Latinoamérica
|
Comentarios sobre un drama que se debió evitar
Fernando Eguren
Director de la Revista Agraria
No podemos desligar la protesta de las poblaciones nativas y los luctuosos
hechos de Bagua, que ha cobrado hoy día la vida de pobladores y de la policía,
del discurso presidencial expuesto en el manifiesto "El síndrome del perro del
hortelano".
Recordemos algunos pasajes del artículo de Alan García publicado por El Comercio
el 28 de octubre del año 2007 (las cursivas son mías): "Hay millones de
hectáreas para madera que están ociosas, otros millones de hectáreas que las
comunidades y asociaciones no han cultivado ni cultivarán, además cientos de
depósitos minerales que no se pueden trabajar y millones de hectáreas de mar a
los que no entran jamás la maricultura ni la producción.
"Para que haya inversión se necesita propiedad segura [de la tierra], pero hemos
caído en el engaño de entregar pequeños lotes de terreno a familias pobres que
no tienen un centavo para invertir.
"Pero la demagogia y el engaño dicen que esas tierras no pueden tocarse porque
son objetos sagrados y que esa organización comunal es la organización original
del Perú.".
"Este es un caso que se encuentra en todo el Perú, tierras ociosas porque el
dueño no tiene formación ni recursos económicos, por tanto su propiedad es
aparente. Esa misma tierra vendida en grandes lotes traería tecnología de la que
se beneficiaría también el comunero..
"..aquí todavía discutimos si la técnica minera destruye el medio ambiente, lo
que es un tema del siglo pasado, claro que antes lo destruía y los problemas
ambientales de hoy son básicamente por las minas de ayer, pero en la actualidad
las minas conviven con las ciudades sin que existan problemas.
"..el viejo comunista anticapitalista del siglo XIX se disfrazó de
proteccionista en el siglo XX y cambia otra vez de camiseta en el siglo XXI para
ser medioambientalista.
".existen verdaderas comunidades campesinas, pero también comunidades
artificiales, que tienen 200 mil hectáreas en el papel pero solo utilizan
agrícolamente 10 mil hectáreas y las otras son propiedad ociosa, de 'mano
muerta', mientras sus habitantes viven en la extrema pobreza y esperando que el
Estado les lleve toda la ayuda en vez de poner en valor sus cerros y tierras,
alquilándolas, transándolas porque si son improductivas para ellos, sí serían
productivas con un alto nivel de inversión o de conocimientos que traiga un
nuevo comprador.
Con claridad el presidente García va al fondo del problema: ¿quién debe disponer
de los recursos naturales del país que, constitucionalmente, son de toda la
nación? La gran inversión. ¿Quiénes no deben disponer de ellos? Las comunidades.
¿Por qué? Porque no tienen ni la educación ni los recursos económicos
suficientes. Y como no tienen educación ni economía, sus derechos de propiedad
no son plenos, son aparentes.
Los decretos legislativos de junio del 2008 son la expresión normativa de este
discurso, que es claramente excluyente de las comunidades campesinas y
poblaciones nativas amazónicas. La reacción de estas poblaciones es contra la
violación a sus derechos sobre sus tierras y territorios. Los canales formales
para atender la de-manda de que estos decretos legislativos sean cambiados
desgraciadamente no han funcionado y más bien han mostrado que las mesas de
concertación han servido para 'mecer' a las poblaciones, corrompiendo lo que
debía ser un legítimo método de negociación.
No es de extrañar que, entonces, se hayan utilizado otros medios, como las
movilizaciones y tomas de carreteras, pues la experiencia ha mostrado que sólo
con medidas de fuerza el gobierno y el Congreso prestan atención.
Vistas así las cosas, los principales responsables de estas movilizaciones son
el gobierno y el Congreso.
Tampoco es de extrañar que, si a pesar de estas manifestaciones de protesta
sigue la 'mecida', éstas se radicalicen hasta llegar, lamentablemente, a la
situación actual que ha cobrado la vida de decenas de ciudadanos, entre
pobladores amazónicos y policías. ¿De quién es la responsabilidad principal? De
quienes toman las decisiones políticas: el gobierno y el Congreso.
¿Qué hacer? Un camino es negociar de verdad. Con lo ocurrido, el Ejecutivo y el
Congreso han perdido legitimidad como interlocutores. La única institución
pública con legitimidad es la Defensoría del Pueblo, que debería tomar la
iniciativa y convocar a dicha negociación con los representantes de las
poblaciones amazónicas. Además, deberían renunciar dos de los principales
responsables políticos del drama que estamos viviendo, el presidente del Consejo
de Ministros, Yehude Simons, y la ministra del Interior, Mercedes Cabanillas.