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Guinea Bissau
Preguntas sobre el asesinato de un presidente
Augusta Conchiglia
En la tormentosa historia de la Guinea Bissau independiente, el asesinato,
con pocas horas de diferencia el 2 de marzo de 2009, de los dos hombres fuertes
del país, el jefe del Estado Mayor, el general Tagme Na Waie, y el presidente
Joao Bernardo «Nino» Vieira, constituye la apoteosis de una crisis que se abrió
en 1980. Entonces, Nino Vieira derrocó a su compañero de la lucha armada, Luiz
Cabral, hermanastro de Amílcar, quien murió asesinado en enero de 1973.
Desde entonces, numerosos y sangrientos acontecimientos han salpicado la vida de
este miserable país de África occidental que, sin embargo, fue el escenario de
una guerra de descolonización ejemplar contra Portugal e inspiró algunos de los
principales trabajos teóricos –incluidos los del propio Amílcar Cabral- sobre
los movimientos de liberación del continente africano. Tras el asesinato de
Amílcar Cabral, el golpe de Estado de Nino acabó de destruir el proyecto
revolucionario de esta figura del panafricanismo y puso fin al sueño de unión de
Guinea Bissau y las islas de Cabo Verde, sobre el que Cabral había trazado el
diseño liberador encarnado por el Partido Africano para la Independencia de
Guinea y Cabo Verde (PAIGC). Por otra parte Vieira, con el pretexto de una
presunta dominación de los dirigentes del partido originario de Cabo Verde,
procedió a dejarlo de lado y reivindicó la primacía de los nacionales de Guinea.
Su muerte, mucho más allá de las disputas ideológicas o «raciales» ha sido el
resultado de un odio largamente madurado. Salvajemente abatido a machetazos y
rematado a tiros en su propia residencia atacada duramente por el ejército, Nino
murió, se supone, a manos de soldados deseosos de vengar la muerte de Na Waie,
otro compañero de armas. El jefe del Estado mayor acababa de sucumbir por la
explosión de un artefacto teledirigido que destruyó un ala del cuartel general
del ejército en el mismo momento en que, la noche del 1 de marzo, Na Waie
emprendía el ascenso de la escalera que conduce a su despacho. La forma de este
atentado, relativamente sofisticado y único hasta la fecha, así como la falta de
previsión del presidente, que aparentemente no tomó medidas contra eventuales
represalias, podrían sugerir que las causas de la muerte de Na Waie hay que
buscarlas en otra parte. Podría estar relacionada con los narcotraficantes que,
literalmente, han invadido Guinea Bissau, un pequeño país con 90 islas
diseminadas a algunos kilómetros de la costa, las Bijagos, poco pobladas y
difíciles de controlar.
Nawaie tenía la reputación de ser uno de los pocos oficiales que no habían
sucumbido a la corrupción y al tráfico de drogas. Sin embargo, una semana antes
de su muerte, descubrió un escondrijo en un hangar del Estado Mayor, con 200
kilos de cocaína que se encontraban en cuatro bolsas de viaje, y exigió que se
encontrase inmediatamente a los que habían escondido la droga.
Pero incluso aunque se confirme la teoría de una venganza de los
narcotraficantes, la muerte de Vieira era inevitable. Puesto que el destino del
jefe del Estado ya estaba ligado al de Na Waie. «Si me matan por la mañana, Nino
morirá por la tarde», solía decir. Un odio que venía de lejos. De la represión
que se abatió sobre los soldados «balantes», etnia del sur que se adhirió
masivamente a la lucha de liberación, y en 1986 fueron acusados por el
presidente Vieira de preparar un golpe de Estado.
En un clima económico sombrío –tras el golpe de Estado de 1980, el país se
embarcó en los planes de ajuste estructural con sus nocivos efectos sociales, la
moneda no paraba de devaluarse y el coste de la vida no dejaba de crecer-,
Vieira ordenó la detención de seis de sus compañeros, entre ellos el
vicepresidente Paulo Correia, a quien mandó fusilar tras un simulacro de juicio
que pasó a la historia como «la rebelión de los balantes». Correia fue, con Nino,
uno de los principales comandantes de la guerra de liberación. Na Waie,
convertido en jefe de la policía militar desde 1980, entonces estaba encarcelado
en las Bijagos con otros oficiales balantes, torturado, según algunas versiones,
y recluido en aislamiento durante siete años.
La victoria de Vieira en las primeras elecciones democráticas de 1994, no aportó
la estabilidad esperada. A pesar de la aproximación de Francia, que había
contribuido a la adhesión del país a la zona franco en 1977 y al inicio de la
integración de esta frágil economía en la región. Guinea Bissau está clasificada
en el puesto 172 sobre 177 países en el Índice de Desarrollo Humano de las
Naciones Unidas. Para complicar las cosas, desde su estallido en 1982, la
rebelión en Casamance envenenó las relaciones con Senegal. En 1998, Nino
destituyó al jefe del Estado Mayor, el general Ansumane Mané, otro héroe de la
guerra de la independencia, acusado de traficar con armas en beneficio del
Movimiento de las Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC). Poco después, Mané
lideró un motín en el que se involucró la mayoría del ejército nacional, entre
ellos Na Waie. De nada sirvieron los contingentes enviados por Senegal y Guinea
Cornakry para sofocar la rebelión, ni las tropas de la Comunidad de los Estados
de África Occidental (CEDEAO) que tomaron el relevo.
Al frente de un poder debilitado y desacreditado –hasta el punto de que en abril
de 1990 un informe del Parlamento exculpaba a Mané y acusaba al presidente de
estar involucrado en el tráfico de armas-, Nino fue derrocado un mes después y
se refugió en Portugal. Le sucedió una junta militar que organizó las elecciones
presidenciales que ganó Kumba Yala, el rival histórico de Vieira. La victoria de
Yala, balante tradicionalista y un poco voluble, resonó como un justo vuelco de
la situación. Pero los conflictos subyacentes no se arreglaron. Mané, siempre
muy popular en el ejército, se autoproclamó jefe del Estado Mayor en vez del
general Verissimo Correia Seabra, que ocupaba ese puesto a las órdenes de Yala.
Mané murió en noviembre de ese año, durante un tiroteo en la selva. En
septiembre de 2003, Yala, cuyo autoritarismo competía con su ineficacia, perdió
sus apoyos y fue derrocado por un golpe de Estado militar dirigido por Seabra.
Na Waie formó parte de la nueva junta. Seabra fue asesinado al año siguiente
durante un motín de soldados que habían servido en Liberia y reclamaban su paga.
Na Waie le sustituyó como jefe del Estado Mayor.
En ese clima fuertemente inestable, las instituciones provisionales organizaron
la elección presidencial de julio de 2005. Vieira regresó de Portugal, se
presentó como candidato independiente y ganó en la segunda vuelta contra el
candidato del PAIGC. Después de numerosas equivocaciones, ese partido pareció
recuperarse y se convirtió en el gran vencedor de las elecciones legislativas de
diciembre. El Primer Ministro salió de sus filas, en una especia de tensa
cohabitación con Vieira, él mismo en conflicto latente con una parte del
ejército que se identificaba con el jefe del Estado Mayor: Na Waie. Por otra
parte, fueron necesarias intensas negociaciones a nivel regional –en las cuales
se implicó especialmente el presidente guineano Lasana Conté- para convencer a
Na Waie de que permitiera el regreso de Vieira del exilio. Pero la tensión
siempre ha dominado las relaciones entre el presidente y el ejército, él mismo
dividido, con un ala minoritaria próxima a Nino. La intensificación del tráfico
de drogas desde América Latina hacia Europa, ciertamente ha contribuido a
exacerbar el conflicto.
Según la oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el crimen (ONUDC), el
número de incautaciones de droga en Guinea Bissau ha aumentado de manera
exponencial. Ese país, con las instituciones debilitadas por el ciclo de
violencias, una pobre gestión de la economía y enormes dificultades para pagar a
los funcionarios o para regular las indemnizaciones de retiro de los soldados de
su abundante ejército, se ha convertido en una presa escogida de los
narcotraficantes. En septiembre de 2006, la policía detuvo a dos venezolanos y
les requisó, además de las armas y los radiotransmisores, 674 kilos de cocaína.
El botín, de un valor de 30,5 millones de euros, se depositó en una caja del
Tesoro público y después desapareció, según ha declarado un funcionario guineano
a Antonio Mazzitelli, representante de la ONUDC para África del oeste. «Un grupo
de soldados llegó para evaluar la droga requisada, después nunca volvieron los
paquetes». Episodio emblemático del combate desigual entre los poderes del
dinero y un país de instituciones caducas.
Durante la campaña electoral previa a las elecciones del 16 de noviembre pasado,
estallaron las acusaciones: cada uno de los partidos –había treinta y tres-
denunciaba las relaciones de los demás con los cárteles de la droga. Gracias a
una dirección nuevamente aceptable, encarnada por Carlos Gomes Junior y los
candidatos combativos, el PAIGC consiguió el triunfo con sesenta y siete escaños
de los cien que componen la Asamblea. El Partido de la Renovación Social de Yala
logró veintiocho escaños, mientras que el Partido Republicano para la
Independencia y el Desarrollo (PRID), apoyado por el presidente Vieira, tuvo que
conformarse con tres escaños. ¿Fue este descenso el que el 23 de noviembre
alentó a un grupo de soldados a lanzar un fuerte ataque armado, durante tres
horas, contra la residencia de Nino, quien resultó ileso? ¿O fueron los
conflictos por el control del tráfico de la droga? Acusado de participar en el
comando que atacó la residencia presidencial, Alexandre Tchama Yala –sobrino de
Yala- huyó a Senegal, donde lo arrestaron algunos días después. Pero en el
entorno de Nino se señalaba con el dedo a los hombres de Na Waie. En enero, le
tocó el turno al jefe del Estado Mayor, que escapó de un atentado. Ya estaban
establecidas las condiciones para la escalada y el trágico desenlace de
principios de marzo. Una comisión de investigación nombrada por el gobierno del
Primer Ministro Carlos Gomes Junior se encargará de aclarar el doble asesinato.
Obviamente será necesaria la ayuda propuesta especialmente por la CEDEAO y la
Comunidad de los Países de Lengua Portuguesa (CPLP), que han acudido rápidamente
al auxilio de este país miserable y aturdido por la crueldad de los últimos
sucesos. El PAIGC teme, con razón, que la depuración de los elementos del
ejército implicados en los ataques –así como en el tráfico de drogas- abra otro
período de inestabilidad. Pero no hay otra opción.
De momento, el país ha podido conjurar los riesgos de un golpe de Estado e
iniciar una transición conforme a la ley; cuarenta y ocho horas después de la
muerte del presidente Vieira, se nombró a su sucesor constitucional en la
persona del presidente de la Asamblea Nacional, Raimundo Pereira, procedente del
partido mayoritario, el PAIGC. Éste dispone de sesenta días para organizar las
elecciones presidenciales. Y quiere presentarse. Es lo que declaró durante su
investidura lanzando a la «comunidad internacional» un llamamiento para que «no
abandone a Guinea Bissau». «Desde hace un decenio, recordó, ningún presidente ha
terminado su mandato al frente del Estado». Y añadió con la voz emocionada:
«Ayuden a este país a recuperar la imagen de un país estable».
Testo original en francés: