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Vivir y morir en Juarez
Susana Arbizu
eutsi.org
"A las cinco de la tarde del viernes 29 de mayo, en Ciudad Juárez, Chihuahua,
MANUEL ARROYO GALVÁN, fue brutalmente asesinado de seis balazos en la cabeza".
Conocí a Manuel hace dos años cuando fui a Ciudad Juárez con mi amiga Christine.
Íbamos con el proyecto de hacer un documental sobre esta ciudad aberrante donde
la violencia globalizadora de las maquilas parece haber abonado un terreno ideal
de desprecio hacia el ser humano. Allí, la violencia machista parece extenderse
como un velo de muerte con el feminicidio que vive la ciudad desde hace décadas.
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"Mientras Manuel Arroyo Galván esperaba en su coche que el semáforo se
pusiera verde, en una de las avenidas principales de la ciudad, una camioneta se
colocó a su lado para dispararle a bocajarro, matándolo en el acto. Su coche se
deslizó hasta chocar contra el semáforo. Uno de los asesinos se bajó de la
camioneta para rematarlo de una última bala en la cabeza".
Desde Europa, habíamos intentado comprender el funcionamiento de esa especie de
laboratorio de nuestro futuro, que Juárez representaba para nosotras. A las
numerosas familias emigrantes que llegan desde el sur hasta esa ciudad
fronteriza, con la esperanza de poder pasar algún día a los EEUU, Juárez las
recibe con el trato inhumano de las maquilas, con el salvajismo de sus calles
enfermizas, en sus barrios chaboleros, donde la luz, el agua, los caminos
asfaltados, los colegios o los hospitales, son lujos reservados por la
municipalidad sólo a una parte de la población. En Juárez, el cuerpo de una
mujer por la calle puede ser fácilmente, objeto de secuestro, de violaciones
múltiples y asesinato: cuerpos de usar y tirar que siguen apareciendo entre
escombros y descampados, como clínex sucios. Manuel vivía en Juárez, era
sociólogo y profesor investigador en la universidad de la ciudad y había escrito
una tesis sobre las maquilas que nos interesaba mucho. Nos ofreció generosamente
su casa, lo que nos decidió a pasar tres semanas allí para poder vivir de cerca
esa ciudad que nos parecía tan irreal de lejos.
"Eran las cinco de la tarde y Manuel Arroyo era la quinta víctima del día. Le
seguirían otras 5 hasta la noche, en el infierno cotidiano de esta ciudad
fronteriza donde la violencia más salvaje, el desprecio al ser humano y la total
impunidad reinan desde hace años. Hoy, desde la llegada masiva del ejército
(8500 soldados) en la supuesta lucha pactada por el presidente Calderón contra
el narcotráfico, con una ciudad en estado de sitio permanente, el terror se ha
instalado en los gestos más cotidianos de los habitantes. 91 asesinatos en el
mes de mayo, 10 más que el mes pasado: una cuenta que suma y sigue cada día y
todos los crímenes permanecen impunes".
También sabíamos que Juárez era un centro importante de cárteles y de
narcotráfico y que -cual nicho gigante que acoge en su seno reyertas y cuentas
pendientes de mafias locales-, en cualquier momento caían cadáveres salpicando
las calles. La corrupción de funcionarios y policías, la ineficacia de la
justicia, los oscuros y profundos vínculos entre el estado mejicano, el gobierno
del estado de Chihuahua, los cárteles internacionales de droga, el ejército, las
grandes familias de Juárez y las multinacionales, formaban un caleidoscopio de
formas imbricadas que se entremezclaban en nuestra conciencia cuanto más
intentábamos comprender el funcionamiento de ese capitalismo salvaje en pleno
desierto de Chihuahua. Lo único claro y cierto era la impunidad de un falso
estado de derecho mejicano que había permitido durante dos décadas que más de
500 mujeres fueran violadas y asesinadas, que otras tantas se dieran por
desaparecidas sin saber quienes eran los culpables y que miles de hombres fueran
ejecutados en sus calles, acostumbrando así a los habitantes a una violencia
para la que ya nadie encontraba nombre.
"El asesinato de Manuel Arroyo Galván se cometió a plena luz del día, en hora
punta y en la vía pública de una ciudad de 3 millones de habitantes,
literalmente sitiada por el ejército; sin embargo, al día de hoy, a pesar de
esta presencia masiva del ejército en las calles, no se ha conseguido una
descripción exacta de la camioneta ni de los asesinos de Manuel. No se conoce ni
el autor ni el móvil de esta ejecución. Y lo peor, es que seguramente no
lleguemos a saberlo nunca".
Manuel era un intelectual muy lúcido y un activista social que había trabajado
durante años en las maquilas. Venía de una familia de emigrantes de Durango que
como tantas otras llegó a Juárez y se dejó la vida en las maquiladoras. El había
conseguido con mucho esfuerzo estudiar sociología y le enorgullecía haber podido
escapar del destino de obrero explotado que le deparaba la maquila porque sabía
muy bien que, en esa ciudad, su caso era una excepción. Sin embargo no se
olvidaba ni de sus orígenes, ni de los miles de obreros que seguían trabajando
en condiciones de miseria en su ciudad. Si había estudiado sociología era porque
necesitaba denunciar de la manera más eficaz posible los terribles daños que
causaba la maquila; ésa era la razón de ser de su tesis: " El significado social
de la Industria Maquiladora. Hacía una valoración de sus costos sociales. Un
estudio de caso: Ciudad Juárez". Manuel no sólo nos abrió las puertas de su casa
y de su ciudad, además compartimos con él su intimidad: Manuel nos contó su
vida, nos contó la maquila y nos contó su ciudad.
"El mismo día de su muerte, estudiantes, profesores, familiares y amigos
lanzaron gritos de cólera y desesperación en la Procuraduría General de Justica
donde les recibieron con armas sin dejarles entrar. Hoy siguen gritando su rabia
y su dolor, organizando marchas y manifestaciones en Juárez y exigiendo que se
abra una verdadera investigación: que por una vez llegue a algún sitio y que se
aclaren las responsabilidades. Después de seguir sin noticias de dos estudiantes
desaparecidas y de otros dos estudiantes asesinados, el catedrático Manuel
Arroyo Galván es el segundo profesor de la UACJ ejecutado por sicarios en la
calle este año".