Medio Oriente - Asia - Africa
|
República Democrática del Congo-Ruanda
Los misterios de una reconciliación
Le Pays
Traducido para Rebelión por Caty R.
Nkunda, ¿chivo expiatorio o ardid de guerra? Estrategia o no, el general
rebelde congoleño parece que ha sido abandonado por los suyos: por sus
compañeros de lucha e incluso por sus padrinos ruandeses. Estos últimos parecen
enfadados por la tenacidad del esbelto líder cuyo bastón recuerda la imagen del
«Rey Leopardo» Mobutu, de El Zaire. Después de años de lucha encarnizada sin un
éxito real, han decidido deshacerse del guerrero a quien la comunidad
internacional pretende juzgar por crímenes contra la humanidad.
Parece que Kigali quiere rehabilitarse. Durante mucho tiempo, la crisis entre
Ruanda y La RDC ha permitido a Paul Kagame, el jefe del Estado ruandés, jugar al
despiste. Buena excusa para que se olviden los problemas internos. Pero la
justicia internacional le acosa constantemente. Se ha comprobado recientemente
con la orden de detención (y el posterior arresto en Alemania en noviembre de
2008, N. de T.) por parte de la magistratura francesa, de Rose Kabuye, jefa de
protocolo del Estado ruandés. Además, las víctimas de la subida al poder del
presidente Kagame intentan tomar su revancha sobre aquellos a quienes acusan de
haber asesinado a los dos jefes de Estado de Ruanda y Burundi. Un doble drama en
el origen del genocidio ruandés. Y si los genocidas siguen siendo perseguidos,
los partidarios del antiguo régimen no tardarán mucho: La justicia internacional
debe pedir cuentas al presidente Kagame. Y a los opositores, en la selva
congoleña y en todo el mundo. Hay que sacar a la luz su actuación en el asunto.
Otros, además, exigen más democracia interna.
Por otra parte, las cosas cambian rápidamente en el plano internacional. Los
aliados también. En Washington, Barack Obama se presenta como un «Don Limpio»
ávido de más transparencia, democracia, progreso y justicia, jugando la carta
del apaciguamiento. Y para muchos es un Mesías que ha llegado para salvar a los
pobres, los oprimidos y los desesperados. Los gobernantes tétricos, en
particular en el continente africano, no podrán mantenerse en pie.
Obama, adoptado por todo el planeta, también ha perturbado la somnolencia de
numerosos dirigentes occidentales. No es sorprendente verlos correr de un lado a
otro del mundo. Podría parecer que han recuperado las virtudes de la apertura de
espíritu, el diálogo y, sobre todo, los principios republicanos torpedeados
durante mucho tiempo sobre el altar de los intereses partidistas. Así, al estilo
de los antiguos colonizadores europeos. Ellos también temen la borrasca del
cambio procedente de Estados Unidos. Durante mucho tiempo se han beneficiado de
los excesos de Bush el beligerante para ponerse a la altura de la Casa Blanca
por todas partes donde podían. Sin ningún escrúpulo, el ex jefe del ejecutivo
estadounidense ha pasado su tiempo destrozando la imagen de EEUU. Actualmente,
las cosas se presentan de forma distinta con Obama el afroestadounidense. Más
que George Bush-Condoleezza Rice, el dúo Barack Obama-Hillary Clinton querrá
devolver a Estados Unidos su posición en el tablero internacional. Pero tiene
que hacerlo deprisa.
África, la cuna del padre del nuevo inquilino de la Casa Blanca, sin duda no
será descuidada. Al menos eso es lo que desean profundamente los pueblos de este
continente, martirizados durante tanto tiempo. El tornado Obama anuncia tiempos
difíciles para los dictadores y antidemócratas incorregibles. Estén en el poder
o no. También perturba la somnolencia de quienes siempre han sido aliados y
cómplices; y de todos los pescadores en ríos revueltos.
Sarkozy lo ha comprendido rápidamente. Como si quisiera romper con su «ruptura»
que nunca ha existido, el patrón del Elíseo ha decidido actuar sobre el terreno
y dar un empujoncito a la reconciliación entre Ruanda y la RDC. No se trata de
generosidad. Sus iniciativas son otras tantas cornadas asestadas en el cuerpo
del ex colonizador belga. Este último, tras un letargo debido a los problemas
internos, se despierta poco a poco y busca febrilmente rehabilitarse a los ojos
de los protagonistas políticos congoleños. Las recientes negociaciones con
Kinshasa lo confirman: Bruselas, refugio de miles de congoleños y ruandeses,
intenta reafirmar su presencia en el tratamiento de los asuntos relativos a la
región. Así, el final de las tensiones no parece muy cercano.
Las cruzadas repentinas no son nada inocentes: la República Democrática del
Congo, antigua posesión de la familia real belga, es inmensamente rica. El drama
ruandés se combina con el encerramiento en un territorio exiguo de una población
cuya densidad siempre es un problema. ¿Estarán buscando una nueva configuración
del mapa de la región? ¿Qué pasa entonces con los principios defendidos por la
Organización de la Unión Africana (OUA) -después la Unión Africana (UA)-,
especialmente en cuanto al respeto de las fronteras heredadas de la
colonización? Bush también intentó hacer una operación similar en Oriente
Próximo. Una aventura sin pies ni cabeza que ha fracasado estrepitosamente.
Infiltrándose entre Kigali y Kinshasa París querría, sin duda, demostrar su
devoción por la región. Eso, mucho tiempo después de la muerte de sus dos
aliados incondicionales: el presidente Habyarimana, predecesor de Kagame, y el
mariscal Mobutu de El Zaire. Francia quiere devolver al redil francófono al
rebelde Kagame, que quiere hacer de Ruanda un país bilingüe si no puede
convertirlo en una entidad exclusivamente anglófona. En contrapartida, el plan
Sarkozy apoyaría la explotación conjunta de las riquezas locales por ambos
países, aparentemente decididos a acabar con los rebeldes ruandeses radicados en
la selva congoleña. Pero en Kinshasa esos reencuentros no son del agrado de
todos los actores políticos. Resulta inquietante ver a Ruanda, considerada ayer
como agresora, instalarse de forma permanente en el territorio congoleño.
Las cuestiones se plantean también en cuanto a la suerte que espera a los
rebeldes y los refugiados ruandeses que no tienen nada que ver con el genocidio.
Entre otras: ¿Qué seguridad si regresan? ¿Qué eventual reintegro en el paisaje
político ruandés, que está lejos de ser un ejemplo de democracia? ¿Y habrá una
división del este de la RDC a favor de Ruanda? En ese tipo de escenario, ¿cuál
será el pago y para qué sectores de ciudadanos de las poblaciones autóctonas que
también están necesitados? ¿Qué pasa con las gestiones de la misión Obasandjo (Olusegun
Obasanjo, ex presidente de Nigeria enviado especial de la ONU para el conflicto
del este de la RDC, N. de T.), enviada por la UA pero duramente criticada por
ambas partes?
¿Qué ocurrirá con Nkunda? ¿Kigali ha decidido sacrificarlo para salvar su
cabeza, o más bien pretende librarse de todos los enjuiciamientos? ¿Realmente ha
sido abandonado por Kagame? ¿Le abandonarán después de todos los servicios
prestados al gran hermano ruandés? Aunque incómodo, Nkunda también es muy
valioso en manos de Kagame: cómplice de ayer, testigo de hoy, tendrá un gran
peso en las negociaciones en curso. El vuelco de la situación a la que asistimos
lo demuestra claramente: el embrollo congoleño-ruandés está lejos de haber dicho
su última palabra.
Original en francés: http://lefaso.net/spip.php?article30360