Medio Oriente - Asia - Africa
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Somalia
Indiferencia, injerencia y sufrimiento
Chems Eddine Chitour
«Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres quienes mueren»
(Jean-Paul Sartre)
Me llamó la atención una lacónica noticia que decía que el presidente del
Parlamento somalí había exhortado, el sábado, a los países vecinos a «desplegar
tropas en Somalia en 24 horas» en una llamamiento excepcional frente al avance
de los islamistas radicales que amenazan la supervivencia del gobierno de
transición. Así, miles de habitantes de Mogadiscio, presas del pánico, huyeron
el mismo sábado, algunos a pie, hacia el norte de la capital.
Intentando averiguar un poco más, me di cuenta de que al contrario de los demás
conflictos divulgados hasta la saciedad, como por ejemplo la crisis iraní, como
es obvio, la agonía del pueblo somalí tiene lugar ante la indiferencia más
absoluta del Occidente de los grandes de este mundo, y también frente al autismo
de los países musulmanes que ven a otro país musulmán hundirse en el caos desde
hace más de veinte años sin tender una mano para resolver los conflictos
internos, a la vez en el plano étnico y religioso… En un mundo cada vez más
belicista, en el que los gastos militares baten marcas: en 2008 alcanzaron la
cifra de 1,464 billones de dólares, es decir, el 2,4% del PIB mundial, un
crecimiento del 45% con respecto a 1998, también es necesario plantearse la
pregunta: ¿De dónde vienen las armas que sirven para matar a los somalíes? ¿Y
quién paga?
Hagamos un breve repaso sobre la trágica historia de este país y su chapucera
descolonización: Somalia (en somalí, Soomaaliya), oficialmente República de
Somalia, es un país en el extremo oriental del Cuerno de África, con 637.657
kilómetros cuadrados y 9.558.666 habitantes. Rodeado por el golfo de Adén, el
océano Índico, Djibuti, Etiopía y Kenia, Somalia posee 3.025 kilómetros de costa
y 2.366 kilómetros de fronteras terrestres, más de la mitad con Etiopía. El
subsuelo contiene uranio, mineral de hierro, bauxita y cobre. La economía está
basada en la agricultura y se complementa con la explotación de las minas de
sal. El petróleo es objeto de codicia de grandes empresas que negocian con los
gobiernos establecidos. La economía también recibe asistencia de la ayuda
internacional y cuenta con las entradas de divisas procedentes de la diáspora,
que supusieron más del 60% del PIB en 2007.
Por la costa somalí pasaron los romanos, los griegos y los indios, ya que era el
principal centro comercial de la mirra y el incienso, y en menor medida del
ébano y el oro. En el siglo II, el norte del país se incorporó al reino etíope;
a continuación, los comerciantes árabes se establecieron en la costa y los
somalíes adoptaron el Islam, que se implantó definitivamente a partir del siglo
XIII y dio comienzo al sultanato. Durante la Edad Media, las relaciones con el
reino vecino de Etiopía se volvieron tirantes. En el siglo XVI, Portugal se
interesó por la costa, pero no consiguió instalarse. A partir de 1875, Gran
Bretaña, Francia e Italia reclamaron su territorio. A pesar de la resistencia a
la ocupación occidental, organizada por Mohamed Hassan, Italia, dirigida por
Mussolini acabó controlando Somalia (1).
En 1949, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) concedió a Italia un
protectorado sobre Somalia, y un año después adjudicó la región de Ogaden a
Etiopía. En 1959, Somalia accedió a la independencia. El Estado somalí nació de
la fusión de las colonias italianas del sur (Somalia), y las británicas del
norte (Somaliland). Por otra parte, Francia tenía adjudicada desde 1862 la
futura República de Djibuti, que se convirtió en un Estado soberano
independiente en 1977.
De 1960 a 1969, Somalia intentó instaurar un gobierno democrático, pero las
luchas entre clanes del norte y el sur del país y las tensas relaciones con los
países limítrofes convirtieron esos años en un período de inestabilidad. En
1969, tras un golpe de Estado y el asesinato de Abdirashid Alí Shermarke,
Mohamed Siya Barre tomó el mando del Consejo Revolucionario Supremo. La guerra
de Ogaden (1977-1978) contribuyó a debilitar el poder de Barre y favoreció la
instalación de una hambruna endémica cuyo paroxismo llegó en 1984 (en esa época
se invitó a los ciudadanos de los países occidentales a que hicieran donaciones,
se hablaba de donar «arroz para los somalíes». El médico francés Bernard
Kouchner desembarcó en Mogadiscio con un saco de arroz a la espalda acompañado
de una multitud de periodistas para inmortaliza el momento en que Francia llegó
en auxilio de una población exhausta. Desde entonces, los somalíes mueren por la
violencia y no por la necesidad de arroz. Tres años después, desbordados frente
a la violencia de los señores de la guerra, los Cascos Azules hicieron el petate
y abandonan a Somalia en el caos. Finalmente, el 26 de enero de 1991, se
destituyó a Siad Barre. Alí Mahdi Muhammad le sucedió hasta noviembre de 1991
sin conseguir, en ningún momento, imponerse política y militarmente en el
conjunto del territorio. Somalia no tiene gobierno central desde el final de la
dictadura de Siad Barre.
Tras la guerra civil y con la amenaza del hambre, la ONU lanzó una operación,
denominada humanitaria, en Mogadiscio a partir de abril de 1992: La Operación de
las Naciones Unidas en Somalia. Los Cascos Azules pakistaníes sufrieron grandes
pérdidas frente a las facciones somalíes, con la intervención de las grandes
potencias. En diciembre de 1992, bajo mandato de la ONU, Estados Unidos lanzó
otra operación, también calificada de humanitaria, enmarcada por su ejército: la
operación «Restore Hope» (devolver la esperanza). Es la primera
intervención que se llevó a cabo en nombre del derecho internacional de
injerencia humanitaria. La intervención se convirtió en guerrilla urbana y
finalmente fracasó; en la batalla de Mogadiscio 18 soldados estadounidenses y
casi mil somalíes hallaron la muerte. Los sucesos de octubre de 1993 entre el
general Aidid y los soldados de Estados Unidos inspiraron la película «La caída
del halcón negro», de Ridley Scott, en 2001.
De 1993 a 1995, la ONU envió una fuerza de mantenimiento de la paz mal acogida
por la población. Ante las pérdidas estadounidenses de la operación el 3 de
octubre de 1993, Bill Clinton decidió retirar sus tropas y las Naciones Unidas
tomaron el relevo; impotente para normalizar la situación, la ONU se retiró
definitivamente en 1995. El coste humano para la ONU fue de 151 Cascos Azules y
3 civiles extranjeros empleados por las Naciones unidas muertos durante la
operación. En 1998, el noreste del país, Puntland, declaró su independencia. El
26 de agosto de 2000, el parlamento de transición en el exilio eligió un nuevo
presidente en la persona de Abdiqassim Salad Hassan, en un contexto
particularmente difícil. El país permanecía preso en las rivalidades de los
clanes. El 10 de octubre de 2004, los parlamentarios somalíes reunidos en
Nairobi (Kenia) eligieron como presidente a Abdullai Yusuf Ahmed, ex militar de
70 años entonces presidente de Puntland. Desde octubre de 2004, Somalia posee un
gobierno teórico reconocido internacionalmente: el TFG, basado primero en
Nairobi (Kenia) y después en Baidoa (Somalia). El TFG nunca ha tenido ninguna
autoridad en su propio país. Creado bajo la égida de la ONU, la Unión Africana,
la Unión Europea y la Liga Árabe, el TFG es la materialización de la injerencia
internacional en los asuntos internos de Somalia…
Desde el 26 de febrero de 2006, el gobierno de transición tiene su sede en
Baidoa, Somalia. A principios del mes de junio de 2006, los enfrentamientos
entre los miembros de la Alianza para la paz y contra el terrorismo (ARPCT), una
alianza entre los jefes de guerra y el gobierno de hecho de Somalia, apoyado por
Washington, y los fundamentalistas musulmanes de la Unión de los Tribunales
Islámicos, consiguieron la victoria de estos últimos para el control de
Mogadiscio. A finales de diciembre de 2006, intervino el ejército etíope y los
Tribunales Islámicos huyeron de Mogadiscio. Así, el ejército tomó el control de
la mayor parte del país y el gobierno de transición se declaró gobernante de
hecho del país.
El 29 de diciembre de 2008, el presidente Abdullahi Yusuf Ahmed anunció su
dimisión. Entonces el parlamento eligió al jeque Sharif Ahmed, ex dirigente de
la Unión de los Tribunales Islámicos, como presidente de la República.
Vemos que, en definitiva, no queda nada de las estructuras de un Estado. Las
múltiples injerencias occidentales, la impotencia de la Unión Africana, que se
limita a las buenas palabras, la inercia de la Liga Egipcia, que se autodenomina
«árabe», la parálisis de los potentados árabes y musulmanes que miran para otro
lado –cuando no toman las riendas de la guerra, como Irán y Siria-, hacen que
los somalíes estén abandonados a su suerte, lo que se comprueba incluso en la
piratería. «Los últimos objetivos atacados, escribe Pierre Haski, a lo largo de
las costas somalíes, demuestran que los piratas secuestran a cualquiera que
bogue por el mar sin ningún criterio de importancia, nacionalidad o razón social
(…)
Desde hace decenios, Somalia es objeto de apetitos estratégicos. Conocí el país
en los años 70 cuando acogía una base militar en Berbera y aparecía como modelo
progresista en los círculos tercermundistas europeos (…). Sin embargo, la
bandera del Estado somalí era el símbolo, con una estrella de cinco puntas que
encarnaba los cinco pilares dispersos de la nación somalí: La Somaliland ex
británica, el sur ex italiano, el Ogaden etíope, el distrito noreste de Kenia, y
la parte somalí de Djibuti, ex colonia francesa» (2).
«Recordarán las imágenes, escenificadas al estilo de Hollywood en los grandes
titulares de las cadenas de televisión estadounidenses, del desembarco de los
GIS que llegaban a salvar a los pobres africanos que morían de hambre. El
problema es que ese bello entusiasmo se enfrió enseguida, especialmente por
parte de Estados Unidos, tras la muerte de varios soldados linchados por la
muchedumbre (…) Entonces, la comunidad internacional volvió la espalda a
Somalia, tan caótica, tan difícil, tan lejana… Desde entonces, Somalia es el
paradigma de los «Estados fracasados» (…). Sin duda, Somalia es el país donde se
vive lo peor del mundo actual.
Para luchar contra los piratas somalíes y por exigencia de los países «víctimas
de actos de piratería», el 2 de junio de 2008, la ONU dictó la resolución 1816
del Consejo de Seguridad, que autoriza a los barcos de guerra extranjeros, a
partir de un ejército multinacional que incluye barcos de los países miembros de
la OTAN pero también de China, India y otros, a patrullar la inmensa zona
marítima afectada. Ahí están los pescadores que luchar por sobrevivir y que
deben enfrentarse a todos los ejércitos del mundo que se defienden, por medio de
la ONU, de los piratas –con armas de juguete, en comparación con las fuerzas
desplegadas-, mientras que el problema es mucho más grave.
¿Qué queda de Somalia? Miles de somalíes se han visto obligados a huir de sus
casas a principios de junio debido a combates de los más violentos y sangrientos
que ha vivido Somalia desde el 8 de mayo, cuando se reanudó la violencia entre
las fuerzas gubernamentales y los grupos de oposición Al-Shabaab e Hisb-ul-Islam
en numerosos barrios del noroeste de la capital somalí. Innumerables familias
han resultado desgarradas a causa del conflicto. Los sucesos del mes de mayo
provocaron una violencia ciega en la que por lo menos 34 escuelas ocupadas
provisionalmente por los grupos armados desde principios de año, y al menos
otras 6 escuelas han sufrido ataques o han sido saqueadas durante los últimos 12
meses. (…) En este año año, más de 522 barcos y 25.764 personas han llegado a
Yemen tras una peligrosa travesía del golfo de Adén desde el Cuerno de África.
Hasta la fecha, 146 personas se habrían ahogado y hay informes de 85 que han
desaparecido en el mar. Los fugitivos huyen desesperados de la guerra civil, la
inestabilidad política, la pobreza y el hambre en Somalia y el Cuerno de África»
(3).
Finalmente, y para rematar todo esto, ¡las armas de los beligerantes vienen de
algún sitio! ¡No caen del cielo! Según un informe obtenido de la ONU, los
islamistas somalíes recibirían armas provenientes en especial de Irán y Siria,
mientras que el gobierno del país estaría apoyado militarmente por Etiopía y
Yemen entre otros, en violación del embargo sobre entregas de armas a Somalia.
El informe señala en particular la implicación de Etiopía y Eritrea, las
primeras que violan el embargo sobre entregas de armas a Somalia, impuesto en
1992 por las Naciones Unidas. El documento afirma que 7 países musulmanes de la
ribera del mar Rojo proporcionan armas y material militar a los milicianos
islamistas, mientras que otros 3 Estados apoyan al frágil gobierno provisional
con sede en Baidoa. Así, los islamistas estarían apoyados por Djibuti, Egipto,
Eritrea, Irán, Arabia Saudí, Siria y la milicia chií Hezbolá, mientra que el
gobierno somalí recibiría el apoyo militar de Etiopía, Uganda y Yemen.
¿Por qué el apoyo a un bando u otro? Aparte de la ideología, la otra explicación
hay que buscarla en la riqueza del subsuelo somalí. Somalia dispone de uranio,
mineral de hierro, estaño, selenio, bauxita, cobre, gas natural y reservas de
petróleo. Dos compañías petroleras, Canmex y Range Resources, se
interesan por el petróleo de Puntland, región «autónoma» al norte de Somalia.
Mohamed Said Hersi, presidente de Puntland, y Abdullai Yusuf Ahmed, jefe del
gobierno transitorio federal (sur) han aprobado recientemente un programa de
prospección y perforación en las dos cuencas petroleras de Nogal y Darin. Un
artículo de Los Angeles Times de enero de 1993 informaba de que decenas
de millones de acres, es decir, casi dos tercios de Somalia se habían asignado a
cuatro gigantes estadounidenses del petróleo en los últimos años antes de la
caída del presidente Siad Barre: Conoco, Phillips, Amoco, BP y Chevron.
Total (francesa) ha firmado un acuerdo de sociedad con el gobierno
transitorio para efectuar prospecciones en el océano Índico (4).
¿Significa que la guerra en Somalia también es una guerra por el petróleo?
Estamos en las mismas condiciones que Darfur, siempre con las mismas luchas
sordas y los más débiles como víctimas. Aquí tenemos, pues, un pueblo que sufre
en silencio con la complicidad internacional de los gobernantes e incluso de los
medios de comunicación que, en este caso, guardan un silencio clamoroso. Decenas
de miles de hombres, mujeres y niños somalíes huyen del país por todos los
medios. Y decenas de ellos se ahogan intentando huir por mar.
¡No! Este mundo no es justo, y los países occidentales «que imparten lecciones»
deberían replantear el alcance de los derechos humanos del hombre occidental
para que se conviertan en… universales. En cuanto a los potentados árabes, en
tanto que paralizaron a sus pueblos con la ayuda de los países occidentales, ¡no
habrá justicia para los pueblos árabes hostigados por los dirigentes instalados
en el limbo y divididos para que duren mil años! ¡Así va el mundo!
Notas:
(1) Somalia: un artículo de Wikipedia.