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Desaparición forzada: herida abierta de la guerra sucia
Gilberto López y Rivas
La Jornada
El crimen de Estado y lesa humanidad de la desaparición forzada, que no
prescribe y es de carácter continuado a los familiares de las víctimas, ha sido
parte de la guerra sucia del gobierno mexicano contra la oposición de izquierdas
durante décadas y hasta el día de hoy, como lo prueba –entre muchos otros– el
actual sumario paradigmático de Edmundo Reyes Maya y Gabriel Alberto Cruz
Sánchez, los dos militantes del Ejército Popular Revolucionario (EPR) detenidos
y desaparecidos en Oaxaca por agentes estatales de los tres niveles de gobierno,
incluyendo miembros de las fuerzas armadas, el 25 de mayo de 2007.
Precisamente sobre este tema, el día de ayer se presentó en la Universidad
Autónoma de Guerrero, en Chilpancingo, el estremecedor documental Caso Rosendo
Radilla, herida abierta de la guerra sucia en México, dirigido por Gabriel
Hernández Tinajero y Berenisse Vásquez Sansores, y producido por la Comisión
Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos y Witness, en 2008. El
video relata la historia de Tita, la hija de Radilla, y la de muchas otras
familias de desaparecidos en su búsqueda por conocer la verdad sobre lo ocurrido
a sus padres, hijos, hermanos o esposos, en su exigencia de que el Estado
mexicano reconozca su culpabilidad en la comisión de estas transgresiones graves
y en la demanda de castigo a los responsables de las mismas.
Rosendo Radilla Pacheco, destacado dirigente comunitario que luchó por mejorar
la salud y la educación en su estado natal, Guerrero, compositor y cantante de
corridos que simpatizaba con los movimientos guerrilleros de Lucio Cabañas y
Genaro Vásquez, que se desarrollaron en las décadas de los años sesenta y
setenta del siglo pasado, fue detenido y desaparecido el 25 de agosto de 1974 en
un retén militar de la carretera Acapulco-Zihuatanejo, municipio de Atoyac de
Álvarez, cuando contaba con 60 años de edad. Por una entrevista realizada por
Blanche Petrich en septiembre de 2000 se conoce que "cartas y relatos de
sobrevivientes del Campo Militar No. 1 de la ciudad de México refieren haberlo
visto vivo en el famoso sótano de los desaparecidos. En 1976 cesan las
referencias" (La Jornada, 13 de septiembre de 2000). Éste es uno de 470 casos
documentados de desaparición forzada tan sólo en Atoyac de Álvarez, de los mil
200 en todo el país durante esas décadas. El video refleja cabalmente las
secuelas de sufrimientos sin fin de las familias de los desaparecidos
guerrerenses, sus movilizaciones y rituales por la memoria y en contra del
perdón y el olvido.
El caso Radilla cobra trascendencia singular debido a que 34 años más tarde de
ocurrida la detención-desaparición forzada llega a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, y el gobierno de México enfrenta cargos actualmente por
crímenes de lesa humanidad. A pesar del fiasco que representó la Fiscalía
Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femossp), que
desapareció sin pena ni gloria en 2007, su informe mutilado y ocultado es, no
obstante, muy significativo en cuanto a esta acusación de la Corte
Interamericana: "Las instituciones militares, las de procuración de justicia y
las de representación popular fueron utilizadas como estructuras criminales con
cuyos recursos y a cuyo cobijo se realizaron y se protegieron crímenes que, de
manera sistemática, agraviaron a amplios sectores de la población y a
combatientes prisioneros. Al Ejército se le permitió realizar operaciones de
contrainsurgencia en un contexto que el derecho internacional humanitario
reconoce como conflicto interno, protegido por los Convenios de Ginebra y que
México ha suscrito, donde se cometieron terribles crímenes de guerra que
transgreden el orden constitucional, que no se pueden amparar en el fuero
militar, y que son considerados como de lesa humanidad e imprescriptibles. Los
crímenes que se imputan a las fuerzas armadas y a las fuerzas de seguridad
tienen que ver: a) con el derecho de guerra; b) con las garantías judiciales que
todo Estado está obligado a salvaguardar aún en estado de emergencia; y c) con
los derechos humanos fundamentales e imprescriptibles establecidos en la
Constitución, en el derecho internacional y en la legislación vigente del país.
Los crímenes que se documentan con testimonios y evidencias en este informe
permiten concluir que el Estado mexicano es responsable de crímenes de lesa
humanidad."
El documental sobre Rosendo Radilla muestra la impunidad garantizada por las más
altas autoridades del Estado para los responsables de estos crímenes,
particularmente cuando son militares. Se presenta la liberación, e incluso el
ascenso y la condecoración del general Arturo Acosta Chaparro, señalado por
organizaciones sociales y por testigos que sufrieron en carne propia su sevicia
sin límites, como uno de los militares responsables de la detención ilegal,
tortura y desaparición extrajudicial de disidentes en los años setenta y ochenta
en diversas partes del país, particularmente en Guerrero. Acosta Chaparro fue
notificado a finales de 2002 de un proceso penal en su contra por el delito de
homicidio calificado (en lugar de detención-desaparición forzada) en contra de
143 presuntos guerrilleros, quienes habrían sido ejecutados y arrojados al mar
desde aviones Arava IAI-201, de fabricación israelí, en los años de la guerra
sucia, acusación de la cual quedó en libertad por "desvanecimiento de datos", el
29 de junio de 2007, y por decisión de un juez de justicia militar en lugar de
civil, como establece la Constitución.
¿A qué militares protegen las actuales autoridades del Estado mexicano que se
niegan a reconocer que el caso de los militantes del EPR constituye un crimen de
desaparición forzada? ¿Por qué la CNDH no tocó ni con el pétalo de una
recomendación a la Sedena? ¿Cuál es la razón del mutismo de la Procuraduría
General de la República?