Latinoamérica
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La oposición boliviana y los carapintadas argentinos.
Ezequiel Meler,
Era
de esperarse. Los vínculos entre la extrema derecha boliviana -aquella que supo
gritar que
Hitler había matado a los judíos porque no conocía a los collas-
con sus pares de la región tenían que salir a la luz, más tarde o más temprano.
Y salieron más temprano que tarde, con el
pedido de colaboración por parte del gobierno
boliviano al embajador argentino en la lucha contra los grupos terroristas que
amenazan la vida del presidente Morales.
El vínculo establecido no es aleatorio: se trata de grupos de
ex militares argentinos
-los llamados "carapintadas"-, varios de los cuales tienen pedido de captura
internacional por crímenes de lesa humanidad, tanto en nuestro país como en el
exterior. El gobierno boliviano los sindica como responsables del entrenamiento
de las células terroristas cruceñas que alientan al movimiento separatista del
oriente de ese país. Aunque los
detalles no son demasiado conocidos, tenemos muchas
razones y varios precedentes -éste,
por ejemplo, o éste,
por no recordar este otro-
que nos permiten afirmar la verosimilitud de la versión oficial.
Hagamos un poco de memoria. Bolivia se transformó en una suerte de santuario
para genocidas de diversa calaña ya en los años ochenta, luego del sangriento
golpe militar de Luis García Meza.
El investigador argentino Ariel Armony ha detallado la participación argentina
en dicho levantamiento en su trabajo La
Argentina, los Estados Unidos y la cruzada anticomunista en América Central,
1977 - 1984.
Comprometida con la Doctrina de la
Seguridad Nacional, e influida por las enseñanzas de
los militares franceses en lo referente a la "guerra contrarrevolucionaria", la
dictadura argentina consideraba que los límites nacionales eran irrelevantes en
la confrontación con el comunismo. De este modo, pudo justificar tanto el
Plan Cóndor como las
sendas intervenciones en países de la región, siempre en contra del "enemigo
común" del Occidente cristiano, a saber, las organizaciones guerrilleras
partidarias del "totalitarismo comunista". Entre dichas intervenciones se
cuentan los operativos en Bolivia, El Salvador, Guatemala y Honduras.
El "golpe de la cocaína", con todo, destaca en esa lista como una operación de
pura estirpe criolla. Coordinado por el Batallón de Inteligencia 601, y
financiado por narcotraficantes de escala regional, este operativo es una
muestra perfecta de la relación entre política, ideología y negocios que
practicaban los militares argentinos.
Al respecto, Armony señala lo siguiente:
"En julio de 1980, los militares argentinos participaron en una importante y
violenta operación exterior: el golpe de Estado que en Bolivia encabezó el
comandante del Ejército, general García Meza. Éste solicitó asistencia militar
para expulsar a Lidia Gueiler, la presidenta civil designada por la Asamblea
Legislativa boliviana, y el ejército y la armada argentinos intervinieron
activamente. El golpe se caracterizó por una precisa planificación y una brutal
ejecución. [...] La Argentina fue el primer país que reconoció al nuevo régimen
boliviano [...] Además de consideraciones referidas al conflicto este - oeste,
tensiones tradicionales en la región del cono sur -en especial la rivalidad
argentina con el Brasil- y la importancia de estados tapón como Bolivia para el
equilibrio de poder regional desempeñaron un papel significativo en la decisión
de respaldar el golpe de García Meza. Sin embargo, la lógica geopolítica no fue
la única razón de la cooperación con los militares bolivianos. Poderosos grupos
de las Fuerzas Armadas argentinas estaban estrechamente relacionados con redes
transnacionales ilegales, principalmente del narcotráfico, y su participación en
el alzamiento [...] les redituó enormes beneficios económicos. [...] El socio de
García Meza era el barón de la droga Roberto Suárez Levy, considerado uno de los
principales traficantes de cocaína del mundo en los años ochenta. [...] El
dinero proporcionado por Suárez Levy contribuyó a pagar la intervención
argentina en el golpe. A su vez, esos fondos solventaron las actividades
militares argentinas en El Salvador. El general Suárez Mason, socio de los
grandes traficantes de cocaína -entre ellos García Meza y su ministro del
interior, el coronel Luis García Arce-, dirigió una poderosa red dentro del
aparato militar y paramilitar argentino, que combinó exitosamente los operativos
anticomunistas con el narcotráfico y otras transacciones ilegales. Durante el
régimen de García Meza, Bolivia se convirtió en un santuario de criminales de
guerra nazis y terroristas neofascistas italianos. Klaus Altmann -más conocido
como Klaus Barbie, el carnicero de Lyon- recibió de manos de Arce Gómez el rango
honorario de teniente coronel del ejército boliviano. Altmann asesoró a las
fuerzas de seguridad de ese país en técnicas de interrogatorio y torturas. Pier
Luigi Pagliai y Stefano delle Chiaiae operaban dentro del servicio de
inteligencia militar boliviana."
Nada de todo esto se interrumpió con el advenimiento de la democracia en la
Argentina. Suárez Mason huyó a Estados Unidos, donde estableció su cuartel
general de narcotráfico y represión ilegal. Sus socios locales simplemente se
escondieron, o bien se reconvirtieron en "empresarios" con inversiones
diversificadas en distintos rangos de la producción: tal era y sigue siendo el
alcance de la autonomía que los sectores de inteligencia habían alcanzado bajo
la última dictadura.
Un alumno dilecto de Suárez Mason, Mohamed Alí Seineldín, viejo enlace entre el
Ejército y la organización paramilitar conocida como "Triple A", fue "premiado"
por su labor al ser designado como agregado militar en Panamá. Allí permaneció
hasta 1988, primero como parte del equipo diplomático argentino, y luego
abiertamente como asesor de las Fuerzas Armadas y los servicios de inteligencia
locales, especialmente la "Fuerza de Tareas" designada como "E2″.
Estos antecedentes muestran a las claras la verosimilitud del vínculo,
denunciado por el gobierno boliviano, entre la mal llamada "mano de obra
desocupada" -bastante ocupada está, debemos reconocerlo- y los ataques contra la
investidura presidencia en el país vecino. Cabe preguntarse, si se confirma una
noticia de esta naturaleza, ¿qué (no) harían en su propia tierra?