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Medio Oriente - Asia - Africa

El nuevo El Dorado de la esclavitud

Patrick Ilboudo
Bendré
Traducido para Rebelión por Caty R.

La explotación del oro en Burkina Faso se remonta a los años 80, pero en la actualidad el país vive un boom minero que, bajo la batuta de compañías internacionales, ofrece a los trabajadores un trabajo de esclavos y un salario indecente.

Hace algunos meses, durante su visita a la explotación de la mina de oro de Kalaska, la gobernadora de la región del norte, Viviane Compaoré, se declaraba llena de orgullo por la idea de que la explotación de ese yacimiento contribuye a aumentar la riqueza del país. Sin embargo, el boom minero que vive Burkina Faso desde hace una decena de años, viene acompañado en la actualidad por una esclavitud moderna y las nuevas técnicas industriales de explotación desarrolladas por las compañías internacionales que imponen unas condiciones de trabajo que no envidiarían los buscadores de oro tradicionales. Más bien asistimos a una doble explotación. La de nuestros recursos naturales por los intereses extranjeros y la de nuestra mano de obra, explotable y forzada, al margen de cualquier regulación.

Las empresas extractoras establecidas en Burkina Faso sólo son, en general, las dos caras de una misma moneda. Aunque se denominen Gold Fields, Nantou Minning, Kalsaka (Mining Cluff), Burkina Mining Company (Etruscan), SEMAFO (Consorcio), SOMITA (Hig River Gold) o Essakane SA (Orenzone), estas multinacionales, para establecerse en Burkina, crean sociedades que responden muy poco a las exigencias del país y siguen siendo filiales de sociedades centrales internacionales. Detrás de Kalsaka Mining encontramos a Mining Cluff que opera en Kalsaka; a Essakane SA para Orezone en Essakane; y también a BMC por Etruscan en Youga. El mundo de la minería vive tal florecimiento en Burkina Faso que uno cree estar en Canadá, Sudáfrica o Australia, países legendarios de la explotación minera industrial. Salvo que el continente africano posee la mitad de las reservas de oro catalogadas. Un El Dorado que pone los dientes largos a las sociedades extractoras. Después del petróleo, el oro representa uno de los cinco primeros mercados mundiales en el sector de los minerales.

Esta cooperación entre empresas extranjeras y mano de obra local no es ninguna bicoca para el trabajador burkinés. Cuando un visitante atraviesa el umbral de una mina de Burkina Faso para una estancia, incluso breve, de dos o tres días, lo que más salta a la vista es la tensión que reina entre las comunidades de extranjeros y los trabajadores nacionales. De Mana a Youga, de Taparko a Essakane, de Kalsaka a Perkoa, aparece un malestar generalizado con diversos grados de un sitio a otro.

En la fase de exploración, construcción y explotación se reclutan muchos trabajadores nacionales como jornaleros y a menudo sin ningún contrato, por lo que se les puede despedir a voluntad. Los que tienen la oportunidad de conseguir un contrato tampoco están a salvo de los despidos abusivos. La causa de esos despidos a menudo está relacionada, por una parte, con el hecho de que algunos extranjeros no aceptan que les contradigan, sobre todo cuando se trata de trabajadores nacionales, y por otra parte la ignorancia de los textos y el derecho laboral de Burkina Faso por los especialistas de recursos humanos, que sólo lo son de nombre. La mayoría de los extranjeros están convencidos de que los trabajadores nacionales sólo son buenos para el trabajo duro y no para pensar hasta el punto de contradecir al patrón «Nasara». En todos los casos, si surgen diferencias entre un extranjero y un trabajador nacional, el extranjero siempre tiene razón y el trabajador nacional se arriesga al despido si insiste más de la cuenta.

En todos los sistemas y organizaciones laborales en el medio profesional existen: la suspensión, la advertencia, la amonestación y finalmente el despido. En las minas de Burkina sólo existe el despido, que en la mayoría de los casos es injusto. Igual que la legislación del trabajo, que no tiene en cuenta los textos.

Los horarios de trabajo

En Burkina Faso, la legislación prevé 8 horas de trabajo diarias, es decir, un total de 40 horas a la semana. En el ámbito minero se trabajan los siete días de la semana, de 10 a 12 horas diarias según el puesto que se ocupe. El pago de las horas extraordinarias depende de la empresa minera, del humor del responsable de recursos humanos y otros. En opinión de los especialistas del derecho del trabajo, la mayoría de las compañías mineras hacen creer a los trabajadores burkineses que dichas empresas han firmado un acuerdo especial (derogaciones) con el gobierno de Burkina Faso para las horas extraordinarias. En realidad no han acordado ninguna derogación con el Estado burkinés. Por lo tanto, las compañías que no pagan las horas extraordinarias actúan de mala fe y explotan descaradamente a los trabajadores. A eso se añade la desorganización de los trabajadores de Burkina, que dejan su suerte en manos de los delegados de personal, quienes muy a menudo no tienen ninguna formación sindical sólida que les permita discutir seria y serenamente con los empresarios para defender los intereses de los trabajadores.

Duración legal

Sin embargo, el artículo 138 de la ley del 23 de junio es muy claro con respecto a las horas extraordinarias: «Las horas trabajadas más allá de la duración legal de la semana se consideran horas extraordinarias y dan lugar a un aumento de sueldo. Las modalidades de ejecución y la remuneración de las horas extraordinarias trabajadas durante el día o la noche, durante los días laborables, los domingos y los días festivos, se fijan en los convenios colectivos y, en su defecto, por la vía reglamentaria por el ministro de Trabajo, con la opinión de la comisión consultiva del trabajo». Trabajar sin interrupción durante siete días en las minas de Burkina da derecho a un descanso de siete días cada dos o tres semanas más unas vacaciones anuales de 30 días. Comparado con el sistema que se aplica a los extranjeros que trabajan en las mismas minas, no andamos muy lejos del esclavismo de los tiempos modernos. Los extranjeros trabajan a un ritmo denominado 30/26, es decir, 30 días de trabajo por 26 días de descanso. Al final sólo trabajan seis meses al año y les pagan los 12 meses. Parece que un extranjero merece más descanso que un trabajador nacional. Burkina Faso no se conoce como un país tradicional de la explotación minera. Por eso los recursos humanos en este sector están en formación y desarrollo. Sin embargo, en ciertos sectores mineros, las empresas envían extranjeros que son cualquier cosa menos especialistas o expertos en la materia. Muy pocos ingenieros canadienses, sudafricanos o australianos se pegan por trabajar en las minas de Burkina Faso.

Los capataces

Por el contrario, los obreros cualificados y los capataces son legión. Estos últimos, por otra parte, hacen y deshacen en las minas de Burkina Faso. Respaldados por la solidaridad que existe dentro de sus comunidades, se hace pasar por expertos a quienes no lo son. Desde acróbatas de circo a leñadores, pasando por viejos arruinados que vienen a reflotar su cuenta bancaria antes de jubilarse, se encuentra de todo. En otros ámbitos, como los servicios generales o administrativos, se entiende todavía menos la necesidad de traer a los extranjeros, cuando es obvio que hay competencia nacional, y a menudo de mayor calidad que los antedichos extranjeros.

El salario mínimo de un extranjero en las minas varía alrededor de 13.000 a 26.000 dólares al mes, mientras que los ejecutivos nacionales mejor pagados oscilan entre 3.000 dólares (un millón o más), en las empresas que pagan muy bien, y 777 dólares al mes.

Si el leitmotiv de la inversión privada directa que predica el ultraliberalismo es la generación de empleo e ingresos, en el caso de las minas de Burkina Faso asistimos a una doble explotación. Por una parte los contratos leoninos que permiten a las empresas explotar alegremente los recursos mineros del país por cuatro duros, y por otro lado la explotación de los trabajadores por los salarios miserables que les pagan con respecto a lo que reportan las minas a las compañías que han recibido los permisos de explotación del gobierno. En las minas de Burkina Faso el trabajo es precario por varias razones; por un lado se puede despedir al trabajador en cualquier momento; si conoce sus derechos puede demandar a la empresa en la inspección de trabajo. Por otra parte el salario es miserable en relación con el esfuerzo de los trabajadores y los dividendos que produce su trabajo. Pero para ciertos patronos de las minas de Burkina, sus asalariados nacionales reciben un trato mejor que los funcionarios burkineses. No se puede ser más cínico al comparar el salario de los trabajadores de las minas con el de los funcionarios, cuando se sabe, además, que los funcionarios burkineses están entre los peores pagados del mundo.

Pero, ¿quién tiene la culpa? ¿Las compañías mineras? ¿El Estado burkinés que ha concedido los permisos de explotación a troche y moche sin prever un marco para los trabajadores de las minas, o las organizaciones sindicales que han abandonado a los mineros a su suerte? A este paso, si no se hace nada por los trabajadores de este sector, a corto plazo existirá un boom esclavista y no un boom minero que podría ser beneficioso para el pueblo burkinés. Es obvio que actualmente este boom solamente beneficia a algunos gobernantes.

Texto original en francés:
http://www.journalbendre.net/spip.php?article2503

Fuente: lafogata.org