traería
aparejado inundaciones costeras debido a los deshielos que provocarían el
aumento del nivel del mar Mediterráneo en algunas partes del litoral norte de
África; causando así desplazamientos poblacionales y la desaparición de ciudades
y terrenos fértiles como el Valle del Nilo. Otra de las fuertes implicaciones
seria, la rápida evaporación de las reservas de agua de lluvia en la zona.
A pesar de que existen dos puntos de vista científicos diferentes sobre las
consecuencias que traería aparejado el cambio climático, cualquiera de los dos
extremos conllevaría variaciones en la forma de vida de poblaciones enteras. Se
incrementaría por tanto la presión migratoria y los conflictos en los países de
tránsito y de acogida de inmigrantes como Egipto; al igual que en los países
emisores como Sudán.
Estos dos países al igual que otros de África poseen un bajo nivel de producción
o una agricultura de subsistencia. Por lo que debido a los reducidos
rendimientos agrícolas, los gobiernos han tenido que aumentar la importación de
alimentos, a pesar del alza de sus precios en el mercado mundial. Esta causa
efecto es como un círculo vicioso que convierte el principio en fin, pues
algunas de las causas principales del alza de los precios son:
1) La creciente producción de biocombustibles.
2) Las condiciones climáticas adversas.
3) La creciente escasez de tierra cultivable y de agua para la irrigación.
La alta demanda de productos agrícolas en los últimos 5 años (2). Como resultado
de esta fuerte demanda, la oferta que ofrecen los mercados internos de estos
países es insuficiente debido a la calidad de los suelos, a los antiguos
sistemas de tenencia de tierras, al empleo de técnicas productivas obsoletas y a
los efectos del cambio climático (3). Por lo que una creciente cantidad de
personas no pueden adquirir los alimentos básicos a tan altos precios;
produciéndose el incremento de los males sociales como el hambre, la
desnutrición, el descenso del rendimiento laboral y el desempleo.
La FAO ha advertido que la agricultura en el norte de África sufrirá pérdidas a
causa de las altas temperaturas, la sequía, las inundaciones y la degradación
del suelo, amenazando la seguridad alimentaria de diversos países. Pero los
gobiernos africanos como el egipcio y el sudanés no van a poder revertir a corto
plazo los efectos negativos del cambio climático; por lo que se podría generar
un clima de tensión sociopolítica. El argumento económico para la adopción de
medidas urgentes ha incidido en la realidad; Egipto en el 2008 comenzó a aplicar
una nueva técnica de cultivo con el objetivo de hacer productivas las arenas del
desierto. Pero la técnica de vergel puede traer aparejado otras implicaciones en
el medio ambiente como el uso irracional del agua afectando a otros países que
se abastecen de las aguas del río Nilo. Incrementándose la competencia por el
agua en dichas regiones y el riesgo de conflictos.
Egipto y Sudán contienen en su mayoría áreas que se caracterizan por la escasez
de agua. Solo el 10% del territorio egipcio es cultivable y en Sudán se está
dando el fenómeno de desertificación debido al avance desmedido del desierto y a
la existencia cada vez mayor de tierras áridas. Los cambios en el régimen de
lluvias afectarán a los cultivos, en particular al arroz, y el rendimiento del
maíz podría descender considerablemente. Por esta y otras muchas razones el agua
es considerada como un elemento indispensable para el desarrollo sostenible de
estos países.
El río Nilo es la principal fuente de abastecimientos de estos dos países, su
volumen alcanza 69,7 mil millones de metros cúbicos que cubre las necesidades
actuales de Egipto. Provee el 85% del agua requerida al sistema de irrigación
agrícola que, consume el 85% del total de los recursos hidráulicos del país. La
presa de Aswan que posee una capacidad de 130.000 millones de m³, ha generado el
enorme lago Nasser; el cual se interna unos 170 km en el interior del Sudán. Del
total anterior, 30 000 millones de m³ se destinan a regadío y otro tanto para
contener las crecidas del Nilo. Por otra parte, el agua subterránea representa
un recurso importante del agua potable ya que es la fuente única de agua en los
desiertos que representan un 95% de la superficie total del país. Egipto cuenta
con un clima seco, de raras lluvias, cuya cantidad oscila entre 20 y 150 mm
anuales sobre la costa noroeste; disminuyendo gradualmente en las otras regiones
(4).
El Convenio del Agua del Nilo entre Egipto y Sudán ratificado en 1959, estipula
que Egipto alcanza su cuota de agua evaluada en 55,5 mil millones de m³. Este
tratado tiene como idea central el máximo aprovechamiento del agua al sur y la
fundación de proyectos para almacenarla en la cuenca del Nilo en Sudán en los
pantanos de Bahr Al Ghazal, Bahr Az-Zaraf, el río Sobat y la cuenca del Río
Blanco. De esta manera, el interés neto y los gastos de estos proyectos se
dividen entre ambos países para la expansión agrícola al servicio de sus
pueblos. Pero debido a las nuevas condiciones climáticas proyectos como este van
a tener que ser sometidos a revisión para lograr una mayor efectividad frente a
los nuevos retos. Egipto cree en la cooperación entre los países de la cuenca
como único camino para proteger el ambiente del río y conseguir el desarrollo
continuo y sostenible que conduce a un proceso económico.
La desertificación, por su parte, afecta un 25% de los territorios sudaneses,
mientras que los terrenos desbastados y la poca infraestructura pueden implicar
desastres naturales de mayor magnitud. La deforestación parece ocurrir a una
tasa del 1% anual, lo que plantea problemas importantes ya a mediano plazo. En
todos estos contextos aparece un nuevo concepto: el de refugiado ecológico,
debido a que la desertificación como la deforestación van a ocasionar problemas
de abastecimiento a miles o millones de personas. En su medio siglo de
independencia, Sudán, el país más grande de África, ha estado plagado de
conflictos, enraizados en la dominación política, social y militar del país por
una pequeña élite en el norte. La guerra civil ha afectado a la totalidad de los
diez estados del sur, a los tres estados de Darfur, Kordofan del sur y el estado
de Kassala en el este. Pero más allá de estas causas, la paz y los medios de
vida en este país están directamente vinculados a los desafíos del entorno.
La desertificación ha añadido una presión significativa a las vidas de
sociedades pastorales, obligándolas a desplazarse al sur para encontrar
recursos. Por lo que el conflicto, por su parte, se está cobrando su precio con
el medio ambiente, en una campaña sobre una tierra arrasada donde las milicias
actúan en un área muy amplia, provocando no solo la muerte de civiles, sino la
desertización de enormes zonas de bosques, obligando a la población a huir en
busca de protección, comida y agua. En los campos de refugiados del actual
conflicto se ha dado una tala indiscriminada de árboles para su uso como
combustible, calculándose unos 10 Km de área de deforestación alrededor de los
mismos según cifras del PNUMA. La ciencia climática y los escenarios futuros no
parecen favorecer a países como Egipto y Sudán; el cambio climático como
resultado de la acción humana envuelve a sociedades como la africana en la
medición de las huellas ecológicas en un mundo desigual. La justicia social y la
interdependencia ecológica deben ser puestas en práctica, con el fin de lograr
la seguridad alimentaria de estos países y de aumentar la producción agrícola.
En los que el financiamiento actual para esos fines es poco, tardío y
fragmentado; a la par que existe un déficit de información e investigación
climática.
Mientras que el mundo está determinado en detener el calentamiento global
incontrolado, los posibles efectos negativos y positivos de este cambio de clima
en África necesitan ser mejor investigados.
Referencias:
(1)Martuscelli A.: "Causas, efectos y opciones en la crisis de los alimentos",
Política Exterior, Vol. XXII, núm.125, Sept.-Oct. 2008, pp. 79-95.
(2)Baró Herrera, S.; "África y la crisis mundial de los alimentos",
Tricontinental, núm. 165, 2008.
(3)PNUMA: Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, www.pnuma.org.
(4)Egypt Expo Zaragoza 2008