A victoria del candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
(FMLN), Mauricio Funes en la contienda presidencial del 15 de marzo último no
sólo expresa la culminación de un proceso de acumulación de fuerzas y
concientización de la izquierda y el pueblo salvadoreño sino el hecho
irreversible de que el tiempo de cambio en Centroamérica llegó para quedarse.
A pesar de la feroz campaña en contra del Frente, Mauricio Funes logró poner fin
a dos décadas de gobiernos entreguistas y neoliberales salidos de las filas de
la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), al alzarse con el 51,27%
de los sufragios frente al 48,73% de su adversario Rodrigo Avila, quien no tuvo
otra alternativa que aceptar la derrota en unos comicios en los que votó más del
60% del electorado.
A diferencia del Partido contrincante y de los del mismo corte que se le sumaron
en un "todo contra uno" para evitar el triunfo de la izquierda, el electo
Presidente reiteró al ser proclamado oficialmente como el vencedor de la justa
que su Gobierno "estará animado por el espíritu de la unidad nacional y ello
exige dejar de lado la confrontación y el revanchismo".
Dejó claro, eso sí que "nadie puede tomar la patria como bien propio, nos
pertenece a todos", al tiempo que subrayó que será "el Presidente de la justicia
social y del cambio seguro. Quiero ser el verdadero Presidente de la verdadera
reconstrucción del país que comienza con la reconstrucción de las personas".
No dejó pasar por alto el hecho de que, según dijo, El Salvador haya "vencido al
miedo" en una clara alusión a las campañas realizadas por la derecha nacional e
internacional para impedir un triunfo de la izquierda y del FMLN,
particularmente.
Tanto es así que mientras Rodrigo Avila reconocía su derrota, —flanqueado por el
presidente saliente, Antonio Saca, y sus predecesores en el cargo, Alfredo
Cristiani (1989-1994), Armando Calderón (1994-1999) y Francisco Flores
(1999-2004) en la tribuna ubicada frente a la sede del partido—, la militancia
de Arena coreaba su himno con frases como "patria sí, comunismo no" y "El
Salvador será la tumba donde los rojos terminarán".
Situación que adelanta la postura que adoptará la derecha política y económica
salvadoreña a partir de su nueva condición de oposición en la que, sin duda,
contarán con el apoyo de intereses estadounidenses que se resistirán a haber
perdido al más fiel y servil lacayo con el que contaban en Centroamérica.
La victoria del FMLN adquiere mayor trascendencia por haberla conquistado en un
momento de profundas transformaciones en una región en la que de la mano de
otros gobiernos de corte nacionalista, progresistas y revolucionarios se
construye sobre la base de la cooperación sin condicionamientos políticos, un
nuevo tipo de integración y solidaridad para poder hacer frente a la crisis
económica mundial que tiene entre sus principales víctimas a las naciones donde
el neoliberalismo clavó sus garras y, hay que recordarlo constituye el epílogo
de décadas de resistencia y de lucha de un pueblo que aportó miles de vidas
humanas para hacer realidad este momento con el que deberá iniciarse la
transformación del país en beneficio de todos.
La tarea no será fácil. El Frente hereda un país que tiene a más de la mitad de
su población sumida en la pobreza y de ella la mayoría en condiciones de pobreza
extrema. Tiene a su favor el saldo favorable de haber alcanzado importantes
cuotas de poder a nivel regional, municipal y legislativo como consecuencia de
las elecciones que en ese aspecto tuvieron lugar en enero último y que lo
convirtieron en la primera fuerza política del país.
En el empeño de hacer de El Salvador la Patria de todos y avanzar hacia el logro
de una economía próspera y dinámica con la justicia social como pilar
fundamental, el FMLN en el poder tendrá que lidiar con un enemigo que no le dará
tregua. No es ocioso recordar que ARENA, fundada en 1981 a la sombra del mandato
yanqui de Ronald Reagan, tuvo como creador reconocido al fallecido Roberto
D´Aubuisson, entonces oficial del ejército salvadoreño y considerado inspirador
del asesinato del obispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, recordado
defensor de los derechos humanos y figura emblemática de la teología de la
liberación. Este grupo mostró desde sus inicios la vocación inalterable de
extrema derecha en los países latinoamericanos, pero en esta ocasión con mayor
grado de ferocidad y crueldad: escuadrones de la muerte, vínculos empresariales
, estrecha relación con el Partido Republicano y el llamado Instituto
Republicano Internacional de Estados Unidos y relaciones carnales de cooperación
y apoyo con la mafia terrorista cubano-americana de Miami, que convirtieron a El
Salvador en una de sus toleradas y privilegiadas base de operaciones contra Cuba
y madriguera del criminal Luis Posada Carriles.
Los salvadoreños han votado mayoritariamente por el cambio y la esperanza. Esa y
no otra será la carta de triunfo del nuevo presidente Mauricio Funes. En la
medida que avance en la puesta en marcha de su programa de campaña sobre la base
de las particularidades y necesidades de su pueblo, encontrará sin duda el apoyo
de otros gobiernos que como el que proclama, han hecho de la soberanía nacional,
la inclusión social y la integración regional las bases inconmovibles de un
nuevo modelo de sociedad en el que definitivamente se salde la deuda social que
por siglos fue impuesta a nuestros pueblos.
Esta vez, el FMLN no estará solo.