Latinoamérica
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Abril 65 en el presente
Por Narciso Isa Conde
Este viernes 24 de abril se cumplen 44 años del inicio de la revolución
constitucionalista de 1965 y de la guerra patria contra el yanqui invasor; y
esta gesta, la más importante del siglo XX, debe ser recuperada y complementada
en todo lo posible y necesario.
Este proceso tuvo la virtud de ser una experiencia revolucionaria profundamente
dominicana, cargada de Duarte y los Trinitarios, Luperón y los Restauradores,
Gilbert y los "gavilleros". Aquel abril nos lega, entre otros valores, el
pensamiento y la acción de los coroneles Fernández Domínguez y Francisco Alberto
Caamaño, de Juan Bosch y de todos los intelectuales constitucionalistas y
revolucionarios de la época.
Honestidad, democracia verdadera, unidad patriótica y popular y
antiimperialismo, están entre sus grandes atributos.
Democracia, y no simplemente representativa, sino –y sobre todo-
participativa y directa, basada en el pueblo organizado en comando armados,
inspirada en una constitución avanzadísima, enriquecida por los hechos generados
por esa revolución en el sentido de más democracia, de más participación,
política y social, de unidad entre pueblo y militares democráticos, de justa
distribución de lo medios disponibles (educación, salud, alimentación, armas,
diversión…).
Antiimperialismo en la fragua del enfrentamiento directo con el invasor
extranjero, contra un imperio cruel y voraz.
Unidad a pesar de la diversidad, unidad de las izquierdas revolucionarias y las
fuerzas liberales y anti-intervencionistas, unidad de civiles y militares.
Honestidad desplegada antes y durante el proceso por sus protagonistas en
rebeldía contra tanta corrupción y tantas mentiras.
Pero además la Constitución del 1965 conserva significativa vigencia
democratizadora y resiste un alto nivel de actualización y enriquecimiento. Más
aun si se le incorporan las enseñanzas de gobierno y poder aquellos días
gloriosos.
La Constitución del 63 podría ser un utilísimo punto de partida para una nueva
propuesta de Constitución en el marco de un nuevo proceso constituyente. Con
razón este régimen, negador de sus grandes valores, procura enterrarla para
siempre.
El ensayo de democracia comunitaria, de democracia participativa con poder
popular, puesto en práctica en la "zona constitucionalista", constituye una
fuente valiosísima para una nueva creación democrática, para una nueva
institucionalidad estatal y una sociedad civil democráticamente organizada y
protagónica.
Abril del 65, además de unidad patriótica y popular frente al "bando traidor y
parricida" de que nos habló Juan Pablo Duarte, es fuente de valiosos aportes
para la inevitable confrontación entre los beneficiarios de la recolonización
neoliberal y la inmensa mayoría de la sociedad empobrecida y afectada por las
nuevas modalidades de dependencia e intervención.
Los contenidos de esa gesta bloqueada por tropas extranjeras, precisan ser
asumidos, potenciados y enriquecidos para darle continuidad y hacerla crecer en
calidad y cantidad en el contexto de esta profunda y prolongada crisis nacional,
ahora impactada por la gran crisis del capitalismo mundial
De lo que se trata es de actualizar y enriquecer este proyecto de sociedad
después de los 44 años transcurridos y recuperarlo para derrotar la traición a
esos ideales representada por el gobierno de Leonel Fernández
Y enriquecerlo implica tener bien presente los cambios acaecidos en las
modalidades, instrumentos, composición social y formas políticas y culturales de
la dominación. Como también los que se ha producido en las clases dominadas y
explotadas. Implica, por tanto, apropiarnos de las nuevas ideas que sobre
democracia y cambio social se han desarrollado en nuestra América y en el mundo,
y sumarla al acerbo de la gesta del 65.
Porque nada más cerca en nuestra historia de la democracia participativa que la
experiencia de abril de 1965; experiencia que tocó tanto la parte civil como
militar de la sociedad, y que hoy vuelve a proyectarse en el actual proceso
bolivariano de Venezuela y en la actual ola de cambios latino-caribeños..
Porque nuestra nueva democracia, deberá ser duartiana y caamañista, por razones
históricas insoslayables. Combinación de representación, participación,
democracia directa, control social sobre las instituciones; todo esto como
resultado de un proceso constituyente fruto de una nueva correlación de fuerzas,
en la que la autoridad bien conquistada en la sociedad por el bloque de fuerzas
sociales y políticas democráticas y antiimperialistas esté consolidada.
Volver a Abril no es intentar repetir exactamente lo acontecido. Es rescatar su
esencia: honestidad, unidad, hermandad cívico-militar, autodeterminación y
democracia participativa basada en una constituyente y una constitución
profundamente democráticas. Es, claro está, negar la farsa que en materia
constitucional gestan en estos días la alianza espuria entre un presidente
sobornador y un Congreso corrompido.
Conmemorando el 44 aniversario de la gesta de abril:
Recorrido Patriótico
En la zona constitucionalista
¡Abril Vive!
¡Caamaño Viene!
El viernes 24 de abril vamos a recorrer la "Zona Constitucionalista",
espacio territorial del gobierno de Caamaño y del poder de los comandos de
trabajadores (as), campesinos(as), soldados, intelectuales, estudiantes, hombres
y mujeres del pueblo durante la revolución de 1965.
Vamos a caminar por sus lugares más simbólicos, estableciendo previamente posta
o guardia de honor en la Fortaleza Ozama (calle Las Damas), en el Comando de la
Escuela Argentina, en el Comando San Miguel, en el Comando San Lázaro, en el
Comando San Carlos, en el Comando de la calle Pina con Canela, en el Parque
Duarte de la Padre Billini (donde se concentrarán los(as) jóvenes de La
Multitud y frente al Edificio Copello de la calle El Conde, sede del
gobierno en armas.
El Recorrido Patriótico partirá de la Fortaleza Ozama, pasará por los
lugares escogidos en el orden mencionado y se detendrá en cada uno de ellos,
sumándose en cada parada a la caminata los integrantes de las postas o guardias
de honor de cada comando y los(as) moradores(as) del barrio respectivo que
concurran a sus respectivas sedes, previamente identificadas. Se iniciará a las
3:00 p.m. y las postas estarán desde las 2:00 p.m. en cada comando seleccionado,
previamente señalizado.
La Recorrido Patriótico, después de pasar por el PARQUE DUARTE,
concluirá en la calle El Conde esq. Sánchez en el Edificio Copello,
confluyendo en el acto que en ese lugar ha programado la UASD para la 5.00 p.m.
de ese día.
Todos(as) los combatientes civiles y militares, todos los(as) patriotas de Abril
de 1965 y los(as) integrantes de las nuevas generaciones solidarias con esa
gesta y defensoras de los ideales consagrados en la Constitución del 1963
y defendidos por los comandos constitucionalista pueden y deben participar de
esta original conmemoración.
En el 44 aniversario:
¡Abril Vive!
¡Caamaño, Juan Miguel, Fernández Domínguez y Lora Fernández viven!
¡Caamaño Viene!
Nueva Izquierda- Círculos Caamañistas
Reforma y revolución en el presente de la
Patria Grande.
Por Narciso Isa Conde
¿Que es reformar?
¿Que se entiende por reformas sociales, económicas y políticas?
Reformar es introducir cambios, modificaciones, variaciones dentro de un
determinado orden económico, social y jurídico-político vigente, sin
reemplazarlo, sin sustituirlo por otro.
Reformar es equivalente, en alguna medida, a reestructurar, remendar, realizar
cambios que se consideran convenientes o necesarios por la existencia de una
correlación de fuerzas dada.
Reformar el capitalismo es producir variaciones en su funcionamiento, en sus
políticas economicas y sociales, en su constitución y sus leyes, en sus
instituciones y en su sistema político.
En la tradición marxista la lucha por las reformas es igual a la lucha por
mayores espacios democráticos, más libertades, más reivindicaciones económica,
más conquistas sociales, mejores ingresos, mejor distribución de las riquezas en
el contexto de la dominación capitalista y de la lucha de clase. Los cambios de
modelos económico y en el orden jurídico-político también se inscriben dentro de
la lucha por reformas al interior del sistema capitalista.
¿Pero específicamente de cuáles reformas hablamos?
Esta pregunta es pertinente porque en las últimas décadas la palabra "reforma"
ha tenido connotaciones distintas e incluso contradictorias.
Esto así porque los ideólogos del capitalismo, al proponerse su restructuración
neoliberal en el contexto de la gran crisis estructural de finales del siglo XX,
hicieron un uso perverso de la palabra reforma. Cooptaron el término para
denominar lo que realmente fue un proceso de contrarreformas, un desmonte
de las reformas posteriores a la segunda guerra mundial, una especie de
"revolución conservadora" destinada a anular muchas de las conquistas y
reivindicaciones de los(as) trabajadores(as) y los pueblos, a eliminar gran
parte de las características del llamado "estado del bienestar" de la era
keynesiana y de las democracias liberales socialmente avanzadas, destinadas a
favorecer al gran capital privado.
Por eso, hoy es obligado diferenciar en lo concreto de cuales "reformas"
se trata: si de las contrarreformas neoliberales o de las reformas que favorecen
a las clases y sectores explotados, oprimidos, excluidos y discriminados. Si de
las reformas progresivas, social y políticamente avanzadas, redistribuidoras de
ingresos, propiedades y espacio de poder; o si de las "reformas" concentradora
de propiedad, ingreso y poder. Si de las propuestas destinadas a aumentar los
ingresos de los(as) de los(as) de abajo, el rol social y económico del Estado,
las libertades y derechos ciudadanas….o si de aquellas destinadas a privatizarlo
todo a favor de oligopolio y monopolios y a liberar precios, mercados y
regulaciones en favor de esas minorías.
Cuando los marxistas nos declaramos partidarios de las reformas y luchamos por
ellas, nos referimos concretamente a aquellas que favorecen intereses, valores,
derechos, libertades e ingresos de los(as) trabajadores(as) y los pueblos. Nos
referimos a las reformas progresivas.
¿Pero acaso es lo mismo ser partidarios de esas reformas y ser "reformista"?
De ninguna manera.
¿Qué diferencia hay entonces entre políticos revolucionarios y políticos
reformistas?
Los(as) reformistas no rebasan los límites del sistema, se quedan en las luchas
por la democratización y por las mejoras sociales, económicas y culturales
dentro del sistema capitalista. Se reducen a reformar el capitalismo, a
mejorarlo, a hacerlo "más virtuosos" o "menos brutal".
Los(as) revolucionarios no se limitan a combatir por reivindicaciones y reformas
más o menos avanzadas, a conquistar espacios democráticos, a luchar por mejores
condiciones de vida para los pueblos…asumen esas luchas, cuando las
circunstancias las favorecen, pero sin limitarse a ellas, procurando crear en
esos combates la conciencia y la organización que posibiliten hacer
revoluciones, producir las rupturas necesarias y abrir las compuertas de las
transiciones revolucionarias, de la revolución popular y democrática de
orientación socialista.
Para éstos(as) últimos(as) reformas son un medio, no un fin. El fin es la
revolución.
Para los primeros(as) son su razón de ser. Creen en la evolución, no en la
revolución.
¿Pero es válido acaso contraponer permanentemente las reformas a la revolución,
o viceversa?
Decididamente no.
La posibilidad de acumular fuerza a través de lucha por las reformas no es un
acto propio de la voluntad antojadiza de los(as) revolucionario(as). No es algo
que pueda decidirse por decreto. Es más bien un dato de la realidad, algo
relacionado con las posibilidades y condiciones que se presenten en determinadas
fases, periodos y momentos.
Igual lo relativo a la posibilidad de hacer revolución. Eso tampoco se decreta.
Hay que esperar situaciones y crear condiciones que dependen de la confluencia
de múltiples factores, para hacer revolución deben desarrollarse las denominadas
situaciones pre-revolucionarias y revolucionarias.
En muchos casos, fases y periodos, la reforma y revolución andan de la mano.
Forman parte de la dialéctica de acumulación de fuerza para el cambio.
Reformas y revolución se separan cuando es imperioso cambiar el orden dominante
y, sobre todo, cuando las reformas asumen un carácter contrainsurgente,
estabilizador del sistema en crisis o al borde de la quiebra. Entonces, hay que
decidirse por uno u otro camino, definiéndose así categóricamente si optamos por
actuar para prolongar el sistema reformándolo o si procuramos abolirlo para
remplazarlo.
Métodos, formas de lucha, reformas y revolución
¿Cómo se relacionan los métodos y formas de lucha con la concepción reformista o
con la concepción revolucionaria?
¿Es de por sí revolucionaria o reformista una forma de lucha determinada?
¡ Es revolucionaria de por si la lucha armada y reformistas los métodos legales
y las formas no armadas?
Claro que no.
El método, la forma de lucha a emplear, no es lo definitivo en ese dilema. Lo
definitivo es la política, la decisión o no de transformar la sociedad, la línea
respecto al orden dominante, las ideas que mueven las acciones y los métodos más
diversos.
No pocos movimientos armados o violentos han actuado como fuerzas reformistas.
De ahí que incluso se hable de un "reformismo armado".
Pero también no pocas fuerzas que han incursionado en los métodos legales, e
incluso en los lectorales, han actuado como fuerzas revolucionarias.
Los programas, las características organizativas, las líneas políticas, la
capacidad para enfrentar exitosamente las clases explotadas y excluidas a las
clases dominantes- gobernantes, los contenidos antiimperialistas y
anticapitalistas, las definiciones en torno a la transición revolucionaria, son
las cuestiones claves y determinantes en cuanto a la esencia revolucionaria de
la lucha.
Las formas y métodos pueden combinarse. Unos pueden predominar sobre otros en
determinados periodos, aunque siempre en última instancia la capacidad para
vencer la dominación violenta del enemigo es una cuestión decisiva para hacer o
no hacer revolución.
Las formas de lucha no deben nunca separarse del contenido de clase, del
carácter popular del movimiento y del programa transformador.
Las revoluciones no son producto de un método o de una determinada forma de
lucha, sino de las más variadas combinaciones de éstas, así como de múltiples
tácticas dentro de una estrategia definidamente revolucionaria; estrategia de
creación de poder paralelo y de ruptura del viejo Estado y el poder establecido.
La unilateralidad en el empleo de los métodos no resuelve la complejidad de los
procesos destinado a transformar las sociedades y las relaciones de poder.
El presente continental y los cambios en marcha
La restructuración neoliberal, el proceso de contrarreforma que la caracterizó,
al tiempo de acelerar el empobrecimiento de los pueblos de la región, generó una
intensa y prolongada resistencia popular que no tardó en convertirse en
ofensiva.
El continente se convirtió en escenario de una ola de cambios políticos
progresivos y luchas ascendentes, combinación de reformas avanzadas, reformas
limitadas y procesos hacia la revolución o con vocación revolucionaria.
Una ola desigual, donde cambios de corte netamente reformistas coexisten con
cambios de mayor profundidad estructural y perspectivas revolucionarias, siempre
con la crisis mundial del capitalismo presente y constantemente agravada hasta
devenir recientemente en una crisis general de gran escala, que tiende a
emplazar a gobiernos de derecha y a gobiernos de izquierdas en términos
diferentes.
A los de derecha porque afecta gravemente su gobernabilidad.
A los de izquierda, o simplemente progresistas, porque se le planea el dilema de
profundizar los cambios hacia la revolución o de correr el riesgo de ser
desplazados por las derechas, en tanto una crisis como ésta, sin respuesta
superadora desde su interior, erosionaría aceleradamente su popularidad.
Las grandes crisis no son sinónimo de revoluciones. Ellas pueden tener distintas
salidas en función de la correlación de fuerzas. Son solo grandes oportunidades
para actuar en uno u otro sentido.
Ahora bien, esta crisis, que es el producto acrecentado de múltiples crisis, no
tiene salida superadora dentro del capitalismo, sino contra el capitalismo.
El capitalismo puede perdurar si no hay salida revolucionaria. Pero perduraría
en crisis, generando caos, produciendo barbarie, creando inestabilidad en gran
escala y deteriorando mucho más la calidad de vida de un número cada vez mayor
de seres humanos.
Así pasó con sus recientes crisis de sobreproducción, canalizadas hacia el
militarismo, la financierización, el deterioro del medio ambiente, la
precarización del trabajo…hasta crear una gran crisis de sub-producción, hasta
destruir parte de su cultura productiva, hasta agotar sus posibilidades de
recuperación.
Y ahora, llegado este punto alto de la crisis sistémica, con la confluencia de
múltiples crisis (financiera, inmobiliaria, alimentaria, urbanística,
institucional, tecnológica, medioambiental, de producción…) es totalmente
ilusorio pretender volver a un modelo keynesiano, recomponer estructuras
productivas, generar reformas sociales avanzadas…
La crisis del neoliberalismo es la crisis del único capitalismo posible después
de desmantelado el modelo keynesiano (cuando se tornó decadente), después de
fraccionarse y de intentar sobrevivir por la vía de las privatizaciones, las
des-regulaciones, las áreas de libre comercio, la financierización, las burbujas
y las especulaciones.
Es tarde para volver atrás. Ese pasado también hizo crisis y por eso el
keynesianismos solo se emplea a favor del complejo militar industrial, para los
"salvatajes" financieros, para asistir las empresas en quiebras y para intentar
recuperar las economías privadas que se hunden.
La dialéctica reforma-revolución ahora se convierte en la dialéctica revolución
o barbarie. El capitalismo no tiene posibilidad alguna de detener la barbarie y
el caos que ha engendrado. El socialismo se torna mucho más necesario y
pertinente.
Es impensable hoy un capitalismo reformador social, distribuidor de ingresos,
creador de espacios más democráticos. Su dinámica es inversa a todo eso, porque
ha entrado en su fase senil o decadente.
La supervivencia del capitalismo es inseparable de la contrarreforma. En su
contexto se han agotado las reformas avanzadas del pasado.
La crisis en los EEUU, en el centro del mundo, se ha expandido a todo el
sistema.
El capitalismo central (norteamericano, europeo y asiático) está afectado por
una crisis sin solución a la vista. Una súper-crisis que se expande por todo el
mundo y en todo el sistema
Sus esfuerzos de sobrevivencia se vinculan, mas allá de toda retórica "suave"
momentánea, a su ofensiva sobre las llamadas "zonas estratégicas", que atesoran
petróleo, agua, gas, biodiversidad, minerales estratégicos… Y nuestra América es
una de esas zonas, cuenta con subregiones con enormes riquezas de ese tipo como
la Amazonía
Si la guerra de rapiña "euroasiática" tiene esa motivación re-colonizadora, el
plan Colombia-Iniciativa Andina y todo el programa de restructuración de sus
bases y fuerzas militares, incluido el uso de su IV Flota, están inspirados en
la misma filosofía expoliadora.
La retórica populista, la "suavidad" de Obama, no llega a tocar esas
determinaciones imperiales; señal de que en el aspecto militar tendremos más de
lo mismo con otra envoltura, sin que esa pendiente estadounidense le posibilite
detener su decadencia.
¿Cómo proceder en ese contexto?
¿Es acaso esta súper-crisis una oportunidad para las reformas?
¿Debemos entonces convertirnos en neo-keynesianos para impulsar la evolución
hacia un capitalismo mejor?
Creo que estas preguntas en cierta medida ya han sido respondidas con argumentos
difíciles de rebatir: Esta crisis, más allá de cualquier ilusión reformista,
refuerza la actualidad y pertinencia de las revoluciones, del tránsito al
socialismo, del socialismo y del comunismo.
En periodos así no es misión de los(as) revolucionarios(as) dedicarse a
reestructurar el capitalismo, ni ayudar a su salvación, como piensa cierta
izquierda claudicante.
Tiene sí, por el contrario, mucho sentido defender, los avances, las reformas y
reivindicaciones conquistadas para profundizarlas en el sentido de la
revolución.
Las posibles crisis de gobernabilidad de los gobiernos de derecha deben ser
aprovechadas para derribarlos con la acción de masas y girar hacia la izquierda.
El impacto de la crisis mundial sobre los gobiernos de izquierda o progresista
solo puede contrarrestarse radicalizando los cambios hacia al revolución y la
socialización. Solo así pueden evitarse los retrocesos y la derechización, cuyos
protagonistas se aprovecharían y se nutrirían del descontento popular generado
por el impacto de la crisis mundial.
Porque administrar esta gran crisis del capitalismo desgasta, aumenta la
vulnerabilidad frente a las derechas opositoras y equivale a una especie de
suicidio, abriéndole paso a una barbarie mayor.
Esta crisis nos convoca a impedir que el gran capital privado y la burocracia
sigan captando, controlando y apropiándose los excedentes.
Convoca a luchar por arrebatarles a los ricos sus grandes ganancias y fortunas,
para emplear los excedentes a favor de los(as) pobres del planeta. Convoca al
combate por superar todas las modalidades de explotación, opresión y
discriminación (de clase, géneros, razas, generaciones…) que son funcionales al
capitalismo y al boato de las elites que lo administran. Convoca a crear fuerza,
conciencia y organización a favor de un socialismo participativo,
autogestionario, democrático…, de la justicia social y de las transiciones
revolucionarias que conduzcan a esa meta. (Conferencia pronunciada en la
Escuela Continental de Formación Política Manuel Marulanda Vélez)
Marzo 2007