Latinoamérica
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Las opciones de Cuba
Guillermo Almeyra
La Jornada
La revolución cubana está en el momento más difícil de su historia. En primer
lugar, por el contexto internacional, ya que la crisis actual del capitalismo se
prolongará al menos durante dos años más, e incluso una leve recuperación
significará mayores precios de los alimentos y del petróleo (que Cuba importa),
sin que este último suba demasiado (lo cual reducirá las posibilidades de que la
ayuda venezolana aumente). Al mismo tiempo, el gravísimo calentamiento global
volverá a provocar devastadores huracanes y sequías, con graves daños para todos
los países del Caribe.
La evolución de la política estadunidense en América Latina (el Departamento de
Estado y el Pentágono detrás del golpe en Honduras, la IV Flota como espada de
Damocles sobre la región, las siete bases en Colombia que amenazan directamente
a Cuba, Venezuela, Ecuador y Brasil, son algunos ejemplos) revela también que en
el forcejeo interno en el establishment de Estados Unidos las intenciones
y actitudes de Obama, por supuesto, pesan menos, mucho menos que los intereses
del capital financiero y el carácter imperialista del gobierno. Cuba, por lo
tanto, no podrá disminuir sus esfuerzos en el campo de la preparación de su
defensa, precisamente cuando tiene menos recursos que nunca para responder a las
necesidades del consumo y del bienestar de la población.
En segundo lugar, la juventud, sobre todo urbana, sólo conoció la crisis y los
periodos especiales y, para peor, en ellos tuvo que ver el contraste brutal
entre su vida austera y difícil y la del consumismo desenfrenado de los
turistas. No vivió el periodo prerrevolucionario, sabe cuán terrible fue el
error de creer que la burocracia soviética sería eterna y que con ella se podía
contar, y el costo de haberla tomado como modelo, y no tiene objetivos ni una
utopía que le marque el camino, El gobierno cubano se apoya entonces en un
consenso negativo, o sea, en la decisión de la inmensa mayoría de los cubanos,
estén o no de acuerdo con la política oficial, de que Cuba no será un nuevo
Puerto Rico ni una estrella más en la bandera estadunidense. Eso no es poco,
pero es insuficiente para despertar las energías y la mística necesarias para
encarar un proyecto cuyos frutos se verán sólo a medio y largo plazos y exige,
por lo tanto, temple, paciencia, participación creativa, no arreglarse ni vivir
al día.
Porque Cuba no puede depender de la exportación de talentos, de médicos y
educadores, ni de la importación de combustible, sobre todo cuando el gobierno
amigo de Venezuela está en la mira de Washington. Debe asegurar su producción de
alimentos de calidad y variados y una distribución eficaz, en plazo corto, por
razones incluso de seguridad política interna, como sabe el gobierno cubano.
Ahora bien, una producción agrícola eficiente requiere gente con conocimientos
–que no se improvisa– e incentivos que compensen la dureza del impacto inicial
con tierras deterioradas e invadidas por las malezas espinosas; requiere insumos
y maquinarias elementales –pues no bastan la azada y el machete–, semillas,
agua. O sea, inversiones y un sistema de extensión agrícola e, incluso, como
experiencia de choque, un acuerdo con China para instalar en algunas regiones de
Cuba colonias modelo de campesinos sin tierra chinos y cubanos, para irradiar un
ejemplo. Pero no basta con producir: hay que distribuir eficientemente y barato
los alimentos que se requieren más urgentemente, algunos de los cuales, como la
carne o los lácteos, deben tener un precio suficientemente remunerativo para el
productor, pues su producción exige inversiones y tiempo. Lenin salvó a su país
con la nueva política económica, o sea, con una política de mercado sobre todo
en el campo y en el comercio, y con la producción de ropas, implementos y
herramientas para el nuevo mercado campesino. ¿Cuánto cuesta al país un turismo
que tenderá a aportar menos divisas en los próximos años e irá hacia países más
baratos y con escasas normas legales y morales? En vez de financiar a las
grandes cadenas hoteleras y de convertir a la hotelería en un comprador
privilegiado de bienes y alimentos, ¿no se podría ahorrar algo en ese rubro para
financiar la producción nacional y organizar una distribución más justa y
equitativa de los alimentos y servicios?
¿Por qué no consultar a la población sobre sus necesidades y sobre cuáles son
las propuestas que tiene para resolverlas? ¿Por qué dejar todo en manos del
aparato estatal, o sea, de una burocracia y de una tecnocracia cuyas intenciones
nadie discute pero que tienen otra percepción que la gente común, y tender a
resolver las cosas de modo administrativo, utilizando la mano de obra militar, y
no movilizando la energía y la creatividad de los trabajadores? ¿Por qué no
hacer asambleas populares para la producción y la mejora de la vida, donde la
gente discuta, proponga, resuelva, directamente? Si el congreso del partido ha
sido postergado, confirmando una vez más que el partido no tiene vida propia y
no controla al Estado sino que depende de un puñado de dirigentes de éste, ¿por
qué no convertir la conferencia extraordinaria en una discusión abierta, libre,
propositiva, ampliada a los trabajadores en sus lugares de trabajo? La opción
tecnoburocrática es una opción falsa. No se construye el socialismo sin la
participación consciente del pueblo cubano. Cuba está en una emergencia y sólo
saldrá de ella con la participación y la voluntad de todos los trabajadores e
intelectuales.