Latinoam�rica
|
![]() |
A mis compa�eras y compa�eros ex militantes del MIR
Reparaci�n y exonerados: combates por la memoria
El Negro de Valpara�so
2Hace rato se viene basureando con lo que fue la experiencia revolucionaria del
MIR, con nuestros muertos y con los vivos que, mal heridos y con mayor o menor
distancia, reconocen haber sido parte de ella; peor a�n para los que seguimos
afirmando el proyecto socialista del cual el MIR fue una de sus expresiones.
Y nosotros, como ex miristas tenemos responsabilidad en ello.
Afirmo con crudeza que contribuy� a esta situaci�n el hecho que un grupo m�s o
menos extendido de ex militantes miristas � con o sin raz�n- validara la
Comisi�n Valech y la pol�tica de reparaci�n. Cuando se hicieron parte de ella,
pol�ticamente hablando, la burgues�a logr� comprar nuestra rendici�n moral. Esos
ex militantes, m�s all� de su situaci�n individual e intenciones, y por defecto,
los que nos negamos a integrarnos pero guardamos un silencio cuasi total frente
al hecho, fuimos los que la vendimos.
Si, se la vendimos.
Unos, los "desheredados", los que luego de la derrota debieron volver a la
pobreza de siempre, razonaron de la �nica manera que se puede razonar cuando lo
colectivo se ha disuelto y la miseria apremia: accedieron; otros, los que
volvieron a lugares mas protegidos y c�modos, en medio de una cascada de
justificaciones, tambi�n se sintieron v�ctimas y cedieron a la "tentaci�n Valech".
Los que no, fuera por respeto a los desheredados o por el simple hecho que en
medio de la vida precaria y de la muerte lenta no hay espacio para
disquisiciones, mantuvimos el tono bajo y pr�cticamente el tema qued�
silenciado.
Salvo voces que de cuando en vez plantean la duda y que r�pidamente son
desacreditas por una suerte de "opini�n p�blica mirista" aparentemente
mayoritaria, el problema ha quedado en el marco de la pura conciencia
individual.
Sin duda frente a la muerte por abandono, a la precariedad de vida cotidiana, o
al hecho de ver a nuestros hijos en la incertidumbre, en parte porque optamos
por hacernos revolucionarios, hay poco que decir, y "hacerse Valech" fue casi un
detalle, sobretodo si nos percibimos como v�ctimas.
Pero el asunto es m�s delicado.
Quien traspasa el umbral entre la vida individual y la vida pol�tica colectiva,
lo quiera o no, queda expuesto a que sus acciones se interpreten en relaci�n a
ese colectivo. Y aunque ya no se pertenezca, o ya no se piense lo que se pens�,
o se reniegue de ese pasado, ese efecto es duradero. As� es la pol�tica y as� la
historia.
Con independencia de las voluntades e intenciones individuales, las decisiones
frente a la pol�tica de reparaci�n derivada de la Comisi�n Valech, adquirieron
de inmediato un car�cter pol�tico e hist�rico. Eso lo supo la patronal, sus
instituciones, y sus intelectuales, y lo aprovecharon pol�tica e hist�ricamente
como ya lo han hecho y seguir�n haci�ndolo.
Y en la perspectiva de la historia y la pol�tica, creo necesario salir al paso
de un cierto sentido com�n que configura una capitulaci�n frente a las clases
dominantes en la disputa por la memoria, y que equivocadamente es reproducido
por la "opini�n p�blica mirista mayoritaria", muy reactiva por lo dem�s a la
cr�tica.
Las biograf�as forjan historia y la historia memoria; solo cada cierto tiempo
�stas abren paso y maduran en proyectos. �Que fue si no el MIR, utop�a
movilizadora de cuerpos e intelectos que se aventuraron a buscar futuros, esto
es, una memoria hist�rica transformada en proyecto?
Hoy tambi�n los revolucionarios en ciernes y los por venir, como nosotros antes,
buscando luces para enfrentar los desaf�os del momento se topar�n con los hechos
y deber�n interpretarlos al momento de hacer el balance pol�tico de la
experiencia del MIR y del proceso chileno. �Que pensar�n cuando constaten que el
MIR y los miristas, demandamos y recibimos platas del mismo Estado burgu�s qu�
combatimos, fuera democr�tico o dictatorial, sin pausa ni tregua?
�Qu� responderemos?
"Valech" o no,"exonerados" o no, a todos los que reservemos un m�nimo
honestidad, de nada nos servir� descalificar la pregunta; nos sentiremos
emplazados y habremos de ensayar respuestas. M�s si consideramos la experiencia
del MIR un legado, un activo, de las luchas de los trabajadores y el Pueblo, y
m�s tambi�n si a�n reafirmamos el proyecto socialista.
Responder apelando a nuestra condici�n de sobrevivientes del horror y/o
mostrando nuestra consecuencia por cuanto "nosotros si que nos la jugamos", es
una respuesta insuficiente. A lo m�s nos permite reafirmar nuestra condici�n de
v�ctimas y val�a individuales, pero dejando en el aire muchas incertidumbres
pol�ticas e hist�ricas.
En efecto, m�s all� de nuestra individualidad sufriente y consecuente, el MIR y
sus militantes, quedan expuestos al juicio hist�rico frente al parad�jico hecho
que "llamaron a una guerra que si la ganaban, era designio de las fuerzas de la
historia, y que bien; y si la perd�an, como ocurri�, ten�an derecho a reclamar
indemnizaci�n a los vencedores". Esto es como si los bolcheviques antes de
lanzarse a la insurrecci�n de febrero hubiesen esperado de los Romanov un seguro
por da�os y perjuicios, casi como disponerse a la acci�n revolucionaria solo si
se ha firmado antes una p�liza por eventuales da�os o por el equivalente al
"costo de oportunidad" del tiempo de militancia revolucionaria.
No, no, estamos mal... Algo aqu� algo no funciona.
Estamos enredados en la trama ideol�gica del derecho penal burgu�s: el delito
siempre tiene culpables y v�ctimas individuales; nunca colectivos o
institucionales. As� sucedi� con los DD.HH. que, por respeto al dolor y tambi�n
por la clara derrota de la izquierda, se lo privatiz� y despolitiz� al quedar
como asunto exclusivo de los familiares y "judializarse". Esto hizo cada vez m�s
nominal la responsabilidad pol�tica de las clases dominantes pues, primero,
trasladaron la responsabilidad al Estado (es decir a "todos los chilenos",
incluida las propias v�ctimas), y despu�s, a criminales individuales, nunca
institucionales. De ah�, salvo excepciones "emblem�ticas", el problema de los
DD.HH. ces� de ser pol�tico y se redujo a un asunto puramente penal y
administrativo.
Entonces, justificar la reparaci�n apelando a nuestra condici�n de individuos
v�ctimas, hace de la responsabilidad pol�tica y el car�cter pol�tico de los
hechos, una an�cdota personal a contar de cuando vez a los nietos, y en lo
fundamental, permite a los verdaderos victimarios, la patronal, exculparse como
clase al disolver esa responsabilidad y el contenido pol�tico de los
acontecimientos en pura casu�stica procesal almacenada en tribunales
irresolutos.
Por otra parte, si en un espont�neo acto de defensa propia, respondemos apelando
a la simple verdad que "ellos", los sectores dominantes, asesinaron y nosotros
no, que ellos violaron y nosotros no, que ellos saquearon el pa�s y nosotros no,
sinti�ndonos as� investidos de la suficiente prestancia moral personal para
quedar a resguardo de alguna eventual acusaci�n de inconsecuencia, tampoco lo
hacemos mejor. Ni siquiera para descalificar a nuestros cr�ticos aunque se trate
de uno de "ellos" o de uno de sus voceros a sueldo.
No, "nuestra moral" no se define en proporci�n inversa a la de ellos. No.
Nuestra moral y nuestra preeminencia moral se fundan en la pretensi�n de
modificar las bases mismas de la moral burguesa y del capital; en rigor, en la
pretensi�n de abolir las condiciones materiales que permiten la opresi�n y
degradaci�n humanas de las cuales precisamente "ellos", los sectores dominantes,
son sus primeros responsables. Ese fue el car�cter de nuestra lucha y el
contenido �tico y pol�tico de nuestro proyecto, la emancipaci�n humana �Porqu�
reducir nuestra �tica a un efecto reflejo e inverso a la �tica burguesa?
Retomar la relaci�n entre �tica y pol�tica es retomar un afluente que siempre
estuvo presente en el MIR y en nuestros militantes. Desde los viejos anarquista
y trotskistas, incluido Clotario, pasando por los j�venes laicos �mulos de aqu�l
Ch� en franca oposici�n al estalinismo, hasta los cristianos de los 70 y de los
80, militantes a toda prueba, como Maroto y los chicos Vergara Toledo.
Pero no hablo aqu� de la �tica individual, sino de la �tica que florece sobre la
base de esas �ticas individuales y que otorga legitimidad pol�tica a una
organizaci�n y sus militantes; es esa �tica colectiva la que nos dio la
prestancia pol�tica suficiente para estimular la constituci�n de las fuerzas
sociales en sujetos pol�ticos y disputar la conducci�n de los procesos de lucha
contra el capital.
"El MIR no se asila", consigna tan cara a todos, expres� con toda su crudeza ese
v�nculo y el problema involucrado. Podr� ser ahora considerada "un error
pol�tico y un acierto �tico", como se ha dicho en ocasiones, sin embargo, en el
balance completo y de cara a la historia larga, la pregunta por responder es m�s
compleja: Frente a la cat�strofe �pod�a el MIR y sus militantes correr una
suerte distinta a la que esperaba a los trabajadores y el Pueblo?
En esta perspectiva, justificar la reparaci�n apelando al puro contraste entre
nuestra pr�ctica y la de ellos, mal enfoca el problema. Lo mal enfoca porque
nuestra preeminencia moral no se funda en nuestra "conducta intachable" frente a
la conducta homicida y lumpen de las clases dominantes, sino, insisto, en
nuestra pretensi�n y disposici�n pr�ctica de superar la miseria material y
subjetiva que impone a la humanidad el capital y su modo de vida. Por ello
abrazamos la revoluci�n y nos hicimos revolucionarios.
Finalmente y en conexi�n con la reciente nota de Andr�s Pascal rebatiendo las
diatribas de Gonzalo Rojas, tampoco sirve un tipo respuesta pol�ticamente mucho
m�s controvertida. Esta se relaciona y deduce directamente de la consideraci�n
que hace Andr�s de la lucha que ha dado un grupo de compa�eros y compa�eras por
hacer extensiva la ley del exonerado pol�tico a los ex "militantes
profesionales" del MIR.
Como se sabe, la aplicaci�n de la Ley de exonerados pol�ticos asimila a los
funcionarios ("profesionales") de los partidos de izquierda tradicional e
incluso de la DC y otros, a la calidad de funcionarios p�blicos exonerados, bajo
el argumento que siendo funcionarios de esas organizaciones pol�ticas, un acto
inconstitucional de la Dictadura que las declar� ilegales, implic� su
"despedido" y por tanto la imposibilidad de recibir sus salarios y dem�s
beneficios. M�s recientemente, en virtud de un dictamen de la Contralor�a
General de la Rep�blica que reconoce al MIR el car�cter de "empresa", y por
tanto su estatus instituci�n-partido, se extiende el derecho a pensi�n a los ex
miristas "profesionales", homolog�ndolos as� a los ex funcionarios de los
partidos legales.
Califican todos los ex miristas oportunamente inscritos en el registro de
exonerados y debidamente acreditados en cuanto tales por Andr�s Pascal,
reconocido para estos efectos, como ministro de fe.
Esa es la figura, una figura que en la pr�ctica y en derecho, asimila a los ex
militantes "profesionales" del MIR con los exonerados pol�ticos sobre la base de
homologar al MIR con las organizaciones pol�ticas legales reconocidas �stas, por
su naturaleza, como parte del sistema pol�tico formal chileno. Notable �no?
Sin embargo, pol�ticamente es muy diferente el reconocimiento como exonerado
pol�tico a partir de un acto jur�dico-administrativo estatal que otorga el
car�cter de empresa a una organizaci�n como el MIR, y por extensi�n, de su
estatus "instituci�n-partido", que el reconocimiento directo de tal calidad por
el hecho de haber sido funcionario de un partido legal, de un "partido de la
rep�blica", amparado por la Constituci�n y las leyes, como bien afirman los
antiguos militantes "profesionales" del PC, PS, PR, MAPU, DC, etc.
Nuestro caso es muy diferente.
Para los "partidos de la rep�blica" el derecho a que se reconozca a su
"personal" la calidad de funcionarios exonerados, es consecuencia directa del
derecho a reponer la legalidad frente a un acto inconstitucional de una
Dictadura que, violando y negando su calidad de partidos legales, viol� y neg�
tambi�n el de sus funcionarios.
�Pero es este un argumento pol�ticamente sostenible para el MIR y sus
militantes?
Al parecer as� lo cree Andr�s Pascal. En respuesta a las burlas del payaso
Rojas, afirma que el "reclamo para que les sea otorgada una modesta pensi�n a
los exonerados pol�ticos del MIR", se remite a "chilenas y chilenos que, desde
j�venes, entregaron gran parte de su vida a la resistencia contra la dictadura
militar y a la recuperaci�n de la democracia en nuestro pa�s".
As�, al tratar como algo natural el hecho que ex miristas sean calificados como
exonerados pol�ticos, no en su calidad de ex funcionarios p�blicos despedidos
sino en su calidad de empleados de la "empresa MIR", principal tema de la
invectiva de Rojas, se acepta la homologaci�n que se hace del MIR y sus
militantes con los partidos tradicionales y sus funcionarios. Y dicha posici�n
se reafirma al demandar el derecho a pensi�n en raz�n de que los ex militantes
miristas tambi�n fueron resistentes a la Dictadura y luchadores por la
restauraci�n de la Democracia.
Esto equivale a decir que el MIR, al igual que el PC, PR, PS, la DC y otras
agrupaciones constitucionalistas, fue v�ctima de la violenta negaci�n de su
envestidura en tanto instituci�n de la rep�blica; y que sus militantes, al igual
que cualquier otro militante profesional de la izquierda tradicional, de la DC o
incluso personas de derecha constitucionalistas y activamente opuestas al
r�gimen de facto, en tanto dem�cratas, merecen el mismo reconocimiento.
As�, resulta que a fin de cuentas, "todos fuimos dem�cratas". Algunos si,
recuperaron su trozo de poder, otros tocaron, si es que, un galvano y un premio
de consuelo.
No, no�. Esto tampoco funciona.
Y por favor no afirmo que los reclamos de los exonerados pol�ticos, militantes
de los partidos de la izquierda tradicional o dem�cratas consecuentes, sean
�ticamente impugnables, o que los ex miristas seamos de una laya superior.
No, solo que en esta argumentaci�n se desliza una flagrante tergiversaci�n
hist�rica, una renuncia al car�cter revolucionario del MIR y a la calidad de
militante revolucionario de aquellos que se proclamaron como tales, fueran o no
miristas. Es como si en la memoria de Andr�s Pascal y tambi�n de esa "opini�n
p�blica mirista mayoritaria", solo existiera algo as� como un "MIR democr�tico
de la Resistencia", e incluso de pronto un "MIR ciudadano y patri�tico"
(chilenos y chilenas).
Esto no tiene ninguna base hist�rica.
Entre la fundaci�n del MIR y el 11 de septiembre de 1973, por definici�n
pol�tica program�tica, no fuimos ni aspiramos nunca a ser un partido del Estado
Republicano, ni fuimos expresi�n de una corriente ciudadana ni patri�tica.
Pretendimos ser un partido revolucionario e internacionalista, de facto, fuera
de la legalidad burguesa y en oposici�n radical al estado.
Y como militantes, no fuimos ciudadanos ni patriotas, fuimos insurgentes,
conspiradores, revolucionarios e internacionalistas. Y despu�s del golpe hasta
la disoluci�n, nunca supe que nos hubi�semos convertido en un partido reformista
obrero o democr�tico burgu�s por mas equivocados y golpeados que anduvi�semos. Y
si as� hubiese sido - Oh sorpresa de la
vida- el "giro democr�tico" habr�a sido una concesi�n in�til pues la ley de
exonerados solo reconoce tal calidad hasta el 11 de septiembre del 1973, por lo
cual los j�venes incorporados desde entonces y a tiempo completo a la lucha,
sobre todo los de los ochenta, la generaci�n mas golpeada en este trance
hist�rico del siglo XX, quedan totalmente fuera y desprotegidos.
Con esta l�gica, el MIR de facto, subversivo e internacionalista -el MIR que
reside en la memoria de Chile y Am�rica Latina- inadvertidamente es transformado
en un partido republicano y legal, y sus militantes -ahora veteranos y expuestos
al emplazamiento y reclamos de la historia- en ciudadanos dem�cratas y
electores.
�No, no! Esto es resignaci�n y renuncia.
Esto podr� ser hist�rica y pol�ticamente adecuado para la biograf�a pol�tica del
PC, el PS, etc. cuya estrategia fue reformar el capitalismo desde el mismo
estado burgu�s; para ello se dedicaron, como pretenden o hacen ahora, a ubicar a
militantes en el Parlamento o en el aparato fiscal. Pero no es para el MIR ni
para los ex miristas ni para ning�n militante de esas u otras organizaciones que
abrazaron sin ambig�edades el compromiso revolucionario.
El MIR naci� y se desarroll� antes del golpe, en medio de la doble crisis del
patr�n de acumulaci�n desarrollista y del cuasi estado de compromiso; su
programa y su visi�n fueron socialistas, y enfrentado a las nuevas
circunstancias, mal o bien, hasta su disoluci�n, nunca dej� de pensarse como una
organizaci�n revolucionaria. Muy lejos de una suerte de reformismo armado o una
organizaci�n armada concebida como mero aparato t�cnico-militar para luchar por
la restauraci�n democr�tica.
Por nosotros, por la dignidad y por el presente que acunan futuros, no hay que
oscurecer el legado �tico y pol�tico del MIR y sus militantes; hay despejar y no
densificar la bruma que pesa sobre su historia. En la disputa por la memoria, a
pesar que la miseria apremie o los o�dos anhelen solo escuchar solemnidades y
epopeyas, no cualquier argumento sirve y responde a las exigencias de esta otra
dimensi�n de la guerra entre ellos y nosotros, la guerra por la memoria entre el
bloque dominante y los trabajadores y el Pueblo.
Nos queda pendiente, entre tantas, la gran tarea de hacer el balance pol�tico
del MIR y la experiencia revolucionaria chilena. Ya todos los actores han
escrito los suyos: los patrones y los pol�ticos de derecha con sus biograf�as a
todo color, los militares y la iglesia, la izquierda tradicional y hasta el
estado burgu�s que, "en nombre de todos", se ha dado el lujo de hacerlo con sus
leyes, Informes Reting y Valech, y los textos escolares que circulan por las
escuelas del pa�s.
Poco han hecho los que estaban en mejor posici�n para hacerlo. Ser� entonces
tarea de los recolectores de fragmentos apurar el paso, y aunque sea con
f�rceps, sacar adelante las palabras justas y necesarias, pues se trata de un
parto, un gran parto colectivo.