Latinoamérica
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La teología de la liberación se propaga, pese al veto del Vaticano
Leonardo Boff
IPS
Desde sus inicios a fines de los años 60, la Teología de la Liberación adoptó
una perspectiva global, enfocada en la condición de los pobres y oprimidos en el
mundo entero, víctimas de un sistema que vive de la explotación del trabajo y de
la depredación de la naturaleza.
Este sistema explota a las clases trabajadoras y a las naciones más débiles. Y
además reprime a los que oprimen y por lo tanto contrarían sus propios
sentimientos humanitarios. En una palabra, todos deben ser liberados de un
sistema que perdura desde al menos tres siglos y ha sido impuesto en todo el
planeta.
La Teología de la Liberación es la primera teología moderna que ha asumido este
objetivo global: pensar el destino de la humanidad desde la condición de las
víctimas. En consecuencia, su primera opción es comprometerse con los pobres, la
vida y la libertad para todos. Surgió en la periferia de las Iglesias centrales,
no en los centros metropolitanos del pensamiento consagrado. Por ese origen ha
sido siempre considerada con sospecha por los teólogos académicos y
principalmente por las burocracias eclesiásticas y la de la Iglesia más
importante, la romano-católica.
De su cuna en Latinoamérica la Teología de la Liberación pasó a África, se
extendió a Asia y también a sectores del primer mundo identificados con los
derechos humanos y la solidaridad hacia los desposeídos. La pobreza entendida
como opresión revela muchos rostros: el de los indígenas que desde su sabiduría
ancestral concibieron una fecunda teología de liberación indígena, la teología
negra de la liberación que resiente las marcas dolorosas dejadas en las naciones
que fueron esclavistas, el de las mujeres sometidas desde la era neolítica a la
dominación patriarcal, la de los obreros utilizados como combustible de la
maquinaria productiva. A cada opresión concreta corresponde una liberación
concreta.
La cuestión teológica de base que hasta ahora no acabamos de responder es: ¿cómo
anunciar creíblemente un Dios que es un Padre bondadoso en un mundo atestado de
miserables? Sólo tiene sentido si implica la transformación de este mundo, de
manera que los miserables dejen de gritar. Para que un cambio semejante tenga
lugar ellos mismos tienen que tomar conciencia, organizarse y comenzar una
práctica política de transformación y liberación social. Como en gran mayoría
los pobres en nuestros países eran cristianos, se trataba de hacer de la fe un
factor de liberación. Las Iglesias que se sienten herederas de Jesús, que fue un
pobre y que no murió de viejo sino en la cruz como consecuencia de su compromiso
con Dios y con su justicia, serían las aliadas naturales de este movimiento de
cristianos pobres.
Este apoyo se ha verificado en muchas iglesias en las que ha habido obispos y
cardenales proféticos como Helder Camara y Paulo Evaristo Arns en Brasil,
Arnulfo Romero en El Salvador y muchos otros, así como numerosos sacerdotes,
religiosos y religiosas y laicos comprometidos políticamente.
En razón de su causa universal ya a inicios de los años 70 la Teología de la
Liberación era un movimiento internacional y convocaba verdaderos foros
teológicos mundiales. Se estableció un consejo editorial integrado por más de
cien teólogos latinoamericanos para compilar una sistematización teológica desde
la perspectiva de la liberación en 53 tomos. Ya se habían publicado 13 tomos
cuando el Vaticano intervino para hacer abortar el proyecto. El entonces
cardenal Joseph Ratzinger fue riguroso. Cortó de raíz un trabajo promisor y
benéfico para todas las iglesias periféricas y especialmente para los pobres.
Pasará a la historia como el cardenal -y después Papa- enemigo de la
inteligencia de los pobres.
La Teología de la Liberación creó una cultura política. Ayudó a formar
organizaciones sociales como el Movimiento de los Sin Tierra, la Pastoral
Indígena, el Movimiento Negro y fue fundamental en la creación del Partido de
los Trabajadores en Brasil cuyo líder, el Presidente Lula siempre se reconoció
en la Teología de la Liberación.
Hoy en día esta teología ha trascendido los límites confesionales de las
Iglesias y se ha convertido en una fuerza político-social. Además de Lula se
identifican públicamente con la Teología de la Liberación el Presidente Rafael
Correa del Ecuador, el Presidente de Paraguay y ex obispo Fernando Lugo, el
Presidente Daniel Ortega de Nicaragua, el Presidente Hugo Chávez de Venezuela y
el actual Presidente de la Asamblea de las Naciones Unidas, el sacerdote
nicaraguense Miguel de Escoto. Su fuerza mayor no reside en las cátedras de los
teólogos sino en las innumerables comunidades eclesiásticas de base (sólo en
Brasil existen cerca de cien mil), en los millares y millares de círculos en los
que se lee la Biblia en el contexto de la opresión social y en las llamadas
pastorales sociales.
Roma incurre en la profunda ilusión de creer que con sus documentos doctrinarios
emitidos por burocracias frías y distantes de la vida concreta de los fieles
conseguirá frenar la Teología de la Liberación. Ella nació oyendo el grito de
los pobres y hoy la conmueve el grito de la Tierra. Mientras los pobres
continúen lamentándose y la Tierra gimiendo bajo la virulencia productivista y
consumista, habrá mil razones para sentir el llamado de una interpretación
libertaria y revolucionaria de los evangelios. La Teología de la Liberación es
la respuesta a una realidad injusta y salva a la Iglesia central de su
alienación y de un cierto cinismo. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Leonardo Boff, teólogo de la liberación brasileño y coautor de la
Carta de la Tierra.