Medio Oriente - Asia - Africa
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Incursiones para sepultar la paz
Claudio Katz [1]
La agresión contra Gaza provoca horror. Refugiados aniquilados en una escuela de
la ONU, cadáveres de niños alineados, familias acribilladas por buscar alimento,
tiros al blanco sobre una masa indefensa, bombardeos a mansalva, fósforo blanco,
1160 muertos y 5200 heridos en tres semanas.
Semejante matanza no es un daño colateral, ni una reacción desproporcionada. Se
han demolido escuelas, universidades, mezquitas, guarderías, hospitales y
depósitos de socorro internacional para someter a los palestinos. El objetivo es
bloquear cualquier posibilidad de paz para reforzar la ocupación, con treguas
unilaterales que anticipan nuevas incursiones.
JUSTIFICACIONES
Los pretextos esgrimidos por Israel para perpetrar esta masacre tienen la misma
credibilidad, que las armas de destrucción masiva inventadas por Bush para
atacar Irak. Los cohetes ni siquiera rasguñaron a la fortaleza que custodia un
ejército monumental. Las víctimas ocasionadas por esa artillería casera fueron
irrisorias en comparación al infierno de asesinatos que consuman los ocupantes.
Desde que Hamas triunfó en impecables elecciones Israel tendió un cerco para
privar a Gaza de alimentos, combustible y electricidad. Acentuó el encierro de
un millón y medio de personas que sobreviven entre la basura y las aguas
servidas. Con hambre y oscuridad se reforzó un campo de concentración controlado
desde seis puestos fronterizos.
Israel preparó durante mucho tiempo el escarmiento y rompió la tregua cuando
ultimó los detalles del ataque. No toleró el fracaso del complot para desplazar
a Hamas y la persistencia de cierto funcionamiento civil en una sociedad
acosada. Como la anexión de un territorio minúsculo y superpoblado se tornó
inviable retiró a sus colonos y redobló el terror.
Israel repite el libreto de todos los colonialistas. Porta la bandera de la
civilización contra los nativos y esgrime derechos de defensa, que ocultan su
rol opresor. Ciertos analistas igualmente contraponen la democracia moderna del
estado hebreo con el retrógrado totalitarismo que impera en Gaza[2].
Pero olvidan que la invasión actual se concretó para desconocer un triunfo de
Hamas, en comicios ponderados por todos los observadores internacionales. En la
democracia de Apartheid que rige en Israel se discute con total libertad, cuál
es la mejor forma de vulnerar derechos en los territorios ocupados.
Quiénes exaltan la tolerancia religiosa vigente en ese país frente al cerrado
islamismo del Hamas suelen olvidar el carácter confesional del estado judío[3].
También omiten el fundamento bíblico, utilizado para justificar la extensión del
territorio a los sagrados límites de Samaria y Judea. En cambio es un misterio
cuál sería el alcance de las restricciones coránicas impuestas por las
autoridades electas de Gaza. Las bombas han impedido la eventual vigencia de
esas disposiciones.
¿DOS CULPABLES?
Israel afirma que busca la paz mediante la formación de dos estados, pero
desmiente en la práctica ese enunciado. Con el auspicio de Estados Unidos y
Europa propicia desde hace años una negociación ficticia (Oslo, Madrid,
Anápolis), que no contempla ninguna devolución de territorios.
El futuro de Jerusalén, los derechos de los refugiados o el fin de los
asentamientos han quedado fuera de esas tratativas, mientras que la implantación
de 470.000 colonos en Cisjordania anula cualquier formación de un estado
palestino. La expropiación de tierras, el robo del agua y la creación de rutas
exclusivas obstruyen por completo esa posibilidad. La erección de un muro de
ocho metros ha transformado, además, a las viejas ciudades de la zona en guetos
incomunicados. Los nuevos mandantes del lugar han resucitado el Bantustán de
Sudáfrica.
Esta obstrucción del proyecto de dos estados es totalmente ignorada por quiénes
atribuyen la continuidad del conflicto a los "extremistas de ambos bandos". Con
una teoría de los dos demonios acusan a Hamas de provocar la guerra y a Israel
de responder en forma desmedida[4].
Pero con este criterio de neutralidad habría que equiparar también a los marines
con los vietnamitas, a los paracaidistas franceses con la resistencia argelina y
a los realistas españoles con los criollos americanos. Asignando la misma
responsabilidad a las víctimas y a los victimarios resulta imposible comprender
las situaciones coloniales.
El doloroso legado del holocausto es frecuentemente utilizado para acallar la
denuncia de un estado militarista que humilla a los pueblos vecinos. Esta
censura se ejerce identificando al judaísmo con el sionismo e Israel, o
interpretando cualquier crítica como un acto de antisemitismo. En realidad esos
tres conceptos difieren significativamente.
El judaísmo es una religión, una cultura o una tradición de un pueblo diseminado
por muchos países, cuya permanencia como segmento diferenciado ha variado en
cada época y región. Israel es un estado construido con la explícita
preeminencia de los hebreos, pero actualmente incluye varios grupos
desconectados de ese origen. El sionismo es una ideología de apropiación
colonial basada en fundamentos milenarios y pragmáticos.
Estas diferencias permiten distinguir las posturas anti-judías, anti-sionistas y
anti-israelíes. La primera actitud es racista, la segunda anticolonialista y la
tercera no presenta un significado nítido. Al igual que el antinorteamericanismo
solo expresa un genérico rechazo de la opresión imperialista[5].
COLONIALISMO TARDIO
El sionismo retomó del colonialismo clásico la anexión territorial, la
democracia de exclusión, el despojo de otra comunidad y el mito de la tierra
vacía. Pero desde la guerra de los seis días (1967) quedó integrado a la
estructura interior del imperialismo norteamericano y asumió un rol singular,
como peón geopolítico de esa potencia en Medio Oriente. Por esta razón
cuenta con un inédito nivel de armamento, financiación y cobertura diplomática.
La masacre de Gaza ha corroborado esa protección. Estados Unidos aguardó los
resultados de la matanza, mientras vetaba en las Naciones Unidos cualquier
limitación a los crímenes que proscribe esa organización. También los medios de
comunicación del establishment norteamericano saludaron la aniquilación de los
palestinos, cuyas muertes siguen cotizando muy bajo. Basta imaginar cómo hubiera
ardido la prensa mundial si un millar de israelíes hubieran muerto, para notar
cómo funciona este doble patrón de cobertura de los fallecimientos.
La sangría tampoco alteró las vacaciones de Obama. El nuevo presidente envió
múltiples señales de lealtad al sionismo, aunque el incendio de Gaza obstruya su
ansiado viraje hacia el multilateralismo.
La simbiosis con Estados Unidos diferencia a Israel del Apartheid sudafricano y
torna improbable la repetición del proceso que condujo a desmontar esa
estructura. Mientras cuente con la protección norteamericana, Israel seguirá
actuando como un conquistador brutal.
Pero esta conducta refuerza una lógica de genocidio que tiene poca viabilidad en
un período signado por la descolonización y el rechazo del racismo. Al comienzo
del siglo XXI ya no es factible repetir el exterminio que sufrieron los
amerindios, la esclavización que padecieron los africanos o el destierro masivo
que predominaba en la Antigüedad.
Israel surgió desplazando a los palestinos, que tuvieron vetado el retorno a su
tierra por escapar de una guerra (1947-49). Este despojo fue posible por el
clima de reparación internacional hacia los judíos que sucedió al holocausto.
Pero la confiscación por abandono no pudo repetirse en 1967, ya que la población
aprendió la lección de los refugiados y se quedó en sus hogares. Con esta
permanencia comenzó una resistencia de los palestinos, que Israel ha respondido
subiendo la apuesta del terrorismo de estado.
Este salvajismo potencia la furia de una generación árabe dispuesta al
sacrificio heroico. Pero también crea una situación sin salida para los
ocupantes en Gaza. Un eventual derrocamiento de Hamas tornaría ingobernable a
ese territorio y aumentaría la presión de los refugiados sobre la frontera
egipcia. La destrucción de los túneles -que abastecen de armas, alimentos y
combustible a la franja- podría agravar el desastre humanitario.
La prolongación del operativo también incrementa la posibilidad de bajas, que
Israel necesita evitar para revertir la derrotada sufrida en el Líbano. Ese
temido antecedente induce al trío gobernante (Omert, Livni, Barak) a discutir
acaloradamente cuál será el próximo paso.
Pero en cualquier opción de mayor ofensiva o cese temporal de las hostilidades
persistirá la línea directriz de periódicas incursiones militares, ya verificada
en Beirut (1982), Ramalá (2002) y el Líbano (2006). Todas las administraciones
israelíes recrean ese torrente sangre para perpetuar el colonialismo.
Actualmente prevalece un amplio margen interno para la carnicería. Todas las
encuestas indican aprobación a la matanza e incluso se ha desatado una
competencia electoral por la primacía del más sanguinario. Laboristas y
conservadores mercadean la vida de los palestinos entre una masa de votantes que
ha girado a la derecha[6].
Pero lo ocurrido en el Líbano también demuestra que el número de caídos altera
ese triunfalismo. Las marchas de repudio a la invasión y la desobediencia de
muchos reservistas al alistamiento podrían erosionar esa borrachera belicista.
La opinión pública israelí recepta, además, una creciente comparación
internacional de su ejército con los nazis. Esa analogía es muy dolorosa y puede
suscitar un sentimiento de vergüenza.
HEROISMO Y SUMISIÓN
El apoyo activo de los palestinos a la resistencia en Gaza es un enigma
indescifrable para los invasores. Por eso describen a los combatientes como
fanáticos descerebrados que se protegen con escudos humanos. La lucha en este
destruido territorio se desarrolla en condiciones terribles y con un limitado
soporte de movilizaciones en Cisjordania. Pero esta escandalosa desigualdad de
los enfrentamientos ha sido la norma de los últimos 60 años.
En este lapso los palestinos no lograron recuperar sus tierras, ni construir su
estado, pero conquistaron la legitimidad de su demanda. Israel no ha podido
impedir este avance. La primera Intifada (1987) erosionó los mitos del sionismo
y el segundo levantamiento (2000) impuso la discusión de las exigencias de los
sublevados. Nadie puede ignorarlos, ni borrarlos del escenario internacional.
Dentro del movimiento palestino se ha ensanchado la brecha que separa a los
resistentes de los sumisos. Mahmoud Abbas reforzó esta segunda postura al culpar
a Hamas de la agresión y aceptar de inmediato los términos de rendición que fijó
Israel. Esta actitud corona varios años de subordinación de la Autoridad
Palestina al ocupante. Desde que aceptó negociar un estado inexistente, ese
liderazgo concedió todo a cambio de nada.
La vieja elite de la OLP se ha transformado en un grupo social privilegiado y
corrupto, que maneja un millonario presupuesto aportado por los potentados del
mundo árabe. Esta conducta profundiza su desprestigio e impulsa a los palestinos
a remodelar su movimiento sobre nuevos pilares.
¿DESTRUCCIÓN DEL ESTADO DE ISRAEL?
El fin de la ocupación de Gaza y Cisjordania es la condición de cualquier
solución al conflicto. Pero el problema persistirá, mientras funcione la
maquinaria anexionista del sionismo. Este dispositivo promueve el reemplazo de
pobladores originarios por inmigrantes seleccionados, en función de criterios
étnicos. Este mecanismo imposibilita la igualdad de derechos y la coexistencia
de dos comunidades.
La autodeterminación nacional de los palestinos es la prioridad, pero no podrá
concretarse convocando a destruir el estado de los israelíes. Este llamado fue
una reacción defensiva inicial contra al despojo, que implicaba la erradicación
política del sionismo y no la eliminación física de los judíos. Pero es un
enunciado que ha perdido vigencia y se malinterpreta con facilidad.
Aunque Israel se construyó confiscando a los habitantes del lugar, al cabo de
varias décadas ha forjado una nacionalidad propia que no puede abolirse. Se ha
conformado un nuevo grupo nacional, tanto en el plano objetivo (lengua,
territorio, economía común), como subjetivo (cultura compartida, conciencia de
sector diferenciado).
La paz será lograda mediante el reconocimiento mutuo de palestinos e israelíes,
una vez desmantelados los dispositivos coloniales del sionismo. Sólo este camino
pondrá fin a la sangría, abriendo la perspectiva de dos estados reales, formas
federativas binacionales o la mejor opción: un estado único, laico y
democrático.
POLVORÍN ÁRABE
La masacre de Gaza se consumó con el visto bueno del gobierno turco, la
monarquía jordana, los jeques sauditas y la semidictadura egipcia. Los sátrapas
del mundo árabe combinaron el silencio prudente con la explícita complicidad.
Mantuvieron las relaciones diplomáticas con Israel como si nada hubiera pasado.
Pero la conducta del gobierno egipcio superó todo lo conocido. Cerró la válvula
de escape de Rafa, coordinó el cerco con los agresores, bloqueó el socorro
humanitario y hasta autorizó la violación de su espacio aéreo. El alto mando
conocía todos los detalles del ataque y no presentó ninguna objeción[7].
En la mesa de negociaciones Egipto actúa como vocero de Estados Unidos. Exige el
desarme de Hamas y la desactivación de los túneles. Esta postura profundiza su
alineamiento pro-imperialista. Los gobernantes de ese país ya no buscan
domesticar la resistencia de los palestinos por medios políticos, financieros o
militares. Directamente avalan la desarticulación de ese movimiento.
Egipto complementa en el plano diplomático la acción armada de Israel y el
financiamiento saudita de Occidente. Las pruebas de sumisión a Estados Unidos
son tan abrumadoras, que un sector del Departamento de Estado promueve
transferir a Gaza a una administración egipcia[8].
Pero el régimen del presidente vitalicio Mubarak puede terminar como otras
marionetas de Estados Unidos. Lo ocurrido con el Sha de Irán es un precedente a
tomar en cuenta. Las crecientes manifestaciones –que la policía invariablemente
apalea- están creando un polvorín en el principal país de la región.
La lucha de los palestinos persiste como una pesadilla para las clases
dominantes del mundo árabe. Su viejo temor a una convergencia de este movimiento
con las demandas sociales de todos los oprimidos se ha incrementado. Este pánico
refuerza un alineamiento con Israel, que ensancha el abismo entre las elites y
los pueblos de Medio Oriente.
SOLIDARIDAD MUNDIAL
La masacre de Gaza ha conmocionado al mundo y las manifestaciones superan
ampliamente la reacción internacional del 2006 frente a los bombardeos del
Líbano. Las multitudes que protestan en Madrid, Londres, Bruselas, Berlín y
Paris han neutralizado las minoritarias contramarchas pro-israelíes.
Esta acción callejera puede inclinar la balanza política contra los agresores,
cualquiera sean los resultados de su operación militar. Es muy visible quiénes
son los culpables de la sangría y muchas voces exigen juzgar los crímenes
cometidos, en tribunales internacionales. También se multiplican las iniciativas
para enviar socorro humanitario y organizar un boicot de académicos y médicos
contra el invasor.
En América Latina se ha profundizado la simpatía hacia la causa de los
palestinos. Tanto Chávez como Evo Morales adoptaron la acertada decisión de
expulsar a los embajadores de Israel. Estas reacciones ilustran los puntos de
contacto que vinculan al nacionalismo antiimperialista latinoamericano y árabe.
Argentina es una pieza clave de este escenario por la fuerte presencia de
comunidades árabes y judías. Ambas colectividades han coexistido en armonía, a
pesar del impacto legado por los atentados a la embajada de Israel y la AMIA.
Las marchas a favor de Palestina son claramente mayoritarias, en un clima de
hostilidad hacia los dirigentes sionistas que justifican el crimen de Gaza[9].
También provoca rechazo la descarada presión de los diplomáticos israelíes para
arrancar pronunciamientos oficiales de condena a Hamas. En las calles se pide lo
contrario: envío de auxilio humanitario a Gaza y ruptura del convenio
Israel-MERCOSUR. Argentina sintoniza con el repudio mundial a una política de
matanzas que pretende sepultar la paz en Medio Oriente.
Buenos Aires, 17-01-09
BIBLIOGRAFÍA RECIENTE
-Achcar Gilbert, « Les Etats-Unis sement les grains d´un tragédie », Inprecor
539-540, juin-aout 2008.
-Ali Tariq, "EEUU y la UE son cómplices de la masacre en Gaza", The Guardian,
2-1-09.
-Pappé Ilan, "La furia auto-justiciera de Israel y sus víctimas de Gaza",
Electronic Intifada, 4-1-09.
-Petras James, "The politics o fan Israelí extermination campaign", 2-1-09.
-Salingue Julián, "Offensive israélienne contre Gaza: une mise en perspective",
Contretemps, 6-1-09
-Samara Adel, "De una decisión local independiente a una lucha
internacionalista" www.kanaanonline.org
-Waschawski Michael, "Criminal y abyecta", www.protection-palestine.org, 9-1-09.
NOTAS
[1]Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de
Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz
[2]Deligdisch Ronaldo, "Centro hispanoparlante de estudios sociales y
psicosociales en Israel", 5-1-09.
[3]Es el caso del Movimiento social-sindical Fuerza Latina en Israel, "Ante la
nueva situación en Gaza", 5-1-09.
[4]Sneh Perla, "Al este de las palabras", Página 12, 10-1-09.
[5] Desarrollamos esta caracterización en: Katz Claudio, "Argumentos pela
palestina" Revista Outubro, n 15, junio 2007, Sao Paulo.
[6] La presentación del asesinato colectivo como un acto de heroísmo habla por
sí mismo. Halevi Yossi Klein, "Ahora soy plenamente israelí", Clarín, 5-1-09.
[7] "El general Omar Suleiman -mano derecha de Mubarak- indicó que no tenía
ninguna objeción a la intervención israelí. Solo pidió que traten de limitar las
víctimas civiles", La Nación, 12-1-09.
[8]Bolton John, "Cualquier solución basada en la idea de dos estados está
condenada al fracaso", Clarín, 6-1-09.
[9] Un ejemplo en: AMIA-DAIA-OSA- Comunicado, "La comunidad judía argentina
apoyó a Israel y pidió por la paz", Clarín, 9-1-09.