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Los combustibles "verdes" de Obama
Silvia Ribeiro
La Jornada
Durante su campaña Barack Obama, presidente electo de Estados Unidos, promovió
continuamente los agro- combustibles como parte de su "nueva economía verde".
Obvió la creciente cantidad de estudios que muestran que los agrocombustibles
tienen una eficiencia energética negativa (usan más combustibles fósiles de los
que dicen suplantar, empeorando las causas del cambio climático), que compiten
con la producción alimentaria (por los cultivos, tierra, agua y nutrientes) y
que para alcanzar las metas de uso de "biocombustibles", no alcanza con la
producción en Estados Unidos, por lo que fríamente se cuenta con la producción
de granos en países del sur, donde se agravan todos los problemas anteriores.
Actualmente, Estados Unidos dedica la tercera parte de su producción de maíz
para etanol.
La elección y próximo nombramiento de Tom Vilsack como secretario de Agricultura
y Steven Chu como secretario de Energía, revelan que la política de la
administración Obama será no solamente continuar con esta dañina industria, a la
que ya aseguró nuevos subsidios –que solamente beneficiarán a las
transnacionales del sector–, sino también promover agresivamente el desarrollo
de nuevas y más riesgosas generaciones de agrocombustibles, basadas en nuevos
cultivos transgénicos y biología sintética (seres vivos diseñados con genes
artificiales).
Tom Vilsack, ex gobernador de Iowa, fue nombrado en 2001, "gobernador del año"
por la Organización de la Industria Biotecnológica (BIO, que agrupa a mil 200
empresas biotecnológicas a escala global, incluyendo Monsanto y las demás que
monopolizan los transgénicos), "por su apoyo al crecimiento económico de esta
industria". Anteriormente, había fundado una asociación (Governors’
Biotechnology Partnership) para promover los transgénicos con los otros
gobernadores. En 2002 defendió fieramente el uso de maíz para producir fármacos,
e incluso criticó a la propia industria, que obligada por las críticas públicas
y escándalos de contaminación con ese maíz no comestible, había anunciado una
restricción voluntaria de los farmacultivos. Con igual entusiasmo defendió la
clonación de vacas lecheras. El apoyo no fue solamente discursivo. Durante su
gobierno, Trans Ova Genetics, dedicada a la clonación de vacas lecheras, recibió
9 millones de dólares en subsidios y ProdiGene, la empresa multada en 2002 por
contaminación con maíz farmacéutico, recibió 6 millones de las arcas del estado.
En 2005 fue el autor intelectual de una ley que restringe el derecho de los
gobiernos locales a regular los transgénicos. No sorprende que sea también un
entusiasta defensor de los agrocombustibles transgénicos de maíz y soya. Sólo
faltaba el elemento realmente "innovador", que aportará el nuevo secretario de
energía, Steven Chu.
Chu es físico y premio Nobel. Viene del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley,
donde dirige un proyecto de energía, cuya meta es "producir tecnologías
transformadoras en nanotecnología y biología sintética". Sus principales
colaboradores son industriales de la biología sintética. Jay Keasling, fundador
de Amyris Biotech, es codirector del proyecto. En una presentación reciente ante
el Comité de Energía y Recursos Naturales del Senado de Estados Unidos (Science
News, 13/1/09) Chu se declaró dispuesto a desarrollar la industria nuclear y
a continuar el uso de carbón a gran escala, siempre que se siguieran
desarrollando proyectos de secuestro de carbono. O sea, seguir creando gases de
efecto invernadero, pero promoviendo el jugoso negocio –inútil para prevenir el
cambio climático– del comercio de emisiones de carbono. Pero en lo que se mostró
realmente apasionado, es en el desarrollo de una "cuarta generación de
biocombustibles", a partir de biología sintética, proyecto en el que ha estado
trabajando desde hace dos años. Se trata, explicó, de microbios "entrenados" –leáse
manipulados con biología sintética, o sea mucho peor que solamente transgénicos–
para transformar cualquier tipo de azúcares, no sólo en etanol, sino también en
"sustitutos similares a la gasolina, diesel y combustible de jets". Aseguró que
se podría usar cualquier materia prima, como residuos de maíz y otros cultivos,
pero lo interesante serían cultivos para forraje y otros para producir etanol
celulósico (que necesariamente requieren biología sintética y transgénicos para
ser procesados).
Lo único realmente verde de estas nuevas generaciones de combustibles será el
dinero que ya están viendo las grandes industrias de los transgénicos,
agronegocios, petroleras y farmacéuticas, que son los inversores y asociados de
las compañías de biología sintética. Como son trasnacionales no es un problema
sólo estadunidense: esto es el impulso que buscaban para expandir estas nuevas
tecnologías contaminantes al resto del mundo. En México, la presión por sembrar
nuevos maíces transgénicos y farmacultivos, crecerá "oficialmente". La empresa
de Keasling, Amyris, ya tiene contratos en Brasil con grandes productores de
caña de azúcar. Lo que nos legará un aumento de la disputa por tierras y agua,
los residuos y contaminación transgénicas y los nuevos riesgos de los microbios
sintéticos.
*investigadora del Grupo ETC