Latinoamérica
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Venezuela: por la revolución, otra batalla a ganar
-más allá de los justos reparos y reclamos-
Por Narciso Isa Conde
La batalla del próximo 15 de febrero, fecha fijada para el referendo sobre la
"enmienda constitucional" relacionada con la reelección presidencial, debe
ser ganada por el pueblo bolivariano, por las fuerzas que valoran el liderazgo
del comandante Chávez y el significado del proceso hacia la revolución y hacia
el nuevo socialismo que él encabeza, desplegando en los días venideros el mayor
de los esfuerzos.
Voluntad y corazón están siendo puestos en esa trascendente dirección. Allá en
Venezuela y en toda la Patria Grande.
Porque de esta necesaria victoria depende mucho el destino del proceso que
inició la nueva y promisoria ola de cambios que tiene lugar en nuestra América.
Algo demasiado preciado como para ser subestimado.
Soy de opinión, que en medio de la actual correlación de fuerzas electorales
(entre revolución y contrarrevolución, entre la nueva independencia y la
recolonización) no se puede prescindir en las próximas elecciones presidenciales
-dadas una serie de circunstancias, incluidos los efectos de los errores
cometidos – del liderazgo del comandante Chávez. Y para eso hay que aprobar la
enmienda.
Más allá de los reparos
Este es a mí entender, más allá de cualquier apego político a la alternancia
electoral y de cualquier crítica atendible a la práctica continuista, un dato de
la realidad venezolana, que nadie honesto debe ignorar; independientemente de
las convicciones particulares respecto al tema de la "reelección indefinida".
Soy de los que creo que no debe entenderse la asunción de la Presidencia de
la República como algo inseparable del principal liderazgo popular dentro de un
proceso revolucionario. Entiendo que la condición de líder de un gran movimiento
socio-político, de un pueblo en lucha, es algo no necesariamente dependiente y/o
soldado al primerísimo cargo estatal que circunstancialmente pueda desempeñar la
figura que lo represente. Y viceversa.
Considero que el liderazgo y la principalía en las funciones públicas pueden
tanto coincidir como no coincidir. Puede ser necesaria y hasta imprescindible
esa doble función, o ese doble rol, en un momento o periodo dado, como puede ser
también innecesaria y sobre-abundante.
Me parece saludable, que dentro de una democracia participativa -más aun si es
en orientación socialista- no se fusionen permanentemente la condición de Jefe
de Estado con la de líder del proceso transformador; como también lo es separar
con claridad el rol del Estado y de los gobiernos, del papel de los partidos
políticos y los movimientos sociales.
Pienso que alternar los líderes en las funciones públicas y en los cargos
partidarios, es algo conveniente y necesario en sentido general. Creo que eso
ayuda a crear una dirección cada vez más colectiva y a desarrollar métodos que
contribuyan a superar la censura y al autocensura que la perpetuidad en los
cargos tiende a generar.
Es mi convicción que los grandes liderazgos, como es el del Comandante Chávez,
se tornan más grandes si contribuyen a generar nuevos líderes y a ejercitarlos
en la conducción del Estado y del gobierno; como también en la dirección de las
fuerzas políticas y sociales de la revolución. Se tornan más grande y concluyen
de mejor manera su brillante carrera política, si no se empeñan en eternizarse
en la posición pública cimera (estatal-gubernamental) y emplean su
extraordinaria influencia a favor de otros(as) revolucionarios(as) capaces en
condiciones de ejercerla.
Conviene muchas veces bajar de la silla presidencial y asumir el liderazgo desde
fuera de un Estado conducido por otro/as revolucionarios/as, aun sea para volver
a ella. Definitivamente no me inclino por la reelección indefinida y creo que
siempre conviene contextualizar la re-postulación como derecho a la reelección.
Reelección y Reelección.
Claro que no es lo mismo la re-postulación dentro de un sistema político tan
democrático, y con mecanismos electorales tan fiables y transparentes como lo es
el venezolano, a la posibilidad de reelección en la República Dominicana.
Claro que no es igual la reelección en un país donde se pueda ejercer en
cualquier momento el derecho a la revocación del Presidente de la República, a
propiciarla en un país donde no esté consagrado constitucionalmente el referendo
revocatorio.
La derecha venezolana, de probada vocación usurpadora de los derechos soberanos
del pueblo y de esencia oligárquica-pro-imperialista, carece de moral para
hablar de dictadura después del golpe de abril y miente descaradamente cada vez
que acusa al líder de la revolución venezolana de "dictador" o
"déspota".
En el planeta tierra han existido pocos sistemas políticos-jurídicos que puedan
competir, en lo tan ampliamente democrático y participativo, con el venezolano.
En Venezuela la represión política, los recortes al derecho de asociación y
manifestación, los abusos contra la oposición, la arbitrariedad represiva,
prácticamente ha desaparecido del escenario nacional después del inicio de la
revolución bolivariana.
Más allá de los errores…
La tolerancia, la disensión político-ideológica ha llegado al colmo de
tratar la sedición, la conspiración, como si fuera un derecho. El presidente
Chávez ha sido extremadamente generoso frente a quienes alientan el magnicidio,
la sedición golpista, la intervención militar de EEUU y la intervención
paramilitar del régimen terrorista de Álvaro Uribe Vélez.
Ha sido incluso débil frente a un poder mediático violador de la Constitución y
las leyes, comprometido hasta los tuétanos con el golpismo.
Igual, desde su vocación socialista, ha dilatado demasiado los cambios
estructurales en las relaciones de propiedad, destinados a quitarle poder
material y base social a la derecha contrarrevolucionaria.
El latifundio ha perdurado más tiempo del prudente, igual la gran propiedad
comercial financiera e industrial. La lentitud en la socialización de la gran
propiedad privada, es una de las causas del reciclaje y la recuperación política
de la derecha. Esto incluye la debilidad con que ha sido tratado el componente
privado en la educación superior, en la salud, en los bienes inmobiliarios, en
el comercio exterior, en los mecanismos culturales ideológicos…
A todo esto se agrega la pesada carga de los funcionarios "mata-votos",
de la popularmente llamada "boli-burguesía" (hija directa de la nueva
corrupción). También la permisibilidad frente al desperdicio y el derroche de
una parte de la renta petrolera (aunque ciertamente un significativo componente
de ésta ha sido utilizado, como nunca antes, para contrarrestar las condiciones
de pobreza e incrementar los programas sociales de profundo calado).
El facilismo, el paternalismo estatal y el consumismo a como de lugar,
-subproductos de la llamada "cultura petrolera"- no han sido debidamente
atacados para darle un uso más adecuado y racional al presupuesto nacional. La "cultura
petrolera" en sí, tampoco ha sido abordada seriamente con espíritu
superador.
El desarrollo del modelo productivo marcha a pasos demasiado lentos, agravándose
a la vez, por el incremento de la demanda la costosa, la dependencia alimentaria
y el gasto en importaciones sustituibles.
Las "figuras" y "figurines" de la nueva corrupción, esas que se
colocan a la sombra del liderazgo de la revolución y de sus principios para
hacer cosas indebidas y acumular riquezas, esos señores sindicados por el pueblo
llano como nuevos pillos, no reciben la sanción debida; lo que genera desaliento
y desesperanza en mucha gente buena y en una parte de la pobrecía bolivariana.
La impunidad de la derecha política y social sediciosa, la tardanza en la
socialización de los medios de producción, distribución y servicios en poder de
la oligarquía y del capital transnacional, conspiran contra el necesario proceso
de reducción de su base de apoyo y de su fuerza político-electoral. Incluso han
ayuda do a su recuperación y recomposición progresiva.
La impunidad de la "boli-burguesía" y de la parte corrompida del
funcionariado, le restan base propia a la izquierda bolivariana.
Es curioso como en áreas territoriales pobladas por al pobrecía bolivariana y
chavista, se han registrado derrotas electorales, producto o de la resistencia a
votar o del traspaso de sus votos a la derecha. Mucho más de lo primero que de
lo segundo.
El fantasma de la desesperanza ha crecido en nuestra gente.
Así se ha llegado a este referendo sobre la "enmienda constitucional",
después de que este punto, junto a otros de gran trascendencia social, no
lograron pasar la prueba del referendo anterior y luego de una victoria bastante
insuficiente en los comicios municipales y congresuales recién pasados.
Otra serían las circunstancias y otra la correlación de fuerzas, si no se
arrastraran estos errores y limitaciones. La derecha pudo estar ya reducida a
una mínima expresión. Pero hoy no es así.
Creo incluso que esta competencia pudo ser un poco menos difícil, si en lugar de
la "reelección indefinida" se hubiera propuesto la reelección a plazos
determinados. Pero no ha sido así.
Señales positivas, a pesar de los pesares…
De todas maneras es muy alentador y muy significativo que todas las fuerzas
de la revolución estén apoyando el SÍ.
No hay de otra, porque lo contrario es ayudar a la contrarrevolución.
Es importante que el presidente Chávez y todos los líderes intermedios del
proceso transformador se hayan volcado hacia los barrios, campos y pueblos, para
dar la pelea y abrirle paso a tan trascendente victoria.
Es importantísimo que el discurso sobre esta necesidad haya sido entendido de
más en más y que se haya producido una significativa recuperación electoral en
zonas que se perdieron en las pasadas elecciones.
Conforta que se hayan cerrado ciertas brechas en el frente político de la
revolución.
Alienta que existan ya fuertes señales de que la desesperanza justificada no
habrá de traducirse en regateo o negación del imperioso apoyo en votos. De que
la conciencia sobre los peligros que asechan, si no se logra la enmienda
constitucional, predomine frente a los reparos y objeciones generados por los
errores cometidos.
Toda crítica ahora es realmente secundaria frente a la necesidad del SÍ.
Yo apuesto con toda el alma a ese triunfo, a ese sí.
Siempre con al esperanza de que la nueva victoria pueda ser leída como un gesto
noble del "bravo pueblo" y no como un "cheque en blanco" para
persistir en los fallos criticados.
¡Siempre con la esperanza de que se pongan en marcha las rectificaciones capaces
de superar los riesgos y de aislar y derrotar definitivamente a la derecha, a la
oligarquía impenitente y al imperialismo voraz!
9 de febrero, Santo Domingo, RD