Medio Oriente - Asia - Africa
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Los crímenes de guerra en Gaza no deben quedar impunes
El diario comunista francés "L’Humanité" apoya las iniciativas jurídicas contra
Israel
Pierre Barbancey
LHumanité
Traducido por Manuel Talens
Se trata de justicia no de venganza. Al reabrir el caso de los crímenes de
guerra cometidos por Israel durante su agresión en Gaza, L’Humanité
pretende apoyar la petición de centenares de asociaciones del mundo entero que
exigen que no haya dos varas de medir y que por una vez, las leyes
internacionales se le apliquen a Israel. La actualidad acaba de subrayar la
urgencia de dicha acción: la Corte Penal Internacional (CPI) ha inculpado al
presidente de Sudán, incluso si ese país nunca ratificó la creación de la CPI.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas simplemente presentó el caso ante
dicha corte y ésta quedó autorizada para proceder. Israel tampoco reconoce la
Corte Penal Internacional. Francia habría podido engrandecerse de haberse
convertido en portavoz de esta exigencia de justicia ante el Consejo de
Seguridad, esa misma Francia que no ahorró esfuerzo alguno, junto con Usamérica,
para crear un tribunal especial para Líbano, encargado de juzgar a los presuntos
autores de ataques terroristas en el país del cedro.
La ofensiva militar llevada a cabo contra la Franja de Gaza durante tres
semanas, desde el 27 de diciembre de 2008 hasta el 18 de enero del 2009, fue de
una amplitud raramente observada. Los destrozos humanos y materiales son
considerables. Escuelas destruidas (entre ellas algunas de la ONU), lugares
religiosos alcanzados por las bombas, infraestructuras públicas atacadas a
conciencia, uso de bombas de fósforo blanco y, quizás, de armas prohibidas...
Las imágenes están ahí, los testimonios también, duros, sin apelación alguna.
Como el de Khalid Abel Rabbo, un palestino de 30 años que se encontraba con su
familia en el entresuelo de un edificio de la aldea de Ezbet, en el norte de
Gaza, en la cual vivían veintisiete personas. El 7 de enero, a media mañana,
llegaron los israelíes e instalaron un puesto militar. Los tanques se situaron
detrás de lomas de arena mientras que, por medio de altavoces, los soldados
daban órdenes a la población de que saliera. "Como vivíamos en el entresuelo,
salimos los primeros", ha referido Khalid a L’Humanité. "Yo estaba con mi
mujer, nuestras tres hijas y mi madre. Llevaba una bandera blanca. Sobre el
carro de combate había dos soldados. El uno comía patatas fritas, el otro
chocolate. Estuvimos así durante más de cinco minutos, alineados. Nadie nos
decía nada. No sabíamos qué hacer. De repente un soldado salió del tanque. Era
pelirrojo y llevaba trenzas como las de los religiosos. Disparó contra Amal, mi
hija de 2 años. Le reventó los intestinos. Luego lanzó una ráfaga a la de 7
años, Sohad. Mi mujer se desvaneció. Le disparó a mi madre." Las dos pequeñas,
Amal y Sohad, murieron. La tercera, gravemente herida, fue evacuada a Bélgica.
Se ha quedado tetrapléjica.
Como otras muchas, la familia Samuni pagó un alto precio a la locura israelí. La
aldea en que vivían (se trata de una gran familia de cerca de doscientos
miembros, repartidos en varias casas adosadas en el barrio de Zeitún, en la
ciudad de Gaza) fue invadida. Más de un centenar de personas fueron reagrupadas
en una de las casas. Salá Samuni, una de las que se salvaron, nos lo describe:
"Los soldados nos habían dicho que fuésemos a esa casa. Estábamos encerrados y
nos dejaron sin agua ni comida durante tres días. Salimos entonces para buscar
madera y encender fuego y traer lo que pudiéramos. Fue entonces cuando empezaron
a disparar. Cayó una primera bomba. Dos personas murieron. Entré en la casa.
Cayó un segundo obús que mató a otras veintisiete personas. Le supliqué a Dios,
creía que estaba muerta. Vi que respiraba y que podía levantarme. Miré a mi
alrededor, había veintisiete miembros de mi familia muertos. Cayó un tercer
obús, esta vez fuera. Salí y vi a gente que llevaba a sus hijos, a sus padres,
heridos o muertos. Me acerqué a los soldados israelíes y les dije: ‘Por el amor
de Dios, buscad ayuda". Y ellos me respondieron: ‘¡Muérete!’."
Ahora se plantea la siguiente cuestión: ¿Van a quedar impunes esos crímenes?
Numerosas asociaciones se han dirigido a la Corte Penal Internacional. Otras,
como la Federación Internacional de los Derechos Humanos (FIDH), formulan tres
peticiones, tal como lo explica Patrick Baudoin, su presidente honorífico:
"Deseamos, y nos dirigimos a Naciones Unidas, la creación de una comisión de
encuesta internacional que acopie información sobre lo ocurrido en Gaza. Por
otra parte, sin hacernos demasiadas ilusiones, pedimos al Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas que cree un tribunal especial como el que creó tras el
asesinato del primer ministro libanés Rafic Hariri o, incluso mejor, que
presente el caso ante la CPI tal como hizo después de Darfur. Pero sabemos que
eso necesita el acuerdo de los cinco miembros permanentes del Consejo de
Seguridad y que Usamérica, e incluso Francia, ay, no darán luz verde." A la FDIH
le parece más eficaz "el uso del mecanismo de la competencia universal y, por lo
tanto, la acumulación del mayor número de elementos incriminatorios para
constituir un informe y, a través de él, ir subiendo los escalones jurídicos,
incriminar a los responsables políticos y militares israelíes y, cuando se
desplacen a países terceros, denunciarlos." Israel lo sabe. Ehud Olmert, el
primer ministro que fingió llorar al ver niños muertos, lo ha expresado así:
"Los mandos y los soldados enviados a Gaza deben saber que estarán totalmente
protegidos frente a todos los tribunales y que Israel los ayudará". Por primera
vez, Tel Aviv sabe que pueden acusarlo y juzgarlo por crímenes de guerra. Esto
incrementa aún más el peso de las acciones emprendidas contra ese país. De ahí
la necesidad de interpelar a la representación nacional francesa, la Presidencia
de la República, el gobierno, pero también a cada una de los diputados para que
tomen partido en este combate por la justicia y el respeto del Derecho
internacional. "Quiero que el mundo entero juzgue este acto, no yo", dice Khalid
Abel Rabbo. "También pido la paz para todo el mundo. Espero que mis hijas sean
los últimos muertos. Somos un pueblo que ama la vida."
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