Medio Oriente - Asia - Africa
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La expulsión de los expulsados
Líbano: la "reconstrucción" del campo de refugiados de Nahr al-Bared, destruido
hace año y medio por el ejército
Nadia Hassan
La piedra base que da inicio al proceso de reconstrucción del
campamento de Nahr al-Bared fue colocada el día lunes 9 de marzo, en una
ceremonia organizada por el Gobierno libanés y la Agencia de Naciones Unidas
para los Refugiados Palestinos, UNRWA, 18 meses después de que dicho campamento
fuera completamente destruido por el ejército libanés durante los
enfrentamientos contra militantes del grupo Fatah al Islam.
Al acto fueron invitados responsables de las agencias involucradas en el proceso
de reonstrucción, periodistas, diplomáticos, así como una escogida y limitada
representación palestina.
En una improvisada tienda, y bajo la supervisión directa del ejército y del
servicio de inteligencia del gobierno libanés, Tarek Mitri, ministro de
Información libanés, Abbas Zaki, embajador de la Autoridad Palestina en el
Líbano, Khalid Makkawi, presidente del Comité por el Diálogo Palestino-Libanés y
Karen Abu Zayed, Comisionada General de UNRWA en Líbano, expresaron sus
agradecimientos a todos los actores involucrados en el proceso de reconstrucción
del campamento y en los esfuerzos que se han estado haciendo para asistir a los
más de 40 mil refugiados cuyas viviendas fueron arrasadas luego de que fueran
forzados a huir de ellas refugiándose en el campamento vecino de Beddawi, y de
los cuales sólo 17.000 han podido volver y reasentarse en precarios albergues de
emergencia construidos por UNRWA.
Los exponentes, a su vez, coincidieron en señalar que el inicio de la
reconstrucción del campamento es una muestra clara de que el terrorismo ha
fracasado y que se están aunando esfuerzos para que actos vandálicos como los
ocurridos en 2007 no vuelvan a reproducirse en ningún otro campamento palestino
en suelo libanés.
Se espera, por tanto, que tras la reconstrucción de Nahr el Bared este pase a
ser el único campo de refugiados palestinos que esté bajo control directo del
Estado libanés, lo que se piensa pueda ser un modelo a seguir para los otros 11
campamentos de refugiados palestinos en el Líbano.
Lo que no se mencionó en ninguno de los discursos fue la nula presencia de los
mismos refugiados a los que se hacía referencia de manera constante, a los
mismos que tanto Zaki como Makkawi agradecían por su paciencia y dignidad para
enfrentar la enorme ofensiva militar que duró 3 meses, la pérdida de todos sus
bienes, incluidas sus viviendas - aquellas construidas con sudor y esfuerzo hace
60 años luego de ser expulsados de su patria por las bandas terroristas
sionistas que ocuparon Palestina en 1948 - y por la escasez de ayuda humanitaria
con la que han tenido que vivir durante estos últimos 18 meses.
Tampoco se hizo mención alguna que a muchos refugiados aún no se les permite
volver a lo que ha sido llamado el "campamento nuevo", ya que el acceso al
campamento requiere de permisos del ejército y de los servicios de seguridad
libaneses. Muchos no han podido obtener los permisos necesarios que podrían
permitirles pasar a través de los muchos puestos de control donde las fuerzas
libanesas controlan todo movimiento, tanto dentro como fuera del campamento.
El campamento ha quedado completamente nivelado, no quedando rastro alguno de
las casas, paso importante y necesario para el gobierno libanés para iniciar el
proceso de reconstrucción. Pero tampoco vestigio alguno de las atrocidades
cometidas por el ejército libanés en ellas, quienes, cual aves de rapiña,
asaltaron las viviendas destruyendo todo lo que encontraron a su paso, y sin ser
eso suficiente, rociando sus muros con líquidos inflamables, no sin antes dejar
constancia de su presencia rayándolas con grafittis injuriosos contra los
palestinos. De eso ya nada queda, ha sido borrado, así como también parte de la
memoria colectiva de parte de un pueblo, que en ese estrecho kilómetro cuadrado
crearon un hogar, por 60 años, mientras luchaban por recuperar el suyo.
A pocos metros de donde se estaba desarrollando el evento, cientos de
palestinos, residentes de Nahr el Bared, estaban apiñados en sectores
habilitados para ellos por el ejército libanés, rodeados de alambradas y bajo
control estricto de soldados con metralletas en mano. No sólo se les impidió el
acceso, sino que se los obligó a estar en filas, a cada lado de la acera, viendo
como pasaban las comitivas de extranjeros, autoridades y curiosos que, por no
ser palestinos, podían ingresar a mirar cuál paseo turístico de fin de semana,
mientras a ellos se les impedía de poder ver sus ruinas, sentarse sobre ellas y
llorarlas. Los mismos refugiados cuya dignidad y valentía era alabada al
interior de la tienda por personeros de gobierno y autoridades varias, estaban
siendo apaleados luego de intentar en reiteradas oportunidades y de manera
infructuosa poder hacer ingreso al kilómetro cuadrado que fue su hogar durante
60 años.
Sin periodistas que con el lente de su cámara pudiera captar lo que estaba
ocurriendo, los soldados aprovecharon la ocasión para una vez más abusar de una
población civil que no hace otra cosa que exigir su derecho a ser tratados como
seres humanos, que no hace más que exigir su derecho de ver con sus propios ojos
qué pasó, de poder rescatar algo si es que aún quedara algo por rescatar, de
poder regresar, a este, su segundo hogar.
Mujeres y jóvenes, viejos y niños, todos apiñados al otro lado de la alambrada,
y separados de los invitados especiales por una barrera humana de soldados,
gritaban consignas en contra del presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud
Abbas, invitándolo a que viniera y presenciara con sus propios ojos lo que
estaba padeciendo su pueblo, el mismo que en reiteradas ocasiones menciona en
sus discursos, pero que a juicio de muchos refugiados palestinos en el Líbano,
ha dejado completamente en el olvido.
"Mis padres llegaron aquí en 1948 luego de que fueran expulsados de Palestina
por los sionistas, yo nací en una tienda de campaña suministrada por la UNRWA a
los pocos meses después, he vivido aquí toda mi vida, pero siempre soñando con
volver a mi patria Palestina. He visto cómo fuerzas libanesas masacraron a mis
hermanos y hermanas en Tel al Zaater, como lo hicieron luego en Sabra y Shatila,
como arrasaron con todas nuestras casas aquí en Nahr el Bared, pero aquí estoy,
de pie, frente a ellos, gritándoles en su cara y sin miedo, que podrán quitarnos
la vida, podrán arrasar nuestras casas, pero nunca podrán con nuestro espíritu
de resistencia" cuenta Um Mohammad, quien junto a sus 3 hijas y 2 nietos se
sumaba a la muchedumbre en su protesta.
Los medios de comunicación libaneses y árabes han transmitido la ceremonia,
haciendo caso omiso de lo que estaba ocurriendo a las afueras del recinto, como
si los palestinos no existieran, como si lo que pasara con ellos no fuera lo que
realmente importa. N i siquiera aquellos medios de comunicación relacionados con
la resistencia, aquella que todos los días y a cada instante lanzan sus ataques
contra los sionistas y se hacen parte, con sus palabras, en público y para
afuera, con la causa palestina, luchando codo a codo con los palestinos en
contra de la ocupación sionista, pero que cuando las cosas pasan en casa, cuando
emitir una opinión les puede causar la pérdida de votos en medio de una
contienda electoral, o más aún, les puede dejar en aprietos políticos que les
hagan perder algunos asientos en posiciones de poder, prefieren callarse y mirar
para otro lado.
Lo que si quedó claro luego de esta ceremonia de inauguración es la clara
intención del gobierno libanés de tratar de cubrir con un manto mediático los
rumores que giran en torno al futuro del campamento, la posible construcción de
una base naval en la zona, el despliegue de fuerzas militares permanentes al
interior de los campamentos de refugiados en el Líbano, y por ende, el futuro de
más de 450.000 refugiados palestinos que una vez más han sido acallados a punta
de cañón.