Latinoamérica
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Balance del FSM y de otro mundo posible
Emir Sader
La Jornada
Un balance del Foro Social Mundial (FSM) en Belem no puede ser hecho en función
de los alcances del mismo. El foro no nació para ser un fin en sí mismo, sino un
instrumento de lucha en la construcción de "otro mundo posible". En ese sentido,
¿qué balance se puede hacer desde el punto de vista de la construcción de ese
"otro mundo", que no es más que el de superación del neoliberalismo, el del
posneoliberalismo?
Dos fotografías son demostrativas de sus dilemas: una, la de los cinco
presidentes que estuvieron en él –Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez,
Fernando Lugo y Luiz Inacio Lula da Silva–, tomados de las manos y con ellas en
alto; la otra, la fría y burocrática de los representantes de ONG brasileñas en
la entrevista inicial. La primera muestra gobernantes que, con distinta
intensidad, ponen en práctica políticas que identificaron, desde su nacimiento,
al FSM: la Alba (Alternativa Bolivariana para Nuestra América); el Banco del
Sur; prioridades en políticas sociales; reglamentaciones sobre circulación del
capital financiero; la Operación Milagro en Brasil; campañas para acabar con el
analfabetismo en Venezuela y Bolivia; formación en el continente, por las
escuelas latinoamericanas de medicina, de generaciones de pobres como médicos;
la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas); el Consejo Sudamericano de
Seguridad; el gasoducto continental; Telesur, entre otras. Esa es la cara nueva
y victoriosa del foro, avanzando en la construcción posneoliberal en nuestra
región.
En la siguiente, las ONG, entidades de naturalezas fuertemente cuestionadas por
sus caractísticas ambiguas de "no gubernamentales"; por sus no siempre
transparentes financiamientos; sus "ligazones"; por los mecanismos para el
ingreso a las mismas y la selección de sus dirigentes –al punto que, en países
como Bolivia y Venezuela, entre otros, se alinean mayoritamente contra los
gobiernos, junto a la oposición de derecha–. La propia actuación en el espacio
que definen como "sociedad civil" sólo aumenta esas ambigüedades. Son entidades
que jugaron un papel importante en el inicio del FSM, pero que monopolizaron su
dirección, constituyéndose, de forma totalmente antidemocrática, en mayoría del
secretariado original, haciendo a un lado a los agrupamientos sociales
ampliamente representativos, como los brasileños Central Única de Trabajadores
(CUT) y Movimiento de los Sin Tierra (MST), dejándolos en minoría.
A partir del momento en que la lucha antineoliberal pasó de su fase defensiva a
la de disputa por la hegemonía y construcción de alternativas de gobierno, el
foro se enfrentó al desafío de mantenerse con la dirección de las ONG o,
finalmente, incorporar el protagonismo de los movimientos sociales. En esta cita
de Belem tuvimos la primera alternativa en los momentos de aquella fría y
burocrática entrevista colectiva de las ONG. En contrapartida, vivimos una
formidable cara real, con los pueblos indígenas y el Foro Panamazónico; con los
movimientos campesinos y Vía Campesina; con los sindicatos y el Mundo del
Trabajo, los movimientos feministas y la Marcha Mundial de las Mujeres, los
movimientos de negros, los de estudiantes y los de jóvenes, confirmando que
ellos son la gran mayoría protagonista del FSM.
El foro transcurrió entre los dos, entre la riqueza, la diversidad y la libertad
de sus espacios de debate, y los topes de las ONG, reflejados en la atomización
absoluta de los temas, la inexistencia de prioridades sobre tierra, agua,
energía, regulación del capital financiero, guerra y paz, el papel del Estado y
la democratización de los medios, por ejemplo. La cuestión es que el FSM debió
adoptar propuestas alternativas frente a la crisis económica global y ante los
epicentros de guerra –Palestina, Irak, Afganistán, Colombia–. ¿Qué propuestas
hubo de construcción de un modelo superador del neoliberalismo y alternativo a
las políticas y sobre la paz en los conflictos? La respuesta fue un gran
silencio.
Hubo varias mesas sobre la crisis, aunque desarticuladas entre sí. Las
actividades, "autogestionadas", significan que se realizan cuando sus
convocantes cuentan con recursos –las ONG comúnmente, entre ellas, programan las
suyas–, por tanto, los movimientos sociales se ven imposibilitados de hacerlo en
la medida que quisieran para proyectarse definitivamente como los protagonistas
fundamentales del FSM. Los que creen que la finalidad del foro es el intercambio
de experiencias deben estar contentos. Para aquellos que llegaron angustiados en
busca de respuestas urgentes a los grandes problemas que el mundo enfrenta, la
frustración generada por el sentimiento de que la estructura actual del
secretariado está agotada –porque no se quiere superar la intrascendencia– exige
cambiar la forma y dejar su dirección a cargo de los movimientos sociales.
Resultó sorprendente la cantidad y diversidad de orígenes de los participantes;
notabilísimas las participaciones de los movimentos indígenas y de jóvenes.
Destacable, en particular, el momento más importante del FSM con la presencia de
los presidentes –cuyas políticas deberían haber sido objeto de exposición y
debate entre los movimientos sociales de manera mucho más amplia y profunda–.
Fue triste comprobar que todo ese caudal no se oyó, ni siquiera por Internet
–otro síntoma del envejecimento de las conducciones burocráticas que tiene el
FSM–. Al día siguiente de finalizado el encuentro, se reunió el Consejo
Internacional, de manera fría y desconectada de lo que fue efectivamente la
reunión, donde cada uno –una desconocida ONG o un importante movimiento social–
tenía derecho a intervenir durante dos minutos.
El "otro mundo posible" va bien, gracias. Enfrenta enormes desafíos frente a los
efectos de la crisis, gestada en el centro del capitalismo, y ante la cual se
defienden bastante mejor quienes participan en los procesos de integración
regional que los firmantes de tratados de libre comercio. Se enfrentan aquellos
a la hegemonía del capital financiero, la reorganización de la derecha regional,
que cuenta en los monopolios de los medios privados con su dirección política e
ideológica. Pero se avanza, y así debe entenderse –hablando de América Latina–
el caso de El Salvador y el probable triunfo del candidato a la presidencia,
favorito en las encuestas, Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí, el 15 de
marzo próximo.
No puede decirse lo mismo del FSM, que parece girar en falso, no colocarse a la
altura de la construcción de las alternativas con que se enfrentan los gobiernos
latinoamericanos y las luchas de otras fuerzas para pasar de la resistencia a la
disputa por la hegemonía. Para eso las ONG y sus representantes tienen,
definitivamente, que tener un papel menos protagónico en el foro, dejando que
los movimientos sociales marquen la tónica: que nunca más existan conferencias
como la de Belem; que nunca más las ONG se pronunciem en nombre del foro; que
los movimientos sociales –se trata del Foro Social Mundial– asuman la dirección
formal y real del mismo, para que la lucha antineoliberal transite por caminos
de efectividad tras "otro mundo posible"; de que América Latina es el
privilegiado sitio naciente.
Traducción: Ruben Montedónico