Causas de la crisis global de los precios de los alimentos, y
la respuesta campesina
Propuestas alternativas para los sistemas alimentarios
Las organizaciones campesinas no esperan que, de
las manos de quienes han creado la enfermedad, ahora sea socializada la cura.
Desde hace más de 10 años la alianza global de las organizaciones campesinas -La
Vía Campesina- ha estado construyendo una propuesta alternativa para los
sistemas alimentarios de los países, la soberanía alimentaria. Por Peter Rosset
y Dana Rocío Ávila, Agencia de Noticias Biodiversidad.
www.biodiversidadla.org
El mundo contemporáneo se encuentra ante una crisis de altos precios de los
alimentos que ya ha provocando motines en diversos países de Asia, África y
América. Como dice Leonardo Boff, «ya han estallado revueltas de hambrientos en
cuarenta países sin que la prensa empresarial, comprometida con el orden
imperante, haya hecho referencia alguna. Los hambrientos siempre dan miedo» (Boff,
2008). Estas revueltas finalmente están haciendo que los principales actores
relacionados con la alimentación presten atención a este tema, aunque con
versiones muy distintas de las causas reales y soluciones propuestas. Los
organismos multilaterales como el Banco Mundial y la FAO, y las corporaciones
transnacionales, señalan como responsables de los problemas a la falta de
suficiente liberalización del comercio y de presencia del sector privado, y a
los cambios de dieta en países como la China. Como salida a la crisis recetan
más libre comercio y cultivos transgénicos. Las organizaciones campesinas ven
causas de largo y corto plazo y proponen una solución holística y comprensiva.
Las organizaciones campesinas no esperan que, de las manos de quienes han creado
la enfermedad, ahora sea socializada la cura. En la pasada cumbre de Seguridad
Alimentaria y Retos del Cambio Climático y la Bioenergía, convocada por la FAO
en Roma en junio de este año (Vivas, 2008), existía la oportunidad histórica de
construir una salida mediante una práctica concreta a la cotidiana lucha contra
el hambre y la pobreza en el mundo, pero al contrario esta reunión se
caracterizó por la ausencia de soluciones al problema del hambre y la crisis en
la producción de alimentos en el mundo. Solo fue escuchada una voz, la de los
países ricos y los organismos internacionales, quienes proponen optar por
medidas asistencialistas, de libre comercio, y apoyo a la producción y comercio
del paquete tecnológico que incorpora las semillas transgénicas y garantiza a
las multinacionales el aumento y la continuidad en el consumo de los
agroquímicos.
A nuestro juicio, parece que ya llegó la hora de La Vía Campesina Internacional
(1). Desde hace más de 10 años la alianza global de las organizaciones
campesinas ha estado construyendo una propuesta alternativa para los sistemas
alimentarios de los países, la soberanía alimentaria (La Vía Campesina et al.,
sin fecha; Rosset, 2006). El año pasado se constató en el Foro Mundial de la
Soberanía Alimentaria, realizado en Mali, que este debate ha venido ganando
terreno en muchos otros movimientos sociales, como los de los pueblos indígenas,
las mujeres, los consumidores, los ambientalistas, algunos sindicatos, y otros
actores. Pero a nivel de gobiernos y organismos internacionales, había llegado a
oídos más o menos sordos, sobre todo para los gobiernos de los países con mayor
concentración de capital y de renta, con la excepción de algunos gobiernos más
progresistas que ahora comienzan a tomar esta propuesta muy en serio (por
ejemplo Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nepal).
CAUSAS DE LA CRISIS (2)
¿Cuáles son las causas de las alzas extremas de los precios? Según la Vía
Campesina hay causas de largo plazo y causas de corto plazo. En cuanto a las
primeras, se destacan los efectos de tres décadas de políticas neoliberales y de
comercio libre sobre los sistemas alimentarios. En casi todos los países se ha
desmantelado la capacidad productiva nacional de alimentos, sustituyéndola por
una capacidad creciente para producir agroexportaciones. Esta transformación ha
sido estimulada por enormes subsidios al agronegocio provenientes de los erarios
públicos, y ha tenido numerosas consecuencias, ya ampliamente denunciadas por
organizaciones ambientalistas y movimientos campesinos en la década pasada,
entre ellas se han acentuado los efectos del cambio climático con el deterioro
de la biodiversidad y los suelos, producto del modelo industrializado de
producción agrícola (Rosset, 2006).
Son los sectores campesinos y de agricultura familiar los que alimentan a los
pueblos del mundo; los grandes productores tienen vocación de exportar. Pero a
los primeros se les han quitado los precios de garantía, los paraestatales de
comercialización, los créditos, la asistencia técnica y, sobre todo, su mercado,
inundado primero por importaciones baratas hasta arruinarlos, y una vez
capturados estos mercados nacionales por las empresas trasnacionales, ahora
receptores de importaciones muy caras (Rosset, 2006). La destrucción de la vida
campesina es tan grave que ha sido caracterizada, con razón, como una «guerra»
contra el mundo rural (Rodríguez Lascano, 2008).
A la vez, el Banco Mundial y el FMI han obligado a los gobiernos a deshacerse de
las reservas de cereales en manos del sector público, haciendo que en el mundo
de hoy tengamos uno de los márgenes más estrechos en la historia reciente entre
reservas y demanda, lo cual provoca el alza y la volatilidad de los precios (Rosset,
2006). O sea que los países casi no tienen ya ni reservas ni capacidad
productiva, y son dependientes de las importaciones, que ahora suben de precio.
Otras causas de largo plazo, pero en menor escala, son los cambios en los
patrones de consumo en algunos países, como la preferencia por la carne por
encima de dietas vegetarianas, aunque esta causa ha sido muy exagerada (Ray,
2008).
Entre las causas de corto plazo, la más importante es la entrada repentina del
capital financiero especulativo, los llamados fondos de riesgo o hedge funds, en
las bolsas de los contratos a futuro de los cereales y otros alimentos, los
llamados commodities (Macwhirter, 2008). Con el colapso de la burbuja artificial
del mercado inmobiliario de Estados Unidos, su desesperada búsqueda de nuevas
oportunidades de inversión les hicieron descubrir estas bolsas de alimentos. El
capital financiero es atraído por la volatilidad de cualquier mercado, ya que
toma sus ganancias tanto en las subidas como en las bajadas, apostando como si
fuera un casino. Apostando, pues, con la comida de la gente (La Vía Campesina,
2008b). Estos fondos hasta ahora han inyectado unos 70 mil millones de dólares
extras a los precios de los commodities, inflando una burbuja que coloca los
alimentos fuera del alcance de los pobres. Y cuando la burbuja entra en su
inevitable colapso, van a quebrar a millones de agricultores del mundo entero.
Otro factor en el corto plazo ha sido el boom de los agrocombustibles, que
compiten por área de siembra con los cultivos alimenticios y el ganado (Shattuck,
2008). En Filipinas, por ejemplo, el gobierno ha firmado acuerdos que
comprometen un área de siembra para agrocombustibles equivalente a la mitad del
área sembrada de arroz, alimento principal de su población. Debe ser considerado
un crimen contra la humanidad alimentar a coches en lugar de personas.
También, el alza mundial de los costos de los insumos agroquímicos, como
resultado del alto precio del petróleo, es un factor importante y contribuyente
a corto plazo (Schill, 2008). Otros factores recientes incluyen sequías en
algunos países, y los esfuerzos del sector privado reaccionario, conspirando con
la CIA y las trasnacionales, para exportar los alimentos de Venezuela, Bolivia y
Argentina, generando escasez artificial como manera de desestabilizar sus
gobiernos. O en caso de la «crisis de la tortilla» en México, haciendo
acaparamiento para especular con los precios (Hernández Navarro, 2007).
SOBERANÍA ALIMENTARIA: UNA SALIDA DE LA CRISIS
Frente a este panorama, y sus implicaciones futuras, se destaca una sola
propuesta que esté a la altura del reto. Bajo la propuesta de Soberanía
Alimentaria los movimientos sociales, y un número creciente de gobiernos
progresistas o semiprogresistas, proponen re-regular los mercados de alimentos
que fueron desregulados por el neoliberalismo. E inclusive, regularlos mejor que
antes, con una real gestión de la oferta, haciendo posible encontrar precios que
sean justos tanto para los productores como para los consumidores (La Vía
Campesina et al., sin fecha; Rosset, 2006).
Esto significa volver a proteger la producción nacional de los países, tanto
contra el dumping de alimentos importados con precios artificialmente baratos,
que socava la producción nacional, como de alimentos artificialmente caros, como
ahora. Significa reconstituir las reservas públicas de cereales y las
paraestatales de comercialización, ahora en versiones mejoradas, con la
participación fundamental de las organizaciones campesinas en su gestión,
quitando a las trasnacionales el control sobre nuestra comida. También significa
incentivar la recuperación de la capacidad productiva nacional, proveniente del
sector campesino y familiar, por medio de los presupuestos públicos, los precios
de garantía, los créditos y otros apoyos, y la reforma agraria genuina. Urge la
reforma agraria en muchos países para reconstruir al sector campesino y
familiar, cuya vocación es producir alimentos, ya que el latifundio y el
agronegocio suelen producir sólo para coches y para la exportación. Y se tienen
que implementar controles, como han hecho algunos países en los últimos días,
contra la exportación forzosa de alimentos que son requeridos por la población
nacional (La Vía Campesina et al., sin fecha; Rosset, 2006).
Además, urge hacer un cambio de la actual tecnología en la producción, hacia una
agricultura basada en los principios de la agroecología, sustentable, una
producción agrícola que parta del respeto y del equilibrio con las condiciones
naturales, la cultura local y los saberes tradicionales. Está demostrado que los
sistema de producción agroecológicos pueden ser más productivos, resisten mejor
las sequías y otros cambios climáticos, y que por su bajo uso de recursos
energéticos son más sustentables económicamente. Porque ya no podemos tener el
lujo de producir alimentos cuyos precios estén vinculados al petróleo (Schill,
2008), ni mucho menos dañar la productividad futura de los suelos por medio de
la agricultura industrial de grandes extensiones de monocultivos mecanizados y
llenos de venenos y semillas transgénicas.
En fin, ya llegó la hora de La Vía Campesina y la Soberanía Alimentaria, la
posibilidad de hacer posible que los alimentos que son consumidos por las
familias en las grandes ciudades y en las regiones más apartadas, sea garantice
por la producción de la agricultura campesina y familiar.
* Peter Rosset es Investigador, Centro de Estudios para el Cambio en el Campo
Mexicano (CECCAM), Co-coordinador, Red de Investigación - Acción sobre la
Tierra, y miembro del Equipo Técnico de la Vía Campesina, Región América del
Norte ( rosset@globalalternatives.orgEsta dirección de correo electrónico está
protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para
poder verla ); y Dana Rocío Ávila es Miembro de la Coordinación Política y
Pedagógica del Instituto Universitario Latinoamericano de Agroecología «Paulo
Freire» (IALA), Vía Campesina, Barinas, Venezuela ( agroecologia.dana@gmail.comEsta
dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam,
necesita tener Javascript activado para poder verla).