Latinoamérica
|
Surge en Bolivia un periodismo separatista
El nuevo ataque a Walter Chávez confirma que la CIA desarrolla un plan de
Operaciones Sicológicas en el país
Wilson García Mérida
Datos & Análisis
El Comando de Operaciones Sicológicas del Pentágono, que opera en Venezuela a través de una empresa mercenaria de comunicación, ligada a la CIA, viene expandiendo sus métodos en Bolivia. Prueba de ello es el reciente ataque mediático sufrido por el periodista libertario Walter Chávez Sánchez, cuya presencia en la última reunión del gabinete de Evo Morales causó un insulso escándalo nacional. Con la misma mala fe, este emergente periodismo separatista continúa haciendo apología de la frustrada tentativa balcanizadora del mercenario Eduardo Rózsa y desinforma cínicamente sobre los inobjetables avances de la revolución agraria en Pando.
Anualmente, y de manera muy selectiva, el Servicio de Informaciones del
Gobierno Norteamericano más conocido por sus siglas en inglés, USIS, "invita" a
periodistas que por lo general trabajan en medios masivos de comunicación,
preferentemente jefes de prensa, editorialistas, conductores de TV o reporteros
"estrella", con la finalidad de formatear no solo el estilo sino también,
sobretodo, los contenidos que se diseñarán en el trabajo cotidiano de estos
informadores "privilegiados" por las gentilezas de la embajada de Estados
Unidos.
Prácticamente todos los periodistas bolivianos, con raras excepciones, que hoy
ocupan puestos "decisivos" en los grupos y redes empresariales de la
comunicación, han sido favorecidos por lo menos con un viaje a ciudades
norteamericanas, a invitación de USIS, de donde retornan convencidos que el
indio que gobierna a Bolivia es un terrorista. Son viajes de placer con
hospedajes en hoteles de cinco estrellas para participar en "seminarios" y
"visitas guiadas" a importantes medios norteamericanos. Una vez que retornan de
esos viajes, estos colegas se ponen a órdenes de políticos fascistas
directamente ligados a los dueños de los medios.
Esta forma de "cooptación" que es parte de las estrategias de la CIA para
ejercer control sobre los sistemas informativos en Latinoamérica, se intensificó
y amplió vorazmente desde los atentados del 2001 que derribaron las torres
gemelas. Y está hoy intensificándose en Bolivia.
Soldados de la falacia
Tras la crisis del golfo Pérsico, la guerra contra Irak y el ataque del 11 de
Septiembre, Estados Unidos descubrió que el control de la información y de todo
el aparato tecnológico inherente a este ámbito, son las más eficaces armas de
guerra. El periodista es conceptuado como una pieza clave en esas batallas
invisibles pero de letales efectos sociales llamadas "Operaciones Sicológicas" (OpSic),
cuyo objetivo es evitar que "el enemigo" (en este caso el gobierno de Evo
Morales) pueda tener una opinión pública favorable a su gestión. La moderna
concepción bélica de Estados Unidos opta por disparar mentiras, previamente a
las balas o junto con ellas, produciendo efectos igual de devastadores.
Federico Montanari, citado por Joám Evans, afirma que hoy "es la comunicación
misma la que puede convertirse en continuación de la guerra por otros medios", a
través de una "continua reversibilidad entre política y guerra, entre guerra y
política convertida en comunicación". Y esto nos lleva a la guerra psicológica
en si, entendida como "el uso planificado de la propaganda y otras acciones
orientadas a generar opiniones, emociones, actitudes y comportamientos en grupos
foráneos, sean enemigos, neutrales o amigos, para que apoyen la consecución de
los objetivos nacionales (de EE.UU. ndr)" (Daugherty).
Y no son precisamente sicólogos los profesionales llamados a ejecutar estas
"Operaciones Sicológicas", sino ante todo periodistas, comunicadores y
publicistas.
América Latina, como en su momento lo fueron el Golfo Pérsico, el Medio Oriente
y los Balcanes, es hoy el escenario donde se está librando una guerra
informativa con todo su vigor, y tal es así que el Pentágono, en el afán de
deshacerse de la incómoda presencia del presidente venezolano Hugo Chávez en el
escenario mundial, ha reforzado su "Unidad de Operaciones Sicológicas", con sede
en Fort Bragg, desde donde operan 1.200 especialistas encargados de crear
"mensajes fiables" para apoyar las políticas intervencionistas de Estados
Unidos. En los hechos es un flamante apéndice de la CIA.
Según Rodrigo Guevara, el Comando OpSic del Pentágono se encarga de "empaquetar"
discursos y lecturas de coyuntura "pre-fabricados" para su "consumo" en las
poblaciones-objetivo. Durante la invasión a Irak y Afganistán, según informaba
el Times, USAID (la agencia de cooperación norteamericana de la que depende
USIS), elaboró y distribuyó decenas de miles de dispositivos de audio del tipo
iPod (reproductor de música digital con disco duro o memoria flash) en los
cuales transmiten mensajes cívicos empaquetados, "pero lo hacen por intermedio
de una empresa contratista que asegura que no habrá ‘huellas’ del Pentágono o
del gobierno de los EE.UU. en los mensajes".
Rodrigo Guevara explica que además de la contratación de empresas mercenarias de
comunicación, el Pentágono apela también al soborno de periodistas en los países
ocupados o asediados. O se los copta mediante los placenteros viajes organizados
por USIS.
En su guerra contra Hugo Chávez y el pueblo venezolano, el Comando OpSic del
Pentágono contrató a una empresa mercenaria de comunicación, la Rendon Group ,
que es la encargada de "empaquetar" la línea informativa que guía el accionar de
los periodistas venezolanos subordinados a esta forma belicosa de tergiversar la
información. Tales métodos ya están en Bolivia.
Todo vale contra el peruano
El mercenarismo informativo que imponen la CIA y el Pentágono, está generando en
Bolivia el surgimiento de un periodismo separatista, prejuicioso y abiertamente
racista por la manera en que busca enfatizar las debilidades del presidente Evo
Morales. En Bolivia, la famosa "objetividad periodística", la ética informativa
y la imparcialidad en el manejo del hecho noticioso son reliquias de un lejano
pasado. Hoy pesa más la capacidad de convencer que el enemigo está a la otra
vereda, que es indio y terrorista, aunque en ello se tenga que difamar y
desinformar en detrimento del derecho ciudadano a conocer la verdad de las
cosas.
Los ejemplos abruman; pero el caso reciente del periodista peruano Walter
Chávez, que fue "sorprendido" por las cámaras ingresando al gabinete de Evo
Morales durante una reunión celebrada en el municipio de Huajchilla, y que fue
motivo de escandalosos titulares en primera plana, muestra en carne viva el modo
en que el periodismo boliviano dominante desde los grandes medios de
comunicación, se ha convertido en un vergonzoso apéndice de las estrategias
separatistas y racistas que aún están en marcha. "Acusado de terrorista vuelve
al gabinete de Evo", es uno de los titulares mentirosos con que se busca
intimidar a la opinión pública en el afán, alentado por la CIA , de minar la
confianza ciudadana en el actual Gobierno indígena.
Walter Chávez, como todos sabemos en nuestro país, es un intelectual formado en
la Universidad San Marcos, Perú, y se encuentra en Bolivia desde 1992 como
refugiado político al ser perseguido por la dictadura de Fijumori. Se desempeñó
como periodista durante más de diez años, fundando al comenzar la década de los
2000 el semanario independiente "El Juguete Rabioso", que allanó el
camino de Evo a la Presidencia. A mediados del 2008, el fascismo "desempolvó" la
vieja calumnia de Fujimori sobre supuestos vínculos, nunca probados, con el MRTA
y se promovió su "extradición" al Perú con el único afán de desacreditar al
gobierno boliviano. Chávez fue periodista de La Razón y otros medios
tradicionales durante los gobiernos neoliberales de Paz Zamora, Sánchez de
Lozada, Banzer, Tuto Quiroga y Carlos Mesa, que lo consideraban "un buen
periodista", y a ninguno de ellos se le ocurrió extraditarlo al Perú cuando
ejercían el poder. Pero cuando se lo vio junto a Evo Morales, resultó ser un
"peligroso terrorista" al cual había que expulsar del país, sin considerar que
además de gozar derechos de refugiado bajo el amparo de la ONU , Walter Chávez
tiene un hogar formado en Bolivia, una hija nacida en La Paz , y en muchos
aspectos es más y mejor boliviano que muchos políticos y potentados locales que
buscan balcanizar a su país contratando a verdaderos terroristas como fue el
mercenario húngaro-croata Rozsa.
En mayo del 2008, la Corte Suprema de Justicia emitió una sentencia inapelable
asegurando que Walter Chávez no puede ser de ningún modo echado de Bolivia,
menos extraditado, pues goza de estatus de Refugiado Político con todas las
prerrogativas consagradas por la ONU. Y aunque se logró su destitución como
asesor del Presidente, Chávez no perdió sus vínculos con los entornos de Evo
Morales y tampoco tenía por qué andar oculto. Su "aparición" en el gabinete de
Huajchilla no fue tal. Walter ingresa regularmente al Palacio para reunirse con
Evo Morales, Álvaro García Linera o Juan Ramón Quintana, coordinando una serie
de trabajos investigativos como aquel que, por ejemplo, viene realizando junto
con el Servicio Informativo Datos & Análisis en relación al caso Rozsa.
Walter Chávez versus Rózsa Flores
"Oposición ve preocupada el retorno de Chávez al entorno de Evo", dice un
titular claramente insidioso, en el marco de la "Operación Sicológica" para
minar la gobernabilidad del régimen. Walter Chávez es el chivo expiatorio que la
CIA utiliza para que el periodismo separatista haga de las suyas.
Se miente con idéntica mala fe y perversa capacidad manipuladora cuando se
pretende convertir la revolución agraria de Pando en una simple jugarreta
electoral, y se busca impedir la migración de campesinos sin tierra del Ande a
la Amazonía , estigmatizando ese hecho histórico como un "genocidio en
potencia".
Este mismo periodismo separatista que hace escarnio del derecho a la libre
circulación que le asiste, como refugiado político, al periodista Walter Chávez,
pretende convertir a Eduardo Rozsa Flores, el balcanizador contratado por los
latifundistas del oriente, en una inocente víctima del "régimen terrorista" de
Evo Morales. Fue inmoral la manera en que estos periodistas lograron amedrentar
y desacreditar al colega español Julio César Alonso, quien llegó al país para
informar sobre los antecedentes de Rozsa como un criminal de guerra investigado
por la ONU. Ninguno de los detractores de Alonso se tomó la molestia de
verificar los expedientes de la ONU con relación a los Balcanes, donde Rozsa
efectivamente es acusado de varios asesinatos. He aquí lo que informó la
Comisión de Derechos Humanos a través de un documento titulado "Carta de
fecha 10 de febrero de 1994 dirigida al Presidente de la Comisión de Derechos
Humanos en su 50º período de sesiones por la Misión Permanente de la República
Federativa de Yugoslavia ante la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra",
donde se hace alusión explícita a las pillerías de Rozsa con un leve error
incurrido en su apellido:
"A fines de 1991, la zona de operaciones de Osijek del Ejército croata contaba
con una brigada internacional creada por Eduardo Rosses Flores (sic), el
corresponsal del periódico catalán " La Vanguardia " en Zagreb. La brigada
estaba compuesta de ex combatientes de la Legión francesa y mercenarios de las
guerras en el Oriente Medio y América Latina. Solía operar por propia iniciativa
en la región de Eslavonia oriental y participó en matanzas de civiles serbios en
las aldeas de Divos, Ernestinovo, Tenjski Antunovac y otras".
El mismo Relator de Naciones Unidas denunció que el gobierno de Croacia protegía
a Rozsa Flores para impedir su enjuiciamiento en el Tribunal Penal Internacional
de La Haya. Según el informe de la ONU , el gobierno croata lo encubrió con el
argumento de que al ser ciudadano croata, no era mercenario:
"Con respecto a la octava acusación sobre una brigada internacional, de hecho se
refiere a voluntarios. No hay datos que demuestren que fueran autores de
asesinatos. Su comandante en jefe, el Sr. Eduardo Jorge Rosses Flores, nacido en
1960, es un ciudadano croata".
Pese a esta contundencia del dato histórico que pudimos conocer gracias a JC
Alonso, para los desubicados periodistas bolivianos que dominan la gran
audiencia, nuestro colega español era el malo de la película sólo por decirnos
que Rozsa fue un mercenario químicamente puro y que bien merecido tiene un lugar
en el infierno.
El modelo más acabado de este inédito periodismo mercenario y separatista que
está tomando cuerpo en Bolivia, es aquel que "maneja" en Santa Cruz el ex
socialista Cayetano Llobet, empleado del empresario croata Branco Marinkovic,
quien hace pocos días se compró todas las acciones del periódico El Día, cuyas
páginas bañadas de frivolidad se imprimen ahora con las pólvoras empaquetadas
del Comando OpSic del Pentágono. Y La Razón no se queda atrás. Ni qué decir de
las grandes cadenas televisivas cuyos propietarios son aquellos latifundistas
orientales que creen que el saneamiento de tierras y su distribución a los
desposeídos del país es un "acto terrorista".
La estrategia básica del genuino terrorista consiste en acusar de terroristas a
sus propias víctimas. Fue algo elemental durante los sombríos días del Plan
Cóndor. Y cuando el periodismo se presta a ese juego vil, significa que algo
está fallando en las conciencias de estos colegas que deben estar aguardando,
ansiosos, la próxima invitacioncita de USIS para viajar a EE.UU.