Si en Colombia el uribismo logra controlar el congreso (Senado y Cámara), el
Banco de la República, los organismos de control, la rama de la justicia y de
contera cuenta con el beneplácito de todos los medios masivos de información eso
es producto del carisma del presidente y la fuerza de las instituciones;
mientras que en Venezuela, ello mismo, es producto del abuso de poder del
autoritarismo chavista.
En Colombia debe permitirse la reelección continua del presidente Uribe porque
así lo quieren millones de colombianos que firmaron un pedido de referendo y su
vocación democrática no puede ser burlada, además lo certifican las encuestas.
En Venezuela no, porque el populista se dedicará a "exportar su revolución" y a
engullir lo poco que queda de institucionalidad.
Los estudiantes de universidades públicas y privadas que se expresan en las
calles de Caracas cada vez que lo desean son héroes libertarios, mientras que
sus pares de la Nacional, la Pedagógica y la Distrital no son más que
instrumentos del terrorismo de las FARC.
Ser incondicionales de la política militarista del presidente gringo más
desprestigiado de toda la historia, acompañar la invasión a Irak, tolerar el
paramilitarismo, arremeter a la insurgencia son políticas de un estadista.
Distanciarse y confrontar el discurso neoconservador de Bush Jr., acercarse a
China, Rusia y privilegiar el comercio con América Latina no solo es demagógico
sino belicoso e incontinente.
Si Uribe reparte cheques del erario para Familias en Acción es política
redistributiva, si Chávez apropia bolívares para las Misiones es soborno
electoral.
Es la vieja tradición de la doble moral de la dirigencia. Tenemos (en Colombia)
un Congreso copado por el paramilitarismo, igual que el poder local en vastas
regiones; un ambiente social, económico y cultural cruzado por los dineros
fáciles del narcotráfico y el casino piramidal que ha permeado tanto a los
prohombres del poder como el paisano más humilde, desde la urbe hasta la aldea
más remota y sin embargo, nos damos la licencia de decirle a nuestro vecino
(segundo cliente comercial) que su sistema de vida y modelo no es decente.
Todo lo que Chávez ha hecho es modificar la tradición de gobiernos
latinoamericanos. Resolvió llevarles servicios (salud, educación y mercados) al
70 por ciento de los negros venezolanos que fueron amontonados en las lomas de
las ciudades y mirados como cucarachas por los blanquitos que durante 100 años
disfrutaron a discreción de la renta petrolera. Eso lo ha hecho en estos 10 años
obteniendo cada mandato en las urnas observando la democracia y la constitución.
Su gran pecado es contar con el apoyo masivo de los excluidos que nunca fueron
considerados ni ciudadanos ni seres humanos. "Pero es que Chávez tiene una
Asamblea (Legislativo) de bolsillo", pero no se explica que fue la misma
oposición la que consagrada al saboteo a la economía y al golpe de Estado
resolvió marginarse y abstenerse en las elecciones al hemiciclo. Aún con todo y
su condición de desplazada del gobierno central, cuenta con poderosos medios de
información; canales de televisión, decenas de periódicos de circulación
nacional y regional, cadenas de radio AM y FM. Dirige amplias regiones claves.
Es propietaria de la totalidad de zonas exclusivas del país y mantiene una
presencia determinante en la Iglesia, estratos altos y medios; y sigue tutelando
la iniciativa social y cultural de la infraestructura comercial, residencial,
empresarial, universitaria y lúdica de la nación, además que cuenta con la
cobertura multiplicadora y única de las transnacionales de la prensa.
En ese orden de ideas vale la pena preguntar ¿Cuántos medios masivos controla la
oposición en Colombia? ¿Y qué espacios y ámbitos domina distintos al
señalamiento y amenaza constantes del Ejecutivo?
En el fondo el encono y pugnacidad contra el proceso bolivariano esconde un
temor: Que los desheredados comprendan que hay un camino alternativo al gobierno
de los "notables y principales" y que por fuera de la orbita del mercado y la
adulación a las entidades de los Estados Unidos es posible practicar un modelo
cercano a la solidaridad.
Los ilustrados señoritos con aspiraciones a ministros y embajadores que
transpiran odio chavista deberían reconocer que los miserables (ya no pobres)
tienen una opción distinta, en democracia, que insistir en la torpeza rebelde de
los fusiles.
Lo anterior no pretende ocultar las fallas y equívocos, que los hay, del proceso
bolivariano y que merecen otro artículo, lo que no es razonable es pretender que
en Uribe todo es perfecto, pero en Chávez, eso mismo, es terrible.