Nuestro Planeta
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El debate de los genes
Una persona que no puede comprar alimentos no
transgénicos tampoco tiene dinero para comprar alimentos transgénicos.
Simplemente sigue sin comer
Helen Groome
Gara
Así se titula uno de los ejercicios del libro de inglés de tercero de la ESO de
la editorial Oxford University Press. Los transgénicos llegan a los colegios e
institutos vascos... y no solamente de forma silenciosa en los comedores
escolares. Veo bien que en la educación reglada se informe del tema de la
introducción de la ingeniería genética en diferentes esferas de la vida del
alumnado. También veo bien que, por fin, no se haya escrito sobre un tema
técnico desde un único punto de vista, sino que se ofrece información sobre los
pros y los contras de los alimentos modificados genéticamente (MG).
Desafortunadamente, los argumentos a favor de los alimentos MG expuestos en el
citado libro de inglés no se sostienen en la vida real, algo que como mínimo
generará errores en la valoración del alumnado de la tecnología transgénica, a
no ser que disponga de información y criterios alternativos.
Yo suponía que algún estamento institucional tenía que dar el visto bueno al
contenido de los libros de texto (sin que eso garantizase su objetividad). Aquí,
quienquiera que haya sido, ha fallado. El primer argumento que el libro cita a
favor de los alimentos MG es que si usamos cultivos transgénicos produciremos
más alimentos. Esto es probadamente incierto. No hay variedades MG que den
mayores cosechas de forma continua y uniforme, algo que incluso los últimos
informes de universidades y del Departamento de Agricultura de los EEUU
reconocen. Si los cultivos MG no dan mayores producciones, tampoco pueden dar
más alimentos. Pero es más: un creciente porcentaje de los cultivos transgénicos
se destinan a la producción de agrocombustibles, sustrayendo oportunidades para
cultivos alimentarios.
El libro añade de forma muy «ingenua» que se producirán más alimentos «para
todas las personas», y aquí es donde realmente quien lo escribió estaba fuera de
órbita: en 1996, cuando se cultivaron las primeras variedades MG de forma
comercial, millones de personas no tenían acceso a los alimentos, principalmente
por falta de dinero, y de ellas 800 millones murieron de hambre o de
enfermedades derivadas de la misma. En 2009, decimotercero año de cultivos MG,
son más de 1.000 millones de personas las que mueren de hambre. Una persona que
no puede comprar alimentos no transgénicos tampoco tiene dinero para comprar
alimentos transgénicos. Simplemente sigue sin comer. Pero, además, la mayor
parte de los transgénicos que finalmente se destinan a la alimentación (y no a
agrocombustibles, por ejemplo), se emplea en alimentación ganadera en los países
ricos. Las personas pobres y hambrientas no suelen comprar productos que
provienen de los animales.
En todo caso, dedico esto al profesorado de inglés de tercero de la ESO que
emplea el citado libro de texto, por si acaso quieren hacer un debate con
información más contrastada. (Evidentemente, sobre el resto del ejercicio se
podría escribir otro tanto).
Fuente: lafogata.org