Argentina, la
lucha continua....
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La CIA en Bolivia: Los manejos contra la democracia
Antonio Peredo Leigue
Un extraordinario periodista argentino de los años ’60 y ’70 escribió, en
aquella época, las acciones de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense
(CIA, por sus siglas en inglés) en nuestro país. Gregorio Selser, quien también
debió exiliarse a México por la persecución de los dictadores de turno, hizo un
relato pormenorizado y meticulosamente documentado sobre esa actividad
destinada, con absoluto descaro, a frenar los procesos democráticos, eliminar o
corromper a los dirigentes sociales e imponer regímenes al servicio de los
intereses de las transnacionales, como la sangrienta dictadura de Banzer.
Un documental recientemente trasmitido en el conocido "History Channel" registró
una entrevista con quien fuera embajador de Estados Unidos en Chile, durante la
presidencia de Salvador Allende. Con total desparpajo, el diplomático recordó
que, el paro de transportistas que agravó la crisis económica en ese país, le
costó a su gobierno más de tres millones de dólares (equivalentes a unos 35
millones actuales).
Valgan estos datos para sostener la seriedad de las denuncias hechas por el
presidente Evo Morales relativas a la infiltración de agentes de la CIA en
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y otras actividades.
Mencionó dos nombres: el boliviano Rodrigo Carrasco y el mexicano Francisco
Martínez. Una cortina de humo para desviar la atención sobre la corrupción de un
grupo a cuya cabeza figura Santos Ramírez. Si así fuese, no habría ninguna
explicación para que la presidencia de YPFB haya iniciado una segunda querella
contra el acusado.
Los agentes de la CIA
La actuación de la CIA en América Latina era ampliamente conocida pero, como es
evidente, no había suficiente documentación y, la existente, era controvertida.
El secuestro y posterior ajusticiamiento en Uruguay del agente de alto nivel Dan
Mitrione, en los años ’70, desnudó la crueldad de las operaciones de esa agencia
y las más de veinte que operan en todo el mundo, a nombre de la seguridad de
Estados Unidos de Norteamérica.
Un caso escandaloso en Bolivia, fue el del Ministro del Interior de René
Barrientos, Antonio Arguedas, quien después del asesinato del Comandante Che
Guevara frustró el negociado y probable tergiversación del diario del Che en
Bolivia.
Arguedas era agente de la CIA, como él mismo declaró en forma pública. Por eso
mismo, sufrió un atentado en 1970, del que logró salvar y, refugiándose en la
embajada de México, recibió asilo en Cuba, a cuyo gobierno había entregado el
Diario y del Che y, posteriormente, las manos del Comandante Heroico.
Retornado a Bolivia, murió por la explosión de una bomba, en febrero del año
2000. Aunque oficialmente se concluyó que fue un accidente producto de una mala
manipulación del artefacto, pocos dudan que la CIA cumplió finalmente su
objetivo de eliminarlo.
Otro hecho escandaloso es el caso Huanchaca. Fue en mayo de 1986 que el
científico Noel Kempff Mercado y dos de sus acompañantes fueron asesinados en un
campamento en que aterrizaron, creyendo encontrar ayuda. Se trataba de una
gigantesca instalación para la fabricación de cocaína. Sólo 7 años después se
arrestó a un par de delincuentes brasileños que confesaron ser los asesinos. No
se sabe qué ocurrió con ellos.
Lo que si se conoció fue que aquella fábrica, oculta en el parque que hoy lleva
el nombre del científico Kempff, era supervisada por la DEA en combinación con
la CIA. Bajo la dirección del coronel Oliver North, producían cocaína para
venderla en Estados Unidos. Con los fondos obtenidos, compraban armamento para
los "contras" que actuaban contra el gobierno sandinista de Nicaragua. El
escándalo fue público en el juicio que se le siguió a North, aunque éste fue
declarado inocente y hasta aclamado como héroe por los conservadores
norteamericanos (republicanos y demócratas, indistintamente).
Si fuese necesario algún dato más, habrá que recordar que, durante al
administración de Jaime Paz Zamora, la designación de un desprestigiado militar
a la cabeza de la FELCN, fue cuestionada por la CIA y el presidente no sólo
debió cambiarlo, sino que luego afrontó el castigo de aceptar que, su principal
colaborador, purgase una larga pena carcelaria por vinculaciones con el
narcotráfico que conocían y hasta propiciaban la CIA y la DEA.
Si Luis Arce Gómez fue juzgado y encarcelado en Estados Unidos por tráfico de
drogas, no lo fue por el delito sino porque no lo acordó con la DEA.
La coca ya no es importante
Si la cocaína marcó las relaciones de Washington con el Palacio Quemado durante
todo el período neoliberal, fue porque las materias primas estaban controlados
firmemente y no había razón para presionar en ese terreno. El grillete había que
ponerlo en la producción de coca.
La vergüenza de la forma en que, el Congreso Nacional, aprobó la Ley 1008,
todavía se siente en los pasillos de ese vetusto edificio. Como muy pocas veces
ocurre, el Ministro del Interior, Juan Carlos Durán, supervisó y a veces hasta
condujo el debate de cada artículo de esa ley. El objetivo era mostrar
reducciones considerables en el cultivo de la coca, dejando en un segundo plano
el tráfico de la droga. Así se logró instalar fuerzas norteamericanas especiales
en el Chapare y, en forma subrepticia, en los Yungas. Se trataba de mostrar, al
mundo, que se erradicaba la coca y a los cocaleros, sin importar que el consumo
de drogas, en los países industrializados, no disminuya. Por supuesto, es más
barato arrancar arbustos con lujo de prepotencia y abuso, que combatir a las
grandes corporaciones de narcotraficantes en Estados Unidos.
Así se manejó, desde las oficinas de la CIA, la supervisión de los gobiernos que
se sucedieron en Bolivia entre 1985 y 2005. Basta recordar que, los candidatos
presidenciales, debían cumplir dos condiciones para ser aceptados: rendir examen
ante la Confederación de Empresarios Privados y, previamente, demostrar que
tenían visa de ingreso a Estados Unidos.
Quieren llevarse otra vez el gas
El pueblo boliviano luchó por recuperar la propiedad de sus recursos naturales.
Luchó contra las transnacionales y contra sus servidores nativos, algunos de los
cuales fungen ahora como prefectos o presidentes de comités cívicos.
La campaña contra esa decisión del pueblo, comenzó con el debate de la ley en el
Congreso Nacional. Carlos Mesa, reculando de su promesa, propuso un proyecto que
mantenía los privilegios de las transnacionales; cuando no logró, se negó a
firmar la ley y, después, no cumplió el mandato de ponerla en vigencia. Tampoco
lo hizo su sucesor, aunque es evidente que otra era su misión.
Luego que el presidente Evo Morales impuso la vigencia de la ley, las
transnacionales se resistieron a firmar los nuevos contratos, hasta la hora
final. La firmeza del nuevo gobierno les mostró que no tenían alternativa.
Era de esperar que cambiaran sus métodos. La guerra sucia de la CIA tiene muchos
mecanismos a su disposición. Lo hicieron en Cuba, en Nicaragua, en Chile, en
Venezuela y, ahora, en Bolivia. Si algo se debe aprender es la forma en que la
CIA manejó PDVSA para derrocar al gobierno de Hugo Chávez.
Rodrigo Carrasco llegó a ser Gerente Nacional de Comercialización en YPFB. que
haya alcanzado tan alto puesto, es responsabilidad de sus superiores. Más aún,
si ya se conocía su actividad al servicio de la CIA. Como agente de esa mal
afamada institución, trabajó en República Dominicana, Colombia, Brasil, Perú,
Chile y Argentina, antes que en Bolivia. Pero parece ser que era útil para las
tareas que había emprendido el presidente de la empresa petrolera.
En cuanto a mexicano Francisco Martínez, la embajada de Estados Unidos se ha
encargado de reconocer que es funcionario de la misma. Sin embargo, una extraña
versión apareció en CNN: una persona portando credencial y una carta
falsificadas con ese nombre, intentó ingresar en las oficinas de la CIA y, al
ser descubierto, aceptó haber falsificado ambos documentos con el objeto de
conseguir trabajo de chofer. Cualquier día de estos, el señor Martínez
desaparece y sus acciones en Bolivia, quedarán sin aclaración. Es lo que ha
sucedido en cada una de las operaciones que realiza esa agencia en la que, el
ciudadano norteamericano, gasta miles de millones de dólares. El argumento es
simple: la defensa de la seguridad de los Estados Unidos de Norteamérica.
La responsabilidad no se delega
Que se haya descubierto esta red, no le quita responsabilidad a nadie. Al
contrario, demuestra que la red de corrupción era más peligrosa que el robo de
dinero. Llegaba a la desestabilización del gobierno. El expediente es visible:
destruir YPFB, lograr que el pueblo desconfíe del presidente Evo Morales y
preparar las condiciones para derrocarlo.
La culpa de los autores de esta fechoría es triple.